El elefante en el ascensor (y XXIV)

Este va a ser el último post de esta serie que inicié hace algún tiempo y es por eso que voy a dedicarlo a dar algunas pinceladas a la tarea de cómo domesticar eso que llamamos mente. Pues la mente no se puede dominar sino solo domesticar y si se puede domesticar es porque no todo en ella es naturaleza (natura naturans) o deseo sino sobre todo espíritu.

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Pautas que conectan (XXIII)

El lenguaje es poesia fósil (Emerson)

Durante cierto tiempo me interese mucho por la poesía incluso escribí ciertos poemarios que gracias a las redes y a algunos amigos he vuelto a releer. Y mi impresión, después de esta relectura, fue darme cuenta de que la poesía es una forma de hablar insólita y que contiene más verdad que el lenguaje común. Probablemente me dediqué a escribir poemas porque el lenguaje al uso me era insuficiente para expresar ciertas cuestiones que no son fáciles de describir y aun de pensar. Esta opinión es compartida por muchos de los poetas que conozco: la poesía es una herramienta de comunicación y conocimiento a través de la belleza pero sobre todo de una verdad que está más allá del sujeto y que usa una reglamentación bien distinta al ethos, es decir al lenguaje ordinario.

Lo cierto es que el lenguaje está diseñado de una forma lineal y nos sirve para señalar una realidad plana, una intencionalidad sin matices, como a cara o cruz o como se dice ahora: binaria. Por eso existen los homosexuales y los poetas (a veces también los poetas homosexuales) para señalar que nada en la mente es binario aunque todo en la naturaleza lo sea. El lenguaje ordinario es lineal y casi no sirve para explicitar algo complejo y no hay nada más complejo que un cerebro humano, casi tan complejo como el universo. Sujeto+verbo+predicado eso es el lenguaje que usamos en nuestras interacciones con los demás y casi todo el tiempo y nuestro conocer se compone con esa ecuación. Lacan llamaba al lenguaje y sus leyes gramaticales: la Ley, es decir una especie de desfiladero por donde deben transitar nuestros pensamientos para evitar el descarrilamiento del que hablé en mi post anterior.

El lenguaje poético echa mano de metáforas y de saltos lógicos, algo así como sucede en los sueños. Es difícil saber a veces de qué está hablando el poeta y hay que volver sobre un poema varias veces porque a veces en un solo verso existe una pauta que conecta con otro verso más abajo o por encima de él. Hallar esa pauta es la tarea del buen lector de poemas.

Mateo es mi nieto de 4 años que un buen día me dijo:

Como puede observarse mi nieto Mateo no es aun un poeta sino que construye silogismos y llega al final a una idea que se conecta a través de ellos. Naturalmente Juanjo no es lluvia, pero hay algo que podemos comprender: que el verbo caer es algo polisémico , significa caerse del columpio, caer como la lluvia, caer en la tentación, caer en la cuenta, caer cuando soñamos y tenemos una de esas sacudidas que llamamos mioclonias, caerse simpático, etc. Pero además existe otra pauta que conecta el verbo caer con otro sustantivo: el llanto. Cuando nos caemos lloramos tanto Juanjo como yo, de modo que las lagrimas también caen.

Como el lector apreciará en este constructo hay más matices que la simple frase:

«Ayer me caí en el patio y lloré» que es la forma vulgar en que cualquiera de nosotros relataríamos tal acontecimiento. Nótese como esta frase aparece inmóvil como cerrada en sí misma y notese también como los silogismos de Mateo están abiertos y parece que conecten unas ideas con otras sugiriendo que caer, lluvia y lagrimas se encuentran emparentadas o por decirlo en termino cuánticos, enmarañadas. Así es la mente de un niño de 4 años y la manera en que construye hipótesis para pensar y conocer. Más que eso: una epistemología bien diferente al lenguaje común.

Poco conocido es Owen Barfield que escribió un clásico desde un punto de vista original. Barfield investigó la historia evolutiva de las palabras, no tanto -como hizo Cavalli- Sforza- respecto a la evolución de las mismas sino que estudió la evolución a través o en las palabras. La evolución de las palabras que en sí mismas -y siempre según Barfield- nos hablaban de la evolución de la consciencia humana. Dicho de otra forma: podemos seguirle el rastro a distintas formas de consciencia persiguiendo a las palabras, a las ideas o a los conceptos.

La hipótesis de Barfield es muy interesante y contraintuitiva pues suponemos que la realidad que está ahí afuera es objetiva y que es la misma hoy, que en la época clasica o en el medioevo. Para nuestra consciencia personal, la realidad es algo inmutable, algo que está ahí afuera de un modo objetivo. Nuestras ideas acerca de ella son hoy más precisas que las que tenia un griego, pero en realidad la consciencia que mira esa realidad es la misma hoy que en la antigüedad.

Para Barfield esta idea es errónea y es precisamente en su libro «Salvando las apariencias» donde presenta sus argumentos contra ella. Barfield supone que el lenguaje ha ido deslizándose desde lo concreto hacia lo abstracto, desde lo metafórico a lo literal, desde el todo hasta la parte. Investiga el lenguaje poético como herramienta para llegar a sus deducciones y se fija en los clásicos como Homero y a la deriva histórica de la poesía hasta llegar a la conclusión de que la poesía actual responde precisamente a ese nivel fragmentario, urbanita y desconectado que es «el mundo» según nos lo representamos hoy.

