Concepto, ideas y palabras

Los niños aprenden muy pronto a pronunciar ciertas palabras, en realidad fonemas repetidos como ma-ma, pa-pa y mas tarde abuelo o ya-ya. Saben quién es su madre, su padre, abuelos o hermanos pero no saben qué es una madre o un padre. Más tarde, ya hacia los 4-5 años comprenden que el abuelo es en realidad el padre de su madre o padre. Establecen así un concepto a partir de unas pocas palabras; el concepto de abuelo como padre del padre o de la madre, una conexión que procede del hecho de haber comenzado a hablar, a nombrar con palabras las cosas, los objetos o las personas, con pocas palabras construyen un concepto complejo (madre o padre, abuelo o hermano) y más tarde un metaconcepto: familia.

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Pautas que conectan (XXIII)

El lenguaje es poesia fósil (Emerson)

Durante cierto tiempo me interese mucho por la poesía incluso escribí ciertos poemarios que gracias a las redes y a algunos amigos he vuelto a releer. Y mi impresión, después de esta relectura, fue darme cuenta de que la poesía es una forma de hablar insólita y que contiene más verdad que el lenguaje común. Probablemente me dediqué a escribir poemas porque el lenguaje al uso me era insuficiente para expresar ciertas cuestiones que no son fáciles de describir y aun de pensar. Esta opinión es compartida por muchos de los poetas que conozco: la poesía es una herramienta de comunicación y conocimiento a través de la belleza pero sobre todo de una verdad que está más allá del sujeto y que usa una reglamentación bien distinta al ethos, es decir al lenguaje ordinario.

Lo cierto es que el lenguaje está diseñado de una forma lineal y nos sirve para señalar una realidad plana, una intencionalidad sin matices, como a cara o cruz o como se dice ahora: binaria. Por eso existen los homosexuales y los poetas (a veces también los poetas homosexuales) para señalar que nada en la mente es binario aunque todo en la naturaleza lo sea. El lenguaje ordinario es lineal y casi no sirve para explicitar algo complejo y no hay nada más complejo que un cerebro humano, casi tan complejo como el universo. Sujeto+verbo+predicado eso es el lenguaje que usamos en nuestras interacciones con los demás y casi todo el tiempo y nuestro conocer se compone con esa ecuación. Lacan llamaba al lenguaje y sus leyes gramaticales: la Ley, es decir una especie de desfiladero por donde deben transitar nuestros pensamientos para evitar el descarrilamiento del que hablé en mi post anterior.

El lenguaje poético echa mano de metáforas y de saltos lógicos, algo así como sucede en los sueños. Es difícil saber a veces de qué está hablando el poeta y hay que volver sobre un poema varias veces porque a veces en un solo verso existe una pauta que conecta con otro verso más abajo o por encima de él. Hallar esa pauta es la tarea del buen lector de poemas.

Mateo es mi nieto de 4 años que un buen día me dijo:

Como puede observarse mi nieto Mateo no es aun un poeta sino que construye silogismos y llega al final a una idea que se conecta a través de ellos. Naturalmente Juanjo no es lluvia, pero hay algo que podemos comprender: que el verbo caer es algo polisémico , significa caerse del columpio, caer como la lluvia, caer en la tentación, caer en la cuenta, caer cuando soñamos y tenemos una de esas sacudidas que llamamos mioclonias, caerse simpático, etc. Pero además existe otra pauta que conecta el verbo caer con otro sustantivo: el llanto. Cuando nos caemos lloramos tanto Juanjo como yo, de modo que las lagrimas también caen.

Como el lector apreciará en este constructo hay más matices que la simple frase:

«Ayer me caí en el patio y lloré» que es la forma vulgar en que cualquiera de nosotros relataríamos tal acontecimiento. Nótese como esta frase aparece inmóvil como cerrada en sí misma y notese también como los silogismos de Mateo están abiertos y parece que conecten unas ideas con otras sugiriendo que caer, lluvia y lagrimas se encuentran emparentadas o por decirlo en termino cuánticos, enmarañadas. Así es la mente de un niño de 4 años y la manera en que construye hipótesis para pensar y conocer. Más que eso: una epistemología bien diferente al lenguaje común.

