¿Qué se siente al ser un murciélago?


Thomas Nagel es un filósofo de la mente que ha pasado a la historia de la neurociencia por haber escrito un articulo titulado del mismo modo que este post donde se plantea si nosotros seríamos capaces de ponernos en la experiencia subjetiva de un murciélago y conocer los extremos de qué se siente en una situación como ésta.

El tema no es baladí porque el «problema dificil de la mente» del que ya hablé en este post tiene que ver con la imposibilidad de la conciencia humana de experimentar cualquier cosa más que en primera persona. Esta es precisamente la dificultad de un estudio científico de la conciencia, donde somos a la vez sujeto y objeto de experimentación, algo insólito en la ciencia donde por definición, el objeto estudiado es siempre algo ajeno a nuestra propia subjetividad, algo que está ahi afuera y que puede por tanto ser diseccionado en partes y donde el sujeto observador puede mantenerse neutral frente a su investigación.

El argumento de Nagel trata de ser un argumento contra el fisicalismo y la elección del murciélago no es banal: no está tan alejado de nosotros como una araña o una abeja (es en realidad un mamífero) ni tan cercano como un perro o un gato, animales domésticos a los que solemos atribuir estados emocionales, pero sabemos que su experiencia mental debe estar muy alejada de la nuestra porque en lugar de visión disponen de un sistema de ecolocalización por sonar, lo que nos lleva a pensar que su experiencia subjetiva no tiene nada que ver con la experiencia subjetiva humana tan determinada por los canales sensoriales conocidos.

En realidad el experimento mental del murciélago de Nagel tiene mucho parecido con el que planteaba Franck Jackson a propósito de una supuesta científica, Maria, que sabe todo sobre el color pero siempre ha vivido en un mundo sin color (quizá por alguna extraña enfermedad de la visión) ¿qué sucederia si recuperará su visión del color?

Segun Jackson lo que sucederia es que la experiencia de Maria al no disponer de qualias para experimentar el azul del cielo – y aun sabiéndolo todo sobre el color azul- no podria tener la experiencia del azul.

Para ambos pensadores de la mente, esta es la demostración de que el fisicalismo es incompleto y no llega a explicar del todo la conciencia humana. Nagel sostiene que todos nosotros podemos imaginar qué es lo que se siente al ser un murciélago, pero no podemos tener la experiencia directa y subjetiva del murciélago, nunca podremos conocer la intimidad subjetiva de su existencia.

Mi opinión personal sobre este asunto puede resumirse en esta frase:

Nadie sabe qué se siente al ser un murciélago pero el murciélago aislado tampoco.

Maria no podria acceder al qualia del azul sin alguien que la introdujera en su conceptualización. «Esto es azul».

Dicho de otro modo el murciélago no es una entidad abstracta y no puede entenderse de forma aislada de su quiroptereidad.

Efectivamente el otro es inconmensurable, inabordable, inaccesible en su intimidad o subjetividad, existe una discontinuidad entre las conciencias de los humanos que nos hace ser extranjeros a la hora de escrutar la subjetividad, qué piensa o siente ese otro próximo que se encuentra a nuestro lado por ejemplo. Sin embargo nosotros los humanos poseemos de serie , nuestra conciencia posee otras prestaciones que al parecer han resultado evolutivamente de un enorme interés para nuestra supervivencia: me refiero la capacidad de comunicar nuestros estados a otros a través de estados mentales altamente informativos y a la teoria de la mente (ToM) y a sus prestaciones más conocidas la empatía entre otras.

La teoria de la mente es una conjetura, es decir una aproximación a lo que siente ese otro inaccesible, una posibilidad de advertir algo que no necesariamente es una verdad objetiva, nos imaginamos las intenciones de los otros y les atribuimos intencionalidad. ¿Podemos equivocarnos?

Claro, pero y el otro, me refiero al sujeto observado ¿tiene ese otro una conciencia objetiva de por sí, aislada del contexto, y autónoma de mi?

Hace algunos años François Truffaut dirigió y protagonizó una película muy celebrada en aquel entonces titulada «El pequeño salvaje» que al parecer narra un hecho real. Un niño fue rescatado en un bosque francés y traído a la fuerza a la civilización donde trató de ser rehabilitado socialmente por un médico (el propio Truffaut) que comenzó con el niño en cuestión lo que podriamos llamar un programa de rehabilitación de sus habilidades sociales, algo que transcurrió enmedio de muchas dificultades debido a la incomprensión y la hipocresía del mundo civilizado y de otras no esperadas como la añoranza del niño por sus condiciones anteriores. Lo cierto es que la tesis que el film pretendia defender es que la resocialización podia resultar muy potente incluso en personas que han sido sometidas a toda clase de privaciones pero para mi el film remite a una verdad más allá de la necesidad de que los seres humanos vivamos en entornos sociales para poder desarrollarnos.

