Delirios paranoides y delirios metanoides (XI)


«El saber delirante» es el titulo de un libro de Fernando Colina que me parece magistral aunque no estoy del todo de acuerdo con todo lo que cuenta mi colega en este libro. Estar de acuerdo con todo lo que dice alguien es también una forma de delirar, aunque ningún delirante se atrevería a decir que -así y todo- el libro es una joya, pues el delirante ya lo sabe todo y más que eso: niega todo conocimiento al otro.

Una de las cosas en las que no estoy de acuerdo con Colina es en el titulo ya que creo que el delirio no es un saber, si bien le doy la razón en el hecho de que el delirante siempre mantiene con la Verdad una relación muy especial: la certeza absoluta en su delirio. En el delirio no hay duda como sucede en la obsesión.

Lo que significa que el delirio no es un conocimiento sino una creencia. Y una creencia no es conocimiento sino solo información. Pero la información necesita ser transformada en otra cosa a partir de ciertas reglas aristotélicas que el delirante no comparte.

Todo procede de datos inconexos con los que se construye una información, pero como puede verse en el esquema anterior la información ha de ser transformada en otra cosa para que sea considerada conocimiento. Y aquí no termina la ecuación porque hay aun un eslabón más allá del conocimiento: le llamamos pensamiento complejo o si se me permite mente sabia, cordura o sabiduría que se caracteriza por deconstruir la información que lleva al conocimiento vulgar. Algo que tiene que ver con una lógica anti-aristotélica (como el delirio) pero que se basa en una lógica de la inconsistencia y de la incertidumbre. Mientras que el delirio suele ser consistente y dotado de certeza y rigor. El delirio está más cerca de la erudición que de la sabiduría.

De manera que hay una proximidad entre este tipo de pensamiento sabio y la locura y por supuesto existen formas intermedias.

No todos los delirios son psicóticos a pesar de que la psicosis es el antecedente común a toda locura, se trata del antecedente común de la melancolia, la esquizofrenia y la paranoia. Sin embargo hay delirios paranoides (psicóticos) y delirios metanoides (no psicóticos) y son bastante fáciles de diferenciar a pesar de que tienen elementos comunes y elementos diferenciales.

Los delirios paranoides son siempre autoreferenciales, es decir tienen al Yo como centro de todo el relato mientras que los delirios metanoides tienen como centro cualquier otra cosa relativa al Mundo, al Cosmos, al planeta y a su destino o al destino de la humanidad. Los delirios paranoides son siempre alusivos, es decir aluden o interpelan al Yo de un modo individual y radical mientras que los delirios metanoides interpelan al otro, son algo así como una especie de ecumenismo de la creencia. Un metanoico es siempre alguien que busca acólitos y creyentes mientras que el paranoico está muy poco o nada interesado en los otros y busca simplemente contar su verdad. Pues el metanoico a su vez es un converso, alguien que cayó del caballo, alguien que despertó y pretende nada menos que despertar a los demás de su sueño de Matrix.

¿Cómo podríamos definir el delirio?.-

No cabe duda de que es una tarea complicada, pues existe un amplio segmento de creencias que están en la interfase del delirio y la creencia consensuada. pero de momento podemos decir que un delirio es una creencia mentirosa, una creencia no consensuada. Sin embargo no debemos conformarnos con esta definición pues existen creencias firmemente consensuadas que son delirantes, un ejemplo  son algunas creencias malignas como las que se difundieron en el III Reich de una supuesta raza aria y del privilegio del pueblo alemán para dominar el mundo.

Existen muchos matices desde las creencias usuales que estamos dispuestos a creer y el delirio paranoide. Existen fanáticos como Breivick, el psicópata noruego, casos bien descritos por Kurt Schneider o como el caso de Unabomber que bordean el delirio con una enorme talento analítico y que representan, en lo político, los casos más extremos de metanoia, algo a lo que se llega por revelación, omnipotencia y nunca por reflexión. Y que es algo que comparten con sus primos los paranoides, pues ningún delirio se obtiene de la razón sino de un «insight», una ocurrencia cuando no de la grandiosidad.

