El trastorno límite de la personalidad y la postmodernidad


La mayor parte de las personas creen que eso que llamamos Yo, es en realidad una especie de órgano u homúnculo que agazapado en el cerebro, guia, decide y sintetiza todas las señales que viniendo de afuera o de adentro acaban transformándose en pensamientos, conductas, cogniciones o emociones.

Pero en realidad el Yo es un constructo teórico, una abstracción como las ideas, modernas, de la libertad, la igualdad o la fraternidad. El Yo de ser algo es algo en interaccion con el medio ambiente y es sinónimo de la palabra «identidad» Aqui hay un post donde me preguntaba qué es la identidad y aqui hay otro.. El Yo es una instancia histórica, interpersonal, social o cultural más que una instancia biológica.

Asi que no es de extrañar que el Yo sea una entidad dependiente de variables culturales y no es de extrañar tampoco que eso que llamamos Yo sea un constructo de la modernidad, más concretamente que el Yo se construyera en el siglo XVIII. Más concretamente el Yo es un invento romántico.

Pues antes del «sturm und drang» no existía -más que en estado embrionario- ningún Yo. Lo que los individuos creian que eran estaba relacionado con su pertenencia, con su filiación, con su oficio, con su clase social, su procedencia o su periplo vital. No hay más que rastrear los apellidos -nuestros apellidos- para saber de dónde procede ese Yo que se transmite a través de ciertas voces.

Los apellidos son un buen método para averiguar el nicho de actividad de dónde procedemos, asi los apellidos de una persona pueden hacen referencia a:

1.- Topónimos (Valencia, Madrid, Avilés, Torreblanca, etc)

2.- Cualidades del individuo o de alguna cosa (Valiente, Cortés, Raro, Rojo,etc)

3.- Oficios (Zapatero, Carpintero, Molino, Sastre, etc)

4.- Nombre del padre o «hijo de»: Gonzal-ez, Martin-ez, Garcia, Per-ez, etc)

5.- Actividades de un antecesor: «El que estuvo en» o «hizo o tuvo tal cosa» (Polo, Guerra, Portugal, Cruzado, Torres, etc)

De manera que antes de que emergiera un yo individual e interno, no eramos sino una hazaña de algún otro, una caracteristica colectiva, un oficio o una actividad y cuando todo fallaba, el nombre de algun lugar. Y si fallaba el lugar de nuestro nacimiento todavia habia una alternativa: el Calvario, la Iglesia o Expósito, apellidos que se daban a niños abandonados en orfanatos.

El Yo, tal y como lo consideramos hoy es -como he dicho más arriba- algo muy reciente que precisó de grandes cambios sociales que acabaron por internalizarse en las mentes individuales convirtiéndose en algo material y dando paso a la psicología como disciplina de estudio del engendro. No voy a referirme a los cambios que tuvieron lugar en la Europa pre e industrial y que coinciden con multiples cambios sociales sino para señalar que en un determinado momento los individuos internalizaron que el Yo -anteriormente vinculado a lo colectivo o lo común- era algo que iba más allá de su clase social, su oficio o lugar de nacimiento y que representaba su intimidad, su mismidad. En un momento determinado nombre y apellidos se transforman en una instancia interna: una instancia que reclama subjetividad, que impone subjetividad, que discrepa, tiene opiniones y sobre todo, una subjetividad que quiere expresarse en el mundo.

Caracterizan a la modernidad, la racionalidad, la esperanza en la ciencia, el abandono de la religión, la educación como método de alcanzar los ideales sociales de igualdad, el culto a la libertad y la emergencia de la responsabilidad como recambio de la antigua y difusa culpabilidad religiosa. La modernidad alumbró (cuando pudo) una sociedad laica, racional, igualitaria y republicana, tambien una nueva poesia, una nueva literaura, musica, y artes plásticas que renegaron de los moldes antiguos y que propugnaban no un nuevo patrón sino en ocasiones la desaparición de los moldes mismos.

No es de extrañar que la psiquiatria emergiera precisamente en este terreno politico y social señalado como «modernidad», un territorio afin a las descripciones que buscaban encontrar respuestas «naturales» a la idea de la antigua alienación mental teñida de la idea de castigo o de predestinación de origen religioso. Asi, hoy somos psiquiatras y ya no alienistas, médicos y no sacerdotes, cuidadores y no monjes.

