El deseo mimético

La palabra «deseo» es rara en neurociencia y su uso se limita sobre todo al psicoanálisis y sin embargo contiene matices que no podemos despreciar asimilándola a la palabra «instinto» que por cierto también es muy poco usada en entornos académicos quizá porque el instinto se lo atribuimos a los animales y no queremos usarlo en ciencias humanas. Pero daré inmediatamente una definición de deseo: «el deseo es la franquicia que la naturaleza posee en nuestra mente«, no hay mente sin deseo y cada deseo es diferente en cada mente, en todas y cada una de nuestras mentes habita uno o varios deseos que no son deterministas (no están enfocados por ninguna instancia externa a su propio campo) y suelen ser intercambiables. Nada que ver son el instinto que podemos clasificar en dos tendencias: una que sirve para la preservación de la especie (instinto sexual) y otra que sirve para preservarnos a nosotros mismos.

El deseo es epistemológicamente algo que va más allá del instinto y más allá del apego en tanto que podemos desear cosas que no están relacionadas de forma inmediata con el sexo o la preservación ni con la necesidad de subsistencia, pues el deseo admite a trámite muchas demandas que hacemos a los demás empezando por nuestra madre: la gemela original. Lo importante es que el deseo es siempre el deseo del otro. Dicho de otra forma, el deseo se forma por mimetismo, deseamos lo que desean los demás, valoramos las cosas en función de lo que los demás valoran, algo es deseable en tanto muchos piensan que es deseable. El problema es que no nos limitamos a desear lo que el otro desea sino que el deseo de algo incluye además al sujeto que desea ese algo.

Naturalmente esta cuestión ya estaba planteada por muchos filósofos, la novedad que plantea Girard es que el deseo es siempre triangular. Es decir no se plantea de forma lineal entre sujeto deseante y objeto deseado sino que precisa de un modulador, otro vértice en el triángulo .

Para René Girard, deseo es la influencia, la contaminación recíproca de imitación y de apetitos; el yo que desea porque imita a un otro. En este sentido, “el hombre es entendido como un sujeto imitador”[1]. Nuestro deseo proviene del otro, siendo éste “eminentemente social”[2], es decir, no deseamos independientemente del grupo social al que pertenecemos, sino que nuestro deseo se deriva —principalmente— de adoptar al otro como modelo. En otras palabras, nuestro deseo no nos pertenece sólo a nosotros, no depende de una propiedad especial que podamos tener, sino que siempre se nos será sugerido por otra persona en quien tenemos premura por imitar.

¿Qué deseamos? Hay que aclarar que para René Girard desear no es lo mismo que necesitar. Necesidad se refiere a los requerimientos para la vida como son la comida, líquidos y el cobijo, mientras que los deseos se dirigen hacia bienes u objetos con un significado simbólico y que son conformados y aprendidos al imitar el deseo de otros.

Triángulo de deseo.-

El deseo de aquellos objetos siempre será triangular en la medida que aquello que deseamos (porque lo imitamos) está mediado por Otro. Los vértices de éste triángulo son: a) el sujeto que desea el objeto, b) el objeto que desea y c) el modelo, cuyo propio deseo designa el objeto como deseable y que el sujeto señala como deseable porque quiere imitarlo (e.g. si deseo poseer el chocolate que tiene María no es sólo porque me gusta el chocolate sino porque, principalmente, también lo desea María), copia al modelo incluso en la forma en que éste desea, a tal grado que el objeto mismo pasa a un segundo plano de interés y el sujeto se interesa en la rivalidad que le representa el modelo, transformándose en un modelo-obstáculo a medida que se va desarrollando la relación.

Los publicistas conocen muy bien este mecanismo cuando nos presentan un coche no tanto en sus consideraciones técnicas sino con una bella señorita que posa junto a él. El mensaje subliminal que lleva consigo esta publicidad es «si compras el coche te llevas también a la señorita». Naturalmente la señorita es el mediador, el coche el objeto y yo el sujeto que deseo ese coche y no otro.

Para René Girard, el carácter mimético del deseo es la causa primordial de la violencia humana. “La violencia surge como una derivación no calculada del carácter mimético del deseo”]. De esta manera, la rivalidad tiene como punto de partida no la violencia en sí, sino la imitación per se. Dicha rivalidad por el objeto (oculta con mucha frecuencia) suele desembocar en una destrucción del otro y, paradójicamente, en la destrucción del sujeto mismo.