Es precisamente por eso que los clásicos nos producen un placer estético ajeno a nuestra consciencia moderna. Todavía nos causa fascinación y estremecimiento la lectura de Homero por ejemplo y es desde él que llega a la conclusión de que la metáfora homérica no es en realidad una metáfora tal y como la consideramos hoy (un giro o desplazamiento del sentido) sino la percepción real que tenia el hombre clásico sobre el mundo: un mundo donde dioses y hombres coexistían sin separación entre naturaleza y cultura, sin esa escisión que caracteriza nuestro mundo actual donde pareciera que el mundo y el Yo sean instancias separadas e independientes.

De manera que no es que la metáfora sea una sofisticación del lenguaje vulgar sino que el lenguaje vulgar es una degradación de la metáfora que procede de una mente primigenia.

Fue a partir de la aparición de la consciencia recursiva (la consciencia personal) que el humano aparece alienado, separado de su entorno, confundido en su lengua tal y cómo nos cuenta el mito bíblico de la Torre de Babel.

No es sólo que Dios confundió nuestro idioma (que es la interpretación que solemos dar al mito) sino que el lenguaje -incluyendo a todos aquellos que lo compartimos- nos confunde en «lo que queremos decir», hay una falta de comprensión, de entendimiento, un abismo de malentendidos. Algo que procede -como dice Gurdieff- de una razón fundamental: a nuestros idiomas les faltan partículas relativistas, algo que señale hacia el punto de vista que estamos manejando y que connotaría precisamente lo que queremos decir. Algo parecido a lo que sucede en los jeroglíficos, las palabras son equívocas y aunque todo el mundo cree que cuando nombramos «árbol» nos estamos refiriendo a la misma cosa, en realidad no estamos evocando el mismo significado que es algo personal e intransferible.

Se trata de la escisión sausseriana entre significante y significado, el significante es simbólico, el significado es literal pero múltiple según la consciencia y sobre todo la época que cada individuo viva y represente a ese «árbol». Dicho de otro modo el significante disemina una multitud de significados.

Y es por eso que los humanos vivimos en una Babel, la Babel del lenguaje que es la ceremonia de la confusión.

¿Y qué tiene que ver todo esto con Gregory Bateson cuyo libro «Mente y naturaleza preside este post?

Lo cierto es que si hablo de él es porque el concepto de “ pautas que conectan» es una idea suya, junto con otras como «Doble vinculo» y algunas recomendaciones como esta:

No es un asunto simple establecer un tema en la obra de Gregory Bateson; y muy posiblemente no pueda ser de otro modo más que pensarlo en términos de transdisciplinariedad. Esa dificultad surge desde el momento mismo de intentar “atrapar” el núcleo duro de lo que pudiésemos llamar el “proyecto batesoniano”.

Gregory Bateson busca sentar las bases para poder construir –complejamente- un modo reflexivo tal, que pueda dar cuenta -precisamente- de las complejidades que configuran el proceso de aquello que llamamos pensar, reflexionar, idear, “mentalizar”, etc. En resumen, busca dar cuenta de cómo se configuran esos procesos mentales que suponemos “superiores” y sólo exclusivos del homo sapiens-sapiens: nuestra consciencia “superior”, autoconsciencia, consciencia autobiográfica o como quiera llamársela. Al mismo tiempo él busca poner en evidencia que la acción de la auto-reflexión que nos lleva a pensar sobre nuestro pensamiento (la conciencia superior), pese a la estética y a la simplicidad aparente -tanto del acto realizado como del “objeto” que observamos con dicha acción auto-reflexiva- no es un asunto simple (ni mucho menos trivial) para el desarrollo y para la evolución de nuestras propias vidas. Para Bateson la auto-reflexión sobre nuestros modos reflexivos tiene profundas consecuencias en el modo de “sentir(se) (en el) mundo”. Visto de ese modo hemos de conceder que intentar hacerse una idea de lo que pueda ser una idea, es –al menos– un asunto bastante paradojal. Y Bateson pretende justamente ofrecer(nos)…y ofrecer(se) una muy buena idea de aquello que las ideas pueden ser: ¿Qué es una idea?; ¿Cómo se (con)forman las ideas de lo que nuestras ideas son?; ¿Qué vínculos nos unen a ellas?… pudiesen ser modos que –pese a la reducción– den cuenta bastante bien del proyecto general de Gregory Bateson.

Así entendido, la aparente contradicción y autoreferencialidad del “proyecto batesoniano” se hace evidente: Él intenta complejizar nuestros modos reflexivos para así poder abrir caminos que nos permitan reflexionar –complejamente– acerca de la complejidad misma. Ello es mucho más que un simple juego de palabras: Bateson busca –con la (auto-meta)reflexión– complejizar aún más lo que ya es, de por si mismo, bastante complejo. Ése es entonces el asunto central y ésa será la “obsesión” que recorrerá toda su obra: complejizar la complejidad.

