Hacia una taxonomía de las emociones (IX)


Vimos en el post anterior que el asco era  -como todas las emociones – una estrategia adaptativa que nos informa e identifica los peligros que podrian derivarse del contacto con animales, plantas y otros vehiculos de enfermedades, vimos tambien que se encontraba emparentada con la salud y de algun modo también con la moralidad.

Entendiendo que la moralidad es algo que se teje y desteje constantemente tal y como podemos leer en este post.

De manera que no es raro que ciertas patologías se encuentren enroscadas en esta emoción -aun mal identificada- destinada a preservarnos de los venenos y ponzoñas de otros seres vivientes. La paradoja de esta cuestión es que estas adaptaciones se produjeron en entornos ancestrales, obsoletos para nosotros, de manera que hoy muchas de sus caracteristicas precautorias han terminado y se convierten en estorbos y muchas veces en manías o patologías que lejos de ser adaptativas resultan inadaptativas e interfieren en la vida de muchas personas.

¿De qué le sirve al hombre moderno el miedo a las arañas o a las serpientes? De nada, puesto que la probabilidad de encontrarse con uno de estos insectos u ofidios venenosos es muy baja viviendo en una gran urbe occidental. Por contra, no tenemos asco de los coches o de los riesgos del sexo ocasional porque estos temores o repugnancias no se forjaron durante una epoca ancestral, es decir no tenemos fundamento evolutivo para tenerles miedo o asco y hay que fiarlo todo al discernimiento, a pesar de que los accidentes de tráfico o los contagios por enfermedades transmitidas sexualmente sean más frecuentes que las picaduras de arañas o las mordeduras de serpientes.

Gran parte de los trastornos de ansiedad, el TOC (con sus temores a la contaminación), algunos trastornos alimentarios y probablemente los vómitos cíclicos se encuentren enroscados en esta emoción del asco en su origen. Pues el asco se encuentra vinculado muy frecuentemente con las funciones corporales, comer, defecar, orinar, sangrar, y con los fluidos corporales, semen, saliva, menstruacion, etc.

El asco además guarda relaciones de vecindad con lo moral.

Por ejemplo, el vegetarianismo es una forma de moralización de algo que en su origen era neutro desde el punto de vista moral, hoy para ciertas personas es objeto de un tratamiento ético. Significa que los objetos van siendo objeto de moralización, (aquellos que no lo eran), mientras que otros son objeto de desmoralización por ejemplo las adicciones o el alcoholismo que pasaron de ser considerados una lacra moral a una enfermedad psiquiátrica. Hoy, tanto la obesidad, como el tema de la protección de animales, la alimentación, el ecologismo o ciertas practicas sexuales están sufriendo un proceso de moralización, muy probablemente debido a que nos estamos quedando sin objetos asquerosos a los que evitar. Por contra, casi toda conducta inexplicable está sufriendo un proceso de medicalización, es decir de amoralización.

La naúsea, la diarrea y el vómito son sus marcadores corporales junto con una facies especial que ya fue identificada por el propio Darwin.

Los vómitos (hiperemesis) del primer trimestre.-

El primer trimestre es un periodo de tiempo trascendental para la formación de órganos en el feto. La madre ha de hacer un buen recuento de los recursos con los que cuenta a fin de afrontar los costes del parto, puerperio y crianza de modo que no es raro que la mayor parte de los abortos sucedan durante las primeras semanas del embarazo. En este sentido se ha señalado que más del 70% de los huevos fertilizados no llegarán a implantarse (Nesse y Williams 1994), se sabe que la madre aborta usualmente fetos con malformaciones incompatibles con la vida o al menos con escasas probabilidades de llegar a la edad adulta y reproducirse. El aborto espontáneo es pues un mecanismo fisiológico que la evolución ha preservado para reducir las inversiones maternas en la crianza de hijos con escasas posibilidades de supervivencia.

Durante este trimestre la madre ha de proteger a su feto de la ingesta de teratógenos y lo hace mediante dos estrategias fundamentales: el vómito y los antojos. A través de estos dos mecanismos la madre controla lo que come y lo hace sobre todo eludiendo ciertos alimentos y exigiendo otros. ¿Pero cómo sabe la madre los alimentos que ha de eludir? ¿Y cómo lo sabian las madres en el pleistoceno que fue el momento en que esta conducta purgativa se desarrolló como una estrategia evolutiva estable?

