«Vivir es trauma»: James Rhodes en Castellón

james rodhes

Ayer día 21 de Febrero tuvo lugar el la UJI (Universitat Jaume I) en Castellón unas jornadas sobre el trauma y el abuso sexual en la infancia que contó con la presencia de James Rhodes pianista, quien en su libro «Instrumental» cuenta su experiencia como niño abusado de forma reiterada durante su infancia y su periplo psiquiátrico-psicológico a través de múltiples tratamientos infructuosos, casi todos.

La jornada estuvo distribuida en dos partes, en una de ellas hablaron los expertos, y yo mismo pronuncié una conferencia sobre la historia del trauma que próximamente colgaré aquí en mi blog. Por la tarde el Dr Matias Real le hizo una entrevista al pianista que además cerró el acto con música clásica, eso que él llama «música para el trauma» (y que podeís encontrar en spotify). Además admitió preguntas del publico y he de decir que aprendí más del trauma con esa entrevista que después de 40 años de actividad profesional. Dar la palabra a los pacientes es probablemente el método de investigación del futuro -tal y como hicieron Janet y Freud_ «escuchar y anotar el relato de los pacientes» sin atender a la teoría que siempre es prejuiciosa y académica, pues todo lo que sabemos del trauma nos viene de mediadores, pero qué pocos testimonios nos llegan de supervivientes que tengan la suficiente lucidez para decir la verdad sobre este asunto que es en sí mismo sobrecogedor.

Percibí una brecha entre lo que decía Rodhes y algunos de los expertos que intervinieron, más concretamente en lo que decía una psicóloga llamada Noemi Pereda muy interesada en la epidemiología del abuso. Según una entrevista que realizó ayer para el Mundo- Castellón, esta profesional cifra los abusos en nuestro país con una cifra entre el 10-20% de los niños, lo que resulta muy preocupante si tenemos en cuenta que los casos conocidos y detectados son solo la punta del iceberg de un problema que se supone más extendido de lo que nos permite reconocer en función de los niños que han sido separados de sus progenitores precisamente por esta circunstancia. En la intervención de Rhodes sin embargo explicó muy claramente cual es el problema: la mayor parte de los niños abusados no cuentan su experiencia de abuso hasta muchos años después, concretamente el tardó 30 años en contarla. ¿Si los niños abusados cuentan su experiencia años más tarde en qué consiste la detección precoz?

Contaba Rodhes que los niños abusados guardan el secreto inducidos por dos cuestiones: las amenazas del perpetrador y por la enorme vergüenza de contarlo. ¿Y en cualquier caso contarlo a quién? «Solo hablé cuando estuve preparado para ello», declaraba ayer James Rodhes. Y cuenta además en su libro «Instrumental» una anécdota muy curiosa: el primer familiar al que contó su experiencia traumática fue a una tía. La tía le respondió con la siguiente frase: «Es que eras un niño muy guapo».

El riesgo que tiene toda víctima de abuso sexual es la retraumatización, que es lo que hizo precisamente la tía con esa frase, que traducida al lenguaje del inconsciente es esta: «tu tienes la culpa por ser tan guapo». De manera que los niños hacen bien en no contar según qué experiencias a según qué personas. Y desde luego el lugar menos idóneo para contarla es una corte judicial, un lugar donde la retraumatización es segura. De manera que podemos empezar a entender porqué se guardan estos secretos tanto tiempo.

Al decir de Rhodes los delitos de los abusadores no deberían prescribir nunca, habida cuenta de que hay que esperar necesariamente a que los abusados encuentren la seguridad y la confianza necesarias para hacerlo, abusados que han perdido precisamente la confianza y la seguridad para que cualquier niño madure afectivamente de una manera natural.

Vuelvo ahora a la experta victimóloga, Noemi Pereda que propuso más medios para atender las consecuencias psicológicas y psiquiátricas de estos niños traumatizados. Es verdad que cuanto antes se aborde este problema tendrá mejor pronóstico pues cuando un niño abusado ha dejado transcurrir demasiado tiempo le va a resultar mucho más difícil recuperar la confianza en los demás. Más medios no solo sanitarios, sino psicológicos, judiciales y sociales para la detección precoz. Pero cuando plantea estos temas a la administración lo que encuentra es la siguiente pregunta ¿Cuantos niños están afectados por abusos en la infancia? Dicho de otra manera le piden datos cuantitativos, por eso no es de extrañar que los epidemiólogos sobrevaloren estas cifras de abuso. Pero la pregunta que yo haría a la administración es ésta: ¿Es que un 20% de afectados justificaría mucha más inversión que un 10%?.

Personalmente puedo entender estos devaneos de cifras y de recursos pero el problema existe más allá de los números que podamos presentar a los administradores de lo público. Pero cualquier inversión que se haga, en este sentido, tiene que tener en cuenta la opinión de las víctimas y no debe servir para engordar trabajos de investigación que sobrevaloren los casos para obtener más recursos. En este sentido está demostrado que el maltrato infantil y la negligencia de los cuidadores es mucho más fácil de detectar por los servicios sociales y mucho más frecuente que los casos de abuso sexual.

