Nuestro frágil intelecto

Vivir en una ciudad es uno de las condiciones demográficas más conocidas y relacionadas causalmente con la esquizofrenia (Aforismo psiquiátrico de cabecera)

platon

Es interesante señalar una vez más que la evolución opera desde algo que se llama selección natural, una de las formas de innovar organismos vivos. Y es tambien importante señalar que seleccionar no es lo mismo que elegir. Usted elige pareja o algún plato cuando va al restaurante y lo hace priorizando u optimizando sus gustos pero la evolución no elige sino que selecciona, opera por descarte, y es por eso que se llama selección natural y no elección natural.

Descartes que eliminan los organismos peor adaptados, lo que significa que la selección natural no elige a aquellos que han conseguido maximizar su fitness de acuerdo con su medio ambiente sino que elimina al resto. Lo que quiere decir es que el proceso de selección natural es indisociable del concepto de medio ambiente. O lo que es lo mismo: la selección opera siempre en las condiciones que el medio ambiente propone según cada momento o época (contada en eones y no en años).

Los organismos vivos evolucionan por selección natural en constante sinergia con el medio ambiente.

Y lo hace como he dicho descartando los organismos peor adaptados y traspasando a la siguiente generación a los mejores o mejor adaptados (su genoma) de acuerdo con las condiciones en que se produjo tal selección, lo que significa que si cambia el entorno ambiental cambia la selectividad. El mecanismo que utiliza la selección natural para introducir cambios en los organismos es pues un mecanismo de descarte de las mutaciones deletéreas que se produjeron en los organismos en su intento de adaptarse a un medio ambiente concreto.

Deletéreas significa que tienen pocas probabilidades de medrar en un determinado ambiente, crecer, alimentarse y reproducirse.

Algo que es, mal entendido es que la eliminación de estas mutaciones es más intensa cuando las condiciones del medio son más hostiles. El trabajo de la evolución es concretamente éste: adecuar su método selectivo a las condiciones ambientales, asi es predecible que la acción de la selección natural sea más fuerte e intensa cuando las condiciones del medio sean más duras para la supervivencia.

Es por eso que hablamos de condiciones ancestrales cuando hablamos de adaptaciones o de selección natural propiamente dichas. La mayor parte de nuestras adaptaciones se dieron en el periodo que media desde el paleolitico hasta el neolitico (en mayor escala podriamos hablar del pleistoceno). En ese periodo que va desde los 300.000 hasta los 30.000 años se produjeron la mayor parte de mutaciones que dieron con el diseño adecuado para sobrevivir a nuestra especie al tiempo que configuraron nuestro éxito reproductivo.

A partir del neolítico la cosa cambió y lo hizo porque los humanos encontraron un método para abandonar su vida trashumante y consiguieron establecerse gracias al desarrollo de la agricultura. Aparecieron las ciudades y con ellas la vida vagabunda dio lugar a una especie de sedentarismo que venía asegurado por la producción y acumulación de excedentes.

La seleccion natural bajó la intensidad de presión sobre nosotros los hombres y se puso, por así decir en paro.

Esta es la idea de Gerald Cabtree que puede leerse en este pdf (en inglés) y que lleva el mismo título que este post.

Cabtree es un genetista de la universidad de Stanford cuya publicación desató un amplio escándalo entre los de siempre y algunos de sus colegas, al publicar sus conclusiones que pueden resumirse de este modo: cada vez somos menos inteligentes y cada vez tenemos menos control de nuestras emociones.

El ejemplo que pone el propio Cabtree es que un griego de hace 3000 años era más inteligente o casi que cualquiera de nuestros conciudadanos actuales y sobre todo: tenia más control sobre sus emociones.

Naturalmente la hipótesis de Cabtree contradice nuestra suposición de que nuestros conciudadanos son cada vez más inteligentes gracias a la educación universal, la mejoria en la alimentación, la mejoria global de nuestra salud y de un medio ambiente limpio de tóxicos como el plomo que fue un azote venenoso y doméstico durante casi toda nuestra historia.

