El mono obeso


Jose Enrique Campillo Alvarez es un médico y fisiólogo español que recientemente ha escrito un libro de divulgación acerca de la alimentación en un contexto evolutivo. Esta es la web del autor.

En «El mono obeso» examina los cambios genéticos, fenotípicos y ambientales que se han producido tanto en nuestros linajes precursores «Homo ergaster» como en los propiamente históricos: aparición de la agricultura, revolución industrial y revolución tecnológica y los relaciona con los cambios adaptativos que nuestros cuerpos han tenido que adoptar para sobrevivir a las glaciaciones, escapar del bosque y adentrarse en la sabana, el impacto de la bipedestación y el nomadismo tanto en la alimentación como en las mutaciones genéticas que hicieron del género homo, una especie perfectamente adaptada a entornos con recursos limitados y dispersos y del nomadismo la principal estrategia para escapar de entornos depauperados en busca de fuentes de alimentación alternativas.

Como es bien sabido, la obesidad solo es conocida en nuestra especie y tambien en los animales que conviven con nosotros, esta es le pregunta que guía el excelente libro de Campillo, ¿a qué se debe que la epidemia principal desde el punto de vista sanitario en entornos de opulencia sean las enfermedades cardiovasculares derivadas de la obesidad?

Esta es una de esas preguntas que no pueden responderse sin un enfoque evolutivo, es decir sin retroceder en el tiempo y viendo en qué entornos nuestra especie surgió y a qué condiciones se adaptó para luego inferir en qué han cambiado aquellas condiciones para explicar las enfermedades de los ciudadanos actuales. La obesidad como es sabido está relacionada con lo que se conoce con el nombre de síndrome metabólico, que es una combinación de hipertensión, diabetes y arteriosclerosis, enfermedades coronarias y otras. Todas tienen un precursor común: el sobrepeso u obesidad.

Campillo analiza en su libro las peripecias a las que nuestra especie se ha visto forzada por las circunstancias climáticas y los entornos alimentarios y geograficos para hacernos entender las mutaciones genéticas que desarrollamos en aquellos entornos y que en la actualidad parecen pesar como una losa en nuestro estilo de vida actual.

Lo que en el paleolítico supuso una ventaja ahora es un problema y voy a referirme a la insulinoresistencia que es al parecer de Campillo la clave para entender las desadaptaciones que necesariamente tenemos que enfrentar hoy y que pueden resumirse en estos hechos que caracterizan nuestro estilo de vida actual:

  • Un estilo de vida sedentario
  • Una sobrealimentación basada sobre todo en hidratos de carbono (azucares) de digestión rápida.
  • Excesos de sodio (Na) y disbalances con el potasio (K) ingerido.
  • Sobrecarga de ácidos grasos de cadena larga.

Sin embargo no debemos caer en la falsa idea de que la obesidad está provocada solo por estilos de vida concretos. Lo cierto es que el problema de fondo es que nuestra especie desarrolló en apocas arcaicas una adaptación genética fundamental para ahorrar glucosa. A esta adaptación se la conoce con el nombre de insulinoresistencia. Como es sabido la insulina es una hormona segregada por el pancreas que sirve para metabolizar la glucosa, hacerla llegar a las células y hacerla digerible para estas sobre todo para el cerebro, el gran consumidor de glucosa y que es además un órgano que solo puede alimentarse de ella. Si tenemos en cuenta el gran crecimiento del cerebro en nuestra especie y que solo puede alimentarse de glucosa, habremos de concluir en que gran parte de los aportes de glucosa de nuestra dieta se derivan para el consumo energético de tan exigente órgano.

Pero además los niveles de glucosa de la sangre deben permanecer dentro de un rango estable, de lo contrario nos desmayaríamos o perderíamos el conocimiento en cualquier esfuerzo, el resto de órganos por el contrario pueden extraer su energía de otras fuentes, por ejemplo los músculos pueden utilizar los ácidos grasos además de la glucosa como combustible.