Los delirios paranoides cuentan siempre historias que son en realidad absolutos antropológicos: celos y engaño, envenenamiento, persecución, enamoramiento, fortuna, megalomanía o autoimportancia, filiación, invención, divulgación de secretos, exclusión o querulancia o venganza, por contra los delirios melancólicos -mas difíciles de sostener- implican a la condenación, la ruina, la indignidad, la inmortalidad o la ausencia de órganos (sindrome de Cotard). Los delirios esquizofrénicos son mucho más fantásticos que los paranoides e implican fenómenos sobrenaturales, maquinas de influencia o cenestopatías delirantes, en cualquier caso indican una falta de barreras entre el cuerpo y el mundo siendo la intrusión su caracteristica principal. Los delirios metanoicos por su parte están más bien relacionados con «arreglar el mundo», así nos encontramos conspiranoicos que creen que hay una raza de reptiles viviendo entre nosotros, los terraplanistas, los antinatalistas , los que creen en extraterrestres, con una especial misión en la tierra, las creencias paranormales y sobre todo los delirios metanoicos políticos.

No es raro que sea la política el campo donde podemos encontrar más delirantes metanoicos o paranoicos. Pues la política como la economía y la Psiquiatría son campos inciertos y complejos donde cabe cualquier opinión pero no existen soluciones sencillas a los problemas complejos sino más bien equivocadas. Es por eso que los políticos renuncian a soluciones de buena gestión y aplican la propaganda y la construcción de relatos creíbles si quieren (y todos quieren) perpetuarse en su puesto. Y todo es creíble cuando se repite muchas veces (la ventana de Overton)

De manera que un delirio puede construirse con los materiales de la verdad, un delirante de persecución puede estar siendo realmente perseguido, un querulante puede haber sido víctima de una injusticia infame, un celoso puede haber sido traicionado o engañado por su esposa o un inventor puede haber encontrado alguna pista o descubrimiento trascendental -estoy pensando ahora en el caso de Tesla- pero al que nadie cree como le sucedía a Casandra en el mito.

De manera que no son siempre mentiras los materiales del delirio paranoide pero siempre son autoreferenciales, es decir se refieren a uno mismo. Además de eso mantienen de por vida un enorme vigor y además encierran una profunda certeza que excluye cualquier otra opinión. El delirio solo atiende a sí mismo. En este sentido el delirio se confunde a veces con una obsesión. Y efectivamente existe una vecindad muy evidente entre algunas obsesiones y algunos delirios. Una de ellas es el amor.

En el libro de Colina existe un capitulo muy interesante entre las relaciones y semejanzas que existen entre el amor y el delirio. Lo que Colina plantea es que en el delirante existe un déficit, una incapacidad para el olvido. ¿Qué hacemos nosotros cuando alguien nos da calabazas? Pues pasamos a otra cosa, nos olvidamos del tema y buscamos a otra persona. El paranoide no solo es incapaz de olvidarse de su amada sino que es incluso capaz de construir un delirio erotomaníaco, es decir la convicción de que es víctima de un amor persecutorio por parte de alguien. Este tipo de delirio descrito por Clérambault es más frecuente en mujeres, mientras que en los hombres es más frecuente el «paso al acto», es decir el crimen pasional: destruir al objeto amado en la convicción de que es justa tal cosa y que merece por tanto un castigo. Es muy conocido el asesinato de Althusser de su esposa y de su lucha paranoide posterior por conseguir una condena carcelaria y no un internamiento psiquiátrico. En este antiguo post podemos perseguir la lógica interna no aristotélica que preside el delirio paranoide.

En conclusión: un delirio es un constructo mental que atenta contra la privacidad del sujeto, contra su autoestima, contra su supervivencia pero que preserva algo y es por eso que Colina piensa que en cualquier caso el delirio no es un déficit o un error lógico solamente, sino una forma de defenderse de la insignificancia, del desamor, del abandono, de la estúpida ignorancia o del asesinato del alma: esa lacra que parece fortalecerse con cada crimen perceptivo que sufrimos en los entornos de la sociedad o de la familia.