Se conoce como efecto Flynn al hecho de que en los ultimos 100 años la inteligencia humana ha mejorado, es verdad que nosotros somos más inteligentes que nuestros abuelos. Sin embargo, Cabtree sin desmentir esta evidencia proximal cree que este fenómeno es un repunte de la inteligencia que se produjo al mejorar los entornos de salud y educación y no la tendencia general de la inteligencia en nuestra especie. Algo puntual que no desmiente su hipótesis, aqui en este post hay algunas explicaciones sobre su punto de vista.,

No es que seamos mas tontos cada dia que pasa como titulan algunos, sino que nuestra inteligencia ha sufrido algunas variaciones, algunas de las cuales representan una ventaja y otras no.

Lo cierto es que casi el 80% de nuestros genes tienen algun tipo de delegación o representación en el cerebro, lo que dice Cabtree es que es cierto que cada vez la selección natural tienen menos importancia en la tarea de introducir cambios en los organismos vivos que llamamos hombres, a causa de la mejoria de nuestras condiciones de vida. Sencillamente la selección natural se ha cansado de nosotros y nos ha abandonado a nuestra suerte.

Y esto tiene consecuencias negativas, por ejemplo ya no se dedica a eliminar ciertas condiciones geneticas deletereas – ¿es por eso que existe tanto cáncer?- y gracias a los cuidados médicos es posible afirmar que los organismos vivos actuales somos portadores de cargas geneticas con mutaciones que nos llevaran a la tumba. Una de estas condiciones mejor conocidas es la edad del padre, se sabe que a más edad paterna (la madre influye poco) más riesgo existe para su descendecia. Un niño actual hijo de un padre joven, es portador de un 20% de mutaciones, de un 40% si está sobre los 30 años y de 50-60% si es mayor de esta edad.

Y naturalmente a más mutaciones más probabilidades hay de que alguna de ellas sea letal.

Y si no es letal al menos que muestre en sus portadores algun tipo de disfunción cerebral, una menor inteligencia o control emocional según Cabtree.

Ahora bien para entender los argumentos de Cabtree es necesario resolver la paradoja que se presenta entre naturaleza y cultura en la inteligencia humana y cuento al control emocional como una forma de inteligencia.

Es razonable pensar que mientras la tecnología y el conocimiento crecen de una forma exponencial, las mutaciones que dieron lugar a nuestro cerebro no han sufrido ninguna modificación desde el Neolitico para acá. ¿Entonces cómo explicar esa misma explosión tecnológica y de conocimiento si somos tan tontos?

No cabe ninguna duda de que si somos tan inteligentes es gracias a nuestra sociabilidad, algo que estiró de nuestra corteza cerebral rellenándola de nuevos contenidos y de nuevas abstracciones. Es pues la cultura que hemos inventado la que garantiza a modo de un exocerebro (según la idea de Roger Bartra), una prótesis de memoria y de información suplementaria que nos hace parecer más listos de lo que en realidad somos, al tiempo que nos convierte en simbolodependientes. Todo lo cual no contradice la idea de Cabtree que se limita a pensar en el cerebro individual como soporte de enredos que el individuo ha de desentrañar por sus propios medios a poco que se aleje de sus condiciones y refuerzos sociales que le son vitales para orientarse en la complejidad.

En mi opinión esta idea encaja muy bien con la evidencia de que las enfermedades mentales están creciendo en todo el mundo civilizado y que ciertos trastornos emocionales como el TLP o la epidemia de casos de trastornos alimentarios son debidos a la insuficiencia con que los individuos enfrentan sus emociones sin los recursos adicionales para inhibirlas, modificarlas o modularlas. Es como si nos faltara corteza cerebral y recursos inteligentes.

Lo que viene a subrayar la idea principal de este post y es que tenemos un cerebro muy vulnerable y frágil y lo es porque la velocidad con que la cultura ha introducido un mundo tan complejo no se corresponde con la velocidad de las mutaciones necesarias para hacer lo propio en la conectividad cerebral.

Y tenemos que fiarlo todo a nuestra sociabilidad o gregarismo, a depender de los otros.

Sencillamente tenemos un cerebro muy frágil para vivir en una sociedad tan compleja y a pesar de que vivimos en el mundo más seguro, opulento, cómodo y saludable de todos los que hemos vivido con anterioridad, esta misma ventaja se transforma en hándicap cuando nuestro cerebro ha de enfrentarse solo a algún dilema que supera nuestro capacidad para abstraernos de él.

Algunos de mis amigos ya me han preguntado, ¿pero no es la propia cultura un invento de los cerebros humanos?

