La depresión y el tiempo (1)


Hace ya muchos años -demasiados- tuve ocasión de tratar a una paciente melancólica muy grave y resistente al tratamiento que estuvo unos cuantos años ingresada en mi Hospital. Probablemente aquella paciente haya sido el caso más severo de depresión que haya conocido en mi vida. La paciente a la que tuve ocasión de ver a diario durante años presentó a los 45 años un episodio depresivo intratable (a pesar de que se la trató con todos los medios conocidos entonces) y desarrolló con el tiempo un delirio melancólico que consistía en la creencia de que «nunca moriría» y que por consiguiente su sufrimiento iba a ser interminable.

Desarrolló también con el tiempo uno de esos delirios nihilistas conocidos como sindrome de Cotard, la paciente se sentia vacía por dentro, sin vísceras al tiempo que desarrollaba alucinaciones gustativas en el sentido de que creia que habia tierra en su boca: tierra de su sepultura. Nunca he conocido en mi vida un sufrimiento tan brutal, tan desgarrador, una cara de dolor tan abrumadora -descrita por los clásicos como «facies depresiva»-, una vida tan atormentada sin, aparentemente, ninguna razón.

A lo que hay que sumar los trastornos del sueño propios de esta enfermedad, la paciente apenas dormía y su dolor y sufrimiento sin fin se traslucían en un discurso lloroso y suplicante que parecía pedirme que le pusiera fin de alguna manera aunque por razones religiosas nunca habló de suicidio.

Afortunadamente este tipo de cuadros ya no se ven en la patología psiquiátrica actual pero eran muy frecuentes en el siglo XIX cuando se describieron a cargo de la psiquiatria francesa: Séglas y Cotard. No voy a referirme a las razones por las que estos cuadros hoy son rarezas clinicas pero es obvio que la melancolía hoy ha adquirido otras máscaras tal y como comenté en varios posts anteriores.

Hoy los depresivos que conozco y que sufren o han sufrido depresiones intensas no describen vivencias tan desgarradoras como las anteriormente descritas y más bien recurren a otras metáforas para descibir sus vivencias subjetivas, como «pozo sin fondo», «oscuridad sin fin» «vientre de la ballena», «boca del lobo», etc. Sólo los poetas han aludido a «la noche oscura del alma» para referirse probablemente a lo mismo. Es muy raro encontrar hoy un paciente que haya desarrollado ese delirio de inmortalidad que presentaba el caso que cito.

Fue entonces cuando comencé a preguntarme qué relación podia existir entre el tiempo y la depresión, lo que es lo mismo que preguntarse sobre las relaciones entre el tiempo y el Ser.

Entre los síntomas de la depresión hay varios que tienen que ver con esta idea: el enlentecimiento o la bradipsiquia y tambien el atroz trastorno del sueño que parece evidenciar la idea de que nuestro reloj circadiano ha sufrido alguna avería importante. Algo asi como si el tiempo se hubiera estirado como un chiclé y transcurriera de un modo lento, todo lo contrario sucede en la manía donde el tiempo se sucede rápido y la mente discurre en modo exaltado.

Lo cierto es que la vivencia del tiempo es muy subjetiva, no existe un «tiempo objetivo» aunque exista un tiempo cronológico, ese que marcan los relojes. Es interesante señalar tambien que es de sobra conocido como pasa de rápido el tiempo cuando uno se divierte y que lento pasa cuando se aburre. Tampoco hace falta señalar que en los jóvenes el tiempo pasa más deprisa que en los viejos, aunque sobre esto tambien hay discusiones. Pero no es de este aspecto del tiempo del que quiero hablar.

Sino del tiempo en sí y del tiempo como duración de las cosas del que ya hablé en un post reciente.

Aunque antes de nada me gustaria hacer una mención a Cronos (Saturno), un dios griego posteriormente romanizado que está relacionado con la vejez, la melancolía y el tiempo que todo lo devora.

Nadie puede escapar de esa hoz inapelable que blande Saturno y sin embargo mi paciente se creia inmortal, lo que es lo mismo que decir que sentía que como Drácula nunca iba a morir y que por tanto su dolor era eterno e interminable.