Nuestra especie procede de una estirpe de monos que abandonaron la selva y se adentraron en la sabana: desde el punto de vista alimentario este cambio fue radical, un hito en la evolución humana y que modificó la segura alimentación frugívora por la incertidumbre de la sabana. Es casi seguro que el mono de la sabana tuvo que complementar su dieta con carroña, es decir con proteinas animales y es seguro tambien que esa combinación produjo cambios estructurales en los cerebros de nuestros antecesores. Ya no necesitaban un aparato digestivo tan largo, lo que redundó en una mayor posibilidad de crecimiento del cerebro. Si a eso unimos la variedad litoral de la dieta: mariscos y pescado ricos en acidos grasos entenderemos otra clave de la evolución, esa sobreabundancia de grasas resultaba necesaria para formar el parénquima de ese delicado órgano que llamamos cerebro. Las claves para entender como el cerebro de nuestra especie alcanzó tanta complejidad proceden de tres hechos fundamentales:

  • La bipedestación que permitió a nuestro cerebro una revascularización mucho más compleja que la de los simios y cambios en el craneo y en la fonación.
  • El hallazgo del carroñeo supuso de hecho el aprovechamiento del tuétano y de las médulas oseas (ricas en ácidos grasos) pero también de los primeros instrumentos creados para fracturar los huesos, es muy probable que la lateralización de nuestro cerebro proceda de aquella práctica.
  • La dieta variada que llevó incluida el acortamiento del tubo digestivo diseñado para procesar duros vegetales.

La introducción de las proteinas animales en nuestros ancestros nos cambio el cerebro pero tambien produjo cambios genéticos que han llegado hasta nosotros.

Estos cambios genéticos tuvieron lugar para ahorrar glucosa dado que la mayor parte de la alimentación llegó con el tiempo a ser proteínica. El ultimo espaldarazo a esta modificación se produjo durante las glaciaciones dado que durante largos periodos de tiempo la alimentación de nuestros ancestros tuvo que ser necesariamente animal.

Y la mejor forma de ahorrar glucosa fue hacernos resistentes a nuestra propia insulina, es decir reducir los receptores que se encargan de hacer posible que la insulina entre en contacto con la glucosa. De este modo -gracias a la insulinoresistencia- los humanos pudimos hacer dietas pobres en hidratos de carbono durante milenios y soportar la ausencia de hierbas, frutas, raíces que los bloques de hielo habían sepultado en toda Europa.

La insulinoresistencia provocó además cambios morfológicos: nos hizo ahorradores de grasa, que tuvimos que guardar en «cajones» alejados de lugares donde no molestaran demasiado, asi la evolución eligió en los hombres el vientre y en las mujeres las caderas y las piernas. Desde alli esos paquetes grasos destinados a usarse en tiempo de hambrunas representaban verdaderos seguros de vida para sus portadores y asi por selección natural la insulinoresistencia se convirtió en un rasgo predominante en nuestra especie. Nosotros los humanos actuales -con una poblacion mundial del 70% de insulinoresistentes-estamos bien diseñados para ahorrar recursos y para enfrentarnos a la privación pero ¿qué sucede cuando esa misma población se somete a una alimentación opulenta?

Todo cambió con la introducción de la agricultura y la domesticación de los cereales: la principal fuente de hidratos de carbono de nuestra especie hasta hace recientemente poco. No es de extrañar que a Demeter, la inventora de la agricultura se la tenga como una diosa bienhechora de la humanidad. Hay parte de razón en esto pero también hay que decir que lo que el hombre ganó en comodidad lo perdió en salud y en riesgos para la salud, el mundo ya no volvió a ser el mismo desde la introducción de la agricultura, como no volvió a ser el mismo después de la revolución industrial y me estoy refiriendo solo a la alimentación.

Lo que sucede cuando comemos demasiado son niveles altos de insulina durante toda la vida, año tras año, debido a una sobreabundancia de hidratos de carbono de rápida asimilación y proteínas que acaban convirtiéndose en grasas que se guardan para la próxima hambruna. Nuestros genotipos ahorradores no pueden hacer otra cosa que reservar los excesos que no pueden ser consumidos en su baja actividad física y depositarlos en los adipocitos de la grasa subcutánea y en otros lugares no tan neutrales (las arterias), se trata de la conocida arteriosclerosis que deposita grasa en la luz de las arterias y las obstruye a largo plazo.