Para Bateson (y muchos más, y después de él, cada vez muchos más) aquello que llamamos (y aceptamos como) “realidad” no es algo tan simple como para postular que lisa y llanamente esa “realidad” se “proyecta” o se “representa” en nuestras mentes. Las “ideas”, entendidas como reflejos internos de una “realidad” entendida como un mundo externo a nosotros, no le satisface en absoluto. Para él, dicha “realidad”, no es sino una red muy compleja de relaciones, procesos, y también extrañas y paradojales interconexiones de diferentes planos, niveles y componentes, entre los cuales –evidentemente– nosotros estamos también comprendidos: Y desde luego que ese “estar comprendidos” es bastante más complejo que el hecho de ser simples observadores externos y pasivos de dicha “realidad”. Definitivamente nuestra “mente” no es un “espejo-pantalla” en el cual se reflejen (o donde se “atrape”) un mundo exterior independiente a nosotros mismos. Ello porque en Bateson la “realidad” es algo bastante más “denso” que algo así como un “objeto extendido” allí afuera de nosotros. El corolario de dicha afirmación significa entonces que nuestra relación con dicha “realidad” es mucho más sofisticada que un mero aceptar y creer que nos hacemos -en el “espíritu”– algo así como una “representación interna” de ella. Categóricamente –y hoy lo sabemos– eso no pasa de ese modo; en esa “realidad”, nosotros estamos enredados… literalmente: los humanos somos seres en-red-dados. Y asumir ello -de un modo profundo y experiencial (“encarnado” como nos diría Francisco Varela)- no puede tener sino consecuencias radicales en el modo de “sentir(nos) en el mundo”.

Se puede encontrar a lo largo de toda la obra de Gregory Bateson una libertad de reflexión que sólo es posible entender a la luz de su muy particular modo de observar aquello que cae bajo su mirada. Adelantando conceptos, y sin entrar en grandes definiciones aún, llamemos a esa particular mirada una observación transdisciplinaria. Por ahora aceptemos que en ello radica la dificultad y/o la imposibilidad de encasillarlo en alguna disciplina. Aceptemos también que todo ello no es un hecho arbitrario ni mucho menos trivial. Bateson se mueve y se desplaza –permanente y conscientemente– entre diferentes disciplinas, y lo hace de un modo tal que siempre intentará ubicarse por encima (o por debajo, poco importa) de los límites de cualquiera de ellas. Pensamos que es –precisamente– esa libertad de “mirarlo todo desde ningún lugar ya predefinido”(que en términos batesonianos es análogo a “mirarlo todo desde la mayor cantidad de lugares posibles”) lo que le da la “frescura” y la libertad que emana de su reflexión. Bateson todo lo toca sin comprometerse con absolutamente nada que ya haya tocado aquello que él se encuentra observando. En ese sentido su modo reflexivo no es solamente un pensamiento provocador, estamos frente a una verdadera trasgresión de las “metodologías” disciplinarias. Se trata –literalmente– de una reflexión subversiva, y ello en la acepción etimológica de dicho termino. Bateson se encuentra siempre “por debajo” del “verso” (instalado) porque todo lo ve y lo observa desde un lugar que es inubicable. Y ese lugar inubicable es justamente lo que aquí llamamos observación transdisciplinaria.

Dicho de otro modo:

La mejor manera de reflexionar sobre algo complejo es complejizarlo aun más. Parece contraintuitivo pero es la única manera de conseguir que emerja alguna idea nueva que permita comprender como pensamos el dilema completo y como se vinculan sus partes a veces de un modo paradojal. Reducirlo de tamaño o simplificarlo es una manera de descontextualizarlo, lo que es una herejía al modo de conocer las cosas, que siempre se dan en un contexto tal que el objeto y el contexto son la misma cosa.

De manera que mi primer consejo seria la epoché. Suspender el juicio a la hora de buscar soluciones para un problema y observar desde distintos angulos y perspectivas pero – y esto es lo más dificil- sin enjuiciar, es decir sin interpretar, solo contemplar.

A pesar de la confusión.

Bibliografía.-

Owen Barfield (1965): «Saving the aparences: a study of idolatry«. Harcourt, Brace and World. Nueva York.

Bateson y el pensar sobre la complejidad

El universo arrugado (XX)

Dice Gladiador en su arenga al ejército momentos antes de entrar en combate que «lo que hacemos en la vida tiene un eco en la eternidad». Y yo creo que tiene mucha razón pero hace falta saber interpretarle. ¿Qué significa eso?

Pues todo lo que pensamos, planeamos, ejecutamos, deseamos o llevamos a cabo se constituye en un bloque de información espacio-temporal que existe en algún lugar o nódulo informativo a disposición de cualquier frecuencia que le conecte. Es como una emisora que transmite noche y día y que es coherente con las intenciones y frecuencias del receptor, con su basura cognitiva o sus memorias aberrantes o sus averías de hardware (cerebro)y también con sus virtudes éticas (valores), estéticas (belleza) o espirituales (conocimiento).Todo depende de la frecuencia, es decir del campo neural que resulte de la intersección entre lo de dentro y lo de afuera. Cada cual elige su emisora con la que es coherente.

Campo mórfico y campo neural.-

Rupert Sheldrake es un biólogo y filósofo de la mente muy debatido y criticado en determinados ambientes, tanto como admirado y citado en otros. Su idea más conocida es la descripción de los campos mórficos que serian los responsables de dar forma tanto a los organismos vivos como a la materia inerte con cierta tendencia a adoptar formas, como sucede con los cristales. También explicaria el aprendizaje entre individuos de la misma especie no contigüos.

