La traumática historia del trauma (XIV)


En todo entorno en el que hay poder, se acaba dando un abuso de ese poder (James Rhodes)
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La vergüenza es el legado que dejan todos los abusos. (James Rhodes)

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Una pregunta interesante  y procedente desde el punto de vista psicológico es ésta: ¿Por qué las victimas de abusos sexuales -bien aquellos acaecidos en la infancia o bien en edad adulta sienten vergüenza o culpa?

¿Por qué la victima se siente culpable si el culpable es el perpetrador? ¿Por qué sociedad culpabiliza tambien a las victimas de su desgracia?

James Rhodes es un famoso pianista que recientemente ha escrito un libro autobiográfico donde cuenta su historia de abusos sexuales a los 6 años y su largo periplo psiquiátrico hasta su redención por medio de la música. Cuenta que un profesor de deportes de su colegio lo violó repetidamente desde los 5 años sin que nadie se diera cuenta de su sufrimiento, en el libro da todos los detalles de su infierno, posteriormente se metió todas las drogas inventadas en el universo, intentó suicidarse y estuvo internado en un psiquiátrico varias veces. Desarrolló todas las enfermedades mentales posibles, tics, sindrome de la Tourette, episodios bipolares, TEPT, trastorno limite de la personalidad y un TOC. Diagnósticos y tratamientos. Y las autolesiones. A propósito de las mismas dice:

“Es lo que tienen las autolesiones: no solo te colocan, sino que también te permiten expresar el asco que te inspiran el mundo y tu persona…” “Aquello era como tener una aventura sexual especialmente obscena, aunque sin gastarte una fortuna en habitaciones de hotel…”
Y la constatación de otra gran verdad íntimamente relacionada con la experiencia traumática límite sufrida:
“Hay un nudo peculiar en mi interior que me impide disfrutar de las cosas que me gustan si no es a escondidas.
Con la única excepción del tabaco, todo lo que me brinda placer me da vergüenza.
Sexo: en secreto y con las luces apagadas.
Piano: con los postigos echados, la puerta cerrada, nunca delante de otras personas si no han pagado una entrada.
Drogas: solo y en una habitación mugrienta, sin que me molesten.
Autolesiones: detrás de la puerta cerrada de un baño.
Comer: normalmente de forma rápida y acelerada en la cocina,

Pero el punto es que eso no es lo que más me importa de este relato, porque historias de superación hay a montones, y muy buenas. El tipo es un crack, muy tarado (y él lo reconoce), pero lo importante es que está enamorado de la música clásica».

Respecto a las preguntas que hacía más arriba Rhodes nos da algunas respuestas:

“La vergüenza es el legado que dejan todos los abusos. Es lo que garantiza que no salgamos de la oscuridad, y también es lo más importante que hay que comprender si queréis saber porqué las víctimas del abuso están tan jodidas».
Es importante señalar que tanto la vergüenza, como la culpa y la victimización operan como recompensas cerebrales, y una vez establecidas el traumatizado seguirá intentando preservarlas a cualquier precio.
El diccionario define la vergüenza del siguiente modo:
‘Una dolorosa sensación de humillación o congoja causada por la conciencia de haber actuado mal o con insensatez’.Y esta definición me parte un poco el corazón.
Todas las víctimas consideran en determinado momento que lo que les han hecho son actos malos e insensatos que ellas han cometido. A veces, si tienen muchísima suerte, pueden darse cuenta y aceptar a un nivel profundo que se equivocan, pero normalmente se trata de algo que en el fondo siempre creen, que siempre creo, que es cierto.
Dicho de otro modo: alguien puede hacerte un daño que tu mismo has cometido.
El silencio forzado.-
 El perpetrador quiere olvido, silencio y secreto, la victima puede guardar el secreto hasta 30 años después, algunos incluso toda una vida: «si olvido algo, este algo nunca sucedió», es la amnesia disociativa, la necesidad de olvidar. Dice Rhodes a propósito de su secreto:
«Si pasas el tiempo suficiente pensando que si revelas tus secretos morirás,al final te lo acabas creyendo. Si un violador le repite a un niño de cinco años que le van a pasar cosas espantosas si se lo cuenta a alguien, eso se asimila sin ser cuestionado, se acepta como si fuera una verdad absoluta.
Y yo se lo había revelado a alguien y ahora el reloj había comenzado a correr y se agotaba el tiempo, y estaba más jodido de lo que jamás había creído posible.
A todos los efectos prácticos, me había convertido en un niño de cinco años que fingía ser un hombre de treinta y uno, indefenso, sin capacidad de disimulo a la que recurrir, que no conocía ninguna salida y solo podía seguir hacia adelante.”
Es interesante señalar que un terapeuta no debe hacer nunca preguntas directas sobre el trauma y debe dejar que sea la victima quien elija contar, no contar o cuando contar su episodio traumático. A veces incluso en un tratamiento largo no sucederá nada, el paciente no nos contará lo sucedido pero nos dará las suficientes pistas como para suscitar nuestra curiosidad y probablemente excitar nuestra morbosidad. Querer saber los detalles de una violación (pues de una violación se trata y no de abusos sexuales) es retraumatizar al paciente, volverlo a violar, esta vez con las palabras.
Escuchar a un psicotraumatizado requiere de una enorme cantidad y cualidad de empatía para no añadir aun más desolación al relato. Ciertas intervenciones como esta son abyectas:
«La primera amiga de la familia a la que le conté lo de los abusos me conocía de toda la vida. Yo tenía treinta años cuando se lo dije,y, literalmente, lo primero que me soltó fue:
-Bueno, James, eras un niño preciosísimo.
Más pruebas de que esto lo causé yo. Eran mis coqueteos, mi belleza, mi dependencia, mi libertinaje, mi maldad, lo que les obligaba a hacerme esas cosas».
Ternura y sexualidad.-
Una de las consecuencias – a largo plazo- que tiene el abuso de un niño es una confusión permanente entre el deseo sexual (propio o ajeno) y la simple simpatía, ternura o cariño. Cada vez que sienta esa corriente de simpatía hacia alguien o bien de alguien hacia él, se excitará sexualmente. Se confundirá de registro y podrá «pasar al acto». Buena parte de los pederastas o perpetradores tiene tambien esta confusión, pues ¿no es cierto que muchos de ellos suelen decirnos: «él o ella me provocó, los niños nos seducen, les gusta «-o bien- se lo estaba buscando».
Las víctimas sin embargo están convencidas de que lo que les sucedió es algo malo y si les sucedió algo malo es porque ellos son malos y son- por extensión- tambien malos todos aquellos que son impuros, aquellos que han tenido sexo adolescente de forma consentida por ejemplo. El propio Rhodes nos explica como funciona la mente de un superviviente de violación infantil: siempre cosntruyendo relatos interiores de expectativa de engaño, de celos y de obscenidades. Es como si deseara que todo lo que imaginó ocurriese. Es como estar convencido de que ha sucedido en realidad. No hay ninguna diferencia entre lo que se pensó y la realidad. Rhodes nos da asi pistas para entender las celotipias.
Ser la pareja de una victima es muy complicado pues cualquier goce será siempre clasificado como prohibido, como producto de un vicio, de una perversión abyecta.
Rhodes nos cuenta como cuando llora tiene una erección, como si hubiera un vinculo secreto entre lo que sintió mientras era violado y la excitación sexual que la violación por sí misma le deparó. Los dos sentimientos se fundieron en uno sin posibilidad de discriminación pues ambos se forjaron sin solución de continuidad, el dolor de la penetración anal provocó una desrealización y en la memoria de Rhodes quedaron ambos estimulos fundidos para siempre: una condensación de goce: culpa, dolor, placer, sentirse muy especial y el asco y la autodevaluación.
No cabe duda de que existe la posibilidad de que los abusos sexuales provoquen en un niño ciertos fenómenos comprensibles, un niño timido, apocado, delgado y aislado de sus compañeros de clase puede agradecer las preferencias y la dedicación de su profesor perpetrador. «Nuestras miradas se encontraban con facilidad y frecuencia, cuenta Rhodes», pero lo que para el niño era una busqueda de cariño para el profesor de gimnasia era una seducción en toda regla que atribuía al niño. Una confusión de registros.
El silencio forzado de las victimas puede ser comprensible pero la negación que llevaron a cabo familiares, alumnos y el resto de profesores es dificilmente explicable, tanto más cuando James Rhodes cambió totalmente su personalidad durante el tiempo en que fue victima de reiteradas violaciones, nadie sospechó nada, ni su debordada madre llegó nunca a pensar que algo grave le estaba pasando a su hijo. Solo una profesora se dedicó a perseguir el asunto cuando comprobó sangre en las pantorrilas de James hasta que por razones académicas fue apartada del grupo. Siempre pensó que algo le estaba pasando aunque según su propia declaración nunca pensó en un ataque sexual.
Una vez más los testigos inocentes miraron hacia otro lado.
Todos los abusos se dan en entornos de poder, en primer lugar en la familia (de padres a hijos o entre hermanos),después en el colegio (de profesores a alumnos o entre alumnos) y más tarde en el trabajo (de jefes a empleados o entre empleados). Alli donde hay relaciones de poder es donde podemos encontrarnos abusos de poder y el propio Rhodes nos hace pensar en esta cuestión que muchos de nosotros, los médicos no tenemos en cuenta a la hora de relacionarnos con nuestros pacientes.No somos demasiado conscientes del enorme poder que un médico tiene sobre un paciente si bien es cierto que los pacientes tambien ostentan el poder de la enfermedad. Sería ingenuo ignorar que la enfermedad confiere tambien un enorme poder y que la victimización tal y como contaba más arriba es una recompensa cerebral que si ha pervivido como conducta social es por el éxito que tal estrategia ha tenido evolutivamente.

3 comentarios en “La traumática historia del trauma (XIV)

  1. Pero la cuestión fundamental es el miedo.

    La vergüenza, la culpa etc. están ligadas, condicionadas como un reflejo, con el miedo que pasa el niñ@ cuando es abusad@.

    La gran dificultad en la terapia de las personas traumatizadas severamente es superar la barrera condicionadora del miedo. Nada hay más inhibidor que el terror. Nada crea mayor sentimiento de prisión interior que el miedo.

    El miedo está además relacionado con la supervivencia, es decir se siente miedo cuando está en peligro la vida y esto produce una inhibición conductual que lleva hasta la parálisis. La reacción de muerte fingida, el mutismo, la pseudocatatonia histérica de Kretschmer etc., todas ellas son formas de expresión del miedo cerval.

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