Pero después de la segunda guerra mundial el mundo viró hacia una sociedad bien distinta a la que habia dado origen la modernidad del siglo XIX. Una sociedad que podriamos llamar de la opulencia y de los excedentes y que marcó una linea roja en la evolución de la subjetividad y de los Yoes individuales. A esta sociedad presidida por el individualismo feroz, el consumismo como nueva religión, la relativización de lo biológico y de las diferencias, la caducidad de los ideales de la modernidad y la decepción por la ciencia se le llamó postmodernidad (Lyotard). En ella estamos.

En cierto modo la postmodernidad no es sino el paroxismo, el éxito de la modernidad. Si la modernidad con la aparición de nuevas subjetividades (pienso ahora en el efecto Bovary, una de las heroínas de Flaubert que encarna el nacimiento de nuevas frustraciones para el imaginario femenino) puso a muchas mujeres en el diván de los psicoanalistas, siendo la histeria el lugar común de reivindicaciones sobre el cuerpo y el lugar de la mujer en el mundo, la postmodernidad ha propiciado la emergencia de nuevas enfermedades -histerias modernas y multifrénicas- mucho más desorganizadas que las anteriores y que se caracterizan por lo que Erickson ha llamado la «difusión de la identidad».

No es de extrañar que estos malestares que hoy tendemos a rotular como trastornos de la personalidad (el TLP) hayan nacido con la evolución de la modernidad hasta esta secuela social que llamamos postmodernidad.

Los trastornos de hoy no son ya parálisis, o déficits sensoriales, amarguras más o menos reprimidas de mujeres obligadas a cuidar de sus padres enfermos o confinadas, contra su voluntad, a ejercer de eternas cuidadoras de hijos, padres o maridos. Los trastornos de hoy están relacionados con la relativización de todo aspecto moral, la delegación de la educación en manos ajenas, la superabundancia de estímulos, la carencia de ideales, la desinvolucración de los padres en la crianza, la ausencia y rechazo de cualquier clase de autoridad salvo el emotivismo individual, la idolatría del cuerpo o de lo que se posee en contraste con lo que se sabe o se es. La pérdida de valor de los valores tradicionales, la ausencia de referentes históricos, míticos o familiares que den sentido a la vida individual y la suplantación por goces rápidos, consumibles que apenas han aparecido ya anuncian su hastío.

Todos estos valores en los que creemos hoy configuran una sociedad donde los individuos crecen desorientados, fiándolo todo al propio deseo o a la perfomance del «aparentar ser». Los individuos han pasado de ser seres continuos con una emergencia de pensamientos y emociones con una enorme gama de grises a conformar respuestas explosivas a sus sobredemandas, las emociones se han transformado en un «si» o un «no», han pasado a configurar entidades discontinuas o discretas. O todo o nada, y ahora y aqui, podría ser el eslogan de la posmodernidad, el lugar donde no se contemplan los matices y que por lo tanto no contempla la posibilidad de contención del deseo, el aplazamiento, la supresión en espera de tiempos mejores, la sublimación o la simple espera. El paciente con TLP se intoxica con sus propias emociones pues carece de inhibiciones frente a su omnipotente deseo que aparece como una necesidad irreductible que le impulsa hacia el placer que siente como un derecho y a quien se lo niega como un enemigo.

Nosotros, la generación moderna somos los padres de esa generación X que aparece fragmentada, sin proyectos, sin capacidad de autotranquilizarse, de autoestimularse o de autoproyectarse en el futuro. Hemos criado en el mejor de los mundos posibles  -en el que creímos- a la generación mas infantiloide, exigente y manipuladora de la que tenemos noticia.

Eso es un border-line, ese es el resultado no esperado del progreso económico, social, cientifico y politico en el que creímos los que por aquel año de 1968 alcanzamos la mayoria de edad.