Nuestro destino alimentario

En resumen un libro para leer, distraído y fácilmente comprensible para el publico en general que abre además otras preguntas de interés para la psiquiatría ¿tiene algo que ver la insulinoresistencia con la bulimia purgativa, con el hambre excesiva o con el trastorno por atracón?

Pero eso tendrá que esperar mejor ocasión.

16 comentarios en “El mono obeso

  1. Nunca he entendido que la evolución sea tan lenta en unas cosas y asombrosamente rápida en otras. Se tardan decenas de miles de años para que un cambio climático o alimentario tenga efecto en forma de cambios en el organismo, y sin embargo sólo hacen falta unos minutos para que las células epiteliales de una mano que ha empuñado un azadón un ratito se pongan como locas a multiplicarse para producir un callo. ¿No podría ir un poco más rapidito en lo demás? Dígaselo por favor al Gran Diseñador de mi parte para que lo tenga en cuenta en el próximo prototipo… Ah, y ya de paso dígale que nos ponga brazos con varias articulaciones, para poder llegar a todas las partes de la espalda cuando pica, porque ya llevamos miles de generaciones prefiriendo que nos rasque otro ese punto al que nunca llegamos del todo 🙂

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    • Depende de la especie y su relación con su medio ambiente. Recuerda que una aberración genética en un momento determinado puede ser adaptativa o no. Vg. pelos en la cabeza de los Tiranosaurus Rex, que al parecer no les servían para nada. Cambios lentos, pero graduales en individuos de la misma familia llevaron a que algunos miles de años después se generalizaran a todo el cuerpo incluyendo extremidades superiores, que también habían crecido. ¿Cuál fue la adaptación a partir de dichas modificaciones y aberraciones? ¿Te gustan los pájaros? De ahora en adelante cada vez que veas un ave, recuerda a Barny y a Godzilla.

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  2. Si, la evolución no puede operar hacia atrás ese es el problema. Y rascarse no es el unico problema que tendriamos que pedirle a ese gran Diseñador, yo le pediría que nos pusiera el sexo en un lugar mas accesible, como esos marcianitos que se reproducen tocandose la nariz o frotandose la oreja. 🙂

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  3. Hola a todos,
    el caso es que nuestra especie está adaptada a un ambiente dónde las hamburgueserías no abundan y el comer carne es un lujo necesario. Nuestro cuerpo ha evolucionado para sentir una gran atracción por la carne, porque ha sido muy necesaria para nosotros y lo es (sólo hace falta mirar los suplementos que tienen que tomar los vegetarianios). El problema es que hoy en día, hemos mantenido el buen paladar para la carne y los azúcares (que en otros tiempos fueron escasos y necesarios), pero con exceso de éstos productos. Así, tenemos un alto porcentaje de la población con problemas de sobrepeso.
    Muchas felicidades por éste excelente blog!
    Saludos!

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  4. El comentario anterior trae a colación un error muy frecuente en nutrición: la carne, aunque, sensatamente, no dice que sea imprescindible sino sólo necesaria. Siempre sin alejarme de refutaciones, comprobaciones y estudios científicos que no creenciales o éticos, permítaseme aclarar que la carne tiene en principio dos ventajas dietéticas, a saber:
    1. Proteinas llamadas de «alta calidad biológica» (eso significa que contienen los ocho aminoácidos esenciales para el organismo – p.e. las legumbres u otros alimentos contienen dos, tres, o seis, pero nunca los ocho -con excepción de la soja-, que son fenil-alanina, metionina, lisina, leucina, isoleucina, treonina, triptófano y valina, aunque lo digo de memoria).
    Pues bien, resulta ser que nuestras abuelas ya tenían el hábito de comer lentejas con arroz, ¿saben por qué? Porque resulta que las lentejas contienen 7 de esos aminoácidos y el arroz, casualmente, ese que le falta a las lentejas. Nuestro tracto digestivo es tan inteligente que con esa materia prima se fabrica él solito esa «proteina perfecta» que necesita. La segunda supuesta ventaja de la carne es:
    2. El Fe (hierro). Si los vegetarianos necesitan o no un suplemento de hierro dependerá de qué tipo de vegetarianismo siguen como dieta (hoy en día los hay con muchos nombres en función de si incluyen o no huevos, pescado, etc.) La mayor parte de la gente ignora que el hígado de cordero (digo el hígado pues es la parte de animal con mayor concentración de Fe), contiene (por 100 gr) aprox. 10 mg… mientras que 100 gr de almejas o mejillones contienen… aprox. 25 mg!
    Y una curiosidad: del hierro ingerido, el duodeno sólo «aprovecha» el 30% aproximadamente. Si tomamos un café o té negro tras un plato de espinacas, lentejas, o carne roja, ese 30% pasa a la mitad, o incluso menos.