Sheldrake argumenta que en el código genético -el ADN- no se encuentran codificados los planos de la casa sino sólo como deben de juntarse los ladrillos, efectivamente los genes no son más que instrucciones para la síntesis de proteinas pero no contienen ningun plan para desarrollar un organismo vivo al completo. Si en los genes no están los planos ¿donde están?, esta es en síntesis una de las ideas mas revolucionarias y transgresoras de Sheldrake. Concluye que tiene que haber un campo invisible, sin localidad que está en todas y cada una de las células de nuestro cuerpo y del mismo modo está por fuera del cuerpo y que representaría algo asi como la memoria mórfica de la especie. Se trataria de un campo energético que prestaría la forma (los planos) a todo proceso de arquitectura viviente a partir de un registro mnéstico que no está determinado por la genética sino que está en continua evolución.

Sheldrake resucita así la vieja teoria lamarckiana de que los rasgos adquiridos pueden ser trasmitidos al resto de la especie no por via genética sino por resonancia mórfica. Y que argumenta del siguiente modo: cualquier aprendizaje de un cierto número de miembros de una especie determinada acaba por universalizarse a toda la especie cuando se alcanza una determinada masa crítica.

Sheldrake es pues un hereje.

La idea de campo mórfico presenta algunas debilidades estructurales. Por ejemplo Sheldrake no aclara cual seria la energía que alimenta este campo: ¿los campos mórficos serían ondas de baja energía, luz, infrarrojos o ultrasonidos?

Pero simultáneamente con esta debilidad posee algunas fortalezas que proceden de fenómenos que no tienen explicación según las leyes de la física que conocemos en la actualidad.

Y pone algunos ejemplos extraídos de la vida cotidiana para explicar en qué consiste la resonancia que es según él el mecanismo de comunicación entre campos mórficos e individuos. La resonancia es un fenómeno que afecta a los sistemas que disponen de movimientos periódicos sometidos a oscilación, así hay una resonancia química y una resonancia acústica o eléctrica. En realidad resonancia significa el reforzamiento de una señal, una especie de amplificación como sucede en acústica con los armónicos o con el láser en la luz donde la coherencia de fase parece tener mucho que ver con el termino resonancia al menos tal y como lo emplea Sheldrake. En cualquier caso es evidente que «resonancia» implica un cierto grado de sintonización entre emisor y receptor de una señal cualquiera que esta sea.

Sheldrake piensa que en nuestra percepción las imágenes visuales se forma por contacto, es decir que más allá de que nuestro cerebro tenga noticias de las mismas a través de la representación que la vía óptica acaba haciendo en el lóbulo occipital, lo que vemos ahí afuera es el resultado de haber tocado los objetos literalmente a través de nuestro campo mental. El cerebro seria secundario en este proceso que dependería de la mente visual y sólo seria un amplificador de señales, una especie de modulador entre lo que ya hemos visto y lo que nos representamos, una doble computación que es probablemente lo que da coherencia a lo que se ve. De este modo la experiencia de mirar es profundamente mental y de alguna forma táctil y no depende más que de un modo secundario con las imágenes formadas en la corteza visual del córtex occipital.

Los budistas suponen que el pensamiento, es decir la capacidad de abstraer, pensar o imaginar son y representan un sexto sentido, nosotros hablariamos mejor de intuición. Para Sheldrake el séptimo sentido supone un paso más allá: se refiere a la capacidad de saber algo de alguien por una via no convencional, no sensorial, fenómenos como la telepatia podrian ser explicados -de existir- a través de este septimo sentido.

En cualquier caso, la tesis más importante de este libro no son los ejemplos marginales sino su teorización acerca del cerebro como una especie de sintonizador. Para Sheldrake la conciencia no procede del cerebro sino que utiliza al cerebro como interface de expresión, en realidad el cerebro se hallaría diseñado y facilitado para sintonizar con unas emisoras  pero no con otras. Es como si el cerebro fuera una especie de transistor que pudiera a través de sus diales encontrar una emisora con mas facilidad que otras, pero esas emisoras no están en el cerebro propiamente dicho sino en la memoria mórfica, una especie de base de datos cósmica donde se encuentra también la memoria individual que Sheldrake niega que se encuentre en el cerebro individual.

Esta idea fuerte a mi juicio es bastante coherente con lo que sabemos sobre los modos de estar en mundo: estos no son infinitos sino que se reducen a una docena de supuestos, del mismo modo que aprendimos a entender los creodos de la subjetividad humana a través del mito podemos aprender la conducta humana en base a la frecuencia en que un determinado comportamiento se manifiesta. Hay sólo algunas formas de estar en el mundo y aunque la mayor parte de nosotros presentemos múltiples diferencias procedentes de distintas educaciones, circunstancias, entornos geográficos y culturales o demás, lo cierto es que las formas de estar en el mundo pueden contarse con los dedos de la mano.

