Convalecientes


Las mujeres tienen que estar descansadas y sobre todo tienen que hablar y mantener relaciones con otras mujeres (Dicho de mi abuela).

mafalda

La convalecencia es el periodo de tiempo necesario para que el organismo se recupere después de haber sufrido una enfermedad. Se trata de un concepto hipocrático que tuvo su apogeo durante el siglo XIX y el XX, con instituciones propias, casas de reposo, balnearios, etc, sobre todo a partir de enfermedades infecciosas como la tuberculosis una verdadera pandemia en esa época. Aunque convalecer se aplica no solamente a las enfermedades infecciosas sino también a intervenciones quirúrgicas o a accidentes puede definirse como el tiempo necesario para recobrar la salud -la restitutio ad integrum– después de una enfermedad.

El concepto de convalecencia está unido al concepto de vix medicatrix, es la espera necesaria para que el organismo supere una enfermedad y se restablezca de ella por sus propios medios, usualmente porque se carecía de tratamientos. De manera que convalecer en origen era el subproducto de una carencia de tratamientos efectivos o de un cirugia que minimizara los riesgos quirurgicos.

Si  reflexiono sobre este concepto es a raiz de una serie de conversaciones que he tenido recientemente sobre una cuestión adherida a la anterior: el tiempo de reposo. ¿Reposamos lo suficiente’¿Sabemos descansar?

Lo cierto es que los conceptos salud y enfermedad son bastante toscos y nos obligan a pensarlos como opuestos, una especie de elección binaria. O estamos sanos o estamos enfermos, pero, ¿Es esto verdad?

Con independencia de si lo es o no, lo cierto es que nuestro sistema sanitario y los entornos laborales están diseñados para sujetos industriales, sometidos a horarios y  a legislaciones que prescriben bajas médicas y proponen incapacidades definitivas cuando existen diagnósticos claros en donde se supone que la salud no volverá a recuperarse. Si estás enfermo al Hospital y si estás sano a trabajar. Esta es la consigna que seguimos a rajatabla.

Pero la verdad de este asunto es que la mayor parte de nuestra vida la pasamos en tierra de nadie, ni estamos sanos ni estamos enfermos, y a partir de cierta edad vamos acumulando achaques, deficiencias, incapacidades y limitaciones. Ni estamos sanos ni estamos enfermos aunque cada uno de nosotros puede -subjetivamente- ubicarse en un punto cualquiera del continuum de ese espectro. De hecho podemos sentirnos enfermos sin estarlo.

Es por eso que algunos autores como Richard Smith propusieron el termino de no-enfermedades para describir ciertos estados sin explicación médica. Lo que me propongo a continuación es ampliar un poco más el horizonte de este concepto relacionándolo con el reposo, la necesidad de reposo y la incapacidad de algunas personas de reposar el tiempo necesario.

Algo parecido sucede con el binomio, trabajo-ocio. Contemplado de este modo pareciera que trabajar y divertirse sean cosas opuestas. O estamos trabajando o estamos divirtiéndonos, pasando por alto el hecho de que ciertas personas son capaces de divertirse en su trabajo. Pero la verdad del asunto es que la mayor parte de nuestra vida transcurre en un segmento de realidad que nada tiene que ver ni con el trabajo, ni con la diversión. Eso que ha venido en llamarse «tiempo libre» y que hacemos equivaler al ocio en realidad no tiene nada de divertido. La mayor parte de nuestro tiempo lo pasamos sin hacer nada de «provecho», pensamos, caminamos, leemos el periódico, conducimos para ir de aquí para allá, vemos la televisión o mantenemos conversaciones intrascendentes sobre temas imprecisos. Por no decir que nos aburrimos o simplemente que pasamos el rato sin hacer nada o repitiendo tareas repetitivas.

Y sin olvidar que una tercera parte de nuestra vida la pasamos durmiendo. Y algo peor: hay muchísimas personas en el mundo que no pueden dormir, que tienen un sueño no-reparador o que simplemente no duermen lo suficiente. Es por eso que los hipnóticos son la droga legal más consumida en España y ya supera al alcohol y al cannabis.