Es obvio que padecia un trastorno en el que el tiempo se hallaba involucrado.

¿Es la depresión el resultado o la secuela de haber logrado detener el tiempo interno?

Nótese que no hablo de enlentecimiento del tiempo sino de su coagulación, de su detención, de un parón inexorable del tiempo. Sólo asi podemos entender el sufrimiento sin fin al que mi paciente aludía.

Esa es nuestra hipótesis.

Y para apoyarla me gustaria volver sobre ciertos argumentos que usamos en este post y este otro donde me preguntaba sobre la naturaleza del tiempo. ¿Es un punto o una linea? ¿Instante o transcurso?

La pregunta no es banal porque contestar a esta pregunta equivaldría a rotular el tiempo como una variable discreta (en el caso de que fuera un instante) o una variable no-discreta en el caso de que fuera un transcurso. Es interesante volver a señalar tal y como anoté en el post anterior que «discreta» significa separada y resulta ser lo contrario de «continuum«. Lo discreto puede contemplarse como saltos o escalones discontinuos mientras que lo indiscreto es algo que discurre como el agua de un rio discurre por su lecho.

Nuestra vivencia empírica está ligada a la idea del transcurso. Lo que percibimos es que el tiempo va desde el pasado hacia el futuro (la flecha del tiempo), siendo el presente apenas una ilusión que se desvanece apenas intentamos apresarla. Nuestra vida sensible transcurre en una percepción de secuencialidad en relación con el tiempo, al que llamamos recuerdo en relación con el pasado y anticipación en relación con el futuro.

Zimbardo ha demostrado en su libro «La paradoja del tiempo» que no todas las personas, ni todas las culturas ni todos los idiomas tienen los mismos gustos por el tiempo. Asi hay personas orientadas hacia el pasado, nostálgicas, otras más hedonistas hacia el presente y otras más previsoras hacia el futuro. Aqui hay una buena entrada sobre estas ideas de Zimbardo.

Dicho de otra manera: la forma en que percibimos el tiempo varía de una persona a otra y se trata de una variable modulada por la cultura, la personalidad, las expectativas (entre ellas la expectativa de vida) y el idioma.

Sin embargo las ideas de Zimbardo no nos permiten apresar la idea que andamos persiguiendo acerca de la coexistencia de dos tiempos en nuestro cerebro. Uno donde el tiempo es secuencial y sigue la flecha del tiempo y otro -el inconsciente- que es atemporal y donde el tiempo admite toda clase de mezclas y de saltos. Es el tiempo de los sueños por ejemplo, donde simultaneidad y secuencialidad no son opuestos a cambio de renunciar a las abstracciones.

Es bien conocida la idea de Freud sobre la atemporalidad del proceso primario, es decir la inexistencia del tiempo en el inconsciente. Tambien es conocida la sentencia del propio Freud cuando decía que «curarse es poner tiempo en el inconsciente».

Personalmente me adhiero a esta idea con ciertas matizaciones. No es que existan dos cerebros, uno temporal y otro atemporal, sino que todo en nuestro cerebro admite dos tipos de procesamiento neural: uno de transcurso y otro de instante.

Tenemos la percepción directa de transcurso, como si nuestras percepciones fluyeran como en una pelicula, pero en realidad hay pruebas de que nuestra conciencia está diseñada para percibir instantes. Algo parecido a lo que sucede en el cine, que no es otra cosa sino la proyección de fotogramas a una velocidad determinada (24 por segundo) para dar la impresión de movimiento. Todo parece indicar que nuestra conciencia es como una cámara de cine que nos permite ver la realidad como si transcurriera, es decir como si dependiera, -estuviera en función- del tiempo.

De como se las arregla nuestro cerebro para fundir esos fotogramas nada sabemos, pero es muy probable que tenga que ver con un marcapasos que llamamos tálamo y que imprime una velocidad u otra a las ondas que recorren nuestro cerebro y lo hace en función de las necesidades: en un peligro aumenta la frecuencia y velocidad y en estado de relajación o de somnolencia las disminuye.