Claro, pero no de los mismos cerebros que sucumben a esa complejidad.

Nota liminar.-

Roger Bartra es un antropólogo mexicano de origen catalán que escribió un libro titulado “Antropologia cerebral” donde presenta la osada hipótesis de que el cerebro del Sapiens no representa una ventaja evolutiva sino una desventaja, o mejor una desventaja que se transmutó en ventaja, a partir de lo que él llama exocerebro.

Aqui en esta web hay un buen articulo de la teoria de Bartra y aqui el blog del propio Bartra

¿Puede haber amor entre un humano y un zombie?

David Chalmers es un filósofo de la mente del que ya hablé en este post acerca del conocido «dilema del zombie».

Lo que Chalmers plantea es lo siguiente:

1. Podemos imaginarnos un mundo con seres como nosotros, que hagan lo que nosotros, pero que no sean conscientes: los zombies (o autómatas).

2. La física no podría dar cuenta de la diferencia.

3. Por tanto, la consciencia es una propiedad fundamental y ontológicamente autónoma.

En realidad lo que Chalmers pretendía resaltar con el enunciado de su dilema era el hecho -para el irrefutable- de que mente y cerebro serian entidades autónomas e independientes, de tal modo que podriamos imaginarnos robots sin subjetividad (sin conciencia) y por otra parte espiritus descarnados.

En realidad, no voy a ocuparme de refutar este dilema que por otra parte ya está lo suficientemente refutado por la neurociencia (la filosofia de la mente) oficial sino que voy a servirme de él para construir o mejor iluminar un dilema psicopatológico de carácter obsesivo y hacer un comentario acerca de una pelicula titulada «Blade runner» cuyo guión puedes encontrar en la wiki si aun no la has visto.

Una viñeta clinica.-

Hace algunos años tuve ocasión de tratar durante un largo periodo de tiempo a una persona, por otra parte exitosa en su trabajo, que consultó movido por la necesidad de superar un patrón repetitivo de su vida que podia resumirse con esta pregunta ¿Cómo saber si nos quieren de verdad o se trata de un simulacro?

El cartesianismo de esta formulación solo puede acaecer en una persona con graves disfunciones caracteriales, mi paciente era una persona -que se habia casado tres veces y andaba por el cuarto intento- que presentaba un trastorno de la personalidad de tipo narcisista muy intenso que interfería gravemente en su vida llevándole de fracaso amoroso en fracaso amoroso debido a la escasa capacidad de empatía que mostraba con sus parejas que terminaban por abandonarle al poco tiempo de convivir con él.

Hasta que entendió que ese patrón procedía de lo que el definia como «inseguridad» en su propia valía personal en el terreno de lo afectivo. Pensaba que las personas que se unian a él lo hacian movidas por el interés, más claramente solía decir que le querian por su dinero, lo que le llevaba a una continua indagación sobre el otro movido por -al principio- sólo sospechas, que iban transformándose poco a poco en certezas. Llegaba a la conclusión con cierta celeridad de que en efecto, las mujeres que estaban en su vida eran unas «interesadas» materiales pero que en realidad ninguna le amaba.

No entendí bien la patologia caracterial de mi paciente hasta que acabé interesándome por el dilema del zombie. Esta es pues la aplicación práctica de este dilema que planteaba Chalmers a la clinica de cada día.

En realidad entre Yo y el otro existe un abismo de discontinuidad, no podemos saber lo que el otro piensa, ni podemos tener acceso a sus planes. No podemos saber si quien está con nosotros finge o si «todo se trata de un simulacro», destinado al engaño. Pero si esto es asi ¿cómo nos las arreglamos las personas comunes para adquirir ciertas seguridades sobre las intenciones de los otros?

Lo que hacemos las personas comunes es entender que sólo podemos aspirar a un mínimo de certidumbre, entendiendo como incertidumbre dura al 50 (si)-50 (no). Dicho de otro modo: en una relación afectiva no estamos nunca situados en ese borde de «cara o cruz» sino que todos adoptamos -engañados o no- la certeza de que el otro nos ama por «nosotros mismos», sin saber muy bien qué significa este «nosotros mismos».