Me pregunté acerca de la conciencia de aquel niño y es evidente que lo que llamamos conciencia no puede expandirse o desarrollarse en esas condiciones de privación selvática, el pequeño salvaje era un humano potencial pero su desarrollo psíquico no había alcanzado ni siquiera la capacidad de un bebé de seis meses, no podemos por tanto comparar aquella conciencia con una conciencia adulta. Para mi es más que evidente que nuestra conciencia -al menos las prestaciones más sofisticadas de ella- no emergen espontáneamente del cerebro sino que precisan de reentradas y modulación sociales, sin un otro ahi afuera que aportara estimulación, seguridad, sincronías, predictibilidad, alimento, apego, texturas, palabras, prosodias, sonrisas, gestos, caricias y enseñanzas no podriamos construir una conciencia desgajada del común de la naturaleza y no seriamos otra cosa sino animales parecidos al «pequeño salvaje» que ni siquiera habia accedido a la bipedestación.

Dicho de otro modo: lo que nos confiere humanidad es un entorno social humano orientado hacia el cuidado.

Lo que confiere estructura consciente al humano es la conciencia del otro que gestiona y coordina a partir de su imaginación nuestra propia conciencia. Antes de eso no hay conciencia sino presciencia.

Y lo que nosotros hacemos es introducir en nuestro interior aquella imaginación del otro, algo que psicológicamente llamamos identificación.

Visto de este modo el problema difícil de la coniciencia cambia de lugar: en realidad lo que emerge de las conexiones neuronales son estados prescientes (tal y como les llamaba William James), para que exista conciencia propiamente dicha es necesario que exista alguien que ejecute el mecanismo de infiltrar información significativa a un estado presciente. Alguien que ejecute y oficie las reentradas ordenadas, secuenciadas e informativas suficientes para que la presciencia se convierta en conciencia, no hay conciencia sin conciencia de lo otro, del No-Yo.

No puede existir murciélago ni subjetividad murciélaga sin un entorno, una cultura murciélaga. Nosotros no podemos acceder a esa subjetividad porque no somos murciélagos pero sí lo hacemos con nuestros semejantes significativos y además lo hacemos constantemente, algunos de nosotros hemos hecho un oficio de esa habilidad: el escrutinio de las conductas ajenas que son muy informativas por más inabordable que resulte un sujeto.

Es imposible no comunicarse.

El otro no es tan inaccesible porque su subjetividad fue generada por una subjetividad muy parecida a la que yo tengo acceso. Pues la mia también surgió de un otro semejante. Es por eso que nuestras subjetividades a pesar de ser subjetividades idiosincrásicas son al mismo tiempo comunicables y de alguna forma predecibles pues el género humano a través de la cultura ha llegado a un consenso acerca del catálogo de experiencias subjetivas transmisibles.

Es verdad que determinadas experiencias no consensuadas no pueden ser fácilmente comunicadas, ¿qué sabemos de la experiencia esquizofrénica salvo lo que nuestros pacientes nos cuentan?

Se trata en este caso de experiencias de disenso, pero así y todo los esquizofrénicos llevan mucho tiempo -a quien quiera oir- comunicando su experiencia de fragmentación del mundo, su problema con la corporeidad, sus voces interiores y sus visiones y delirios, es decir ellos han sabido encontrar las palabras para describir sus experiencias a veces inefables.

Es posible compartir experiencias en tercera persona por una sencilla razón: todos tenemos una mente parecida. Sólo cuando tratamos de sacar a empujones nuestra mente de la escena sobreviene la paradoja que mas arriba señalaba.

Sólo una mente humana puede comprender a otra mente humana. Y sólo las mentes humanas -además- poseen comprensión.

Y para saber qué se siente al ser un murciélago habría que ser un murciélago que practicara la fenomenología.

Nota liminar.- La fenomenología es una parte de la filosofia de la mente que sostiene que solo podemos acceder al conocimiento de los fenómenos de la conciencia y a través de una única herramienta: nuestra propia mente. Sin meter nuestra propia subjetividad en el estudio de la conciencia no llegaremos nunca a saber nada de la conciencia sino del cerebro.