Del mismo modo sucede con las enfermedades, son las que son aunque evolucionan y no son fijas y aunque cada vez más existen neoformaciones enfermizas patentadas por la cultura, lo cierto es que las enfermedades son finitas. Solamente puede enfermarse siguiendo unas guías ya recorridas con anterioridad, una enfermedad no puede sino parecerse cada vez mas a sí misma soportando a veces burdas imitaciones pues existe un patrón de memoria en su representación. Fueron patentadas ya por la tradición y aunque un individuo puede inventar una enfermedad nueva, esta no podrá manifestarse hasta que alcance la suficiente masa crítica para hacerlo: una suficiente masa de acólitos sintonizados por un determinado sufrimiento, una emisora que trasmita noche y día. Un ejemplo son algunas enfermedades mentales como los ataques de pánico, la anorexia mental, la bulimia, el TLP (trastorno limite de la personalidad) la disforia de genero y otras igualmente recientes. Lo cual no significa que no existieran antes de ser conceptualizadas sino que la conceptualización por sí misma opera como un atractor de nuevos casos, ¿pues cómo mostrar mi sufrimiento si no es a través de los cauces habituales? Las innovaciones en psicopatología son raras pero no imposibles, siempre habrá nuevos inventores de síntomas con mayor o menor éxito en su empresa.

Las ideas de Sheldrake son parecidas al modelo de universo que propone Jacobo Grinberg y que se encuentra contenido en su propuesta, a la que llama sintergia. Para Grinberg el universo (el espacio-tiempo) no solo es curvo sino que además se configura como una especie de enrejado o celosía donde cada nodo contiene la información de todo el universo, como una tela de araña contiene la información de donde ha caído prisionero un mosquito, la araña -que mantiene con su tela una relación muy parecida a la que Sheldrake propone-, sentirá a través de esa prolongación de su cuerpo el lugar -no importa dónde- ha caído enredado el mosquito. La información fluye por toda la telaraña.

Grinberg además contesta a algunas preguntas que más arriba me hacía a mi mismo:

¿Cual sería la energía? La información es energía no degradable.

¿Dónde estaría esta emisora? En los nódulos de esa red.

Grinberg va más allá al proponer además que nuestro cerebro, la conciencia humana sería de alguna forma una repetición de esa matriz, a la que llama Lattice o conciencia pura. Esa Laticce seria lo más parecido a lo que entendemos como Dios, pues – a su imagen y semejanza- esa estructura dotaría de más o menos «sintergia» (en realidad más o menos entropía) a las estructuras materiales sean o no orgánicas. de entre ellas la conciencia humana seria la de máxima sintergia. vale la pena profundizar en este tema con el video que os propongo más abajo, descartando los aspectos más esotéricos de la teoría así como los más parecidos a la teoría creacionista que es siempre una tentación destinada a desentenderse de la ciencia. La conciencia humana sería una replica de la Lattice.

El concepto de espacio neural de Grinberg es similar por no decir el mismo concepto de Sheldrake de «campo mórfico» y que puede explicarse diciendo que la realidad que percibimos no es objetiva sino que es el acoplamiento de lo percibido más lo que adelantamos, la enacción (Varela) que llevamos a cabo y de cuyo solapamiento tenemos noticia. El campo neural sería en el entrecruzamiento de la percepción de lo de afuera con la enacción del adentro.

Lo que quiere decir Gladiador es que -en efecto- lo que hacemos en la vida pasa a formar parte de ese compendio de cosas que quedan a disposición de otros para que puedan usarse para fines distintos a los que nosotros usamos.

Un eco en la eternidad.

En busca del fundamento perdido (XVIII)

Como vimos en el capitulo anterior hasta el momento nosotros los humanos no hemos sido capaces de inventar un fundamento que sostenga la moralidad colectiva y la ética individual más que apelando al socorro teísta. Era desde luego una buena solución y algo tautológica: es moral lo que Dios dice que es moral. El problema es que Dios no se comunica con nosotros y debe existir una casta sacerdotal que nos traduzca los designios divinos. Pero aun es el panorama que tenemos en occidente en los últimos estertores de la Ilustración, una vez descreido Dios solo nos queda nuestro albedrío a la hora de juzgar qué es y qué no es moral. lo que supone en la práctica la polarización del mundo pues el neoliberalismo siempre tiende al libertinaje pues es lo que la gente vota más a gusto, nadie vota si los gobiernos no ofrecen «panem et circenses«. Es por eso que el neoliberalismo parece invencible pues tiene muchos incentivos para que la gente insista en votar a sus representantes en función de las prebendas que repartan sin saber que en realidad los principios teístas que regían el anterior régimen son los mismos que rigen en este, es por eso que todas las ideologías postmodernas tienen un cierto tufo religioso, con sus dogmas, castigos, y persecuciones a los disidentes.

Pero antes de que el cristianismo devorara la filosofia estoica y se apropiara de sus valores principales (Justicia, Prudencia, Fortaleza y Templanza) y luego de añadirles Fe, esperanza y caridad (virtudes teologales) el cristianismo siguió siendo la religión de toda Europa hasta la contrareforma de Lutero. En el libro de Recuenco y Haro podéis seguir la historia del concepto y algunos consejos para una practica con sentido para nosotros los occidentales. Tambien podéis liberaros de algunos mitos relativos a este concepto.

En realidad comencé a interesarme por el estoicismo cuando pensaba en dar ciertos consejos a estos pacientes bipolares que eran mi público para aquel acontecimiento. ¿Qué se puede aconsejar a un paciente bipolar, más allá de que tome la medicación o que duerma las horas necesarias? ¿Qué se puede aconsejar más allá de medidas hipocráticas, las de siempre, rutinificar la vida, evitar los excesos, los tóxicos o el estrés?

