Capitalismo, melancolía y deseo


Karl Jaspers fue un psiquiatra y psicopatólogo alemán autor de uno de los libros más importantes- «Psicopatología general» -de nuestra especialidad. El asunto es que Jaspers no solo era psiquiatra sino tambien filósofo y debido a problemas de salud -según su propia confesión- eligió la filosofía como campo de trabajo abandonando la psiquiatría clinica.

Jaspers era uno de esos sabios acaparadores de un saber universal sobre la locura y los mecanismos psicopatológicos convencionales que operan en ella y lo hizo desde la simple observación y la fenomenología como herramienta. Se le atribuye la siguiente frase: «seria una lastima que la psiquiatria renunciara a la filosofia».

De modo que si Jaspers levantara la cabeza y viera que nuestra especialidad se ha reducido a un solo volumen estadístico de trastornos mentales, simples listados de síntomas sin ninguna teoría que los sustente y que las neuroimágenes han sustituido a la exploración psicopatológica volvería a pedir morirse de nuevo

La verdad es que la psiquiatría está mas relacionada con las ciencias sociales como la filosofia, la moral, la literatura, el arte, la antropología, el mito, la sociologia, la religión y la historia que con las ciencias naturales. Es verdad que la biología ha hecho grandes aportes a la medicina en general, pero es muy posible que lo que en la medicina -y sus progresos- hayan sido ventajas para la psiquiatría sean un obstáculo.

Lo cierto es que en la psiquiatria actual existe demasiada naturaleza y muy poca cultura, pocas ciencias sociales. Asi los psiquiatras hemos dejado de preguntarnos ¿qué es el rencor y como se disipa? ¿sirve de algo el perdón? ¿como salir del bucle culpabilidad/ inocencia o del tener/ser? ¿qué podemos aconsejar a las personas que se sienten invadidas por instancias alienadas y que las llevan a vomitar, a deprimirse,  embriagarse, disociarse o sentirse abrumadas, perdidas o confusas sin saber por qué? ¿Sirven los sintomas para hurgar dentro de nosotros mismos o por el contrario perseguimos remedios a fin de quitarnoslos de encima sin reflexionar sobre ellos?

¿Tienen estos problemas alguna solución moral, algo que pueda evitar los tratamientos fisicos y que proporcione recursos a los sujetos individuales para manejar su vida?

Pues claro que si, yo diria que la mayor parte de los problemas que vemos de forma ambulatoria pueden manejarse sólo con herramientas de este tipo, no son necesarios los fármacos para lidiar con las pequeñas o grandes adversidades que aquejan a los hombres. Sólo que….es necesario que nuestro pacientes no alberguen expectativas excesivamente medicalizadas sobre su malestar, una cuestión que les proporciona muchas ventajas, nombraré la más importante: la irresponsabilidad frente a sus malestares y una desventaja: la alienación que atribuye a algo externo, desconocido o sobrenatural su malestar.

Pero para poder ayudar a nuestros pacientes hemos de saber algunas cosas que ya no pertenecen al saber psiquiátrico actual y que han caido en manos de teólogos, filósofos, poetas e historiadores. No estoy proponiendo una nueva experiencia de neo-multidisciplinariedad sino una nueva formación para los psiquiatras. No hay que fiarlo todo a los psicofármacos y hemos en consecuencia de adquirir habilidades en territorios vecinos a nuestra disciplina.

El deseo, ímpetu o drang.-

¿Qué sabemos del deseo? Probablemente un psiquiatra sabrá mucho de la via dopaminérgica (sustento de las vias del placer y de la recompensa) y sabrá también que la via dopaminérgica es una via a medio hacer, que admite múltiples entradas pero que ninguna es por sí misma completa. Es una via aperitiva que no lleva sino a una conducta de búsqueda pero no es en absoluto una via de consumación del placer por sí misma.

De manera que más que hablar de la via dopaminérgica hablaremos del deseo. Y es deseo todo aquello que nos impulsa en pos de la consecución, adquisición o consumación de algo que se nos revela como placentero y por tanto deseable. Al deseo le pasa lo mismo que a la via dopaminérgica: nos impulsa hacia algo pero no lleva implicita la consumaciónde ese algo en su propia configuración deseante.