Podemos hablar de abuso aunque su consumo sea legal. Pero por qué se consumen tantos sedantes tipo Orfidal, Trankimazin o Lexatin?

Para mi la variable critica de este elevado consumo es que estamos obligados a seguir un horario, más concretamente un horario laboral. El abuso de estas drogas no procede solo de la adicción (que también es posible) sino del miedo a no poder dormir junto con la obligación de tener que madrugar. Pasarse la noche en blanco rumiando ideas inacabadas o preocupaciones diurnas para dormirse ya de madrugada y despertarse a las dos horas de haber logrado conciliar el sueño es un poco la rutina de muchas personas. Una no-enfermedad, algo impuesto por el ritmo de vida.

Mis abuelos que vivian en el campo, no tenían ninguna necesidad de tomarse estos potingues y no es porque la vida en el campo sea mas sana -en realidad es mas insalubre – como piensan algunos sino que su ritmo circadiano estaba relacionado no tanto con los horarios sino con las estaciones, era circa-estacional. Los trabajos agrícolas no precisan un horario pero si que son oportunistas, el sembrado, plantaje, recolección y otras labores del campo no precisan ponerse el despertador sino simplemente hacerlas en el momento oportuno y de una manera sincronizada con otros elementos naturales como el clima, la lluvia, etc. Las patatas se siembran en Marzo, dice la canción popular.

Con esto no quiero decir que los agricultores trabajen menos que un obrero industrial, lo que digo es que trabajan siguiendo otros ritmos. Unos ritmos a los que el organismo humano se encuentra mejor adaptado.

Todas las dicotomías (como la que estamos viendo ahora ocio-trabajo) dividen el mundo en dos partes, una parte que es trabajo y una parte que es ocio. Lo mismo sucede con el binomio salud-enfermedad. O estamos sanos o estamos enfermos. Ninguna de estas dicotomías contempla la realidad de un «tertium inter pares», de algo que queda por afuera. Nuestra vida se encuentra enjaulada y discurre en espacios donde no caben los matices. Me sorprende que nadie haya nunca pensado que existe una relación entre el consumo de sedantes y los horarios o los turnos, un invento de la revolución industrial, un invento del mundo fabril.

Debe ser por eso que muchas personas mejoran cuando se jubilan y dejan de atender al dichoso despertador pero también existe el caso contrario: personas que aunque ya no tienen la obligación de levantarse temprano se han hecho adictos a este comportamiento y siguen tomando sedantes con la idea de que no duermen lo suficiente. Dicho de otra forma: es como si el cerebro no aceptara que con la edad necesitamos menos horas de sueño o que ya no necesitamos auto-imponernos el mismo horario que seguíamos mientras estábamos en activo.

La verdad del asunto es que este tema tiene mucha relación con la salud percibida (¿tengo una buena o mala salud?) y tiene mucho que ver con las necesidades a veces inconscientes de mantenerse enfermo como coartada para poder descansar y ser cuidado. En realidad muchas veces la enfermedad es una venganza inconsciente contra el sistema que nos obliga a horarios infernales.

Otras veces no es el sistema sino el propio individuo quien se exige a  sí mismo más de lo que su cuerpo puede dar de sí.

Y llega un dia en que todo se rompe y entonces sobreviene una enfermedad o una no-enfermedad en el sentido que le da Smith.

Hay personas que no sienten sus propios limites, tanto en el consumo de drogas, como en el ejercicio. Hay personas que se someten a regímenes de vida tiránicos o a formas de fatiga extrema sin que se aperciban directamente de que están llevando su cuerpo hacia el agotamiento. Y hay dos formas naturales de suprimir el sistema inmunológico: uno es el frío y el otro es la fatiga extrema.

De manera que no es de extrañar que algunas personas después de un estrés inespecífico y tan sutil que se confunde con sus hábitos comunes de vida desarrollen eso que ha venido en llamarse fibromialgia, un trastorno por dolor neuropático acompañado de una fatiga extrema e inexplicable que se acompaña por una serie de disfunciones inmunológicas. Se trata de una rebelión del organismo frente al individuo, un ajuste de cuentas, un «como si» el cuerpo reclamara la parte que el individuo le negó durante mucho tiempo.

