Viaje al fin de la noche


Viaje al fin de la noche es una novela de L. F. Céline que recordaré siempre porque fue la primera novela que leí, aconsejado por mi mentor de entonces cuando comencé a formarme en psiquiatría y que devoré durante aquellas interminables guardias de 24 horas que hacíamos una o dos veces por semana en el viejo manicomio. Su protagonista era un médico —del mismo modo que su autor— de manera que la novela es en cierta forma autobiográfica.

Le pregunté a mi mentor de qué iba la novela (siempre lo pregunto cuando me recomiendan alguna) y me dijo que era un manifiesto antibelicista. Pero la novela es más que eso. Cuenta en realidad los efectos perversos de la modernidad y —más concretamente— de sus efectos en la desubicación de los individuos concretos, el nihilismo y el escapismo como solución existencial a un mundo invivible, un subproducto de la industrialización y de los cambios que operó en Europa y USA.

Ferdinand Bardamu es un joven estudiante de medicina parisino que, en un arranque de entusiasmo, se alista voluntariamente en el ejército francés al estallar la Primera Guerra Mundial. Durante su primer enfrentamiento con el enemigo, decide que la guerra no es como la había imaginado pues todos los que se alistan voluntarios a una guerra creen que es una oportunidad para el heroísmo y lo que se encuentran en ella no es sino la desolación y la brutalidad. Bardamu decide que la guerra no tiene ningún sentido y no quiere participar en ella, de manera que comienza su deserción en una larga caminata nocturna donde conoce a un reservista francés llamado Léon Robinson, que quiere ser capturado por los alemanes para poder pasar la guerra en la relativa seguridad de un campo de prisioneros. Bardamu y Robinson se dirigen a un pueblo francés, pero no hay alemanes a los que puedan rendirse. Decepcionados, se van por caminos separados.

Lo interesante de este personaje —Robinson— es que parece estar dotado del don de la ubicuidad y aparece y desaparece varias veces en la novela. Obviamente Céline lo usa como antagonista cínico del desubicado Bardamu que sigue sin embargo un largo viaje que le llevará primero a Africa donde conocerá la explotación que el colonialismo francés lleva a cabo en aquel continente, un colonialismo extractivo y brutal con los africanos. De alli saldrá —después de defraudar a su empresa— por piernas y llegará a una colonia española donde un sacerdote le vende como esclavo en las galeras.

Desde allí llega a Nueva York y después de una serie de contrariedades amorosas termina en Detroit donde entra a trabajar en la Ford y conoce las condiciones laborales de los obreros, también se enamora de una prostituta llamada Molly a la que advierte ante su insistencia en establecerse en el nuevo mundo:

Su manía por escapar de cualquier situación en la que se encuentre.

De manera que vuelve a Paris y decide terminar sus estudios de Medicina y comienza una práctica en el sombrío suburbio de Rancy. La mayoría de los residentes son demasiado pobres para pagarle y él se ocupa principalmente de las consecuencias de los abortos clandestinos y se hace cargo de casos sin esperanza que otros médicos no quieren tratar.

En este sentido me parece encontrar un paralelismo entre Bardamu y el personaje médico también de Luis Martin Santos, en «Tiempo de silencio». Un medico que ayuda a los pobres y ejerce en los peores suburbios de Madrid de postguerra. Y que se mete en líos por asistir a un aborto clandestino.

Aquí vuelve a aparecer Robinson en plan homicida y decide matar a una señora a la que quiere robar, termina haciéndolo y Bardamu acaba por escapar otra vez, esta vez rumbo a un manicomio, donde su director —a su vez— trata de escapar también de allí dejándole a cargo de su dirección.

Robinson a su vez, también quiere abandonar su nuevo trabajo pero es asesinado por su amante y la novela termina precisamente cuando Robinson desaparece.

Como el lector podrá comprobar los personajes de esta novela son escapistas: no soportan estar en ningún lugar, no parecen encontrarse bien en ningún sitio y su manía viajera recuerda a aquellos fugitivos disociados de los que ya hable aqui.

En realidad la única diferencia entre los «locos viajeros» y la peripecia de Bardamu-Robinson es que viajar ya no era delito en Europa en ese tiempo, de manera que el viajero ya no necesitaba andar disociado mientras escapaba de algo de su entorno.

¿ Por qué te admiras de que los viajes no te aprovechan para nada si por todas partes vas contigo mismo? Va en pos de ti la misma causa que te empujaba a marcharte. ¿De qué puede servir la novedad de las tierras, el conocimiento de ciudades y países? Todos estos cambios son en vano. ¿Me preguntas por qué no has hallado consuelo en tu huida? Porque escapaste contigo mismo. Es el peso del alma lo que precisas abandonar; sin haber hecho esto no encontrarás agradable ningún lugar.

