Hacia una taxonomía de las emociones (VI)

Dado que el amor es una emoción culturaldependiente y que en gran parte es modelada por el entorno en que se vive, especificaré que estoy hablando de lo que entendemos hoy como amor romántico, una utopía emocional que se nutre de deseos, expectativas y constructos individuales compensatorios que en gran parte chocan continuamente con la realidad desolada en que vivimos. El amor se convierte asi en un colchón de seguridad, en un salvoconducto para la felicidad en muchas personas, en una isla de perfección que suponemos hemos de descubrir por nosotros mismos guiados por un extraño drang, un impetu fascinante. (Aqui hay un buen articulo sobre el amor en tiempos de la postmodernidad).

La frustración en el amor es pues la consecuencia más notable que cabe esperar de este estado de idealización. El rencor, la rabia, la indignación, la decepción o la pena son las consecuencias emocionales más importantes que se desprenden de aquella confrontación entre realidad e idealización.

No es de extrañar que el amor -como principal promotor de arousal en nuestra especie- de lugar a múltiples patologias y conductas inexplicables, algunas resultado de su decepción pero otras vinculadas directamente con el sentido que el amor tenga en cada mente individual.

No cabe ninguna duda de que es precisamente esta idealización la que nos hace tan vulnerables, tal y como supuso Freud cuando advirtió que: «jamas nos hallamos tan a merced del sufrimiento sino cuando amamos».

Locuras de amor.-

Los que hayan leido esta noticia, habrán sufrido un posible dejà vu, son tan frecuentes este tipo de sucesos que hasta literariamente estamos condenados a entenderlos como perturbaciones mentales que el amor causa en algunas personas. Sin embargo es bueno describir dos tipos posibles de sucesos: los que llevan al enamorado al homicidio y los que le llevan a la locura propiamente dicha, es decir al delirio.

El caso del que habla la noticia es paradigmático: un muchacho enamorado de una muchacha sufre de muchas preocupaciones, ansiedad continuada desde que los progenitores de aquella cuestionan su relación. Un muchacho normal y sin antecedentes psiquiátricos de interés de repente se transforma en un feroz asesino y dispara su arma contra la muchacha. ¿Qué es lo que puede transformar a una persona corriente en un asesino?

Hay algo paradójico en esta conducta de asesinar a la amada, pues al fin y al cabo el amor es considerado como algo totalmente opuesto al odio. Por otra parte también estamos convencidos de que el odio no puede darse sin amor. En realidad lo opuesto al amor es la indiferencia, el odio por su parte es en gran parte una estrategia de supervivencia con efectos paradójicos como veremos a continuación.

Para entender mejor este tema del «punto de no retorno» en la desesperación es necesario hablar sobre la teoria de las catástrofes. Se trata de una teoria matemática dificil de comprender para nosotros y aun más difícil de explicar. Pero puede entenderse como una parte de la teoria de las bifurcaciones a las que tienden todos los sistemas cuando son llevado a un punto lejano de su equilibrio. Dicho de otra manera: la teoria de las catástrofes trata de epxlicar los fenómenos discontinuos, donde pequeñas perturbaciones dan lugar a cambios cualitativos, como por ejemplo el caso que nos ocupa. ¿Cómo es posible que una persona normal se convierta en un asesino por una decepción amorosa?

La mayor parte de la gente tienen una teoria «intuitiva» sobre ello, basta leer los comentarios que dejan en la prensa digital los ciudadanos o las opiniones de mis colegas que explican este tipo de cuestiones «apres coup» como un trastorno de personalidad, rasgos psicopáticos, la emergencia de una psicosis, un arrebato de impulsividad limite y conceptos descriptivos que no aportan nada a la cuestión. Si el asesino del Salobral tenía o no tenía determinados rasgo de personalidad no lo sabemos ni lo podemos saber ya (puesto que se suicidó antes de entregarse) pero en cualquier caso este conocimiento no aportaría nada a la cuestión que pretendemos explicar, pues no todos los portadores de este rasgo o diagnóstico se comportarán igual. El asesino del Salobral no asesinó a aquella muchcha por algo que tenía sino por algo que no tenía.

Le faltaba algo, un inhibidor que le permitiera tolerar la frustración, la ansiedad o la decepción por la perdida. Le faltó poderse deprimir.