Nos conformamos con una certeza del 60 (si) -40 (no). Podemos afirmar que en este rango de probabilidades nos movemos las personas que no tenemos un trastorno de personalidad de este tipo. Y lo hacemos por dos razones:

  • Porque tenemos una teoria de la mente (ToM) esto es la posibilidad de tener metacogniciones. Adivinar las intenciones del otro y a través de la empatía profundizar sobre estas intenciones al comparalas con las nuestras.
  • Porque a la vez que escudriñamos sobre las intenciones del otro desarrollamos  emociones propias con respecto a ese otro, me refiero a emociones amorosas o positivas. Y dado que estas emociones son nuestras no las sentimos como un simulacro o engaño. Y estas emociones enactuan con las «intenciones» del otro fueren las que fueren y las modifican.

De modo que no somos solamente actores pasivos en ese baile de parejas en que nos solemos invoucrar sino que además de recibir información del exterior volcamos información procedente de nuestro interior y modificamos asi la percepción que tenemos del otro y sus intenciones hasta llegar a ese 60-40 que disuelve la duda y entonces la obsesión queda sin función alguna.

El problema de mi paciente era su extremo narcisismo que le impedía precisamente ese volcado de emociones y le enjaulaba en una excesiva inversión en sí mismo, donde quedaba poco para repartir entre los demás. Lo cierto es que mi paciente era incapaz de amar a nadie «por sí mismo», algo que se evidenció en la transferencia y donde quedó claro que sólo podia amar a aquellas personas que él entendía eran sus iguales, similares en su nivel intelectual.

El zombie, pues era él, carecía de afectos amorosos por los otros (sobre todo con las mujeres) a las que menospreciaba como seres inferiores. Era él, el que carecía de conciencia, pues toda conciencia es autorecursiva y se vale de las emociones propias para enactuar con el mundo. Al bloquear sus emociones esta persona quedaba prsionera de una hiperformulación cartesiana y se abismaba en el bucle diabólico -racional- de Descartes. Hay cosas que sabemos porque las sabemos y aunque podemos equivocarnos, no nos equivocamos en lo esencial, sabemos que nos aman por «nosotros mismos» porque sabemos que tenemos un valor y porque damos valor al otro.

Un caso de pelicula.

En el caso de «Blade runner» lo que sucede es otra versión del mismo dilema que aparece en otras películas y novelas de ciencia ficción y de las que hablé en este post sobre «Robots enamorados». Harrison Ford se enamora de una «mutante» o zombie a sabiendas de que lo es.

¿Pueden los zombies amar?

Ya sabemos que no, puesto que están programados, bien, para trabajar, bien para el sexo o bien para discutir u obedecer. Si están programados significa que no disponen de libertad y la libertad es precisamente ese 10% que separa la experiencia de incertidumbre de la de sensata certidumbre. Un robot vive en la certidumbre total, nunca podrá hacer algo que vaya en contra de aquello para lo que fue programado, lo que le hace ideal para las tareas repetitivas o seriales pero incapaz para la improvisación afectiva que está presidida por la incertidumbre que no es otra cosa sino la libertad.

Pero a Harrison Ford esto no parece importarle demasiado pues el ha descubierto que ama a la bella mutante que le pusieron delante y acaba fugándose con ella sin un destino fijo.

Y es que en el amor no es necesaria la reciprocidad, sino que el que ama, ya tiene el suficiente «retorno» para ser feliz. Y quién sabe, aun no sabemos de la capacidad del amor para provocar mutaciones en los mutantes mecánicos.

Una tarea entre varios

Fruto de la colaboración entre varios amigos on line surgió esta idea del GMS (Global Mind Squeezing) que dio sus frutos con un trabajo colaborativo transdisciplinar que titulamos «Cerebro y códigos» que he resumido en este pdf que abajo cuelgo y que es el resultado de múltiples y saltigrados post que fueron publicándose en este blog durante 2011 y 2012.

Los autores que han participado en esta fórmula «entre varios» son: Agustin Morales, Antonio Grandío, Patricia Cantú, Ana di Zacco, Antonio Rodriguez Sellés, Belen Nieto, Gonzalo Haro, Rosana Peris, Cristina Bernard y yo mismo.

A todos ellos les doy las gracias por su dedicación y entusiasmo por lo nuevo.

Para ser la primera vez que se intenta ir más allá de la multidisciplinariedad el resultado es bastante provechoso, pero debemos seguir investigando las posibilidades de un enfoque entre varios.