Kenneth Gergen fue un psicólogo social americano que en 1991 escribió el libro que preside este post aportando una visión constructivista de la realidad psicológica y apoyando las ideas que he vertido en este post. Para Gergen la clave psicogenética de todo este galimatías se encuentra en lo que llamó «el yo saturado», dicho de otra manera, la causa del TLP y de todos los trastornos postmodernos no está en un trauma (como sucedía en la histeria clasica, aunque puede coexistir con él) o en la insatisfacción debida a los déficits o a la sumisión a la autoridad falocentrica sino a la desaparición del falocentrismo como eje vertebrador del goce. En su libro y en toda su obra pueden explorarse los argumentos que relacionan ciertos modelos sociales (como el nuestro actual) con la emergencia de ciertas enfermedades mentales.

Esta hipótesis, sin embargo no niega la evidencia de que el TLP (como todos los trastornos mentales) tenga una causalidad doble: por una parte una vulnerabilidad biológica que estaría presidida por una «debilidad» a la hora de integrar las emociones opuestas y de hacer emerger en cada síntesis un nivel de complejidad nuevo. Es así como maduramos las personas corrientes: integrando aquello que parece antagónico y abandonando los restos de cada naufragio en el inconsciente. Por otra parte no cabe ninguna duda de que el individualismo, el yoísmo (el narcisismo contemporáneo) y los valores mercantiles en los que se basa nuestro mundo actual operan como causas sociogenéticas de enorme importancia en la génesis del dolor y las dificultades individuales. Los modelos educativos, los estilos de crianza, el mundo del trabajo, la participación politica, el arte y la trascendencia individual (el sentido de misión en la vida) pueden jugar un enorme papel en la prevención y curación de estos trastornos de personalidad border-line (TLP), aunque no es el unico desorden o malestar psiquico dependiente del modelo social.

En el próximo post pretendo abordar precisamente los trastornos comórbidos del TLP y cómo hacer para tratarlos. Principalmente las adicciones, la bulimia y la anorexia mental, la depresión con especial atención al suicidio.

40 comentarios en “El trastorno límite de la personalidad y la postmodernidad

  1. Todo se puede reducir a la evolución emocional o dicho de otra manera practicar el duro dolor de durar. Con esas aciagas características que emergen de los pacientes con TLP se necesita una heroicidad para controlarse o ¿acaso se puede curar? ¿No hay medicamentos psiquiátricos que funcionen como catalizadores del tratamiento? Un verdadero honor que nos siga regalando conocimiento de manera gratuita. Muchas gracias mi estimado campeón.

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  2. Muy buen artículo… Es verdad que de todos los trastornos de la personalidad descritos por los manuales diagnósticos, el TLP es el único que parece genuinamente posmoderno. Puedo imaginarme a alguien del siglo XIX siendo paranoide, esquizoide, histriónico, evitativo, etc. Pero no puedo imaginármelo siendo borderline.

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  3. Comulgo con la visión constructivista de la realidad psicológica expuesta en esta entrada, pero discrepo con la pretendida crítica del autor hacia la cultura postmoderna y sus males, desde la moderna. En primer lugar, porque los que peinamos canas estamos hechos al molde de la cultura postmoderna no menos que nuestros hijos. Que nos hayamos subido al carro antes, cuando circulaba más despacio, solo supone una diferencia de grado. En segundo lugar, lo que define una conducta como vicio, error o enfermedad depende precisamente de la cultura que construye nuestra subjetividad. Proponer un tratamiento de valores modernos como cura para los supuestos males postmodernos es propio de no llevar hasta sus últimas consecuencias la visión constructivista. En tercero, porque la mayor parte de la juventud mundial se está sumando a la sociedad de consumo de masas sin que sus culturas hayan copiado previamente la modernidad europea. El esquema del tránsito o yuxtaposición sincrética entre sus culturas tradicionales y la cultura occidental del siglo XXI, es otro.

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  4. Esperanzada tiendo a observar los cambios que ha experimentado la mujer desde que soy consciente, aunque sé que la sociedad, indivíduos e instituciones están en un revolucionario proceso de cambio que está obstruyendo el mantenimiento de las tradiciones. El trastorno límite de la personalidad es una amalgama de síntomas que demasiadas jóvenes transportan con rabia e indignación contra el mundo que no les dá lo que creen que han de recibir de inmediato, es curioso que los hombres no hagan el trastorno!!!