Dicho de otro modo: el cerebro nos construye una realidad sucesiva ( de transcurso) en relación con la velocidad de disparo de las neuronas talámicas que hacen de marcapasos. De tal forma que si imagináramos un tálamo que no funcionara, las imágenes de nuestras percepciones aparecerían congeladas como en una fotografía o instantánea.

Muy probablemente la depresión sea una hipertrofia funcional de la actividad de ciertas regiones cerebrales relacionadas con la afectividad. Estas regiones sobrestimuladas son seguramente secundarias a un enlentecimiento del marcapasos interno talámico. Lo que sugiere que un tratamiento futuro de la depresión podria estar relacionado con la neuroestimulación tal y como ya se hace con otras enfermedades como el Parkinson o los marcapasos cardiacos.

Aqui hay una noticia sugerente sobre este asunto.

Pero hay otras maneras de poner tiempo en el inconsciente.

¿Cómo poner tiempo en el inconsciente?.-

Supongamos una idea cualquiera x, sigamos con el ejemplo del tiempo. Su reciproca seria esta 1/x. Nótese que no es exactamente la negación de la anterior (su opuesto lógico), sino su inverso matemático. Su opuesto lógico seria su inversa -x.

Más tarde volveremos sobre este doble procesamiento matemático de inversos y opuestos.

Las ideas conscientes se tramitan -pues transcurren en tiempo real- como si fueran números naturales, entidades discretas, véase:

\mathbb N=\{1,2,3,4,...\}

Sin embargo las ideas inconscientes (los opuestos recíprocos) lo hacen como si fueran numeros fraccionarios (números racionales) y transcurren en forma de continuo.

\mathbb Q. = {….1/8,1/7, 1/6,1/5,1/4,1/3,1/2….}

Lo interesante de esta serie de números racionales es que no sabemos (entre el 0 y el 1 por ejemplo, entre instante e instante) cual es el primer número de la serie ni el último, se trata de una serie infinita por arriba y por abajo. Lo único que sabemos es que un número natural cualquiera x multiplicado por su reciproco da 1. Tambien sabemos que cualquier número restado de sí mismo da 0, asi x-x=0.

Dicho de otra manera la unidad es el resultado de la conjunción de dos clases de variables (en este caso el tiempo), una discreta (el instante) y otra no-discreta (el transcurso). El tiempo es instante y es transcurso gracias a operaciones matemáticas que nuestro cerebro realiza de forma continua.

Ambos relojes, ambos tiempos funcionan de modo coordinado y es por eso que tenemos la percepción de movimiento (externo e interno) y tambien la percepción de que el tiempo fluye de atrás-adelante. Y que aunque siga fluyendo mantenemos una sensación de totalidad (de unidad), una sensación a la que llamamos Yo y que es una especie de guardián de nuestra integridad biográfica. De nuestra integridad como seres históricos.

Aun cuando no sabemos lo que es el tiempo, tenemos la intuición de que es continúo en cada instante. Sabemos también que esta dotado de una determinada frecuencia. Como una sinusoide:

La consciencia, quizás a través del tálamo nos induce a la percepción del tiempo psicológico. Esa extraña y a la vez familiar sensación de que algo avanza en algún sentido. De esta manera nuestro consciente nos hace navegar a través de la onda sinusoidal, como un punto que se desplazara a través de la misma.

El inconsciente-instante en cambio es estático. No hay percepción de tiempo psicológico. Es como un paisaje en el que hay elementos que están y otros que simplemente no aparecen. Matemáticamente quizás podríamos asimilarlo a un polinomio, cuyos componentes son tan solo sumas o restas de lo existente.

¿Cómo haremos para hackear el tiempo?  O según lo anterior, ¿Podemos concebir un polinomio que genere una sinusoide?

