Sísifo y el absurdismo


No es algo que nos suceda a todos, ni tampoco al mismo tiempo, tampoco es una inspiración momentánea sino una molesta evidencia que va colándose en nuestro entendimiento: la vida es absurda. Somos una minoría los que percibimos esta realidad y sentimos ese extrañamiento tan característico de nuestros años jóvenes, lo sé porque —entre mis conocidos— solo a mi me sucedía tal cosa a pesar de que confronté esta idea con aquellos que quisieron escucharla. Noté que mi idea les incomodaba, era una rareza, nadie hablaba de ello y por tanto era algo insólito, algo que procedía de una mente calenturienta como la mia.

Sin embargo mi abuela y otras personas de edad solían decir que «la vida es una mentira» que viene a ser lo mismo que yo mismo sentía. ¿Mentira y absurdo son la misma cosa?

Lo cierto es que la vida tiene explicación pero no sentido y por eso es absurda, pues sentido es una explicación que conecta con algo personal, algo que nos interpela, no se trata de explicarnos la vida como haría un fisiólogo, se trata de encontrarle un sentido personal, un sentido con carne y muchas personas no encuentran a ese señor. Tardé mucho tiempo aun en darme cuenta que el sentido es imposible de encontrar pero que estamos obligados a buscarlo y aún: a creer que lo hemos encontrado.

Lo encontré leyendo a Albert Camus, más concretamente un ensayo titulado «El mito de Sísifo». En ése libro que leí con 20 años (entonces eran “obligadas”algunas lecturas) mientras estuve en la universidad, lo cierto es que al contrario de otras lecturas obligadas por el espíritu de aquel tiempo, esa lectura me interesó mucho porque me permitió entender a mi abuela cuando decía que la vida es una mentira.

Pues si es verdad que la vida es una mentira, también es mentira ese hallazgo, pues no podemos saber nunca que es verdad y qué es mentira, incluso cuando decimos la verdad.

Más tarde supe que se trataba de una paradoja, similar a la paradoja del mentiroso. de gran interés para los que trabajamos con el lenguaje, novelistas, poetas, psicólogos y psiquiatras. Y recientemente volví sobre el texto de Camus casi simultáneamente mientras leía «El extranjero», por segunda vez. Lo cierto es que leer es algo muy complicado y aunque los profesores quieren inculcar este hábito en niños y adolescentes lo cierto es que leer es difícil, porque no se trata solo de seguir un hilo de acontecimientos que van sucediéndose de forma lineal hasta llegar a un final quizá inesperado. Leer trata de interpretar, es decir es un ejercicio de hermenéutica. Saber de qué va un libro, qué es lo que el autor quiere señalar, qué pensamiento filosófico profundo se esconde en la trama de sucesos, no está al alcance de cualquiera y menos de un adolescente. Por eso me gusta volver sobre títulos que ya he leído o de películas que ya he visto. Sé de qué van pero no sabía de qué trataban más allá de su lógica narrativa.

Se dice que el absurdismo, la filosofía del absurdo es una idea existencialista y que Albert Camus es uno de sus sumos sacerdotes, pero lo cierto es que el absurdo es el estilo que abordó Franz Kafka unos años antes a través de una técnica que abrió un nuevo melón en la narrativa, me refiero a la narrativa simbólica. Gregorio se ve convertido en un insecto después de una noche de sueño inquieto. En realidad esta manera de contar las cosas inauguró varias plataformas en la narrativa del siglo XX, una de ellas el surealismo, otra el realismo mágico, todas ellas procedentes del expresionismo. Aun mantenemos el adjetivo kafkiano para referirnos a una situación absurda y unos personajes atrapados en un orden social alienante, destructivo o tan estúpido u opresivo que nos parece incluso doméstico, natural.