GMS (Cerebro y códigos)

Tocando el código máquina (II)

Dicen y aceptamos todos que caminar es muy sano. Y lo es por muchas razones.

Pero a nosotros lo que nos interesa en este momento son sólo las razones de caracter mental. ¿Es sano caminar para nuestra mente?

Si, siempre que se cumpla una condición: no pensar.

En realidad lo que es sano mentalmente es el automatismo, la conducta automatizada, coser, orar, correr, conducir pueden ser igualmente actividades saludables aunque pocas veces conseguimos llevarlas a cabo sin estar al mismo tiempo dialogando interiormente con nosotros mismos, oyendo música, o contemplando simultáneamente las imágenes, canciones o escenas eróticas que atraviesan nuestra mente mientras las llevamos a cabo. Entonces, caminar, coser, o cualquier otra actividad automática dejan de ser saludables y se convierten en peligrosas por la distracción que conllevan. No es aconsejable conducir mientras se piensa en otra cosa, pues cuando se conduce hay que hacerlo prestando atención a la carretera y mantener la mente en blanco. Es muy dificil, ya lo sé.

Y lo es porque las prestaciones de nuestro pensamiento, nuestra imaginación y nuestros diálogos interiores exceden en definición a nuestros códigos reptilianos (código máquina) y a nuestros códigos límbicos o emocionales. Nos damos cuenta d elo que pensamos o imaginamos, lo podemos ver y tocar mientras que nuestro código maquina, binario y  tosco se nos muestra esquivo.

Lenguaje y pensamiento son estructuras de alto nivel, pero a cambio de ese alto nivel de prestaciones de definición podria interpretarse que nuestro cerebro profundo fracasa al representarse simbólicamente la realidad y que precisa de una «prótesis», una interface que llamamos mente y que opera en cierta manera de abajo-arriba, es decir inventando o enactuando la realidad y no solamente representándosela pasivamente. Evidentemente existe una ventaja al permutar la realidad por su símbolo: una ventaja es que de esta manera superamos el determinismo puro, la huella del oso no es el oso, pero la desventaja más corriente es que en cierto modo somos ciegos para captar esa misma realidad.

Lo mismo sucede con los sistemas cibernéticos actuales: en cierto modo están pensados para compensar la falta de destreza del usuario, haciendo al sistema más ineficiente, lento e incapaz de operar a niveles de detalle para muchos cometidos. Para un ingeniero informático siempre será mejor trabajar con lenguajes de «bajo nivel» en aquellas ocasiones en las que deba resolver ciertos problemas que serian inaccesibles desde lenguajes o sistemas más elaborados.

Lo que es lo mismo que aceptar que una mayor definición no asegura una mayor competencia en apresar la realidad tal y como la realidad es.

De la misma manera podemos suponer que estas prestaciones de alto nivel que nos proporcionan lenguaje y pensamiento no podemos resolverlo todo, más adelante abordaremos como «la palabra» oportunamente dirigida puede tener la potencia necesaria para abrir mágicamente una brecha que modifique instancias inferiores, aunque tambien es necesario señalar que estos «insights» pueden ser espontáneos y que operan de forma acausal. De modo que puede existir una operativa de la palabra (o de la consciencia) sobre el código máquina cerebral que no hemos llegado aun a saber manejar a voluntad.

Podemos cojeturar también que en ese rápido y caótico proceso previo al insight no sólo sea la palabra sino el propio terapeuta a través de otras instancias el que abra esa grieta para penetrar en el Gran programa (usualmente a través de la seducción y de la autoridad), de modo que sin perder de vista lo anterior es interesante abordar el tema de cómo acceder a un código de bajo nivel que pueda ser más eficiente  y resolutivo.

Nuestro sistema cerebral debe responder a una circuitería, a un modelo con puertos de entrada o salida y buses que permiten la circulación de información por vías con distintas velocidades o anchos de banda. Es presumible que existan también distintos lugares de proceso especializado de la información. Asimismo el almacenamiento debe responder a criterios de eficiencia. Un ítem irrelevante irá hacia una zona alejada de la conciencia (inconsciente) y algo que por su inconsistencia o intensidad no pueda ser procesado en tiempo real (un trauma por ejemplo), pasará también a alguna zona alejada de la conciencia primaria. Sin embargo aquellos datos que se presentan como “útiles” para nuestra interacción con el entorno serán los que se vuelquen (dump) a esta consciencia de manera más o menos periódica creando nuestra realidad y su timing. Pero es interesante ver que es todo ese sistema el que habrá contribuido con toda su complejidad, a generar esa imagen que se nos muestra de manera aparentemente sencilla en la pantalla de nuestro consciente.

