(Del latín “solus”: única; “ipsé”: mismo.) Teoría idealista subjetiva según la cual sólo existen el hombre y su conciencia, de modo que el mundo objetivo, incluidos los seres humanos, existe únicamente en la conciencia del individuo. En principio, toda filosofía idealista subjetiva llega inevitablemente al solipsismo. Quienes se han aproximado más a esta concepción han sido Berkeley y Fichte . El punto de vista solipsista priva de todo sentido a la actividad humana y a la ciencia. Por este motivo, los filósofos idealistas subjetivos intentan evitar el solipsismo extremo, para lo cual proclaman la existencia de una conciencia genérica, supraindividual, divina. El fundamento gnoseológico del solipsismo radica en considerar la sensación como fuente absoluta del conocimiento.
En el post anterior ya adelanté que las relaciones entre lo material y lo espiritual ha sido uno de esos dilemas que han ocupado a las mentes más calenturientas de nosotros los humanos. Primero fue Descartes, representante del racionalismo que intentó delimitar los campos de lo «cognoscente», es decir aquello que podemos saber de lo «extenso» es decir de aquello que escapa a nuestra capacidad de entendimiento. Descartes no resolvió el problema sino que profundizó en la dualidad, por una parte estaría la materia y por otra el territorio de lo espiritual, cosa de teólogos y sacerdotes. Ni que decir que para Descartes gran parte de nuestra vida psíquica estaría dentro de ese campo no cognoscible que identificaba con la divinidad.