Meursault el héroe del extranjero contrariamente a Gregorio Samsa parece moverse en un universo distinto, más bien cínico, con lo que podríamos llamar una sinceridad radical. Meursault no dice nunca mentiras, y siempre dice la verdad y la verdad es que no sintió ningún remordimiento cuando disparó a aquel árabe en la playa. ¿Por qué mentir? ¿Qué sentido tendría, más allá de aceptar como buenas todas las normas sociales, que disparó porque quiso cegado por el sol? Claro que intentará salvar la vida una vez condenado a muerte, pero Meursault nos da en ese final antológico de la novela de Camus, la solución para que este dilema de la falta de sentido, el absurdo, la mentira de la vida que es aplicable en nuestra profesión a varios casos, pues el propio Camus reflexionó así sobre lo que le sucedía a Meursault.

Existen tres soluciones al absurdo de la vida: pero es condición inicial que el sujeto acepte esta falta de sentido, como algunos de nosotros hicimos en nuestra adolescencia, pues aceptar el sentido prefabricado que nos venía de serie era inadmisible. Ni la musica militar me supo levantar (como dice el poeta) ni las creencias de mi familia me parecían algo más que supersticiones, ni las reglas, reglamentos, leyes y costumbres de mi alrededor me parecían algo más que arbitrarias o injustas, que la amistad es muy poco duradera, que los intereses de cada cual mandan sobre las ideas, que hasta el amor que recibimos es dudoso o limpio, que nuestros méritos están sobrevalorados, que somos invisibles para casi todo el mundo, que solo se valoran los vicios. Por tanto y después de haberme impregnado de todas ellas y no hallar lugar alguno para mi decidí exiliarme, no a la montaña sino que me refugié en la música, así anduve un tiempo hasta que encontré otro sentido en mi profesión: duró muchos años este sentido. Pues el sentido puede crearse ex profeso. Un sentido a la medida de cada cual, después de aceptar el sin sentido claro. Después de una travesía por el desierto como Zaratustra en Nietzsche.

Camus nos da tres soluciones para enfrentar ese sinsentido:

1.- El suicidio.

Para Camus se trata de la pregunta filosófica fundamental. ¿Por qué se suicida la gente? ¿Por qué los profesionales que se dedican a la psiquiatría no han leído a Camus? ¿Qué hacemos los psiquiatras cuando alguien nos dice que quiere suicidarse? Naturalmente el suicidio es la forma de resolver esta incógnita de la vida: su falta de sentido, su absurdidad, algunos lo descubren de una forma abrupta o traumática a través de una ruptura sentimental, la ruina económica o la culpa real o imaginaria por algo que se hizo o no se llevó a cabo. Es decir: nunca habían caído en la cuenta de que era absurda desde mucho antes.

Lo cierto es que el suicidio no resuelve esta absurdidad sino un sometimiento a este mismo principio de absurdidad pues:

¿Si la vida es absurda qué te hace pensar que la muerte le dará sentido? La muerte no tiene ningún sentido del mismo modo que la vida.

De alguna manera se parece siniestramente a la paradoja del mentiroso. No podemos huir de esa mentira sino a través de otra mentira.

2.- La trascendencia a través de Dios.

Dios resume en si mismo tres variedades de la experiencia cognitiva: la ontológica, la epistemológica y la moral, por tanto la idea de Dios es falsa, si bien es muy protectora y muy eficaz a la hora de tranquilizar y de ofrecer explicaciones a todas las contrariedades que podamos suponer y que nos pueden suceder. las contingencias quedan en manos de una Voluntad sobrenatural que nosotros no podemos entender, pase lo que pase la causa última siempre estará en manos del Creador y a nosotros no nos es posible entender sus designios. La explicación es muy clara: «porque Dios así lo quiso». El sentido queda así a salvo de la contradicción. Simplemente no podemos encontrarlo y lo delegamos en El.

3.- La aceptación.-

La aceptación requiere dos tiempos, uno primario en el que el sujeto sufre por no encontrar su lugar en el mundo que se le antoja absurdo. Tiene una experiencia primaria del sin sentido y quizá se retire o quizá mantenga vivas sus esperanzas y que algún que otro éxito o recompensa le acompañe en su devenir proporcionándole una experiencia de plenitud. En un segundo tiempo y después de traer la buena nueva a sus conciudadanos y de fracasar en esa tarea el sujeto acepta la situación. En el mundo hay quien ya ha tenido también esa experiencia, una minoría, una elite de supervivientes aguarda para cerrar filas en torno a esa idea para lo que es necesario hacer lo contrario del Sr K en el Castillo de Kafka.