12 comentarios en “Delirios paranoides y delirios metanoides (XI)

  1. Muy interesante y bastante compartido. Gracias por tan interesante lectura.

    Hay algo en el artículo con lo que no encajo en absoluto. Es la idea, o concepto, al menos, que manejas de «erudición» —que ya en otros previos y a lo largo del tiempo has venido expresando (así lo creo entender)—, como algo ridículo (o al menos como no valioso), e incluso como opuesto a ‘sabiduría’. Quizá esté equivocado en mi interpretación, pero en lo que no creo estarlo es en que tu concepto de ‘erudición’ no es el ajustado a su cabal significado, sino a una idea vaga y peyorativa muy extendida, pero falsa. Basta con las palabras ‘sabio’ vs. ‘erudito’ para esbozar una complacida (y complaciente) sonrisa. Sería bueno que investigaras sobre su verdadera significación, que es más compleja y digna de respeto. Porque lo que entiendes por ‘sabiduría’ no está reñido con ‘erudición’: en absoluto. La sabiduría no se alcanza amontonado datos (como diría Perogrullo), si es que, en verdad, con el tiempo y la experiencia aprehendemos algo más allá de lo que el azar y la necesidad se dignan concedernos… Porque la sabiduría no excluye la erudición; aunque (y va de perogrulladas), la erudición, en su acepción peyorativa, no garantiza (ni es) sabiduría. «Peu de philosophie mène à mépriser l’érudition; beaucoup de philosophie mène à l’estimer» —quizá este bello y juicioso pensamiento de Chamfort pueda ayudar.

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    • A mi modo de ver el erudito es un especialista normalmente en una materia alcanzada con el esfuerzo a través del estudio, que es totalmente compatible con el delirio que al ser autorreferencial, !a saber, no solo se apoya si no que potencia redundando hasta el paroxismo al delirante, al tomar como rehen a esos conocimientos adquiridos; por supuesto no todo erudito es un delirante, pero todo delirante comunicador que se precie es un erudito que solo se sirve a si mismo.

      El sabio por el contrario no necesita a la erudición, por que la sabiduría no es una especialidad. El sabio simplemente sabe combinar la justa medida de inteligencia e intelecto con sentimientos y emociones, como pueden ser el amor, la ternura, la pasión y la sensatez de juicio. El problema en la actualidad es que es harto difícil hablar con propiedad; es decir utilizar el verdadero valor, significado y poder de la palabra. Hemos llegado al extremo perverso de asociar erudición a sabiduría, es lo que hace que los delirantes tenga el poder de contaminar las mentes de los ingenuos con fuegos de artificio; por ejemplo los conspira paranoicos suelen tener muchos inocentes seguidores deslumbrados por la erudición o populismo mal entendido. Un cordial saludo JC.

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  2. A mi modo de ver, las creencias no pueden ser consideradas exclusivamente como mera información. La información es como se conoce a un conjunto organizado de datos procesados que constituyen un mensaje que cambia el estado de conocimiento del sujeto o sistema que recibe dicho mensaje. Es claro que una creencia es un mensaje de información, pero una creencia suele ser algo más, no es un mensaje escueto, suele ser más bien todo un sistema -de creencias- que funcionan como algo parecido a un algoritmo, esto es, un conjunto de instrucciones o reglas definidas y no-ambiguas, ordenadas y finitas que permite, típicamente, no tan solo cambiar el estado de conocimiento, sino además solucionar un problema, realizar un cómputo, procesar datos y llevar a cabo otras tareas o actividades para obtener una solución.

    Si atendemos a su etimología, un sabio es alguien juicioso mientras que un erudito es una persona que tiene amplios conocimientos de distintas materias. Sin embargo, podría decirse, actualmente y caricaturizando, que el erudito conoce todo de nada, mientras que el sabio sabe nada de todo.

