Rojo y negro


Aquellos que leyeran mi anterior post ya saben qué es un patrón y cómo se parece a la idea de arquetipo: algo que se repite, un tipo de temas u objetos recurrentes sean geométricos, económicos, psicológicos, ornamentales o artísticos. En este post me propongo analizar un patrón de personalidad a partir de un personaje literario, pues la literatura está llena de patrones y de arquetipos, también el cine, los cuentos o cualquier otra manifestación artística.

En este caso voy a usar al personaje de Stendhal, Julien Sorel, el personaje central de Rojo y negro, como paradigma del arribista, del —como diríamos hoy— trepa,

Lo primero que quiero apuntar es que arribista no es una condición extraña sino muy frecuente aun hoy y no se refiere a cualquier persona que busque mejorar su condición económica o social sino a aquellos que lo hacen sin ningún tipo de escrúpulo moral o a través de trampas, encantamientos o falsedades, los «pelotas» diríamos hoy. Elevar nuestro estatus es un deseo honrado y común a casi todo el mundo y muchos lo hacemos gracias a los llamados ascensores sociales. Se trata de medios puestos a punto por la estructura social para atravesar barreras que parecen a simple vista impermeables. El matrimonio y la instrucción académica son dos de los ascensores sociales más acreditados aunque no son los únicos. Y en teoría el esfuerzo y el talento. Y cómo no, la suerte.

Sin embargo para un individuo pobre como Julian Sorel que vivió en un época muy compleja (la Francia de 1820) el ascenso social era poco menos que imposible debido a la inflexibilidad de las clases sociales imperantes en aquel momento en Francia, la aristocracia, el clero y el campesinado eran las únicas posibilidades de pertenencia y se trataba de autenticas corazas que impedían que nadie las cruzara. Un advenedizo es aquel que está allí donde nadie lo ha llamado, como vemos en este post.

Julien Sorel es el tercer hijo de un aserrador de provincias que carece de los músculos suficientes para seguir el oficio de su padre y hermanos. A cambio de eso es muy inteligente y lee mucho, algo que en su familia no está bien visto. Treinta años más tarde encontraremos a otro heroe novelesco llamado Jean Valjean que parece progresar en su vida pero que a diferencia de Sorel, es una persona amargada por su pasado y abrumado por la culpa, Valjean es un melancólico y Sorel es un narcisista diríamos hoy, pero lo cierto es que la culpa parece haber sido abolida en esos años dramáticos para Francia con su guillotinas y sus persecuciones políticas. Valjean se redime a través de Cosette, pero Sorel solo puede redimirse a través del amor de Luisa Renal a la que trata de asesinar por interferir en sus planes de matrimonio con Matilde.

Su padre y sus hermanos se burlan constantemente de él. De manera que Julien tiene dos problemas de encaje: no encaja en la sociedad por ser un campesino y no encaja en su familia donde nadie parece quererle.

En Francia en 1820 —el año en que se publicó Rojo y Negro— vivía otra convulsión derivada de la revolución que se llevó a cabo años antes y que se prolongó con los años napoleónicos, que representaba los ideales de la modernidad, la República y lo liberal. Sorel es en este sentido un napoleónico, un ser fascinado por aquel hombre y que representa al rojo. Una predilección que ha de guardar en secreto pues la restauración borbónica volvió a poner todos aquellos ideales en cuarentena durante 10 años aproximadamente.

El negro (de las sotanas) representaba el poder de los clérigos y de la Iglesia, lo que entonces estaba muy vinculado a la monarquía y que se liquida en la frase «Trono y altar» un eslogan de los que defendían la vuelta al antiguo régimen, hoy diríamos conservadores. Paradójicamente es la Iglesia la que promociona a Sorel y leva ofreciendo los empleos que necesita en función de los deberes que cumple siempre con sus mentores.

Sorel aspira a ascender socialmente, a mejorar su estatus y lo hace a través de favores que va obteniendo de aquellos a los que odia, usualmente en el contexto de seminarios eclesiásticos y tutores a los que va encantando gracias a sus atributos intelectuales y su disimulada ambición. Este dilema es muy actual, pues el lector reconocerá enseguida a las personas de su ámbito privado o del ámbito publico que viven en esta continua contradicción. Aspirar a tener aquello que detestan, el poder, la riqueza, el lujo, el dinero, el sexo y todo lo que viene colgando de la obtención del poder y al mismo tiempo defender ideas políticas contrarias a este plan de vida por considerarlo inmoral o insolidario.