(Séneca, Cartas a Lucilio)

¿Pues qué obliga a las personas a escapar, a deambular de aquí para allá sin un rumbo o propósito claro?

Alrededor de 1887 hubo una epidemia de fugas o escapistas en Francia (concretamente en la zona de Burdeos). vale la pena señalar que en aquella época solo viajaban los ricos y los fugitivos criminales. Las personas comunes no viajaban ni hacían escapadas de fin de semana, ni tenían vacaciones ni oportunidades de hacerlo más allá de su llamada a filas. Hoy siguen habiendo escapistas y «transeuntes» pero la mayor parte de ellos no están disociados y conservan su identidad, pues el vagabundeo se ha normalizado, es decir ya no es delito.

La hipótesis de Hacking es precisamente esta: la fuga disociativa ha dejado de existir en cuanto la gente ya no ha precisado disociarse para escapar de su realidad personal.

Pero siguen habiendo escapistas aunque en mi opinión el éxito de la novela de Céline procede del hecho de que más allá de una aventura personal, el autor está dibujando una época determinada, las perversiones de la modernidad que dejan a muchas personas huérfanas de ubicación significativa, algo que ni la guerra, ni la industrialización de USA, ni la esclavitud de Africa pueden resolver como tampoco puede resolverlo le medicina que se ejerce en lugares lúgubres o insalubres. Por más interés que se tenga por cambiar el mundo por las consecuencias de la revolución industrial que laminó de hecho las relaciones familiares y significativas de los trabajadores.

La gente huye porque odia el lugar en el que se encuentra y cree que en algún lugar encontrará reposo siguiendo una estela de humanismo que al ponerse a prueba resulta en un fiasco como demuestra el personaje de Robinson.

Lo más interesante para mi, y lo que necesita una respuesta es ¿por qué mi mentor me recomendó leer este libro?, Lo cierto es que ambos trabajábamos en un manicomio y lo cierto es que él terminó escapando de aquel lugar siniestro, y yo quedé al mando como Bardamu.

Aunque de Bardamu no sabemos nada.

2 comentarios en “Viaje al fin de la noche

  1. El escape…supongo que cuando se vive y elabora una experiencia ya no necesitas estar más ahí,a no ser que los beneficios sean superiores a los costes en el tiempo.
    Quedarse cuando el beneficio ya es bajo y el coste personal es alto,entiendo hay un condicionamiento y que la persona está en un impasse de estancamiento en el que,de algún modo,se pueden volver a recuperar unos beneficios similares a los iniciales.El escape siempre me parecerá una buena opción,lo complicado es encontrar cual es la forma más equilibrada para hacerlo.
    Un saludo 🤗🤗

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  2. El titulo del libro a mi parecer adolece de una ausencia. » El viaje, al final de la noche «; mejor así.

    Una hipótesis intuida es la siguiente:

    «Pues hay siempre dos niños, el del Yo ideal (omnipotente), y el del ideal del Yo», y con este último al final de la noche comienza el viaje a ningún lugar. La sobre socialización o la irrupción de la modernidad tienen una buena y una mala noticia. La mala es el desarraigo familiar y de un entorno social afín, que en cierta forma actuaba como anestesiante ante la perdida del verdadero desarraigo; la buena noticia es que sin el anestesiantemazin, el sufrimiento pone al descubierto el verdadero sentido de nuestro tránsito por la vida bajo una perdida necesaria, pues sin desafío no hay crecimiento; evidentemente ciegos e ignorantes a esa inconsciente necesidad lo expresamos en mayor o menor medida apareciendo como culos de mal asiento.

    Es al final de la noche y, soy consciente de la imposibilidad de demostrarlo, por qué el verdadero arraigo está vigente a través del omnipotente Yo ideal durante el tiempo onírico, donde noche tras noche regresa al hogar, hasta el fatídico día al final de una simbólica noche, donde se produce previo un lento pero inevitable alejamiento la total desconexión.

    Ahora somos como pollos sin cabeza.

    El mundo no deja der ser una expresión de este atolondramiento, y un espejo de una incansable búsqueda que una a una va testeando toda posibilidad de dar con la solución.

    Lo curioso es que al final lo importante es el viaje y, cualquier Yo como dice JK es el resto de la humanidad.

    Es solo una hipótesis, pero………

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