Poco conocido es Owen Barfield que escribió un clásico desde un punto de vista original. Barfield investigó la historia evolutiva de las palabras, no tanto -como hizo Cavalli- Sforza- respecto a la evolución de las mismas sino que estudió la evolución a través o en las palabras. La evolución de las palabras que en sí mismas -y siempre según Barfield- nos hablaban de la evolución de la consciencia humana. Dicho de otra forma: podemos seguirle el rastro a distintas formas de consciencia persiguiendo a las palabras, a las ideas o a los conceptos.

La hipótesis de Barfield es muy interesante y contraintuitiva pues suponemos que la realidad que está ahí afuera es objetiva y que es la misma hoy, que en la época clasica o en el medioevo. Para nuestra consciencia personal, la realidad es algo inmutable, algo que está ahí afuera de un modo objetivo. Nuestras ideas acerca de ella son hoy más precisas que las que tenia un griego, pero en realidad la consciencia que mira esa realidad es la misma hoy que en la antigüedad.

Para Barfield esta idea es errónea y es precisamente en su libro «Salvando las apariencias» donde presenta sus argumentos contra ella. Barfield supone que el lenguaje ha ido deslizándose desde lo concreto hacia lo abstracto, desde lo metafórico a lo literal, desde el todo hasta la parte. Investiga el lenguaje poético como herramienta para llegar a sus deducciones y se fija en los clásicos como Homero y a la deriva histórica de la poesía hasta llegar a la conclusión de que la poesía actual responde precisamente a ese nivel fragmentario, urbanita y desconectado que es «el mundo» según nos lo representamos hoy.

Es precisamente por eso que los clásicos nos producen un placer estético ajeno a nuestra consciencia moderna. Todavía nos causa fascinación y estremecimiento la lectura de Homero por ejemplo y es desde él que llega a la conclusión de que la metáfora homérica no es en realidad una metáfora tal y como la consideramos hoy (un giro o desplazamiento del sentido) sino la percepción real que tenia el hombre clásico sobre el mundo: un mundo donde dioses y hombres coexistían sin separación entre naturaleza y cultura, sin esa escisión que caracteriza nuestro mundo actual donde pareciera que el mundo y el Yo sean instancias separadas e independientes.

De manera que no es que la metáfora sea una sofisticación del lenguaje vulgar sino que el lenguaje vulgar es una degradación de la metáfora que procede de una mente primigenia.

Fue a partir de la aparición de la consciencia recursiva (la consciencia personal) que el humano aparece alienado, separado de su entorno, confundido en su lengua tal y cómo nos cuenta el mito bíblico de la Torre de Babel.

No es sólo que Dios confundió nuestro idioma (que es la interpretación que solemos dar al mito) sino que el lenguaje -incluyendo a todos aquellos que lo compartimos- nos confunde en «lo que queremos decir», hay una falta de comprensión, de entendimiento, un abismo de malentendidos. Algo que procede -como dice Gurdieff- de una razón fundamental: a nuestros idiomas les faltan partículas relativistas, algo que señale hacia el punto de vista que estamos manejando y que connotaría precisamente lo que queremos decir. Algo parecido a lo que sucede en los jeroglíficos, las palabras son equívocas y aunque todo el mundo cree que cuando nombramos «árbol» nos estamos refiriendo a la misma cosa, en realidad no estamos evocando el mismo significado que es algo personal e intransferible.

Se trata de la escisión sausseriana entre significante y significado, el significante es simbólico, el significado es literal pero múltiple según la consciencia y sobre todo la época que cada individuo viva y represente a ese «árbol». Dicho de otro modo el significante disemina una multitud de significados.

Y es por eso que los humanos vivimos en una Babel, la Babel del lenguaje que es la ceremonia de la confusión.

¿Y qué tiene que ver todo esto con Gregory Bateson cuyo libro «Mente y naturaleza preside este post?

Lo cierto es que si hablo de él es porque el concepto de “ pautas que conectan» es una idea suya, junto con otras como «Doble vinculo» y algunas recomendaciones como esta:

No es un asunto simple establecer un tema en la obra de Gregory Bateson; y muy posiblemente no pueda ser de otro modo más que pensarlo en términos de transdisciplinariedad. Esa dificultad surge desde el momento mismo de intentar “atrapar” el núcleo duro de lo que pudiésemos llamar el “proyecto batesoniano”.