La capacidad para deprimirse es un dispositivo de seguridad con el que la evolución nos dotó para desactivar la rabia (Price, 2008). (El lector puede tomarse un receso y leer este post sobre el caso de Job donde hablé precisamente de esta cuestión, asi como de los trabajos de Price y su teoria de la competencia social en la depresión.

La rabia individual es probablemente la emoción mas disfuncional y peligrosa para los grupos sociales pues lleva tras de si muerte, destrucción, venganzas y una escalada de odios intragrupales. Sí es verdad que ciertos tipos de adaptaciones se produjeron para salvaguardar a los grupos por encima de los individuos es aceptable suponer que la evolución se haya encargado de disponer de ciertos relés para desactivar este tipo de conductas disruptivas. Emociones que aparecen inevitablemente entre los perdedores de una confrontación agonística, «ella quiso dejarlo y él quería continuar». Se trata de un claro conflicto agonístico donde, lo que uno gana el otro lo pierde, hay pues ganadores y perdedores. El asesino del Salobral fue el perdedor de este conflicto.

¿Qué es lo que sucede cuando un perdedor no puede deprimirse?

Lo que sucede es que toma el mando de nuestra conducta nuestro cerebro más primitivo, el reptiliano. Nuestro paleocortex funciona a «todo y nada», no conoce matices y vuelca su información de abajo-arriba buscando los metadatos que se adhieren en el sistema límbico con unas etiquetas que llamamos emociones que son los marcadores mentales que señalizan nuestra intencionalidad y guian nuestra conducta. Nuestro cerebro reptiliano tiene dos funciones principales: la autopreservación (lucha-huida) y el apareamiento (cortejo y cópula), pero lo principal de su actividad es sin duda su «ausencia de contradicción» en persecución del principio del placer (o de la descarga de la tensión), en este sentido nuestro cerebro reptiliano es equivalente al inconsciente freudiano.

Nuestro cerebro reptiliano no lee emociones, ni ideas, sino patrones. Encuentra un patrón y enciende sí o sí su piloto automático. Ve una mujer desnuda y dice «copula con ella», ve a un enemigo y dice «mátalo» o «escapa» con independencia de si el enemigo es la mujer desnuda u otra persona. De modo que el cerebro reptiliano del asesino del Salobral funcionaba perfectamente, fue diseñado para la función que desempeñó en los entornos ancestrales donde se forjó y punto final.

Lo que le faltaba a esta persona eran los «controladores» que se cargan simultáneamente con las emociones y con los patrones, es decir le faltó inhibir (como hacemos todos) su agresión. ¿Como se inhibe una agresión?. Citaré algunos de los «controladores» que sirven para inhibir la agresión en nuestra especie:

  • El miedo al castigo
  • El miedo a hacer o recibir daños
  • El miedo a romper la relación si se lleva la estrategia de presión más allá de un cierto límite.
  • El rechazo moral a la violencia
  • La compasión y la empatía.
  • La repugnancia por la violencia.
  • La sumisión ritual del adversario.

Se trata de algunos de los controladores de la agresión, en el caso que nos ocupa ninguno de ellos funcionó. ¿A qué se debe este déficit de controladores en el cerebro de este hombre? ¿Es que carecia de compasión, miedo al castigo, compasión, empatía, etc?

No podemos responder a esta pregunta pero por sus antecedentes (leídos en la prensa) no es posible cerrar la cuestión diciendo que era un psicópata, es decir un ser falto de moral, empatía o compasión. Todo parece indiciar que hay una ruptura, una discontinuidad de esas de las que se ocupa la teoría de las catástrofes, un cisne negro, un evento no predecible.

Un salto en el vacío que se produce precisamente por el fallo de uno de los controladores más potentes que existen para desactivar la rabia: la depresión.

Pero no todo el mundo puede deprimirse. Y los hombres menos que las mujeres.

La depresión es una forma ritualizada de muerte. El depresivo está como muerto y da señales a sus adversarios de que no peleará ni se vengará, lo que desactiva las sospechas de los otros. De este tema ya he hablado lo suficiente en post anteriores de modo que solo me resta puntualizar una cuestión: si falla este sistema de seguridad al que llamamos depresión (que supone una desescalada en las estrategias de ataque), quedamos a merced de las escaladas que nuestro cerebro reptiliano pretenda llevar a cabo. Y no cabe duda de que el cerebro reptiliano de este hombre andaba en plena escalada.