Algo que antes se llamaba neurastenia y que no existe en los manuales nosológicos que manejamos los médicos ni los psiquiatras y como las meigas, existir, existen. La diferencia con las descripciones de Beard es que la fibromialgia se ceba más en las mujeres a diferencia de la neurastenia que era más cosa de hombres.

Recordando a Beard:

Hace mas de cien años un médico americano llamado George Beard describió una enfermedad “nueva” a la que bautizó con el nombre de neurastenia, curiosamente Beard creia que era una enfermedad que se presentaba con mayor frecuencia en hombres y que procedia de un sobreesfuerzo intelectual, incluso se habló de que la neurastenia era la enfermedad de moda en el siglo XIX, la “peste del siglo” y otros adjetivos similares cosa que también mereció otra curiosa enfermedad: la clorosis que parecia cebarse más en el sexo femenino. No interesan demasiado las tesis de Beard sobre su posible etiología pero si interesa señalar que el cuadro clinico descrito por el médico americano se parece o es absolutamente igual que a lo que hoy llamamos fibromialgia, si bien parece que Beard enfatizó más en su aspecto asténico, el cansancio inexplicable que afectaba a estos enfermos y no tanto el dolor. Sin embargo hoy según dicen los investigadores la fibromialgia y el sindrome de fatiga crónica serian la misma enfermedad o al menos se trataria de patologias comórbidas. Recordemos sus sintomas principales:

  • Dolor musculo-esqueletico que empeora con mínimos esfuerzos.
  • Sensación de enorme fatiga que no se corresponde con el esfuerzo realizado.
  • Sin ningun hallazgo orgánico u objetivo que justifique esta sintomatologia.

Síntomas mayores que van casi siempre asociados a otros: trastorno del sueño y del humor, foto y audiofobia, colón irritable, migrañas, síndrome de Raynaud, incapacidad para relajarse, aftas bucales, irritabilidad y otros.

La neurastenia ha cambiado de sexo

Pues porque las mujeres postindustriales están exhaustas.

No solamente porque ya no sabemos convalecer sino que las mujeres convalecen menos.

Pasen y vean.

2 comentarios en “Convalecientes

  1. Coincido Paco, no sólo no sabemos descansar, sino que, por lo menos en mi caso y mucha gente que conozco, fuimos criados bajo el lema de que el trabajo es la mejor medicina. Y esto sigue en la actualidad. El «descanso» fuera de los días en que nos concedemos vacaciones, crea respuestas de culpa y autodenigración: «ya estoy viejo, ya no puedo hacer las cosas como antes, tengo que hacerlo pues si me quedo en casa es peor…». O no sentimos o no somos capaces de aceptar nuestros propios limites. A veces todos deseamos ser omnipotente.

    Y lo que dices es ciertísimo, hay que utilizar ansiolíticos e hipnóticos para poder dormir, de lo contrario no podremos trabajar mañana.

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  2. Sobre el descanso como «sanador», en épocas anteriores a la medicina científica…¿Sería el ritual de la «incubatio» un ejemplo?…

    http://apuntes.hgucr.es/2011/10/25/asclepio-el-dios-griego-de-la-medicina/

    » Los enfermos dormían juntos en una sala del templo y, una vez apagada la iluminación, se les exigía mantenerse en silencio. El dios en persona o una epifanía suya (por ejemplo, su serpiente) ejercía sobre ellos la pertinente acción terapéutica o les indicaba el tratamiento a seguir para recuperar la salud. El dios aparecía a cada uno de los enfermos individualmente y jamás de manera colectiva.

    Se pueden encontrar antecedentes de la incubatio en el Imperio Hitita y en Babilonia desde el segundo milenio a. d. C. y posiblemente en Egipto.» (…)

    «Bien es cierto que en todo el proceso había un gran parte psicógena. Además los santuarios eran, como he dicho anteriormente, una especie de balnearios en los que se llevaba un estilo de vida saludable lo que también podía ayudar a la curación.»

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