Gregory Bateson busca sentar las bases para poder construir –complejamente- un modo reflexivo tal, que pueda dar cuenta -precisamente- de las complejidades que configuran el proceso de aquello que llamamos pensar, reflexionar, idear, “mentalizar”, etc. En resumen, busca dar cuenta de cómo se configuran esos procesos mentales que suponemos “superiores” y sólo exclusivos del homo sapiens-sapiens: nuestra consciencia “superior”, autoconsciencia, consciencia autobiográfica o como quiera llamársela. Al mismo tiempo él busca poner en evidencia que la acción de la auto-reflexión que nos lleva a pensar sobre nuestro pensamiento (la conciencia superior), pese a la estética y a la simplicidad aparente -tanto del acto realizado como del “objeto” que observamos con dicha acción auto-reflexiva- no es un asunto simple (ni mucho menos trivial) para el desarrollo y para la evolución de nuestras propias vidas. Para Bateson la auto-reflexión sobre nuestros modos reflexivos tiene profundas consecuencias en el modo de “sentir(se) (en el) mundo”. Visto de ese modo hemos de conceder que intentar hacerse una idea de lo que pueda ser una idea, es –al menos– un asunto bastante paradojal. Y Bateson pretende justamente ofrecer(nos)…y ofrecer(se) una muy buena idea de aquello que las ideas pueden ser: ¿Qué es una idea?; ¿Cómo se (con)forman las ideas de lo que nuestras ideas son?; ¿Qué vínculos nos unen a ellas?… pudiesen ser modos que –pese a la reducción– den cuenta bastante bien del proyecto general de Gregory Bateson.

Así entendido, la aparente contradicción y autoreferencialidad del “proyecto batesoniano” se hace evidente: Él intenta complejizar nuestros modos reflexivos para así poder abrir caminos que nos permitan reflexionar –complejamente– acerca de la complejidad misma. Ello es mucho más que un simple juego de palabras: Bateson busca –con la (auto-meta)reflexión– complejizar aún más lo que ya es, de por si mismo, bastante complejo. Ése es entonces el asunto central y ésa será la “obsesión” que recorrerá toda su obra: complejizar la complejidad.

Para Bateson (y muchos más, y después de él, cada vez muchos más) aquello que llamamos (y aceptamos como) “realidad” no es algo tan simple como para postular que lisa y llanamente esa “realidad” se “proyecta” o se “representa” en nuestras mentes. Las “ideas”, entendidas como reflejos internos de una “realidad” entendida como un mundo externo a nosotros, no le satisface en absoluto. Para él, dicha “realidad”, no es sino una red muy compleja de relaciones, procesos, y también extrañas y paradojales interconexiones de diferentes planos, niveles y componentes, entre los cuales –evidentemente– nosotros estamos también comprendidos: Y desde luego que ese “estar comprendidos” es bastante más complejo que el hecho de ser simples observadores externos y pasivos de dicha “realidad”. Definitivamente nuestra “mente” no es un “espejo-pantalla” en el cual se reflejen (o donde se “atrape”) un mundo exterior independiente a nosotros mismos. Ello porque en Bateson la “realidad” es algo bastante más “denso” que algo así como un “objeto extendido” allí afuera de nosotros. El corolario de dicha afirmación significa entonces que nuestra relación con dicha “realidad” es mucho más sofisticada que un mero aceptar y creer que nos hacemos -en el “espíritu”– algo así como una “representación interna” de ella. Categóricamente –y hoy lo sabemos– eso no pasa de ese modo; en esa “realidad”, nosotros estamos enredados… literalmente: los humanos somos seres en-red-dados. Y asumir ello -de un modo profundo y experiencial (“encarnado” como nos diría Francisco Varela)- no puede tener sino consecuencias radicales en el modo de “sentir(nos) en el mundo”.