En realidad cualquier consejo que pudiera dar a estos pacientes podría ser aplicable a cualquier persona y tiene que ver con el control del pathos, es decir de las pasiones, entendiendo como pasiones a emociones intensas que tienen la característica precisamente por su tendencia a la repetición y su intensidad a desbordar la capacidad de nuestra mente para contenerlas. El truco está relacionado con el placer, una vez hallado algo placentero nuestra tendencia es repetirlo e intensificarlo tanto en duración como en intensidad. En el video hablo de cómo algo placentero se transforma en una adicción y de ahí en un displacer.

Pero en realidad en el video de mi conferencia lo que planteo es una hipótesis más profunda, me pregunto si es posible la felicidad en tiempo de crisis. Y me propongo escarbar en esa palabra «felicidad» que es una abstracción y contraponerla a estado placentero que es algo concreto y bien diferente para cada uno. Nuestra mente ha de navegar entre estas dos olas: lo abstracto y lo concreto, de manera que podemos ser felices comiendo o fornicando y admitiendo a la vez que existe un universal llamado «felicidad» que es común a toda la humanidad pero del que no tenemos noticia más allá de nuestro estado felicitario individual. Es por eso que ya Séneca nos advirtió que todos aspiramos a la felicidad pero no sabemos dónde habita esa señora, lo único que nos es dado saber es que existen ciertas emociones como el placer o la alegría que nos proporcionan alguna pista sobre ella pero se trata de algo breve y ocasional que nada tiene que ver con la felicidad. Aunque el placer sea el soporte neurobiológico de la felicidad ambos conceptos no son equivalentes. Lo humano transcurre siempre entre estas dos autopistas: lo concreto o subjetivo que no podemos dejar de sentir y lo abstracto, que no podemos dejar de pensar.

Los griegos tenían un tratamiento para modular las pasiones, la llamaron eutimia. Nosotros los psiquiatras utilizamos esta palabra para designar el estado en el que el paciente no está deprimido ni maníaco, pero en realidad se trata de una perversión de la idea de Demócrito. Pues para los griegos la eutimia no era ese estado intermedio que nos representamos hoy en la jerga psiquiátrica sino un paradigma moral que también llamaron virtud. La eutimia es una virtud moral, no algo fisiológico o afectivo. Una virtud de sosiego, calma y práctica.

¿Qué es la virtud?

La virtud procede del latín «vir» que significa varón, y se considera la contrario del vicio, algo así como una cualidad moral que se exigía en la Grecia clásica junto con el aprendizaje de la geometría y la gimnasia, algo exigible a cualquier gobernante. Una mezcla de culto al bien, a la justicia, la belleza y la verdad.

Y la virtud es el tratamiento de la aflicción tal y como nos contó años más tarde Cicerón.

Pero a lo largo de la historia ha habido más intentos de responder a esa pregunta ¿Por qué es bueno ser bueno? ¿Qué incentivos tiene ser bueno?

Ha habido muchos neurocientificos que han propuesto esta misma idea que yo propongo, necesitamos un fundamento que vaya más allá de la religión, un fundamento cívico por asi decir tal y como Kant planteó con poco éxito. Su error fue fiarlo todo a la razón.

Francisco Varela y el cuerpo corporeizado.-

Varela fue un biólogo, fenomenólogo, y neurocientífico que pasó a formar parte de nuestras lecturas a partir de un texto seminal: con Francisco Maturana escribió «El árbol del conocimiento» donde plantean dos de sus conceptos más importantes para la ciencia actual: la autopoyesis y la enacción. Autopoyesis significa que los sistemas son capaces de reproducirse y mantenerse a sí mismos.

Para entender la enacción el lector puede visitar este post que escribí hace algún tiempo, a propósito del acoplamiento entre flores y abejas y que pretende responder a la pregunta ¿qué es antes el huevo o la gallina? Y aqui otro dónde relaciono la enacción para explicar fenómenos como el sueño, la creatividad musical en el caso de Paul Mc Cartney. Como aperitivo os diré que enacción significa que no nos limitamos a representarnos la realidad sino que adelantamos una hipótesis sobre ella y que de alguna manera este solapamiento configura una realidad bien distinta para cada uno de nosotros que es el resultante de una interacción entre lo de metemos en el sistema y el sistema mismo. George Soros – si el mismo- ha propuesto el concepto de refractividad que se basa precisamente en la enacción vareliana y lo propone como explicación de los vaivenes económicos y sociales. El los conoce y maneja muy bien.

Bien pues Varela en su libro «De cuerpo presente» plantea su hipótesis del yo corporizado y plantea la necesidad de buscar ese fundamento en las filosofías orientales.

Najarjuna.-

Nagarjuna fue un filósofo entrenado en las técnicas de la refutación y la dialéctica que vivió probablemente entre los siglos I y II de nuestra era. Fue el fundador de una de las escuelas búdicas –la madhiamaka (en sánscrito el camino de enmedio)- de mayor implantación en el mundo desde la India hasta Japón. Probablemente esta implantación también es hegemónica en occidente al menos si atendemos a los múltiples centros que en España llevan su nombre.

