Violencia de género en el acuario


Konrad Lorenz pasó parte de su vida estudiando a estos pececillos del coral del género cíclidos para llegar a entender sus costumbres sexuales, como podrán observar en este video se trata de una especie aguerrida y violenta como casi todas las especies que comparten ecosistemas superpoblados.

La etología es la disciplina que estudia el comportamiento animal en su estado natural y es seguro que conocemos mejor el funcionamiento de lo humano desde que la etologia pasó a ser una disciplina popular entre los psicólogos.

Describo aqui algunos hallazgos de Lorenz procedentes de su libro (1971) «Sobre la agresión: el pretendido mal».

Uno de los problemas de las parejas humanas opulentas es que nos hemos quedado sin depredadores naturales, entre otras cosas porque nos hemos encargado de hacerlos desaparecer a todos. Y no lo digo en broma.

El viejo mecanismo de transformación de la agresión sexual en agresión extrasexual parece haberse debilitado en nuestra especie, como casi todas las inhibiciones parecen haberse transformado en prescripciones sociales, si atendemos a los casi diarias noticias sobre agresiones en el hogar con resultado de muerte.
Una de las razones de este debilitamiento es que ya no existen depredadores específicos de nuestra especie que puedan ritualizar la defensa común del territorio que es al parecer uno de los mecanismos que hacen de las parejas de pececillos de Lorenz una parejas fieles y eternos compañeros, la reorientación de la agresión (Tinbergen 1969) o su desplazamiento es uno de los rituales que amortiguan la agresión sexual.

Lo curioso de estos peces del género cíclidos, es que tanto la agresión territorial de defensa que es compartida por ambos sexos, como la agresión extraspecífica trae como resultado la indestructibilidad del vínculo de la pareja, pero no crean que el cortejo fue fácil, ella invirtió muchas horas en seducir al aguerrido pececillo macho de colores, siempre entrando en su campo visual de costado y huyendo como marcan los cánones de la buena seducción antes de que el macho le diera un viaje o un buen mordisco. Poco a poco la hembra mediante técnicas depuradas de buena y sumisa seductora va propiciando la desactivación de su agresividad, hasta que llega un día en que estas maniobras de sumisión van dando lugar a una especie de «desafío» de igual a igual en el centro del territorio del macho.

Entonces lo que sucede es algo extraordinario: el macho se apresta al ataque ante tamaña osadía, pero en el último momento, cuando ya se masca la tragedia, el macho desvía su agresión hacia cualquier pececillo de los alrededores. Es entonces cuando la hembra decide poner sus huevos en el suelo o al abrigo de un costado del acuario, el macho los fecunda en el agua y ambos se convierten en una pareja feliz, que defenderá su territorio de por vida, se convierten desde entonces en inseparables.

Lorenz interpreta que el cambio de planes del macho se debe al miedo hacia la hembra (en realidad la confusión entre atacar o huir), siempre que la hembra haya logrado mediante su lidia continua haber previamente desactivado cierta dosis de agresión.

O dicho de otra manera: en las especies donde la agresión no puede desactivarse del todo tras la cópula (es incluso más necesaria que antes) o bien porque se trata de especies muy agresivas, la estrategia de la hembra es una conducta de sumisión que poco a poco va convirtiéndose en desafío a medida que el macho va habituándose a la presencia de una compañera. A medida que la hembra se gana la confianza del macho aquel va aceptando su presencia, hasta que en una suprema y heroica confrontación precopulatoria el macho decide desfogarse con otros congéneres y emparejarse definitivamente con la hembra.

Lo realmente curioso de la viñeta anterior es que macho y hembra no se reconocen entre sí, es decir carecen de mecanismos para identificar el sexo de su congénere. Todo parece indicar que en las especies donde la identificación sexual es imposible visualmente es a través del ritual como el macho reconocerá a la hembra y también explica la ambigüedad misma del ritual que es similar tanto con una hembra o un competidor, dado que para el macho cualquier congénere es sobre todo un intruso. Sólo termina por entender que la hembra es una hembra a partir de su ceremonia de sumisión, dicho de otra manera el macho sólo se emparejará con alguien que se le someta y la hembra sólo aceptará a alguien que la haga sentir sometida.

Asi se reconocen los pececillos en el acuario y asi se renuncia a la agresión sexual.

En los peces del genero cíclidos, claro.

6 comentarios en “Violencia de género en el acuario

  1. No es exactamente sobre lo mismo que trata el artículo pero quizás hayas visto la película «Rumble Fish» ( «La ley de la calle»). En ella también aparece el tema de la agresividad de los peces. Allí el problema es que la agresividad hacía que se peleasen entre sí. Incluso podían acabar enfrentados a sí mismos si veían su imagen en el espejo.

    Saludos

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  2. Me temo que algo parecido ocurre en algunos humanos: algunas sumisiones son parte de un ritual pero paradójicamente sólo mediante el reconocimiento de quién manda y quién se somete puede adquirir una pareja un vínculo definitivo, aunque quizá también, en determinados casos, en el trasfondo de eso yazca un miedo-admiración por la hembra, o -dicho de otro modo- un deseo inefable de abarcar su inmensidad primigenia.
    Precioso post, maestro 🙂

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  3. Esto me suena al artículo del Stendhal (salvando las distancias) con la relación de miedo-huída, y la comparación con la emoción ante las obras de arte. Creo que me he ido de por las ramas… Muy bonito el artículo 🙂

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  4. Me gustó mucho esto Ana:»en determinados casos, en el trasfondo de eso yazca un miedo-admiración por la hembra, o -dicho de otro modo- un deseo inefable de abarcar su inmensidad primigenia.»

    Sobre todo lo del miedo-admiración, en realidad es un problema.

    Lo de la inmensidad primigenia no lo entiendo ni creo que exista 🙂

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