19 comentarios en “¿Qué se siente al ser un murciélago?

  1. Señor Traver, ha quedado muy propia la ilustración de su murciélago particular…me ha gustado mucho! 😉
    Hace años, cuando ví la pelicula de Truffaut a la que hace referencia en el post, quedé impresionada por la historia y sí mi reflexión fue en el mismo sentido: nuestra humanidad es producto de un proceso socializador complejo.
    Me sé porque existe el otro que es similar a mí y sin embargo no puedo saber con exactitud que siente el otro aún sabiéndome, es entonces cuando la experiencia es a veces el puente necesario para salvar distancias interiores.
    Bueno como aquí no hay manita, se la pondré en FB :-))

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  2. Es difícil saber qué puede pensar otro ser humano, pero lo del murciélago ya me parece inescrutable.
    Muy acertada e iluminadora la frase : » el género humano a través de la cultura ha llegado a un consenso acerca del catálogo de experiencias subjetivas transmitibles.» El papel de la cultura como medio transmisor del conocimiento humano es lo que ha hecho posible que el hombre avance por encima de la esfera de sus capacidades y no quede como un buen salvaje metido dentro de su pequeño YO.

    Por otra parte espero que la foto no sea sacada del natural aunque me parece genial, genial, genial.

    Un saludo.

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  3. Ante tanta mención a la foto tanto en la red social como aquí, la ilustradora amateur debe hacer constar (1) que la idea original surgió del maestro Carmesí, y (b) que el arte de la fotografía, como en la vida real, se apuntala principalmente en la suerte de estar en el momento oportuno en el lugar oportuno (elemento que ha cambiado de ubicación desde la digitalización de imágenes), y también, por supuesto, en la paciencia de esperarlos. Pero gracias igualmente 🙂 Que voy a decirle yo a Francisca, con lo buena fotógrafa que es…
    (curiosamente la noche pasada he soñado, precisamente, que debía esperar pacientemente para hacer una foto a una ola especial)

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  4. Sí Ana, yo también recordé a A. Watts o en algún punto de la lectura del post establecí una conexión entre ambos, aunque Francisco escribe del conocimiento de la otredad desde otro punto de vista creo.
    Watts, según recuerdo, escribía, bajo la inspiración del Tao y del budismo Zen, de la realidad que percibimos y cómo la percibimos y recreamos ; como citas más arriba, si ese árbol cae ¿hace ruido?
    Mis felicitaciones a la ilustradora! 😉

    P.S Acabo de releer tu comentario más arriba, diría yo que hubo algún cambio cuántico jajaja!
    Bueno Ana pues muchas gracias por tu mención y mientras que esperamos esa Ola única,
    aquí una que siempre me gustó: http://legadohereje.files.wordpress.com/2009/03/hokusai.jpg

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  5. Con respecto al ruido de Ana:
    El ruido es un qualia cuando es percibido por una coniciencia pero seguiria siendo ruido si no hubiera coniciencias capaces de percibirlo, es como preguntarse si la Tierra tuvo glaciaciones antes de que hubiera vida en ellas, sabemos que las hubo.
    El concepto de no-Yo no tiene relación alguna con la abolición del Yo que pregonan los budistas sino con la aparición del otro, un cuerpo y una subjetividad que no es la nuestra: la emergencia de la alteridad.

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  6. Me refería a algo que dice Watts cuando distingue (hacía falta esa aclaración, sorry) el sonido del ruido, siendo el sonido lo causado digamos objetivamente, y el *ruido* la confluencia entre el árbol que produce el ruido-en-sí, más el oído de humano conciente que lo percibe, decodifica, etc. Ahora sí, pero si aún no, como prometí ya se lo aclararé con más tranquilidad 🙂

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  7. Hola,
    Leí el post, y no sé si entendí bien, pero me parece que el argumento de Nagel va dirigido al reduccionismo de todo estado mental a un estado cerebral, en donde, dado caso que la conciencia fuera algo adquirido, ya sea de la manera en que usted lo explica o de otra, tendría que ser, en tanto estado mental, un estado cerebral.
    El problema no está en que el murciélago pudiera tener conciencia y nosotros acceso a su experiencia del mundo; si ponemos más bien una hipotética raza de extraterrestres inteligentes que pudiera entender nuestra ciencia en nuestro lugar, y a nosotros en el del murciélago, sucedería lo siguiente: los extraterrestres no tendrían acceso alguno a nuestros estados mentales a través de la comprensión de nuestros estados cerebrales, porque los segundos son objetivos, mientras que los primeros, dado que son esencialmente subjetivos, no parecen poder entrar en el ámbito de la objetividad, y por tanto, de la ciencia que les permite «entender» lo que «son» los seres humanos. Ellos creerían que somos seres sin conciencia, y quién sabe con qué tipo de vida mental, así como a nosotros nos pasa con los murciélagos.