Margie Profet es una neurocientifica de Harvard que desarrolló en su carrera profesional algunas hipótesis que fueron muy criticadas en su momento pero que hoy son muy citadas por los investigadores, una de ellas es la consideración de que la menstruación de las mujeres tiene como objetivo defenderse de infecciones o de los gérmenes de sus parejas vehiculizados por la eyaculación. Otra es su interesante visión sobre las alergias como protección frente al cáncer. La otra -que es la que nos compete aqui- es la idea de que la hiperemesis del embarazo es una conducta adaptativa que tiene como fin desprenderse de teratógenos.

Para demostrar su teoria Profet intentó correlacionar la frecuencia de abortos espontáneos con la presencia o ausencia de vomitos en el primer trimestre. Lo que encontró fue que, efectivamente, las mujeres que más vomitan son las que menos abortan (espontáneamente). Por ultimo es posible que las madres vomitadoras no sepan qué alimentos son potencialmente tóxicos para sus fetos y que tal y como ella plantea se trate de un fallo del reconocimiento de las mismas que en cualquier caso es especifico y muy activo durante la fase de formación de órganos. Otra posibilidad es que se trate de un aprendizaje celular que sucede más allá de la conciencia.

Pero después de la desaparición de Margie Profet (a la que llaman la cientifica evanescente, porque desapareció del mundo de la ciencia de manera abrupta), otros investigadores han hincado el diente en sus ideas. Asi Orban en un reciente articulo ha intentado correlacionar los vómitos con ciertos cambios en la percepción del color (Orban 2012). Y parece que ha demostrado que efectivamente las embarazadas sufren cambios en la percepción del color que las lleva a rechazar ciertos alimentos y a preferir otros. ¿Pueden ustedes suponer el color que más rechazan las embarazadas?

Claro, el verde.

Bibliografía.-

Profet, M.(1992): “Pregnancy sickness as adaptation. A deterrent to maternal ingestion of teratogens. In J. Barkow, L. Cosmides & J.Tooby (eds) “The adapted mind” (pp 327-366) NY. Oxford University Press.

Traver, F: «Conflictos agonísticos madre-hijo: Su relación con la psicopatología y el aborto como minimización del riesgo». (Agonistic rivalry mother and her son: Its relation with the psicopatology and the abortion as reduction of risk.) (2004). Psiquiatria.com.

Orban, L: «Shifts in Color Discrimination during Early Pregnancy». Evolutionary psicollogy, http://www.epjournal.net – 2012. 10(2): 238-252

Rozin  Paul: «Moralidad y salud».

3 comentarios en “Hacia una taxonomía de las emociones (IX)

  1. Excelente planteamiento, como en casi todos tus ‘post’. Lo que voy a comentar no tiene mucho que ver con lo afirmado, aunque aborda el apasionante tema del asco, por lo que viene muy a cuento. Se trata de una realidad a la que he tenido acceso a lo largo de los años; y curiosamente también desde Harvard; el ‘genio’ que se harta de la miseria académica circundante y que, a edad relativamente temprana, decide con firme voluntad retirarse, porque le repugna, le da asco lo que le rodea. «Profet had no place in academia even with her multiple degrees», ha escrito alguien en internet… No me extraña que así sea; es más, creo que no podría ser de otra manera.

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      • Sí, así es. Habría que preguntarse si no hay una cierta «conexión» entre ese determinado grado de inteligencia y una cierta inestabilidad mental, si se me permite esa graciosa expresión, tan imprecisa. Pero esto ya lo tenía muy claro Aristóteles. Schopenhauer, que sabía mucho de esto, asegura que el ‘genio’ es puro conocimiento intuitivo, sin ninguna finalidad, «un anómalo exceso del intelecto». «El genio -puntualiza- consiste en que la capacidad cognoscitiva alcanza un desarrollo significativamente mayor al requerido para el servicio de la ‘voluntad’, o sea, para lo único que surge originariamente. En rigor, la fisiología podría contar este superávit de la actividad cerebral y del cerebro mismo entre las deformidades por exceso» (‘El mundo como voluntad y representación’, complementos al libo III, cap. 31).

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