Se puede encontrar a lo largo de toda la obra de Gregory Bateson una libertad de reflexión que sólo es posible entender a la luz de su muy particular modo de observar aquello que cae bajo su mirada. Adelantando conceptos, y sin entrar en grandes definiciones aún, llamemos a esa particular mirada una observación transdisciplinaria. Por ahora aceptemos que en ello radica la dificultad y/o la imposibilidad de encasillarlo en alguna disciplina. Aceptemos también que todo ello no es un hecho arbitrario ni mucho menos trivial. Bateson se mueve y se desplaza –permanente y conscientemente– entre diferentes disciplinas, y lo hace de un modo tal que siempre intentará ubicarse por encima (o por debajo, poco importa) de los límites de cualquiera de ellas. Pensamos que es –precisamente– esa libertad de “mirarlo todo desde ningún lugar ya predefinido”(que en términos batesonianos es análogo a “mirarlo todo desde la mayor cantidad de lugares posibles”) lo que le da la “frescura” y la libertad que emana de su reflexión. Bateson todo lo toca sin comprometerse con absolutamente nada que ya haya tocado aquello que él se encuentra observando. En ese sentido su modo reflexivo no es solamente un pensamiento provocador, estamos frente a una verdadera trasgresión de las “metodologías” disciplinarias. Se trata –literalmente– de una reflexión subversiva, y ello en la acepción etimológica de dicho termino. Bateson se encuentra siempre “por debajo” del “verso” (instalado) porque todo lo ve y lo observa desde un lugar que es inubicable. Y ese lugar inubicable es justamente lo que aquí llamamos observación transdisciplinaria.

Dicho de otro modo:

La mejor manera de reflexionar sobre algo complejo es complejizarlo aun más. Parece contraintuitivo pero es la única manera de conseguir que emerja alguna idea nueva que permita comprender como pensamos el dilema completo y como se vinculan sus partes a veces de un modo paradojal. Reducirlo de tamaño o simplificarlo es una manera de descontextualizarlo, lo que es una herejía al modo de conocer las cosas, que siempre se dan en un contexto tal que el objeto y el contexto son la misma cosa.

De manera que mi primer consejo seria la epoché. Suspender el juicio a la hora de buscar soluciones para un problema y observar desde distintos angulos y perspectivas pero – y esto es lo más dificil- sin enjuiciar, es decir sin interpretar, solo contemplar.

A pesar de la confusión.

Bibliografía.-

Owen Barfield (1965): «Saving the aparences: a study of idolatry«. Harcourt, Brace and World. Nueva York.

Bateson y el pensar sobre la complejidad

El universo arrugado (XX)

Dice Gladiador en su arenga al ejército momentos antes de entrar en combate que «lo que hacemos en la vida tiene un eco en la eternidad». Y yo creo que tiene mucha razón pero hace falta saber interpretarle. ¿Qué significa eso?

Pues todo lo que pensamos, planeamos, ejecutamos, deseamos o llevamos a cabo se constituye en un bloque de información espacio-temporal que existe en algún lugar o nódulo informativo a disposición de cualquier frecuencia que le conecte. Es como una emisora que transmite noche y día y que es coherente con las intenciones y frecuencias del receptor, con su basura cognitiva o sus memorias aberrantes o sus averías de hardware (cerebro)y también con sus virtudes éticas (valores), estéticas (belleza) o espirituales (conocimiento).Todo depende de la frecuencia, es decir del campo neural que resulte de la intersección entre lo de dentro y lo de afuera. Cada cual elige su emisora con la que es coherente.

Campo mórfico y campo neural.-

Rupert Sheldrake es un biólogo y filósofo de la mente muy debatido y criticado en determinados ambientes, tanto como admirado y citado en otros. Su idea más conocida es la descripción de los campos mórficos que serian los responsables de dar forma tanto a los organismos vivos como a la materia inerte con cierta tendencia a adoptar formas, como sucede con los cristales. También explicaria el aprendizaje entre individuos de la misma especie no contigüos.

Sheldrake argumenta que en el código genético -el ADN- no se encuentran codificados los planos de la casa sino sólo como deben de juntarse los ladrillos, efectivamente los genes no son más que instrucciones para la síntesis de proteinas pero no contienen ningun plan para desarrollar un organismo vivo al completo. Si en los genes no están los planos ¿donde están?, esta es en síntesis una de las ideas mas revolucionarias y transgresoras de Sheldrake. Concluye que tiene que haber un campo invisible, sin localidad que está en todas y cada una de las células de nuestro cuerpo y del mismo modo está por fuera del cuerpo y que representaría algo asi como la memoria mórfica de la especie. Se trataria de un campo energético que prestaría la forma (los planos) a todo proceso de arquitectura viviente a partir de un registro mnéstico que no está determinado por la genética sino que está en continua evolución.