    Ciertamente la incapacidad para el olvido puede ser algo muy destacable en los delirios, pues como se ha demostrado, existe un vínculo estrecho entre ser olvidadizo y tener aptitudes destacables en materia de aprendizaje. Quizás sea por eso que los sabios suelen ser distraídos, ausentes y divertidos, mientras que los eruditos suelen ser atentos, tediosos y aburridos.

    Podríamos quizás añadir también, que un delirio es un constructo mental -un sistema de creencias-, que puede atentar contra el sujeto, sí, pero también contra el sistema en el que habita, es decir contra (el delirio de) lo consensuado, lo políticamente correcto, la verdad “arreglada” o la ‎‎verdad “correcta”.
    Como decía André Malraux: ‘No era verdadero ni falso, era vivido‘.

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    • Estoy de acuerdo en que la creencias en si mismas no son delirantes, hace falta algo más. Y ese algo más se llama axioma. Un axioma es cuando una verdad no es necesario demostrarse. Por ejemplo la hipotenusa es siempre mas larga que cualquiera de los catetos. En geometría euclidea eso es un axioma. En psicología un axioma seria una verdad inmediata a la que no se llega por conocimiento sino por revelación. Decía Jung: «me preguntas si creo en Dios, no creo, yo sé que Dios existe». Eso es un axioma, una verdad a la que se llega sin pruebas objetivas sino por una especie de revelación o insight, una experiencia directa e inmediata. Naturalmente no todos los axiomas son iguales y cuando hablamos de Dios no estoy diciendo que los que creen en Dios son delirantes sino que comparten algo con el delirio individual que construyen algunos de forma discontinua con las creencias consensuadas.

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      • El problema es que como todo es vivido, todos somos delirantes, pues la raíz de todo supuesto conocimiento suele ser una revelación o una observación. Pero resulta que ambos no son tan diferentes, pues toda observación está supeditada a los axiomas del observador. De este modo, es en el consenso, o no, de los axiomas bajo los que funcionamos, donde encontramos la raíz de todo pensamiento divergente sobre las distintas realidades vividas. Claro está, que esto no nos lleva muy lejos por lo que a paranoides y metanoides respecta.

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    • Yo he conocido a numerosos eruditos extremadamente atentos, algo ausentes y muy divertidos. Quizá fueran sabios a la vez que conocedores de determinadas materias. También he conocido a personas sabias, con un mayor o menor nivel de erudición. La sabiduría no está reñida con la erudición, ni mucho menos es concepto opuesto. Impostores los hubo, los hay y los habrá de la sabiduría, de la erudición y de cuanto se quiera. Pero eso es harina de otro molino, que se vende sin garantía y se consume sin prevención alguna.

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      • Mi comentario tan solo era una caricatura sin ánimo de ofender a nadie. Evidentemente de todo hay en la viña del señor. Quizás deberíamos ceñirnos a la ya mencionada etimología de que un sabio era alguien juicioso y un erudito era una persona que tenía amplios conocimientos en distintas materias.

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  3. Es posible que el cuestionar ciertos consensos e intentar recrear alternativas a poco que exista una motivación inducida como por ejemplo la sospecha o el miedo produzca una necesidad imperiosa de defensa, lo que le permite experimentar sus propias conclusiones imaginarias como una revelación y, no como una creencia razonable; lo que la dota de certeza. Esta pseudo revelación parece llevar aparejada cierta energía emocional que fluye desde lo inconsciente, esto unido a la erudición le puede dar la suficiente empenta y autoestima como para transformarse en un excelente comunicador de la conspiración paranoica.

    Un emisor de ideas delirantes con la energía, autoestima y erudición suficiente como para atrapar la atención de un receptor lo suficientemente sugestionable, por tanto sin espíritu critico que le compra la mercancía desde un angulo puramente emocional, cerrando un circulo virtuoso que se retroalimenta. Es sabido que a la mente le cuesta diferenciar entre la realidad y la ficción al caer bajo la ley del afecto dominante, esto significa que una sugestión vinculada con una emoción predominará sobre cualquier otra sugestión que se encuentre en la mente en ese momento. El afecto dominante emocional juntamente con la sugestión hace que ejerza una mayor influencia sobre esa mente. La ola conspirativa esta servida a imagen de un virus que solo necesita un individuo célula con estas especifidades para replicarse, o a un colectivo al que se seduce a través de una propaganda dialéctica que comparte esas mismas premisas.