Se trata de un agrimensor que ha sido contratado para hacer una tarea a un conde que vive en un castillo y que cuando llega a ese pueblo no puede ponerse en contacto con quien le contrató. A través de ciertas cartas le dicen que ya no cuentan con él, pero el Sr K lo que quiere ahora es pertenecer al castillo, ha abandonado su propósito por el que fue contratado y se conforma con pertenecer, con ser una especie de numero más en ese pueblo brumoso y oscuro donde todos parecen temer al susodicho conde.

Dicho de otra forma: no hay que esforzarse por pertenecer a nada, mas allá de los íntimos, porque te reconozcan, por formar parte de algo, hay que abandonar toda idea de trascendencia, de esperar agradecimiento o gratitud por parte de los otros. Hay que vivir en el mundo sin estar en él como dice Junger. El mundo es una trama de reglas consensuadas que son casi siempre falsas, otras arbitrarias.

Y aun así, ¿cómo podemos aceptar una vida alienada, sin sentido y vacía de experiencia humanas?

Aunque Camus pensara que en realidad esta alienación era propia de la clase trabajadora, los trabajadores manuales, la historia ha demostrado que no se trata de un sin sentido que afecte solo a una clase social sino que es transversal, ni tampoco a las amas de casa que son las que se encuentran más cercanas a las tareas de Sísifo, pues el destino de lo limpio es ensuciarse y el destino de lo sucio es volverse a limpiar, siempre del mismo modo, la misma tarea sin fin, un bucle repetitivo y alienante. No es de extrañar que las amas de casa y los diagnósticos de ansiedad-depresión sean tan frecuentes entre ellas, pero Camus vuelve a darnos la receta.

Nada te impide que una tarea repetitiva no pueda convertirse en un goce o en una creación si se logra salir del bucle. Una vez más Camus vuelve sobre la idea de que el sentido se puede construir y si no eres creyente o un suicida, lo mejor es que comiences a transportar el tedio y el vacío a algún lugar de sentido y de placer.

Pues todos somos creadores.

2 comentarios en “Sísifo y el absurdismo

  1. Es admirable su capacidad de síntesis profesor. Ha sabido llevar su aceptación del vacío a un hermoso lugar de sentido y placer, sacando y poniendo lo mejor de sus capacidades a tan honorable asunto. Esto de por sí ya le debería dar ciertas pistas de la dificultad de ser un Dios creador en la inmensidad de un vacío infinito y eterno.

    Usted, un pequeño Dios creador, que es incapaz de explicarse a si mismo su propia existencia; sin embargo aquí está, eso es innegable.

    Un pequeño Dios creador que además sospecha fundadamente en que tuvo un comienzo y ha de acaecer su final; lo que hace más si cabe; ! A saber, más consistente y admirable sus creaciones, como si todo jugará en su contra, pero que ha diferencia de otros pequeños dioses ha sabido jugar sus cartas, haciendo de su vida un desplazamiento creativo, que como a imagen de un juego tiene sus reglas establecidas que no suelen dar tregua. Sin reglas no existiera un juego que valga.

    Dios no es una idea, eso tiene su lugar en el pensamiento mágico religioso. Dios como ya le comenté en su momento si algo es, es una experiencia, personal, inefable, intransferible, pero nunca falsa. Usted es la prueba viviente de, a su imagen y semejanza.

    Quien sabe lo que todavía le queda por descubrir, motivación y capacidad no le faltan. Yo sospecho que lo del eterno retorno no se ha explicado bien. Si yo fuera Dios sin saberme explicar a mí mismo mi existencia, rodeado de un vacío sin sentido infinito y eterno, con capacidades y creador del cielo y la tierra, retornaría una y otra vez sin fin, con nuevas reglas y dificultades, construyendome yo mismo mi propio sentido.

    Dios siempre compra en Mediamarkt…

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