Surge entonces, para René Girard, un sentido ético: reconocernos en el comportamiento de los demás pues los otros desean lo que nosotros tenemos (somos) tanto como nosotros deseamos lo que los otros tienen (son). “Lo esencial, en este sentido, para cada uno es tomar conciencia de su propio deseo mimético.

René Girard es un polímata, sería dificil definir su profesión, y podriamos liquidar el asunto diciendo que era un filosofo francés, critico literario, antropologo, escritor, en suma un pensador que ha recorrido e investigado múltiples campos del saber desde la mitologia hasta la novela moderna. Personalmente le definiría como un antropólogo de las creencias religiosas.

En La violencia y lo sagrado, Girard trata de entender científicamente la religión como fenómeno intrínsecamente relacionado con la violencia y su control. Para el antropólogo galo, la religión emergió espontáneamente en la vida del hombre como medio para aplacar la violencia social desbocada, no como respuesta a un supuesto «más allá» divino. Según Girard, la función secreta de los mitos y los ritos antiguos era preservar, mediante el sacrificio de chivos expiatorios, el orden social amenazado por la violencia; el chivo sacrificado era divinizado posteriormente. Ciertamente, los conflictos animales, siempre frenados por los resortes de la biología, no llegan a poner en peligro la integridad de la especie. Por eso, los animales no tienen religión: porque no la necesitan. Sin embargo, el proceso evolutivo que desemboca en el ser humano está caracterizado por una mayor libertad respecto a las constricciones del instinto y lo somático. Este desapego de lo meramente animal supone más posibilidades de realización existencial, pero también implica la creación de un tipo violencia que es ajena al mundo natural: la venganza.

Su teoría del dese mimético explica gran parte de las violencias actuales y como no de las patologías individuales y sociales. Hasta ha escrito un libro sobre la anorexia mental como paradigma de la mimetización que nosotros los psiquiatras llamamos histeria, aunque e concepto es bastante similar a su planteamiento: ciertas patologías se contagian. Sucede con el suicidio, la violencia de genero y los trastornos alimentarios. También otros fenómenos son contagiosos si bien hasta el momento nadie que yo sepa había publicado una teoría para explicar esta manía de los humanos en plagiar conductas aberrantes que paradójicamente nos llevan a la autodestrucción. No es raro; cuando caemos en la cuenta de tal y como decía más arriba, la mimesis de algo del otro desatasca la caja de Pandora de la violencia y la agresión, es decir no mimetizamos al otro porque nos guste sino que nos gusta para hacer nuestro lo que el otro posee, y como ciertos bienes son incompartibles, no queda más remedio que competir con aquellos que en un principio fueron nuestras almas miméticas, nuestros pares, nuestro gemelo mimético. Es precisamente esta rivalidad la que hace emerger una violencia directa o al menos velada detrás de una enfermedad, un comportamiento, una elección o una causa cualquiera.

Cualquiera de nosotros tiene la experiencia de haber tenido cierta clase de amigos en nuestra juventud o adolescencia que admirábamos mucho por lo que fuere. Cómo quisimos ser cómo ellos y cómo ellos quisieron – a su vez- ser como nosotros si bien por otras cosas bien distintas. Esta gemelaridad en el deseo funciona durante cierto tiempo hasta que llegan a emerger ciertas dificultades, ciertos desencantos o frustraciones. El otro a su vez tiene otros deseos dirigidos a ciertas personas distintas, o bien somos nosotros los que nos dirigimos a otros objetos, la gemelaridad se resiente y comienzan los acúmulos de decepciones las pequeñas agresiones, olvidos y ataques infundados. Más tarde la distancia.

Pero también tenemos la experiencia contraria: amigos con los que hemos compartido algunos tramos de nuestra vida, afinidades o incluso compañerismos de vivienda, pisos alquilados o trabajo. Pero si yo no quise nunca ser cono él y él no quiso ser nunca como yo, no somos gemelos miméticos y estas relaciones suelen durar mucho más que las anteriores donde la gemelaridad es la norma.