Sheldrake resucita así la vieja teoria lamarckiana de que los rasgos adquiridos pueden ser trasmitidos al resto de la especie no por via genética sino por resonancia mórfica. Y que argumenta del siguiente modo: cualquier aprendizaje de un cierto número de miembros de una especie determinada acaba por universalizarse a toda la especie cuando se alcanza una determinada masa crítica.

Sheldrake es pues un hereje.

La idea de campo mórfico presenta algunas debilidades estructurales. Por ejemplo Sheldrake no aclara cual seria la energía que alimenta este campo: ¿los campos mórficos serían ondas de baja energía, luz, infrarrojos o ultrasonidos?

Pero simultáneamente con esta debilidad posee algunas fortalezas que proceden de fenómenos que no tienen explicación según las leyes de la física que conocemos en la actualidad.

Y pone algunos ejemplos extraídos de la vida cotidiana para explicar en qué consiste la resonancia que es según él el mecanismo de comunicación entre campos mórficos e individuos. La resonancia es un fenómeno que afecta a los sistemas que disponen de movimientos periódicos sometidos a oscilación, así hay una resonancia química y una resonancia acústica o eléctrica. En realidad resonancia significa el reforzamiento de una señal, una especie de amplificación como sucede en acústica con los armónicos o con el láser en la luz donde la coherencia de fase parece tener mucho que ver con el termino resonancia al menos tal y como lo emplea Sheldrake. En cualquier caso es evidente que «resonancia» implica un cierto grado de sintonización entre emisor y receptor de una señal cualquiera que esta sea.

Sheldrake piensa que en nuestra percepción las imágenes visuales se forma por contacto, es decir que más allá de que nuestro cerebro tenga noticias de las mismas a través de la representación que la vía óptica acaba haciendo en el lóbulo occipital, lo que vemos ahí afuera es el resultado de haber tocado los objetos literalmente a través de nuestro campo mental. El cerebro seria secundario en este proceso que dependería de la mente visual y sólo seria un amplificador de señales, una especie de modulador entre lo que ya hemos visto y lo que nos representamos, una doble computación que es probablemente lo que da coherencia a lo que se ve. De este modo la experiencia de mirar es profundamente mental y de alguna forma táctil y no depende más que de un modo secundario con las imágenes formadas en la corteza visual del córtex occipital.

Los budistas suponen que el pensamiento, es decir la capacidad de abstraer, pensar o imaginar son y representan un sexto sentido, nosotros hablariamos mejor de intuición. Para Sheldrake el séptimo sentido supone un paso más allá: se refiere a la capacidad de saber algo de alguien por una via no convencional, no sensorial, fenómenos como la telepatia podrian ser explicados -de existir- a través de este septimo sentido.

En cualquier caso, la tesis más importante de este libro no son los ejemplos marginales sino su teorización acerca del cerebro como una especie de sintonizador. Para Sheldrake la conciencia no procede del cerebro sino que utiliza al cerebro como interface de expresión, en realidad el cerebro se hallaría diseñado y facilitado para sintonizar con unas emisoras  pero no con otras. Es como si el cerebro fuera una especie de transistor que pudiera a través de sus diales encontrar una emisora con mas facilidad que otras, pero esas emisoras no están en el cerebro propiamente dicho sino en la memoria mórfica, una especie de base de datos cósmica donde se encuentra también la memoria individual que Sheldrake niega que se encuentre en el cerebro individual.

Esta idea fuerte a mi juicio es bastante coherente con lo que sabemos sobre los modos de estar en mundo: estos no son infinitos sino que se reducen a una docena de supuestos, del mismo modo que aprendimos a entender los creodos de la subjetividad humana a través del mito podemos aprender la conducta humana en base a la frecuencia en que un determinado comportamiento se manifiesta. Hay sólo algunas formas de estar en el mundo y aunque la mayor parte de nosotros presentemos múltiples diferencias procedentes de distintas educaciones, circunstancias, entornos geográficos y culturales o demás, lo cierto es que las formas de estar en el mundo pueden contarse con los dedos de la mano.