Luisa Renal es una mujer casada que pertenece a la joven burguesía que emergió de ese nuevo orden de enfrentamiento entre las dos Francias y Sorel es el preceptor de sus hijos, de manera que entre ambos se va forjando un romance ambiguo debido en parte a la reserva y la ingenuidad de ella y el orgullo de él pronto le lleva a rechazar un aumento de salario debido a su buen hacer como preceptor. Al mismo tiempo Elisa, una criada de la Sra Renal es rechazada por Sorel que pronto se ve metido en otro problema: la difusión de rumores malintencionados en la gente del pueblo difundidos precisamente por Elisa. La cosa se complica por los enemigos politicos del Sr Renal y Sorel se ve obligado a aabandonar el pueblo y refugiarse de nuevo en la Iglesia.

Si bien al alcalde de Verrières —el marido de la Renal— le parecen cuentos de fantasía, decide separarse de su preceptor. Julien, con el asesoramiento del padre Chélan, entra en el seminario mayor de Beçanson Antes de salir tiene un último encuentro secreto con la señora Luisa Renal, aparentemente muy fría, pero que le profesa un profundo amor. Julien confunde reserva con indiferencia.

Más tarde la curia le consigue otro empleo de importancia, esta vez en Paris, donde Sorel vuelve a meterse en líos de faldas precisamente con la hija Mathilda de su empleador el marques de la Mole. A la que deja embarazada y donde se le presenta un nuevo problema: ¿Accederá el marques a la boda de su hija con un paria como él? El padre tiene una idea:

El marqués se ennoblece y otorga a Julien un cargo de teniente de husares en Estrasburgo. Al mismo tiempo, el hijo del aserrador se convierte en el caballero Julien de Vernaye.

Cuando todo parece que va a arreglarse, el marqués de La Mole rechaza categóricamente cualquier idea de matrimonio tras recibir una carta de Madame de Renal denunciando (por consejo de su confesor) la inmoralidad de su ex amante devorado por la ambición. Julien, desesperado, va a Verrières rápidamente. Durante la misa entra en la iglesia y dispara a Luisa Renal, su antigua amante.

Pero no la ha matado.

El asunto es que a pesar de todos los esfuerzos por salvarle la vida, Sorel es condenado a muerte no tanto por el intento de asesinato sino por causas políticas, a causa de un discurso incendiario que pronunció. Su cabeza le es entregada a Mathilde y la Renal consigue manifestarle el amor que nunca reconoció. Sin embargo tres días después de la muerte de Sorel la propia Luisa Renal muere también.

«Rojo y negro» es una novela que se encuadra en el periodo de transición del Romanticismo al realismo y como el lector —que haya llegado hasta aquí— habrá notado el final trágico y el amor como motor y combustible en el ascenso de Sorel son dos elementos muy románticos, casi folletinescos. Sin embargo «Rojo y negro» no es una novela romántica sino una novela realista que contiene elementos políticos, psicológicos, y costumbristas precursores de la linea que seguirían los autores posteriores como Victor Hugo, y Flaubert en Francia y sobre todo Dostoyeski en Rusia, la novela psicológica, donde las dimensiones psicológicas de los personajes son explorados en profundidad, así como su mentalidad y sus creencias serian los leit motiv de toda la novela del siglo XIX hasta la llegada del simbolismo en Kafka.

Sorel es uno de esos personajes con los que me iría de copas para que me contara más sobre él. Le preguntaría ¿qué le indujo a apoyarse en una institución -la Iglesia- a la que detestaba? Y también ¿Cómo influyó eso en su tragedia personal? ¿Qué fue del hijo que tuvo con Matilde?

Y no lo haría con ningún ánimo moralista sino para explorar cómo aquella subjetividad permanece viva hoy e incluso se publicita en la TV. Para confortarle —recordemos que muere en la guillotina— le mostraría otros muchos Sorel que pueblan nuestro sistema político e incluso mucho otros que son capaces de ascender socialmente gracias a cualidades atractivas pero estultas.

También le daría un consejo muy útil que seguramente no conoció en su Francia del XIX. «No cagues donde comes».

Sorel es un personaje de su tiempo, y eso me parece un hallazgo en la literatura los personajes que viven en el tiempo que vivieron sus autores.

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