Brook Taylor fue un matemático nacido en el siglo XVIII. que concentró gran parte de sus esfuerzos en averiguar la ecuación diferencial de una cuerda vibrante. Fue precisamente a consecuencia de estos trabajos que consiguió elaborar el conocido Teorema de Taylor mediante el cual una función , bajo ciertas premisas, puede ser aproximada a través de un polinomio. Veamos ahora como se aproximaría una sinusoide de forma polinomial:

Es sugerente ver como el valor de la sinusoide se aproxima mediante una sucesión alternante de sumas y restas polinómicas. Interpretar esto en el plano de lo real exige dar un  fuerte salto intuitivo sobre el que hablaremos en el próximo post. Tomemos a la variable X como aquella idea instalada en el inconsciente. Quizás la forma de generar tiempo allí donde no lo hay sea hacer coexistir en él, aquella idea que ya está (suma) con su contraria (resta) a distintos niveles de intensidad (potencias y factoriales). La tensión generada puede ser suficiente para hackear el sistema atemporal.

Crear tiempo donde nunca lo hubo.

Nota liminar.- Mi paciente, la que describí más arriba mejoró de su depresión después de varios años de hospitalización y lo hizo de forma espontánea a través de un episodio hipomaníaco. Su estado de ánimo mejoró de tal manera que fue dada de alta de mi Hospital, de modo que le perdí la pista. Se, sin embargo que estuvo algún tiempo mejor en un estado de hipomania o elación que no precisó tratamiento hasta que murió de cáncer a la edad de 52 años.

Proyecto GMS (Global mind squeezing). Texto y pretexto: Francisco Traver y Agustin Morales.

12 comentarios en “La depresión y el tiempo (1)

  1. Qué interesante. Cómo distinguir si el enlentecimiento es parálisis por ansiedad o depresión (u otra cosa)? A veces me preocupo o estoy triste y me pongo lento, me cuesta realizar tareas, ordenar, hasta me que do mirándome al espejo o me cuesta quitarme la ropa, el cuerpo pesado, me he quedado mirando la mano que debía hacer algo…

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  2. Y tan discutible lo de que a los niños el tiempo les pasa deprisa porque se divierten y a los mayores muy lento porque se aburren. Más bien es todo lo contrario. El tiempo pasa más lento para los niños y más rápido para los viejos. Cuantas más vivencias nuevas, más lento pasa el tiempo. Si el marcapasos de la mente se acelera, el tiempo psicológico se dilata. Si en cambio hay bradipsiquia, el tiempo pasa volando. Es decir: bradipsiquia = te pasan los años volando. Taquipsiquia = el tiempo subjetivo se ralentiza. Comprobado científicamente.

    Por eso un niño tardará siglos en cumplir los 18 años mientras que un adulto se ve abocado a la vejez en un abrir y cerrar de ojos. ¿O es que ya nadie se acuerda de su infancia y lo eternas que se hacían las horas?

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  3. Nunca he logrado entenderme con las matemáticas, sin embargo, el título del post me resulta muy afín y me he obligado, sin mucho éxito, a tratar de comprender las gráficas y las ecuaciones.

    Pero a otro nivel, este trabajo me llevo a retomar un libro de un médico mexicano, Arnoldo Kraus, titulado. «El tiempo del Alzheimer». Kraus no es neurólogo sino reumatólogo, además un excelente escritor y un hombre comprometido con la Bioética, es decir, con el paciente. El libro está escrito a partir de una serie de reflexiones que le surgieron al autor, durante el tiempo de enfermedad y muerte de su padre.

    No anoto más, simplemente les dejo el link para los que estén interesados.

    Finalmente también se habla de lo que implica el tiempo en el que se vive el dolor.

    Haz clic para acceder a kraus-009.pdf

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  4. Gracias por ese enlace Ety, me interesa mucho.
    Lo del polinomio de Taylorsolo tiene un aspecto interesante para nosotros, como verás en el proximo post. Se trata de observar que hay sumas y restas pero no sumas y restas simples sino por asi decir que rozan lo infinitesimal por sus disores (factoriales).

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    • ¡Qué buena respuesta! ¿Y esos a quienes consultás los tenés en tu lugar o por internet? La verdad es que hay que construirse una red y tener maestros. A veces no es fácil.