Con el deseo pueden suceder dos cosas: que se cumpla o que se frustre. Pero antes de escudriñar sobre estas dos posibilidades es necesario preguntarse ¿de dónde sale ese deseo? ¿Es innato y connatural en el hombre? ¿Es el deseo un simple instinto como lo que impulsa a los animales a copular, comer o evitar los peligros?

Deseo tiene dos acepciones: lo que deseamos y el cómo hacemos para desearlo. ¿de dónde sale ese ímpetu?.

Es desde luego algo innato pero necesitamos hablar de una nueva vuelta de tuerca.

El deseo es la condición del lenguaje: de la disociación original que nos divide entre sujetos y objetos. Sin lenguaje no hablaríamos de deseo sino de instinto. El lenguaje es lo que eleva el instinto a la cualidad de pulsión, inconsciente, voluntad o como queramos llamarle pues nos porporciona la idea de que nos falta algo, y de que esa falta está en nosotros y en el otro. El otro es o tiene lo que nos falta. Deseamos porque estamos (nos sabemos) en Falta es decir sabemos que estamos y somos incompletos.

Esta es la desgracia humana y tambien nuestra sublimidad: el pecado original que nos hace conocedores del bien y del mal.

Lo que deseamos pues es la completud para lo cual disponemos de un motor que nos impulsa en pos de la consecución de algo. Deseamos luego nos movemos, nos dirigimos hacia algo, la acción es la cara visible del deseo.

El deseo supone un bucle melancólico pues apenas se satisface inmediatamente acude el viejo Saturno con su sensación de saciedad. Una saciedad que propone un duelo, un periodo refractario donde el deseo se remansa para volver a aparecer más tarde renovado en otro deseo que pretende ser satisfecho como una necesidad perentoria, una prolongación ortopédica del anterior. Dicho de otro modo: la alternancia entre deseo-satisfacción-duelo y reparación es la guía que nos induce a seguir viviendo-deseando y persiguiendo a veces señuelos que confundimos con necesidades seducidos por lo material.

Es lógico que el capitalismo haya tenido tanto éxito como modelo económico organizacional de lo humano pues se adapta perfectamente a la naturaleza del deseo humano y al disociar el valor y el precio de las cosas propone nuevos señuelos para que los individuos los persigan incesantemente uno tras otro con una condición: hay que tener dinero para seguir esos engaños. Y a veces nos olvidamos de que las mejores cosas de la vida son gratis (tienen mucho valor y un escaso precio si es que lo tienen).

De este modo, es mi impresión que el capitalismo no debe ser visto como un modelo malvado organizado por alguna extraña entidad secreta con base en Manhattan, sino que -como todo invento humano- tenemos que atribuirnoslo a nosotros los humanos y su éxito a lo bien que empasta con las raíces de nuestro deseo.

La melancolía es precisamente la inacción, la inmovilización del deseo y es por eso que el mejor remedio para ella es el trabajo, la acción que algunos pacientes convierten en hiperactividad o manía, no cabe ninguna duda de que la hiperactividad maníaca es la forma de autocuración (poco eficiente) que encuentra a veces el melancólico para salir de su marasmo.

El melancólico se propone detener el deseo apenas formulado y se opone a él en tanto en cuanto lo siente o bien como algo inalcanzable o bien porque se opone a sus propias convicciones. El melancólico está en pugna con sus deseos y es por eso que el deseo acaba empaquetado como una condensación de goce que es apenas visible tras la fachada de sus síntomas en los que el celofán que los envuelve suele ser o bien la culpa -que suele ser exagerada o incomprensible por un interlocutor sensible- y la obscena exhibición de una autocondena que aparece como una especie de espectáculo valleinclanesco, una autoinmolación esperpéntica que nadie exigió.

Y que muchas veces termina convirtiéndose en un lamento que remite a un desengaño concreto, a un desencanto más o menos comprensible pues la depresión tiene anclajes comprensibles en la realidad y es por eso que nos resulta tan familiar. Es como si el sujeto hubiera perdido algo irreemplazable, como si el duelo por esa perdida no pudiera ser realizado, como si el sujeto hubiera perdido su capacidad de desear por falta de combustible vital.

La melancolia es pues la averia de nuestro motor deseante y es en opinión de algunos de mis colegas (Fernando Colina entre otros) la erosión, la herida central que preside lo humano. Una averia que se coagula en un dolor sin tiempo, ni posibilidad de redención, pues la melancolia es en realidad una forma de relacionarse con Dios, la culpa es un tributo a lo divino y la condenación con la que el reo se juzga: una invitación al culto de un Dios vengativo que exige sacrificios humanos.