Muchas veces me he preguntado porqué los grupos musicales se separaban, aun aquellos donde el éxito les acompañó durante mucho tiempo. ¿Qué sucedió para que Lennon y Mc Cartney se pelearan?, ¿qué pasó para que Roger Waters y David Gilmour estén aun hoy todo el día a la greña? ¿por qué la mitología está llena de hermanos gemelos donde uno da muerte al otro? ¿Qué papel juega el sacrificio de algo que funcionaba bien, para que se rompa? ¿Es siemre necesario el sacrificio?

De todas estas cosas habla Girard en su obra, pues sus principales hallazgos no son solo este que he planteado en este post, sino al menos dos más importantes para nosotros, el concepto de chivo expiatorio, que tiene mucho que ver con lo que arriba me preguntaba y por qué las matanzas de inocentes o sacrificios humanos sirven mejor a la armonía de una civilización que el perseguir a los culpables.

Por ultimo, y este será el próximo tema que abordaré en mi siguiente post será el tema de la hominización, pues René Girard es el único autor que tiene una hipótesis verosimil de qué nos hizo humanos, con permiso de Freud y su «Totem y tabú».

Aconsejo a mis lectores aprovechar esta lección de Stephane Vinolo de youtube, muy bien explicado y fácil de comprender para todos.

Bibliografia.-

René Girard. La violencia y lo sagrado. Anagrama.

El universo arrugado (XX)

Dice Gladiador en su arenga al ejército momentos antes de entrar en combate que «lo que hacemos en la vida tiene un eco en la eternidad». Y yo creo que tiene mucha razón pero hace falta saber interpretarle. ¿Qué significa eso?

Pues todo lo que pensamos, planeamos, ejecutamos, deseamos o llevamos a cabo se constituye en un bloque de información espacio-temporal que existe en algún lugar o nódulo informativo a disposición de cualquier frecuencia que le conecte. Es como una emisora que transmite noche y día y que es coherente con las intenciones y frecuencias del receptor, con su basura cognitiva o sus memorias aberrantes o sus averías de hardware (cerebro)y también con sus virtudes éticas (valores), estéticas (belleza) o espirituales (conocimiento).Todo depende de la frecuencia, es decir del campo neural que resulte de la intersección entre lo de dentro y lo de afuera. Cada cual elige su emisora con la que es coherente.

Campo mórfico y campo neural.-

Rupert Sheldrake es un biólogo y filósofo de la mente muy debatido y criticado en determinados ambientes, tanto como admirado y citado en otros. Su idea más conocida es la descripción de los campos mórficos que serian los responsables de dar forma tanto a los organismos vivos como a la materia inerte con cierta tendencia a adoptar formas, como sucede con los cristales. También explicaria el aprendizaje entre individuos de la misma especie no contigüos.

Sheldrake argumenta que en el código genético -el ADN- no se encuentran codificados los planos de la casa sino sólo como deben de juntarse los ladrillos, efectivamente los genes no son más que instrucciones para la síntesis de proteinas pero no contienen ningun plan para desarrollar un organismo vivo al completo. Si en los genes no están los planos ¿donde están?, esta es en síntesis una de las ideas mas revolucionarias y transgresoras de Sheldrake. Concluye que tiene que haber un campo invisible, sin localidad que está en todas y cada una de las células de nuestro cuerpo y del mismo modo está por fuera del cuerpo y que representaría algo asi como la memoria mórfica de la especie. Se trataria de un campo energético que prestaría la forma (los planos) a todo proceso de arquitectura viviente a partir de un registro mnéstico que no está determinado por la genética sino que está en continua evolución.

Sheldrake resucita así la vieja teoria lamarckiana de que los rasgos adquiridos pueden ser trasmitidos al resto de la especie no por via genética sino por resonancia mórfica. Y que argumenta del siguiente modo: cualquier aprendizaje de un cierto número de miembros de una especie determinada acaba por universalizarse a toda la especie cuando se alcanza una determinada masa crítica.

Sheldrake es pues un hereje.

La idea de campo mórfico presenta algunas debilidades estructurales. Por ejemplo Sheldrake no aclara cual seria la energía que alimenta este campo: ¿los campos mórficos serían ondas de baja energía, luz, infrarrojos o ultrasonidos?