Del mismo modo sucede con las enfermedades, son las que son aunque evolucionan y no son fijas y aunque cada vez más existen neoformaciones enfermizas patentadas por la cultura, lo cierto es que las enfermedades son finitas. Solamente puede enfermarse siguiendo unas guías ya recorridas con anterioridad, una enfermedad no puede sino parecerse cada vez mas a sí misma soportando a veces burdas imitaciones pues existe un patrón de memoria en su representación. Fueron patentadas ya por la tradición y aunque un individuo puede inventar una enfermedad nueva, esta no podrá manifestarse hasta que alcance la suficiente masa crítica para hacerlo: una suficiente masa de acólitos sintonizados por un determinado sufrimiento, una emisora que trasmita noche y día. Un ejemplo son algunas enfermedades mentales como los ataques de pánico, la anorexia mental, la bulimia, el TLP (trastorno limite de la personalidad) la disforia de genero y otras igualmente recientes. Lo cual no significa que no existieran antes de ser conceptualizadas sino que la conceptualización por sí misma opera como un atractor de nuevos casos, ¿pues cómo mostrar mi sufrimiento si no es a través de los cauces habituales? Las innovaciones en psicopatología son raras pero no imposibles, siempre habrá nuevos inventores de síntomas con mayor o menor éxito en su empresa.

Las ideas de Sheldrake son parecidas al modelo de universo que propone Jacobo Grinberg y que se encuentra contenido en su propuesta, a la que llama sintergia. Para Grinberg el universo (el espacio-tiempo) no solo es curvo sino que además se configura como una especie de enrejado o celosía donde cada nodo contiene la información de todo el universo, como una tela de araña contiene la información de donde ha caído prisionero un mosquito, la araña -que mantiene con su tela una relación muy parecida a la que Sheldrake propone-, sentirá a través de esa prolongación de su cuerpo el lugar -no importa dónde- ha caído enredado el mosquito. La información fluye por toda la telaraña.

Grinberg además contesta a algunas preguntas que más arriba me hacía a mi mismo:

¿Cual sería la energía? La información es energía no degradable.

¿Dónde estaría esta emisora? En los nódulos de esa red.

Grinberg va más allá al proponer además que nuestro cerebro, la conciencia humana sería de alguna forma una repetición de esa matriz, a la que llama Lattice o conciencia pura. Esa Laticce seria lo más parecido a lo que entendemos como Dios, pues – a su imagen y semejanza- esa estructura dotaría de más o menos «sintergia» (en realidad más o menos entropía) a las estructuras materiales sean o no orgánicas. de entre ellas la conciencia humana seria la de máxima sintergia. vale la pena profundizar en este tema con el video que os propongo más abajo, descartando los aspectos más esotéricos de la teoría así como los más parecidos a la teoría creacionista que es siempre una tentación destinada a desentenderse de la ciencia. La conciencia humana sería una replica de la Lattice.

El concepto de espacio neural de Grinberg es similar por no decir el mismo concepto de Sheldrake de «campo mórfico» y que puede explicarse diciendo que la realidad que percibimos no es objetiva sino que es el acoplamiento de lo percibido más lo que adelantamos, la enacción (Varela) que llevamos a cabo y de cuyo solapamiento tenemos noticia. El campo neural sería en el entrecruzamiento de la percepción de lo de afuera con la enacción del adentro.

Lo que quiere decir Gladiador es que -en efecto- lo que hacemos en la vida pasa a formar parte de ese compendio de cosas que quedan a disposición de otros para que puedan usarse para fines distintos a los que nosotros usamos.

Un eco en la eternidad.

La consciencia primigenia: cuando fuimos uno

El narcisismo primario es un concepto freudiano que muchas personas ignoran y en mi opinión la ignoran porque es difícil de entender y sobre todo no aclara qué cosa trata de conceptualizar. En mi opinión prefiero hablar de consciencia primigenia.

A pesar de ello, y sin discriminar primario de secundario lo cierto les que a palabra «narcisismo» ha pasado a formar parte de la psicología popular de un modo similar a cómo se suelen utilizar las etiquetas psiquiátricas: para estigmatizar. Una especie de insulto que congrega muchas suposiciones y sobreentendidos sobre lo que tal palabra significa.

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