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  5. A Masgüel:
    Algun matiz a tu intervención, yo no he dicho que la solución a los problemas de la postmodernidad sea una vuelta a la modernidad, cosa que además de imposible, no puede ser. Creo que la salida del v-meme verde no es otra -tal y como aseguró Wilber- que la entrada en el meme amarillo, después de haber sorteado el cuello de botella del meme verde.

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  6. Pacotraver, respecto a la evolución de los memes de colorines, no me lo trago. Que del pensamiento relativista pasaremos a un pensamiento sistémico y después a otro holista, además de sonarme a teleología, es wishful thinking. Llevamos décadas de teorías sistémicas y aproximaciones holísticas, todas muy interesantes. Pero el futuro es impredecible y la jeta (características psicológicas) que tendrá el sujeto pasado mañana, también. Por cierto, para la evolución de la teorías sistémicas te recomiendo el segundo capítulo de la magnífica serie documental de Adam Curtis «All Watched Over by Machines of Loving Grace». Te dejo enlace al vídeo por si te apetece verlo:

    http://vimeo.com/29875053

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  7. Bueno, no se trata de algo para creer o descreer, se trata de una conjetura acerca de la evolución de la conciencia humana. Pero es cierto lo que dices: el futuro es impredecible y tanto podemos ir hacia la expansión como el colapso.

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  8. Dentro de mi total analfabetismo patológico, permítame exponer aquí algo que todos sabemos pero casi nadie nos atrevemos a decirlo así: ese borderlinismo de la generación postmoderna (la siguiente al baby boom o dos más) es, según lo veo, con mucha probabilidad fruto previsible de la caótica desazón de sus progenitores, que, entre el sí y el no y los divorcios y los manuales de autoayuda y las terapias orientales, se quedaron entre Pinto y Valdemoro, ni sí ni no ni todo lo contrario. Y quien más quien menos coincidiremos en que ese es un esquema que, aparte de agotador de la inteligencia emocional, resulta de lo más nefasto para la potencialidad educativa de los cachorros postmodernos, criados muchos de nosotros entre la devastadora incertidumbre de los no-valores y las no-pautas y los muchos regalos navideños para compensar un quedo «sálvese quien pueda». Así claro que -pobrecitos ellos- nuestros cachorros postmodernos (y no tan cachorros, que el tiempo vuela) ahora no se encuentran a sí besbos ni viajando al Machu Pichu y acaban quedándose en casa y desarrollando todas esas anomalías catalogadas por el DSM IV, el V y ss, que en tiempos de nuestros abuelos se curaban con una dura jornada con los aperos (o ni aparecían siguiera) y que ahora en cambio precisan de logopedas y análogos profesionales acordes con ese postmodernismo que hemos desarrollado como un cáncer del alma social.
    Como dijo una amiga mía al volver de una visita a una paupérrima aldea de Perú central, «ahí no hay depresiones nerviosas». Ni borderlines, estoy segura. Y que los dioses del Olimpo me perdonen 🙂

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  9. Ana, tu amiga de visita a Perú creo que sacó conclusiones precipitadas y un tanto tópicas. La depresión no es cosa de ricos. En las sociedades rurales pobres también hay depresivos. Un amigo que viajó a El Salvador me contó que la señora que le alojaba a veces le daba «la aflición» y no se podía levantar de la cama. En el mundo rural hay depresión, lo que ocurre es que los depresivos se cuelgan o se tiran a la vía del tren. En nuestra sociedad hay más comprensión hacia la enfermedad y hay tratamientos, con lo que hemos conseguido que los depresivos sobrevivan más tiempo. Por eso en nuestra sociedad hay más depresivos, más enfermos de cáncer, más celiacos y más hemofílicos.

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  10. Claro que sí, la melancolía se conoce desde hace eones (bilis negra, se le llamó en su día, en función de ciertos conocimientos de Hipócrates). Pero no me refería a eso sino a los efectos de la industrialización sobre la enfermedad, que son obvios.