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    • Bueno, no todos los paranoides consiguen seguidores, de manera que las ideas delirantes no se perpetuan por retroalimentación, pues nadie les cree, más bien lo hacen los metanoides, algunos de ellos son lideres de sectas y cosas asi. Hay una excepción el «delirio a deux», donde el delirante domina por completo al miembro más dependiente.

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      • Es el pensamiento delirante la infección; incluso lo atribuiría al carácter de la postmodernidad con su tacita debilidad o nihilismo débil lo que propicia por su poca rigurosidad que personajes como David Icke con sus lagartos e illuminatis; no se ahora, pero hace unos años llenaba teatros. Antivacunas, terraplanistas, torres gemelas, abducciones. Documentales en Dmax que aparecen doctos eruditos con títulos oficiales con series como «Alienígenas», donde ven extraterrestres allá donde miren a lo largo de la historia y, la gente les compra el producto con teorías de lo mas delirantes, lo que se traduce en una retroalimentación que ya es en si una forma de sub cultura.

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  4. El trasfondo de toda vida esta marcada por buenas dosis de tragedia y sufrimiento donde para colmo de males el fin ultimo es la muerte. El papel de la Cultura siempre ha sido enmascarar esta suerte de tropelía vital a través del delirio. Pienso que Cultura es delirio, en tanto siempre se ha tratado de ficcionar la realidad dándole un sentido del cual carece, a la vez que la realidad obstinadamente le demuestra la falsedad de sus creaciones delirantes en cualquier sentido. En este pasar el tiempo cultural tal como expresa Vattimo el filosofo italiano, observamos una modernidad que se apoya en un pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones filosóficas bien perfiladas, de las creencias verdaderas; !a saber, al pensamiento débil, a una modalidad de nihilismo débil, a un pasar despreocupado y, por consiguiente alejado de la acritud existencial; pero a mi modo de ver ni la modernidad ni la postmodernidad han enfrentado ni enfrentaran la realidad. Es en estas lindes donde «Progreso» solo significa nuevas formas de enmascaramiento, pero donde siempre encontramos dialécticas delirantes culturales tanto antes, ahora y después. !Ahora bien podemos caer en la tentación de librarnos del mal de la postmodernidad para ofrecer nuevas formulas, pero siempre alejadas de la realidad. !Repito, la diferencia entre realidad y ficción es que la ficción ha de parecer que tiene sentido.

    En mi ignorancia supina todo proceso cultural es como el sueño de Calderón, donde el rico sueña su riqueza y el pobre su pobreza y, donde la cultura permite soñar lo que son y, nadie lo entiende. Es aquí donde a mi parecer la sabiduría encuentra un hueco frente al enmascaramiento de la erudición, por que no es que sean incompatibles, es que en si el erudito es un animal cultural. El tema es complejo si entramos a dilucidar el por que, el como y el cuando de todas las cosas; cosa que a mi me supera; pero francamente si la vida es sueño acotamos el camino dejando atrás toda su complejidad.

    La sabiduría por tanto se define siempre frente a cualquier delirio de cualquier índole, se fundamenta entre la distinción de alucinación delirante y realidad, a la vez que no lo hace de cualquier manera, si no que comprende desde el amor, la ternura y la compasión bien entendida el tango que baila el ser humano y, su fin ultimo siempre es sanar la mente. Cuando el individuo duerme profundamente es cuando esta unido al Ser, por tanto el sabio es aquel que sabe coaligar y unificar el sueño profundo en la vigilia. Entre los locos Cervantinos el licenciado Vidriera decía: » Duerme, que todo el tiempo en que durmieres serás igual al que envidias». Eso es, sabiduría.

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