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  5. Muchas gracias por tus aportes Ana, pero déjame que diga dos cosas:
    No existe ningún vegetal que contenga taurina que es al parecer el único aminoácido que está en la carne en exclusiva y que no podemos sintetizar endógenamente.
    El problema de las carencias de las dietas vegetarianas no está en el Fe sino en la vitamina B12. Desde que adoptamos la posición erecta y acortamos nuestro intestino grueso para darle marcha a nuestro cerebro, la cámara digestiva de fermentación que todos los herbiboros tienen dejó de ejercer sus funciones, si unes eso al hecho de que en la síntesis de esta vitamina tiene que combinarse con el factor intrínseco del estomago comprenderás que tengamos que ingerir la vitamina B12 de forma exógena. Las anemias perniciosas que tienen los vegetarianos son debidas a este déficit.
    Si descontamos estos dos nutrientes el resto son efectivamente intercambiables.

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  6. Me refería a los argumentos que siempre expone la gente ante el vegetarianismo, pero tienes toda la razón, Paco, pues aunque tb hay B12 en el pescado (sardina: 28 mg, ostras 15 mg) lo cierto es que para suplirnos deberíamos darnos atracones, y la verdad es que no están todos los bolsillos para cenarse dos docenas de ostras cada dos por tres… Claro que las sardinas van más baratitas…
    Qué lindo sería si los neurocientíficos supieran tanto como tú de dietética y los dietistas un poco más de lo psi 🙂

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  7. Puede ser que podamos suplirlo con atracones de almejas o pescado, aún así sigue teniendo un origen animal.
    El arroz y las lentejas son muy nutritivas, pero aparecen en nuestra dieta con la domesticación de los cereales, o sea, la agricultura.
    Antes de la introducción de la agricultura, nuestro sistema digestivo ya podía ser igual al actual, así que ahora nos encontramos con un sistema digestivo que no está preparado para soportar una dieta a base de hamburguesas, por lo que he comentado antes.
    Yo no quería decir que la carne fuese la panacea, sino que en aquellos tiempos, cazar un bicho bien gordo aportaría muchos nutrientes y además de calidad.

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  8. Sí, Frij, eso seguro que es cierto, y desde luego que el pescado (las proteinas del pescado) es un animal. Por eso hay tantos tipos de vegetarianos, y si incluyen o no huevos, pescados, etc. es decisivo en su salud.
    Y sí, las lentejas por supuesto que no las conocíamos cuando éramos cazadores. Un paso decisivo en la humanidad por todo lo que cuelga de ese cambio.

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  9. Pingback: Intrucciones para engordar « La nodriza de las hadas y el rey carmesí

  10. Un par de apuntes si se me permite 😉

    Sobre el hierro, que he leído en los comentarios, añadir que el hierro animal es de tipo hemo mucho más asimilable que el que pueda haber en un plato de lentejas por ejemplo.

    Y sobre las necesidades energéticas del cerebro, es posible que en un estado de cetosis (muy bajo consumo de carbohidratos como en el caso de esquimales) el cerebro pueda conseguir dicha energía a través de los cuerpos cetónicos.

    Un saludo!
    Saúl.

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