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  11. Y ¿qué tal si en vez de pontificar intentamos obtener datos numéricos que respalden las afirmaciones? Me produce un poco de fatiga mental la elucubración gratuita. La divagación arbitraria es muy entretenida para una sobremesa, pero si hablamos de la salud de la gente no estaría de más citar experimentos y estudios serios. Si tan obvio es…

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  12. Bueno, Confusio, quien se interesa busca y quien busca halla (como hacemos algunos). Creo de todos modos que, haciendo honor a tu nick (que imagino no es tu nombre oficial), confundes longevidad con calidad de vida de igual modo que aún no sabes que hay verdades, mentiras y estadíticas 🙂 Suerte en tu camino y tu búsqueda 🙂
    PS: una sugerencia para autores de blogs que demandan citas y fuentes: una sección «Autor» 😉

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  13. Me parece que centrar la postmodernidad como un invento de los postmodernos, de aquellos que vivimos de pleno sumergidos en este sistema es erróneo porque la postmodernidad surge a partir de esas grandes individualidades, esos super-egos que se alcanzan durante la modernidad y que arrasan con cualquier atisbo de representación que pueda hacerles sombra.

    No son los de la generación X, a la que se tilda en el post de infantiloide, exigente y manipuladora los que ostentan el poder. El poder jamás estuvo en manos de los jóvenes ni de los de medana edad, el poder siempre está gobernado por generaciones anteriores que han tenido tiempo para alcanzarlo y después mantenerlo hasta la extenuación, nadie abandona el poder de forma voluntaria.

    Las primeras críticas fuertes a este sistema que implanta una forma de vida determinada marcada por la relativización de todos los conceptos y la concepción narratológica de la vida, como si de personajes en busca de autor fuéramos todos, parte precisamente de la generación X. La siguiente generación que no sé si es la A, la Y o la Z, no está todavía en condiciones de plantear alternativas. una vez asumido como patrón de vida normal la negación de todos los derechos y la implantación del desarraigo como forma de vida común a través de la no pertenencia a ninguna clase determinada clara, ni cultural, ni social, ni laboral. Únicamente el nomadismo y la contínua reelaboración del Yo a través de una permanente y constante actualización sin descanso parece que es lo que pueda tener sentido, y eso no es así.

    En la sociedad actual se tiene más en cuenta la enfermedad, la esperanza de vida( de momento) es más alta, hay más tratamientos, de hecho hay miles y miles de pastillas para poder remediar cualquier mal y sin embargo el mal parece enquistarse cada día de forma más sólda en la sociedad. Esto es lo que se critica que el avance técnico no está en consonancia con el avance social provocando un desequilibrio que es cada día mayor. Que hemos mejorado desde la EM es evidente, pero es que sólo faltaría eso que volviéramos ahora a la Edad de Piedra, pero con tratamientos y con pastillas, eso sí, que la industria no decaiga.

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  14. Si que es interesante el enlace que ha dejado Masgüel del documental de Adam Curtis y no sé por qué me ha recordado al Día Internacional de la fascinación por las Plantas, será por los ecosistemas, claro.

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  15. Alguna bibliografia de interés para pardillos:

    E.J Novella yJ. Plumed

    En: Trastorno limite de la personalidad:Paradigma de la morbilidad psiquiátrica.(2005)

    Gaspar Cervera, Gonzalo Haro, J. Martinez Raga.

    Y sin lugar a dudas:
    Berger y Luckman: «La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Amorrortu 1968.

    Y sobre que la melancolia es una cosa conocida desde antiguo:
    Hipocrates: «Aforismos» (Buscarla en Internet, seguro que está)

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  16. Maria Jose: la verdad es que echaba de menos alguien que asumiera la voz de los jovenes de hoy, esa juventud masacrada por el poder, veo que te has alzado con esa voz. Y no haces sino darme la razón, el otro dia lo vimos con la Carmen Chacón, incapaz de hacerse con el poder organico del PSOE. Por su estulticia, su cobardía, su inconsistencia, su falta de vigor, su falta de belicosidad. Es verdad que nadie abandona el poder por su propia voluntad, pero esos jóvenes, esa generación X carecen de esa voluntad, ese es el problema. O sea que es culpa de ellos, pues son ellos los que padecen las secuelas de la postmodernidad aunque no la inventaran ellos.