El tratamiento de toda melancolía es laicizarla y convertir esos tributos a la divinidad en intercambios interpersonales entre seres carnales que siguen su conatum equipados para la responsabilidad individual a través de la dirección de la propia conducta, la aceptación del dolor como parte de la vida y el rechazo de los señuelos que nos hacen creer que tenemos derecho a todo y que somos perfectos, independientes, competentes, honrados y eficaces.

Humaniza tu depresión y serás libre.

Bibliografía.-

Fernando Colina. «Melancolia y paranoia». Sintesis. madrid. 2011.

Karl Jaspers. «Psicopatologia general». Mexico FCE. 1993

15 comentarios en “Capitalismo, melancolía y deseo

  1. El post me ha parecido genial. Aparte de recuperar el concepto de melancolía, olvidado en no sé qué saco, pero palabra grabada en bellísimas obras de arte como el grabado de Durero que comenté en este post tuyo:

    Durero y Bacon


    Post que me impactó mucho por esa imagen de María Magdalena de Donatello.

    Explicar, además, cuáles son las bases en las que se sustenta el deseo humano,» Dios deseado y deseante «, alejado del instinto animal o, por lo menos, elevado sobre éste pero diferente, es muy sabio.

    Por cierto, me acuerdo que yo dije que en el grabado de Durero yo no observaba la melancolía sino rabia proyectada en bilis negras de Saturno, sin embargo la rabia se puede encontrar también dentro de la melancolía por la frustración que conlleva que el objeto de deseo se muestre inalcanzable ¿no? – la pregunta no es retórica, es que no lo sé.

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  2. Extraordinario post Paco, yo sólo le quitaría el punto final, pues quería seguir leyendo

    El trabajo me deja un reflexión: ¿Cómo podríamos humanizar una depresión, en esta era que, siguiendo a Lipovetzky, nos ha llevado a vivir en el vacío?

    De nuevo felicidades y mi agradecimiento por este escrito.

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  3. Mi impresión es que las enfermedades mentales guardan una cierta relación con la divinidad y es logico puesto que desde la desaparición de los psicompompos (los mediadores entre lo divino y lo humano) los humanos nos hemos quedado solos frente a lo Real con el unico toldo del lenguaje que nos resguarda de las acometidas de la pulsión. De modo que los humanos no tenemos más remedio que inventarnos un Fundamento laico como propuso Varela si queremos estar a buen recaudo de las embestidas de ese monstruo: «el mundo tal y como es» que decia Nabokov o de la metafisica de la realidad que ha comentado Josemari aqui mismo en este blog.

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  4. Creo que el deseo se volvió dañino cuando pasó a ser considerado un derecho y concebido como obligación.

    El despertar de la lucidez, con todo el dolor que provoca, nos permite enfrentar esa embestida brutal de la metafísica de la realidad a la que hacía referencia Josemari en el post anterior.

    Se puede vivir con lucidez. Sólo hay que alimentar los motivos. Los propios. Son los motivos propios los que cuentan.

    » Si uno puede conservar la cordura y cumplir con normas y rutinas en las que no cree es porque la lucidez nos hace ver que la vida es tan banal que no se puede vivir como una tragedia(…) La lucidez es un don y es un castigo (…) Está todo en la palabra. Lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y Lucifer viene de Luz y de Fergus, que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz, el que trae la luz que permite la visión interior: el bien y el mal, todo junto, el placer y el dolor. La lucidez es dolor y el único placer que uno puede conocer, lo único que se parecerá remotamente a la alegría será el placer de ser consciente de la propia lucidez. El silencio de la comprensión, el silencio del mero estar. En esto se van los años. En esto se fue la bella alegría animal. » -(Lugares comunes, 2002)-.

    Un saludo

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    • Sí, disculpa por no aclararlo antes. Es una película de Adolfo Aristarain (director y guionista, junto a Kathy Saavedra) basada en la novela «El renacimiento» de Lorenzo F. Aristarain.

      Curioso lo del Phosphorus y fenomenal el post.

      Un saludo

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  5. Yo te diría que la lucidez es lo contrario al dolor.