El interés de su doctrina llamada «la vía media» o «camino de enmedio» se ha visto impulsado recientemente por ciertos estudios de las ciencias cognitivas sobre todo los que conocemos a través de Humberto Maturana y Francisco Varela. En síntesis la idea que proponen estos investigadores cognitivos ya fue expuesta en este post que titulé «¿Qué es la mente?». En él hice un recorrido histórico para explorar los caminos que la filosofía de la mente había desplegado desde Descartes hasta al momento actual pasando por la fenomenología de Husserl. También hablé de los puntos en común entre determinados conceptos husserlianos y la tradición budista como el concepto de «intencionalidad» a los que más tarde se agregaron otros como la «corporeidad vivida» de Merleau-Ponty. También hablé de las dificultades que los fenomenólogos y mas tarde el psicoanálisis se encontraron, movimientos de flujo y de reflujo presididos casi siempre por la dualidad.

El propio Varela ha señalado con acierto en su obra «De cuerpo presente», que las ciencias cognitivas se han debatido entre dos polos extremos bien conocidos: por una parte el objetivismo reduccionista y por otra parte el monismo espiritualista o el nihilismo al que considera una especie de reacción frente a la laicización del mundo y de la existencia.

Varela propone en su obra anteriormente citada una vuelta a los orígenes de la tradición budista que en sus comienzos ya se enfrentó a los mismos dilemas que hoy se encuentran nuestros cientificos cognitivos y que pueden resumirse en estas ideas:

Esta via de enmedio Vareliana viene a decir simplificando mucho el asunto que la realidad no es algo que se encuentra de forma pre-dada y que está ahi esperando que el cerebro la procese, en realidad el cerebro no procesa como un ordenador sino que genera la realidad acoplándose a su medio ambiente o como Goethe intuyó en la cita que preside este post de que cada objeto, adecuadamente acoplado crea su órgano de percepción que a su vez transforma el objeto percibido en algo con sentido para quien lo observa, lo que viene a decir que no existe observador y observación sino que ambos se encuentran acoplados, son una sola cosa, objeto y sujeto son dos formas de dividir el mundo que proceden más bien de una ilusión creada por nuestro pensamiento más que una realidad fáctica y pre-dada.

En este post se podrá entender mejor -en el plano evolutivo- como la visión de las abejas y el color de las flores coevolucionaron. Y en este otro se habla de las relaciones que existen entre las abejas individuales y la mente de las abejas representada por el «Espíritu de la colmena». En él se podrá entender precisamente el concepto de emergencia: el enjambre no es causa de la abeja, ni de la suma de las abejas y a la vez no puede darse sin la causa de las abejas. Del enjambre (la mente de las abejas) no podemos afirmar su existencia pero tampoco podemos defender su inexistencia. El enjambre ni existe ni no existe. Más abajo desvelaré esta tautología aparente del verbo existir.

Y eso es precisamente lo que inventó Nagarjuna, una vía media bastantes siglos antes de que se supiera a ciencia cierta que mente y cerebro están conectados y son las dos caras de un mismo fenómeno.

Lo dice asi en este sutra (texto):

«En ningún lugar encontraremos una entidad que podamos considerar surgida a partir de si misma, tampoco será posible suponer que se origine a partir de otras o pensar que surja como consecuencia de dos combinaciones de posibilidades anteriores.Por último carece de sentido pensar que las entidades puedan originarse sin causa o sea de forma aleatoria o por casualidad».

Este texto es muy parecido al argumento de la emergencia de una mente en el caso de las abejas, ¿no os parece?. Solo que Nagarjuna lo ignoraba todo sobre qué cosa es una emergencia y nosotros lo sabemos desde hace relativamente muy poco tiempo.

Nagarjuna habla aquí de la causalidad emergente aunque con todo me parece que su aportación más importante a las ciencias de la mente es su idea de la vacuidad (sunyata). La vacuidad parece de entrada una idea nihilista y en cierto modo una especie de artificio mental pero enseguida aclararé que la vacuidad a la que se refiere Nagarjuna no tiene nada que ver con estas antiideas a las que estamos tan acostumbrados en occidente desde el existencialismo para acá. Efectivamente, la frase «la vacuidad está vacía» es una tautología de la que mas abajo pondré algun ejemplo bien reconocibles en nuestra cultura, pero la vacuidad a la que alude Nagarjuna es ésta: no hay fundamento en la existencia de ningún ente, todas las entidades están relacionadas unas con otras (como la abeja y el panal), no es que existan o no sino que carecen de fundamento, de cimiento, de ser en si mismas. Mi Yo aunque tenga mucho sentido para mi es interdependiente de muchas cosas relacionadas con mi vida, con mi biografía, con mi nombre, no existe una identidad «pacotraver« sino una dependencia de relaciones entre unas cosas y otras, yo no soy causa de mi mismo, soy un ser contingente: no tengo en mí la causa última de mi ser, luego toda mi identidad descansa en un vacío de fundamento donde la existencia o la inexistencia carecen de sentido, el mundo seguirá girando después de mi muerte (aunque me pese). Sólo el último fundamento tiene sentido en sí mismo y sería causa de todo lo demás, pero este último fundamento ni existe, ni es sino simplemente una ilusión y todo es impermanente y sobre todo ocasional.