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  5. Paco, con gusto puedo mandarte por correo sus libros en castellano, que son los originales. Sólo déjame en mi correo electrónico alguna direcciòn adonde enviarlos.

    También, si te interesa, puedo compartirte el mail del Dr. Kraus, es un buen amigo y además lo he consultado como médico. Puedes ponerte en contacto con él de manera fácil.

    Más que telepatía, creo que hay una gran afinidad entre tu actitud profesinal humanista y los trabajos de Kraus, así que es lógico que eventualmente se encuentren.

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  6. Cuando eres un niño y te portas mal, tu padre te da una lección que no te olvidas; eso te «entristece», te sume en una pequeña depresión, un cierto estado que es al tiempo siniestro y evolutivo (la evolución es siempre siniestra, parece). Es algo positivo y negativo a la vez; o al menos así se experimenta…

    Ahora, suponga que de niño era yo un pan de Dios, suponga que que mi padre me ha privado de la experiencia del castigo pues ¡para qué iba a castigarme si yo no lo necesitaba! Un buen día la cosa en mi vida se puso injugable y descendí, resbalé igual, pero justo igual que Alicia. Entré de manera «natural» en ese plano de conciencia deprimido. Porque, al fin y al cabo, los problemas y Papá vienen a ser lo mismo. Los problemas son el Papá de los adultos….

    Entonces ¿qué sucede? Bajas… bajas… bajas… desciendes tú solo, completa y perramente solo a ese estado de palabras tristes. Necesitas explorarlo todo y, para hacerlo, necesitas primero «hacerte del medio»; luego, con suerte, obtener una lección para el futuro. A veces para acabar entresacando la lección pueden transcurrir meses o años. Se trata de un proceso tan extenso porque en él tu juicio se transforma. No es sólo tu mente lo que se afecta sino también lo real, el cerebro material.

    Si has sido un niño (o niña) diablillo, la ley que ahora da soporte a tu juicio se ha escrito con palizas y castigos; la ley que llevas dentro tuyo son tus cicatrices. Pero si de niño fuiste un ser angelical ¿para que iban tus padres a maltratarte? En esos casos la hora te llega de grande.

    Yo veo a la Depresión como un estado de transformación material que genera cicatrices. Veo a la Depresión como un estado natural muy parecido al celo de los animales. El cerebro se abre a lo Real que es él mismo tras su estúpido nombre, se abre como un hermafrodita de miembro cortísimo que no logra penetrarse más que apenas. Esto mantiene la excitación depresiva sin ninguna finalidad más que la de permanecer en ese estado.

    ¿Para qué? Pues, humildemente, yo en esto veo sólo un loop. Es la Naturaleza que se ablanda a la espera de una intervención externa. Esto proceso de ablandamiento habrá servido de algo a lo largo de la evolución, ¿o no? El cerebro atraviesa una fase de ajuste y ese ajuste sólo puede operarse desde fuera. Somos sociales; la naturaleza lo sabe. Si hay suerte, alguien de fuera será lo suficientemente sabio como para sembrarte y te salvas.

    A veces si uno quiere conocer y «saber» de veras el mundo (adaptarse a él y no extinguirse) es natural y lógico que se vea uno obligado a abrirse a lo Real. Por supuesto existen distintos grados e intensidades de apertura. Un proceso de metamorfosis como este puede convertirse en una locura, como la que usted describe, si se produce de un modo muy apresurado.

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  7. he encontrado por casualidad este blog, y me parece interesante la percepciòn del tiempo, a mi particularmente, y haciendo uso de un comentario en el libro «la percepciòn del tiempo» de zimbardo, para mi que soy paciente con problemas psicologicos importantes, el tiempo me pasa como un reloj de arena en la que cae despacito cada grano y la arena nunca se acaba, otras veces me pasa ràpido cuando estoy màs contento, es agobiante sobre todo cuando tienes que pasar las tardes en casa mirando el reloj y el tiempo no pasa. no he pensado en una inmortalidad asì, bueno algunas veces, pero sì es verdad que algunas veces esta » insoportable levedad del ser» en dìas de

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