Pero simultáneamente con esta debilidad posee algunas fortalezas que proceden de fenómenos que no tienen explicación según las leyes de la física que conocemos en la actualidad.

Y pone algunos ejemplos extraídos de la vida cotidiana para explicar en qué consiste la resonancia que es según él el mecanismo de comunicación entre campos mórficos e individuos. La resonancia es un fenómeno que afecta a los sistemas que disponen de movimientos periódicos sometidos a oscilación, así hay una resonancia química y una resonancia acústica o eléctrica. En realidad resonancia significa el reforzamiento de una señal, una especie de amplificación como sucede en acústica con los armónicos o con el láser en la luz donde la coherencia de fase parece tener mucho que ver con el termino resonancia al menos tal y como lo emplea Sheldrake. En cualquier caso es evidente que «resonancia» implica un cierto grado de sintonización entre emisor y receptor de una señal cualquiera que esta sea.

Sheldrake piensa que en nuestra percepción las imágenes visuales se forma por contacto, es decir que más allá de que nuestro cerebro tenga noticias de las mismas a través de la representación que la vía óptica acaba haciendo en el lóbulo occipital, lo que vemos ahí afuera es el resultado de haber tocado los objetos literalmente a través de nuestro campo mental. El cerebro seria secundario en este proceso que dependería de la mente visual y sólo seria un amplificador de señales, una especie de modulador entre lo que ya hemos visto y lo que nos representamos, una doble computación que es probablemente lo que da coherencia a lo que se ve. De este modo la experiencia de mirar es profundamente mental y de alguna forma táctil y no depende más que de un modo secundario con las imágenes formadas en la corteza visual del córtex occipital.

Los budistas suponen que el pensamiento, es decir la capacidad de abstraer, pensar o imaginar son y representan un sexto sentido, nosotros hablariamos mejor de intuición. Para Sheldrake el séptimo sentido supone un paso más allá: se refiere a la capacidad de saber algo de alguien por una via no convencional, no sensorial, fenómenos como la telepatia podrian ser explicados -de existir- a través de este septimo sentido.

En cualquier caso, la tesis más importante de este libro no son los ejemplos marginales sino su teorización acerca del cerebro como una especie de sintonizador. Para Sheldrake la conciencia no procede del cerebro sino que utiliza al cerebro como interface de expresión, en realidad el cerebro se hallaría diseñado y facilitado para sintonizar con unas emisoras  pero no con otras. Es como si el cerebro fuera una especie de transistor que pudiera a través de sus diales encontrar una emisora con mas facilidad que otras, pero esas emisoras no están en el cerebro propiamente dicho sino en la memoria mórfica, una especie de base de datos cósmica donde se encuentra también la memoria individual que Sheldrake niega que se encuentre en el cerebro individual.

Esta idea fuerte a mi juicio es bastante coherente con lo que sabemos sobre los modos de estar en mundo: estos no son infinitos sino que se reducen a una docena de supuestos, del mismo modo que aprendimos a entender los creodos de la subjetividad humana a través del mito podemos aprender la conducta humana en base a la frecuencia en que un determinado comportamiento se manifiesta. Hay sólo algunas formas de estar en el mundo y aunque la mayor parte de nosotros presentemos múltiples diferencias procedentes de distintas educaciones, circunstancias, entornos geográficos y culturales o demás, lo cierto es que las formas de estar en el mundo pueden contarse con los dedos de la mano.

Del mismo modo sucede con las enfermedades, son las que son aunque evolucionan y no son fijas y aunque cada vez más existen neoformaciones enfermizas patentadas por la cultura, lo cierto es que las enfermedades son finitas. Solamente puede enfermarse siguiendo unas guías ya recorridas con anterioridad, una enfermedad no puede sino parecerse cada vez mas a sí misma soportando a veces burdas imitaciones pues existe un patrón de memoria en su representación. Fueron patentadas ya por la tradición y aunque un individuo puede inventar una enfermedad nueva, esta no podrá manifestarse hasta que alcance la suficiente masa crítica para hacerlo: una suficiente masa de acólitos sintonizados por un determinado sufrimiento, una emisora que trasmita noche y día. Un ejemplo son algunas enfermedades mentales como los ataques de pánico, la anorexia mental, la bulimia, el TLP (trastorno limite de la personalidad) la disforia de genero y otras igualmente recientes. Lo cual no significa que no existieran antes de ser conceptualizadas sino que la conceptualización por sí misma opera como un atractor de nuevos casos, ¿pues cómo mostrar mi sufrimiento si no es a través de los cauces habituales? Las innovaciones en psicopatología son raras pero no imposibles, siempre habrá nuevos inventores de síntomas con mayor o menor éxito en su empresa.