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      • NO, claro que no, pero cada palo que aguante su vela, los jovenes de hoy tienen muchas ventajas que no tuvimos los jovenes del 68, tambien tienen sus desventajas, pero no debemos dejar de dar al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios.
        No debemos hacer la pelota ni a los jóvenes, ni por supuesto a las mujeres.

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      • Ni tampoco debemos hacer la pelota al poder, te faltó el detalle del stablishment porque el poder debe ser constantemente examinado para poder evitar la utilización abusiva del mismo y los del mayo del 68 tuvisteis vuestra oportunidad a través de la generación de estructuras físicas, tangibles que canalizaban ese control, esas estructuras actualmente ya no existen y la cosa se complica cada vez más.
        Y estoy de acuerdo contigo, al final no hago sino darte la razón, aunque la matice.

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  17. Armando: hasta donde yo sé, el TLP es igual de frecuente en ambos sexos, pero seguramente se diagnostica más en mujeres. Lo entiendo como un sesgo sintomático, los hombres son mas diagnosticados de trastorno antisocial. El TLP, y el tratorno antisocial son ambos del cluster B de la personalidad y representan grados distintos de gravedad. El antisocial es un grado más allá del TLP.

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  18. En relación el TLP algunos datos tomados de http://www.aaets.org/article20.htm :

    J. Stone (1990) en su fundamental obra «The Fate of Borderline Patients. New York: Guilford», encontró que, después de un análisis factorial de 14 factores moderadores, el factor que acogía el grado de varianza más alto en este tipo de pacientes era lo que el denominó «brutalidad parental» (abuso físico).

    Este factor acogía el 7% de varianza con otros seis factores adicionales que contribuian a un 5% de la varianza. En mujeres, este factor de brutalidad parental acogía el 6% de la varianza mientras que en hombres correspondía a un 15% de la varianza.

    Encontró asimismo los siguientes porcentajes de psicotraumatización en su muestra que incluia una definición amplia del concepto «límite»: 38% presentaban perdidas familiares tempranas. Un 19% de la mujeres habían sufrido incesto por sus padres. Un 8% de los varones también. En total, un 13% de los pacientes con este diagnóstico habían sufrido o habían presenciado brutalidad parental en la infancia.

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    • Pues evidente que Stone ha visto los casos que yo nunca vi, he visto muy pocos casos de brutalidad, alguno de abusos y pocos de perdidas tempranas. Me temo que los TLP anglosajones no son como los latinos, cosa que no me extrañaria nada. 🙂

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      • hola paco. ¿a qué te refieres? ¿como así los TLP anglosajones pueden «ser» «otro tipo» de TLP y aún así siguiéndose llamando TLP? ¿tan separados trabajan el mundo académico anglosajón y el hispanohablante?

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  19. Un 13% de pacientes de TLP con historial de brutalidad parental en la infancia no me parece un porcentaje nada escandaloso. De hecho, yo diría que entre la población normal ese porcentaje es todavía más alto.

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  20. Un post excelente y comentarios muy enriquecedores. Gracias a todos.

    Retomo el tema inicial pues quisiera compartir algunas ideas. Tengo la impresión que la patología Borderline ha existido siempre independientemente de la época, sin embargo han sido en las últimas décadas en que se ha elaborado un diagnóstico más preciso para el síndrome, y como sucede en toda psicopatología, estás siempre están coloreadas por los tiempos en que se viven y los conocimientos que de la enfermedad se tiene. Hoy por hoy también las neurociencias tienen mucho que decir del diagnósitico límitrofe de personalidad.

    El diagnóstico de Borderline se subdivide en tres niveles, en el más bajo se encuentran los pacientes con una severa caracteropatología, mismos que incluso pueden ser clasificados como psicóticos. En los niveles dos y tres aparecen conductas menos caóticas y con un mejor control impulsivo. Al nivel tres pertenecen sujetos funcionales la mayor parte del tiempo, pero no exentos de conductas patológicas inherentes al paciente límitrofe, especialmente aquéllas que tienen que ver con la impulsividad, la demanda exagerada y la falta de gratitud. (Otto Kernberg, Borderline Conditions ans Pathological Narcissism).