Pretendemos pues acceder a aquellos datos (bocetos o borradores preverbales y previsuales) que pertenecen a este complejo, pero que no se muestran a la luz de la conciencia.

Una primera estrategia consistiria en entrenar nuestro sistema para cambiar en conjunto el peso de las emociones que asociamos a la información que nos llega.

Un sistema inteligente no necesariamente humano, ha de contar con un proceso de evaluación. La evaluación conlleva a su vez que el dato se asocie con un determinado “peso” asociado con su importancia, es necesario que el dato contenga pues un metadato que señale el peso o valor de lo que contiene, en una especie de etiquetado fuzzy (de lógica borrosa) que ande pegado al dato puramente informativo: hay una sobreescritura pues en el nivel emocional que añade metainformación a cada uno de los datos que proceden de atrás-adelante y de abajo-arriba. Son las emociones las que confieren esta ponderación en el sistema humano y ese es el proceso que tiene lugar precisamente en el tálamo despues del volcado de información. Y eso conlleva que si somos capaces de alterar las emociones asociadas al dato podremos cambiar la evaluación que a un nivel más alto se hacen de las mismas.

La practica de meditación, mindfullness, ciertos tipos de yoga, la hipnosis y el sueño mismo, asi como un buen número de técnicas de este tipo serían un punto de entrada para meterle mano al código máquina. La literatura sobre estas técnicas es abundante y por esa razón no entraremos en el detalle de cada una de ellas. No obstante, podemos decir que una clave que tienen en común es la de “no juzgar”, la epoché . Sólo es posible el juicio desde la palabra o el pensamiento (estructuras de alto nivel) y se trata precisamente de liberar al sistema de la palabra y el pensamiento, pues es así como accederemos al código en bajo nivel. Si somos capaces de vivir en un presente continuo, estaremos continuamente reseteando el sistema; y viceversa.

Pero ¿qué ocurre cuando un código perturbador (por ejemplo, un trauma) ya está instalado en un área de almacenamiento atemporal y alejado de lo consciente? El reseteo continuo no basta. La narrativa psicoterapéutica se ha visto también ineficaz. Una vía plausible es la reescritura de la emoción en un entorno de bajo nivel, una especie de “meditación-diana”. Reescribir una emoción no implica revivirla sino observarla , reconocerla y aceptarla desde una profunda humildad. En ese marco puede ser transformada, reescrita, o sustituida por otra emoción; disolviendo la inconsistencia original.

Otra vía de entrada para tocar el código la constituye el cuerpo mismo. Hay una comunicación de bajo nivel entre cuerpo y mente en la cual el lenguaje y el pensamiento son puenteados. La actividad deportiva es en sí misma una puerta de entrada y en el ámbito de la terapia, técnicas poco conocidas como el “Authentic Movement” o la terapia vibracional de Manuel Almendros deberían ser también seriamente investigadas pues el cuerpo es el escenario sobre el que el trauma representa el teatro un sueño encarnado.

Por no hablar del psicodrama mismo, es decir de construir entornos significativos y personalizados como los que ya se están implementando en tecnologias de realidad virtual. Pero no vamos a ocuparnos de estas técnicas en este momento sino para señalar que gran parte de las patologías mentales humanas se producen por un exceso de pensamiento tal y como conté aqui: el reconocimiento hiperreflexivo es un exceso de modus operandi de nuestro cerebro en un alto nivel de definición. Estos fracasos se deben a la incompetencia de nuestra mente para adaptarse a la complejidad que esa misma mente humana creó: me refiero al hecho de que la cultura que los humanos hemos inventado supera con creces a la capacidad de un cerebro individual de hacerse cargo de ella. Esta es con toda probabilidad el origen de los fracasos individuales a la hora de adaptarse a una realidad que en gran parte es una enacción, es decir un invento, una anticipación tal y como sostenía Francisco Varela.

Proyecto GMS

Texto y pre-texto de Francisco Traver y Agustin Morales.