Las ideas de Sheldrake son parecidas al modelo de universo que propone Jacobo Grinberg y que se encuentra contenido en su propuesta, a la que llama sintergia. Para Grinberg el universo (el espacio-tiempo) no solo es curvo sino que además se configura como una especie de enrejado o celosía donde cada nodo contiene la información de todo el universo, como una tela de araña contiene la información de donde ha caído prisionero un mosquito, la araña -que mantiene con su tela una relación muy parecida a la que Sheldrake propone-, sentirá a través de esa prolongación de su cuerpo el lugar -no importa dónde- ha caído enredado el mosquito. La información fluye por toda la telaraña.

Grinberg además contesta a algunas preguntas que más arriba me hacía a mi mismo:

¿Cual sería la energía? La información es energía no degradable.

¿Dónde estaría esta emisora? En los nódulos de esa red.

Grinberg va más allá al proponer además que nuestro cerebro, la conciencia humana sería de alguna forma una repetición de esa matriz, a la que llama Lattice o conciencia pura. Esa Laticce seria lo más parecido a lo que entendemos como Dios, pues – a su imagen y semejanza- esa estructura dotaría de más o menos «sintergia» (en realidad más o menos entropía) a las estructuras materiales sean o no orgánicas. de entre ellas la conciencia humana seria la de máxima sintergia. vale la pena profundizar en este tema con el video que os propongo más abajo, descartando los aspectos más esotéricos de la teoría así como los más parecidos a la teoría creacionista que es siempre una tentación destinada a desentenderse de la ciencia. La conciencia humana sería una replica de la Lattice.

El concepto de espacio neural de Grinberg es similar por no decir el mismo concepto de Sheldrake de «campo mórfico» y que puede explicarse diciendo que la realidad que percibimos no es objetiva sino que es el acoplamiento de lo percibido más lo que adelantamos, la enacción (Varela) que llevamos a cabo y de cuyo solapamiento tenemos noticia. El campo neural sería en el entrecruzamiento de la percepción de lo de afuera con la enacción del adentro.

Lo que quiere decir Gladiador es que -en efecto- lo que hacemos en la vida pasa a formar parte de ese compendio de cosas que quedan a disposición de otros para que puedan usarse para fines distintos a los que nosotros usamos.

Un eco en la eternidad.

Repensando a Dios (XIX)

Dios existe pero los dioses que adoramos son todos falsos (Freixedo)

La primera distinción que me gustaría hacer en este post, donde pretendo llegar a una conclusión (provisional) sobre la manera en que nos imaginamos a Dios, tanto su existencia como su inexistencia, es decir que las religiones no tienen nada que ver con Dios. Son proyecciones de los hombres organizadas políticamente para cohesionar los pueblos por medio de las creencias, por eso los dioses paganos poseen todos los vicios de los hombres y algunos de sus sentimientos y emociones. Todo depende de lo que se proyecte, hasta llegar a los dioses moralizantes. Otras religiones sin embargo son ateistas y sitúan el centro de la experiencia religiosa (iluminación o Nirvana) entre las potencialidades del hombre. Se trata de religiones sin Dios.

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Amor y civilización (XI)

Dios es amor

No se contenta el alma con menos que Dios (Santa Teresa de Jesus)

Terminé mi anterior post con un argumento extraído de la enciclopedia de Gustavo Bueno donde el autor explica ese concepto tan interesante que tituló «Inversión teológica», que utilicé para señalar la idea de que la secularización habría logrado sustituir la idea de Dios por la del mundo, lo que es lo mismo que decir que la secularización tuvo una secuela muy importante: la naturalización de Dios. Y lo que es lo mismo logró insertar en la mente humana, la idea naturalística de que cada humano es su propio Dios. Lo que es lo mismo que decir que coexisten rastros de divinidad y algo demoníaco en nuestro deseo cuando lo trascendente se transforma en inmanente.

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