    Nagel no plantea que los murciélagos tengan conciencia, ni tampoco que pudiéramos alguna vez acceder a su experiencia murcielaguil… Tampoco defiende que los estados mentales no sean estados cerebrales, pero sí que no entendemos (claro, habla de 1979, fecha en que escribió el artículo) qué estamos diciendo cuando afirmamos lo anterior, de la misma manera que un niño de primaria no entiende lo que dice cuando afirma que la materia es energía.

    Mi interpretación del texto es bastante precaria como puede ver, y soy consciente de que la carne del artículo debe estar más bien en la concepción de experiencia, subjetividad, objetividad, y por supuesto de conciencia, que se proponen en él, por eso le agradecería retroalimentación. Gracias.

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  8. Gracias, tiene razón y tal vez no supe expresarme.
    A lo que me refería es que los estados cerebrales no permiten saber el estado mental en el que se encuentra la persona porque este segundo tiene una naturaleza subjetiva que se escapa a la explicación objetiva de la reducción.
    No obstante, no creo que se rechace rotundamente la posibilidad de una traducción, porque la propuesta del mismo Nagel consiste en «buscar un conocimiento más objetivo de lo mental por derecho propio», construir una fenomenología objetiva que no dependa de la empatía o imaginación para «describir el carácter subjetivo de las experiencias en forma comprensible para los seres incapaces de tener esas experiencias».
    Gracias.

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  9. Bueno Juliana, un apunte: entre «estado cerebral» y «estado mental» hay una distancia demasiado larga para ser recorrida en un solo paso. Por otra parte no todos los estados mentales son subjetivos, muchos de ellos están ahi para mostrarse (imaginate un leon que quiere comerte), su estado mental es profundamente informativo de sus intenciones.
    Pero estoy de acuerdo en lo que dices de una fenomenologia objetiva o lo que hoy llamamos ciencias de la conciencia, una disciplina emergente que ha sido olvidada por la ciencia en la convicción de que era demasiado subjetiva para un estudio cientifico.

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  10. Me gustaría que Nagel tuviera experiencias como las siguientes:
    Primero sentí al lado mío, como parte mía un perro. Salí de mi casa, corriendo sin saber cómo ya estaba en un sitio en el cual había mucha vegetación y agua; caminamos por la orilla del río y de pronto me sentí volando, era un ave y miraba mientras volaba muchos bellos paisajes, bosques entre cerros y agua (ríos). De pronto sentí la música como que venía del mar y me vi con otras aves juntas en la orilla del mar. Luego emprendí el vuelo nuevamente por sobre aquellos árboles de un verde maravilloso y sobre un agua muy cristalina.
    Me sentí un águila que planeaba en la región de Magallanes. Sentía el aire que tocaba mis alas, como era planear, sin hacer esfuerzo. Le pedí bajar para sentir como movía su cuerpo. Era sentirme libre, igual que ella. Me comuniqué con lo que ella sentía, su libertad, su fuerza y su libertad.
    Veía con los ojos el nivel de la superficie del agua y me di cuenta que el caimán que flotaba en el agua era yo.

    Me encontraba en la selva con mucho temor. De pronto se me fue el miedo. Me había convertido en tigre.

    Venía volando como un pájaro en el mar. Divisé unas ballenas y me convertí en ellas.

    Primero me convertí en caballo. Después empecé a volar como un pegaso hacia el sol.

    Sufrí una transformación; de águila me convertí en delfín y después en mariposa.

    Me veía caminando y comienzan a caer estacas del cielo. Como esto me daba miedo, observo un pequeño chanchito de tierra y me convierto en él. Me siento pequeño, con una caparazón y me cuesta moverme. De pronto escucho un gemido de alguien y me convierto en un tigre en la selva para ir en su ayuda.

    A medida que continuó la meditación tuve una visión de una chinita (insecto) que posteriormente se acercó a una jirafa. Las manchas de la chinita se integraron en las manchas de la jirafa. Esta fue a beber agua y con burbujas saliendo de su cuerpo se transformó en caballito de mar.

    Después de estas, y muchas otras experiencias, creo que Nagel cambiaría de opinión.

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