    Y no tiene que ver ni con Lucifer ni con la luz de la Aurora ni con el Santísimo Sacramento. La lucidez no es una palabra, ni una metáfora, ni las telarañas que encadenadas forman un cuadrado. La lucidez es una posición de la mente, un estado, como ahora cuando escribo.

    Cuando uno es lúcido a nadie engaña y camina gravitando a dos palmos del suelo y vive en otra tierra pisando las mismas pisadas y la misma prisa.
    Llega antes y se cansa más tarde. Lo arregla todo sin hacer apenas nada. Lleva toda la carga y camina más ligero.

    La lucidez no es un reclamo. Es en el sitio donde todos deberíamos vivir. Desde ese punto de mira, la libertad, el sexo, la riqueza o todas esas cosas importantes no son tan importantes. La sangre fluye como un manantial que no tropieza, y se oye a tu cuerpo en su silencio, y la mente puede creer o dejar de creer sin pensar que lleva lastre.

    Piensa por ti mismo.

    Salud.

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    • Lo siento pero no soporto el lenguaje profético lleno de conjeturas, nieblas y runrunes. Las personas no somos animales.
      Detrás de cada palabra amarga debe nacer una palabra de ayuda. A mi amada le digo:” que te trague la tierra”. Pero luego le digo: “que te trague conmigo”.

      Toda la literatura apocalíptica y oscurantista es una mierda. La del runrún.

      La vida puede ser ruinosa pero un poeta jamás lo dirá con esas palabras, porque su función es superar con palabras ese descalabro y dar una vía, al menos para que el poema, ensayo o disparate, termine superando a esa realidad dañina.
      Y no es mentira. Es lo que supone crear.

      Crear y destruir, alumbrar y asustar, enseñar y morder no son lo mismo. No son lo mismo. ¿Lo oscuro es más interesante? ¿Por qué? ¿Porque no entiendo nada?
      La aventura empieza cuando empiezas a comprender las cosas.
      Salud.

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  6. Me inclino por la concepción de lucidez de Josemari. En mi opinión, ni es una herramienta (como dice Quaralenik) para sobrevivir a esa embestida de la realidad, pues embestida suena un poco a toro amenazador y, personalmente, ese aspecto aparentemente metafísico de la realidad me parece precisamente un síntoma de lucidez, ni tampoco -creo- hacen falta para tenerla lo que Quaralenik llama motivos. Simplemente ocurre, como ocurre el chispazo que hacen ciertos cables en contacto. A algunos les ocurre en estados que llamamos ENOCs, a otros les es dado como un don espontáneo con distinta frecuencia y detonantes, otros practican años de disciplinas diversas para alcanzarlo. Pero la lucidez -esa que desde el albor de los tiempos ha tomado de la luz su mejor analogía- es siempre gozosa; a nadie gusta la oscuridad, ni la noche oscura ni el día oscuro. «Y dele Dios a gustar…» etc. 🙂

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  7. Acabo de dar con tu blog, te agradezco el enlace…

    Muy bueno este post del querido Jaspers…

    La melancolía, el spléen de los simbolistas franceses, el drung de los románticos alemanes, denominadores comunes de un mismo sentimiento: el de añoranza, pérdida y consecuente ruptura, tan propios del hombre del S XIX y siguientes;

    Un Actual Presagio del Pasado: “La Nostalgia”:

    La tristeza se alimenta del presente; la nostalgia lo hace siempre del pasado. Y en cuanto a lo que diferencia a la nostalgia de la melancolía, todo depende de cómo se conciba la segunda. Si la melancolía se entiende como hipocondría, y esta, a su vez, como un temor excesivo e infundado a la enfermedad, tal como hace Kant, es claro que nada de eso tiene que ver con la nostalgia. Y lo mismo si la melancolía es trasladada a un ámbito estrictamente psiquiátrico, ya sea viéndola como un fenómeno asociado al duelo, como piensa Freud, que la considera como la reacción que sigue a la pérdida de un objeto amado, ya sea, como hacen Julia Kristeva y otros, entendiéndola del todo similar a la depresión, o como depresión sin más, evidentemente tampoco; tampoco nada de esto tiene que ver con la nostalgia. Porque del duelo se sale, más tarde o más pronto, pero de la nostalgia jamás; y jamás la nostalgia es una depresión y el nostálgico un deprimido…

    Un Actual Presagio del Pasado: «La Nostalgia».-

    Un gran saludo,

    Aquileana 8)

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