En este post hay un buen articulo sobre el tema o en este otro.

La metafísica tradicional adoptó este dualismo de Platón. Un “ser” independiente es apelado en la metafísica tradicional como algo que existe en sí mismo, no depende de nada más , tiene existencia por sí mismo, que es completamente ilimitado por lo demás y libre de cualquier orden ajena a sí mismo o existe por mismo sin más. En la metafísica tradicional, la sustancia más elevada era comprendida normalmente como Dios o un ser divino. Desde lo que Kant llamó la «revolución copernicana» la cuestión primordial de la filosofía ya no es conocer la realidad sino conocer el origen de nuestra percepción y conocimiento. Por este motivo, la metafísica tradicional ha perdido el norte en el mundo moderno. De hecho, los conceptos centrales de la metafísica tracicional como el ser, la sustancia, la realidad, la esencia, etc, han sido reemplazados por el pensamiento moderno reduccionista. Ahora los átomos, partículas elementales, la energía, los campos magnéticos, las leyes de la naturaleza etc, son considerados como la base de todo lo demás, como el Fundamento.

Y psicológicamente hablando el Yo ha tomado el relevo a las entidades que son en sí mismas como Dios, el Yo es la esencia de todo, el centro del universo, el Yo y sus necesidades han sido reificadas, la consecuencia es que el narcisismo y el egocentrismo -y no la ética laica- han tomado el relevo de la religión en nuestras sociedades opulentas pues ni la ciencia ni la filosofia occidentales han podido resolver el dualismo sobre el que descansa nuestra manera de pensar la realidad.

Y lo que dice Nagarjuna y tambien los cognitivistas es que el Yo no existe entendiendo el verbo «existir» en su sentido metafisico profundo: el Yo carece de fundamento aunque todos tengamos esa experiencia de continuidad vivida que llamamos «Yo», «mi» o «me». En un post anterior que titulé ¿Quien soy yo? abordé precisamente este enigma metafísico de todos los tiempos y adelanté la solución que dio Shopenhauer a esa pregunta sobre el Yo esencial. El lector podrá decir si está de acuerdo con él, aunque lo cierto es que hurgando sobre el asunto no hay nada que pueda identificar como mi Yo y de lo que no pueda prescindir. Dicen algunos que el Yo no es una cosa sino un transcurso, una narrativa lo que es lo mismo que decir que el Yo es una sucesión de recuerdos, es decir cosas que pertenecen al pasado. No es fácil encontrar un Yo que de cuenta de esa sensación unitaria que todos tenemos de nuestra existencia y de nuestra identidad y no lo es porque el Yo carece de fundamento, es según dicen los yoguis un vacio en movimiento, algo que transcurre pero no es y que precisamente por estar vacío puede ser llenado de cualquier cosa.

Como ejemplos de vacío pondré dos ejemplos, uno que es en cierto modo un artificio mitico y otro ejemplo de la cosmología.

Un útero vacio es el útero de una virgen. ¿Se puede ser virgen y madre al mismo tiempo? Claro que no, desde el punto de vista lógico es una tautología, no se puede ser virgen y madre al mismo tiempo porque una madre es una no-virgen, pero si yo quisiera señalar a una mujer como madre de toda la humanidad eligiría a una virgen, ¿por qué? pues porque una virgen precisamente por serlo posee en potencia la capacidad de ser llenada por toda la humanidad. Asi es como resolvió la religión católica el problema de la divinidad de Maria, un conflicto que tuvo que enfrentar para integrar los cultos de deidades femeninas ancestrales con el nuevo orden de los cielos.

El otro ejemplo procede de la cosmología y tambien contiene una tautología, es ésta: ¿Antes del big bang que había? Nadie ha podido resolver este enigma y los fisicos han optado por responder que nuestro universo ahora desplegado y en expansión entonces estaba comprimido en un estado de densidad infinita. ¿Pero qué sentido tiene hablar de entonces cuando el tiempo aun no existía? ¿Qué significa densidad infinita? En definitiva: ¿qué fue lo que explotó y desde qué forma o estado?

Parece que estamos inmersos en una realidad dificil de aprehender cuando nos salimos de lo que entendemos como nuestro mundo sensible y a pesar de que todos poseemos un pequeño universo privado que llamamos mente y al que hemos tratado hasta ahora como un epifenómeno de la materia aun no hemos sido capaces de aprender nada con el simple hecho de la observación, el instrumento que tenemos más a mano para conocer algo de ese enigma.

Muy probablemente las tecnologías que proceden de la tradición búdica pasadas por el filtro de la ciencia podrán disponer en el futuro de tecnicas aplicables a los humanos pero la batalla no ha hecho sino comenzar porque será necesario quitar toda la paja místico-religiosa que busca fundamentos para empezar a fijarnos en lo esencial, y no me refiero solo a la tradición búdica o filosófica sino tambien a la ciencia. Necesariamente la neurociencia habrá de renunciar a buscar nuevos dioses o fundamentos en los genes, la serotonina o las redes neurales.

Existe poca bibliografia sobre Nagarjuna, yo he conseguido un libro editado por Siruela titulado «Los fundamentos de la via media» (2003), una selección de textos realizada por uno de los expertos más importantes del mundo en literatura sánscrita y que es un español, se trata de Juan Arnau Navarro de la universidad de Michigan.