    Los consultorios de los profesionistas dedicados a la salud mental son mayormente visitados por mujeres, lo cuál no exenta a los varones de padecer enfermedades, sin embargo, y debido a que la mayor parte de los casos revisados pertenecen al sexo femenino, se tiende a pensar que somos las mujeres las más afectadas por enfermedades psicopatológicas. En este sentido las estadísticas no son confiables. Todos tenemos explicaciones acerca de la prevalecencia de las damas en los consultorios psicoterapéuticos, pero son ideas que hemos elaborado a partir de nuestra experiencia clínica.

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  21. Santiago: Me refiero a la literatura cientifica de anglosajones y europeos. Parece ser que aquellos encuentran más antecedentes de abusos entre sus pacientes que nosotros. Concretamente mi experiencia es que estos antecedentes son raros.

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  22. Yo vivo en el tercer mundo, no soy una malcriada ni sé mucho del mundo posmoderno que usted menciona, tuve que cuidar de una madre enferma y con trastorno mental porque soy hija única, de chica me pasó de todo, mi padre estuvo en una guerra y mi madre fue abusada, luego me fui a Europa y fu explotada como inmigrante por empresas inescrupulosas que se aprovechan de la necesidad y la vulnerabilidad de muchos de nosotros, y hoy estoy viviendo nuevamente en mi tercer mundo sufriendo todo tipo de carencias y calamidades que, estimo, muy pocos europeos llegarían a imaginar y ni caso a resistir sin suicidarse. Desde luego que su lectura al respecto del trastorno -lo de «borderline» suena estigmatizante únicamente para quienes lo somos, para los «normalitos» seguramente que no- me parece reduccionsta y casi diría que banal, lo cual me deja perpleja porque hasta ahora lo que llevo leyendo de usted es más que apreciable. Pero en esto no puedo estar más en desacuerdo. Los «borderlines» no somos una panda de mocosos negligentes como los que aparecen en Reality Beats o alguno de esos engendros yanquis, somos personas -como usted sabrá- y cada quien es un mundo, con su tragedia privada, como todos los humanos del mundo, incluso como los «normalitos» que lo gestionan para que sea tal como es, incluyendo a sus psicóticos dormidos bajo cartones en la calle. Este desorden existe también en contextos donde el famoso posmodernismo del que tanto se quejan en Europa a la vez que lo abrazan, no existe. A saber: barrios marginales de la periferia de la América del Sur que yo conozco y en la que vivo. Como sabrá se sufre mucho, y no es una pataleta. Y acá no hay opulencia ni somos del campo, vivimos insertos en ciudades donde se desarrolla el TLP igual que en cualquier otra parte, sólo que con muchas menos oportunidades de inserción y recuperación. Pero de esto no se habla. Se le achaca la enfermedad a la opulencia y demás, los lugares comunes y clissés tíòcps de la clase media norteamericana y europea contructoras de discursos hegemónicos que acaban con sus propios hijos, pero aniquilan a los hijos de la gente de «los países marginales» donde la droga no es un entretenimiento sino un opio para escapar de miserias que los destruyen para siempre. Y muchos de ellos son TLP. Borderlines, bah. Como yo. Y podrían ser mis nietos.
    En fin, que me ha decepcionado este post suyo, pero bueno, tomo como aprendizaje todo lo demás. Sólo que en éste… :/ permítame discrepar. Perdone mi ímpetu pero en vistas de algunos comentarios y también el post, sale mi parte borderline in-empática. Quizá. Sólo quizá.
    Un saludo

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    • Pues resulta que las enfermedades mentales son patoplásticas, esto es, siguen patrones culturales en su expresión. Es por eso que la histeria de conversión era muy prevalente en el siglo XIX a consecuencia de la moral victoriana y hoy en día son más frecuentes los desarrollos tipo cluster B de la personalidad pues hoy la «expresión» y la impulsividad están sancionadas por nuestra cultura. Si usted relee lo que ha escrito verá que hay mucha impulsividad en lo que ha dicho y que tiene poca relación con mi post.

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