«Aunque me hubieran torturado no hubiera contado mi experiencia de abuso a nadie, ni a mi familia ni por supuesto a un juez». «Simplemente no estaba preparado», decía Rodhes.

Ahora bien, contar lo que sucedió no es necesario para sanar de un acontecimiento traumático de cualquier naturaleza, no se trata de un auto de fe. Muchos sujetos traumatizados por otras causas han perdido totalmente la memoria de su infancia (amnesia disociativa) y no recuperan jamás esa memoria. Forma parte de nuestro modo de entender lo traumático pensar que relatar lo que sucedió y curarse van en el mismo paquete y no es cierto. Contar lo que sucedió es algo que puede suceder o no suceder en una terapia pero desde el punto de vista judicial es absolutamente necesario. ¿Cómo condenar a un perpetrador si no hay prueba fehaciente del abuso, con una declaración creible?

Dicho de otra manera: la confesión de la víctima es necesaria jurídicamente pero no psicológicamente. Castigar al perpetrador y curar al abusado son dos cosas bien distintas. Y parece que la tolerancia cero con los perpetradores es difícil de aplicar sin dañar al abusado.

Personalmente estoy de acuerdo en que ciertos delitos no deberían prescribir nunca pero las causas judiciales que investigan estos delitos con la presencia de los niños abusados, tienen consecuencias fatales para ellos, de modo que alguien en el sistema judicial debería proponer alguna manera de proteger y respetar a los niños que quieran guardar silencio y sobre todo no recurrir a interrogatorios demasiado explícitos sobre lo que sucedió y por supuesto los jueces deberían saber algo más de psicología infantil del mismo modo que los médicos sabemos algo de la prevaricación y otros delitos difundidos continuamente en los medios.

Rhodes me pareció una persona muy lúcida, que todavia tiene sintomas mentales que maneja como puede y lleva una vida bastante funcional gracias quizá a su profesión de pianista que le permite «no pensar, y no hablar demasiado», algo que sigue provocándole angustia. Una angustia que será para siempre pero precisamente por eso, su actitud denota tanta verdad: ni una palabra de rencor tuvo para todos aquellos que miraron hacia otro lado, los que no se dieron cuenta de que sangraba por el ano, ni siquiera para el perpetrador. Rhodes es una victima que afortundamente para el no recurrió a la victimización.

Victimas y victimización.-

Ser víctima de una agresión y aparecer victimizado ante la opinión pública son dos cosas bien distintas. La victimización es un resorte de nuestra mente que viene favorecido por nuestro entorno. Aparecer como víctima de algo es deseable, mucho más que aparecer como perpetrador, la víctima recoge simpatías sociales, y a veces seguidores para una causa. Pero la victimización tiene otras ventajas psicológicas adheridas: la principal es el mantenimiento de cierta autoestima y control. En la medida en que el culpable es el otro, yo soy inocente. Esta escisión categorial entre culpables/inocentes es una de las variables que han de abordarse en la psicoterapia de un trauma, puesto que el que divide el mundo en esta dualidad está muy cerca de dividir su mundo psíquico en estas dos totalidades: completamente inocente/completamente culpable. Ellos y yo.

De manera que dos de las cuestiones que han de abordarse -y evitarse- necesariamente en una terapia del trauma son: la posibilidad de retraumatización que ya señaló Ferenczi y la victimización. La terapia puede resultar violenta para un paciente psiquiátrico traumatizado por una cuestión: revivir el trauma por sí mismo, es decir recordarlo o simplemente hablar de ello pueden resultar insoportables para algunos pacientes que empeorarán necesariamente con cada intento de ayuda con independencia de que no todo el mundo pretende ser ayudado. Pues la terapia en su intempestiva búsqueda de la verdad histórica puede dañar más que beneficiar al paciente, recordemos que el paciente traumatizado quiere seguir siendo completamente inocente, no importa si enfermo.

 

Hay que recordar ahora que nuestro cerebro es dual y trabaja con categorías. Ser culpable o ser inocente es vital para un traumatizado pero ser culpable (sin serlo) es una estrategia para evitar la indefensión. Todo parece indicar que es la indefensión la emoción intolerable, más que la culpa, pues en la culpa existe la probabilidad de que pueda algún día purgarse, siempre será mejor sentirse culpable que volver a experimentar la indefensión y es por esta razón que la victimización es un resorte para salir bien librado del juicio social en cualquier episodio traumático.

La victimización y la querulancia son para mi las complicaciones más temidas para un traumatizado, pues son eternas y no se resuelven nunca. Parece que Rodhes aun siendo una víctima decidió ser un superviviente mas que un victimario.