Y lo que sucedió en este caso es que una decepción amorosa llevó al sujeto a una especie de locura homicida (conocida en otros entornos culturales como Amok), y si digo locura ( en realidad no es una psicosis) es por no usar la palabra «muerte» que me parece más adecuada para este caso. Al fin y al cabo la depresión carece de arquetipo mientras que la muerte y la locura si los poseen, lo que es lo mismo que decir que matar y volverse loco, son posibilidades al alcance de cualquiera cuando fallan todos los mecanismos de control de la rabia.

Una rabia que no cedió con el crimen de la muchacha sino que se llevó por delante a dos ciudadanos más que por casualidad se le pusieron a tiro. Despues el homicida se refugió en un cortijo, donde la Guardia civil le sitió. Después de varias horas de negociación accedió a entregarse pero sólo fue una estratagema para descerrejarse un tiro en la cabeza. El asesino de Salobral no dio su brazo a torcer, todo menos entregarse.

Merece la pena reflexionar sobre este verbo porque en él existe otra clave del caso y de la depresión en general: el paso de una estrategia o escalada agonística puede desactivarse a través de una escalada hedonística (negociación). Para Price la «sumisión voluntaria consciente» es la estrategia adecuada para resolver una depresión que es vista por él como una «sumisión involuntaria inducida». No hubo ni una ni la otra.

Sólo quedó pues la muerte, el suicidio, el supremo escape.

Por amor.

Bibliografía.-

MacLean, PD (1985) Evolutionary psychiatry and the triune brain. Psychological Medicine , 15, 219-221.

MacLean, PD (1990) The Triune Brain in Evolution . Nueva York: Plenum Press.

Price, J.S. (2008) Severe depression can be conceptualised as ritualized death or physical incapacity.  Philosophy, Ethics, and Humanities in Medicine 2008, 3:8  (Comment on “Depression in an evolutionary context” by Lewis Wolpert).

El cerebro y la red de Petri (VI)

Desde hace varias semanas se repite en mi cerebro una imagen, es la confluencia de dos ríos, dos afluentes de agua que simulan dos corrientes de información con distinta dirección. Una viene desde abajo y va hacia arriba (bottom-up), la otra del exterior (up-bottom), se trata de dos aguas de diferentes procedencias pero al fin y al cabo las dos son agua. Esta imagen debe ser la clave de la conciencia, a fin y al cabo un equilibrio que discurre seguramente entre capas de neuronas-grafos dispuestas como un sistema de Petri.

Desde la mórula , como un compendio de células sin más objetivo que ir dividiéndose, existe esta confluencia. La información de abajo y la de afuera, arriba y abajo. La de abajo desde el comienzo viene a su vez determinada por nuestros genes, por el ADN (pasado de la especie); mientras que la de fuera viene determinada de la realidad actual: temperatura, ph, nutrientes…. que van entrando dentro y nos modifican (presente).

A medida que el sistema nervioso central se va formando (con la experiencia de nuestra piel, de donde deriva, posiblemente el mejor órgano membrana), se va construyendo una especie de barranco-guia, nudos de paso que permiten la confluencia de ambos ríos de información, el exterior (arriba) a partir de los sentidos y de los propios cambios físico-químicos (frio, calor, ph, etc.) aunque estos últimos el cuerpo los intenta amortiguar todo lo que puede. El otro río, afluente de información, viene de dentro, de nuestro propio cuerpo, a través del sistema nervioso, pero también de las hormonas-mensajeras de la sangre, con toda la fuerza de la química, también de la física, incluso de la vida como virus y bacterias y los entornos –medio ambiente-epigenético.

Y desde el principio, meses antes de nacer, y hasta que va asomando la conciencia, siempre llega una gota de agua de dentro junto a una de fuera, dejando una impronta nueva, entre el pasado y el futuro, entre el interior (abajo) y el exterior (arriba). Esta confluencia se da en nuestro cerebro, el que va construyendo surcos que contienen dicha conexión, esa congruencia continua. Nuestro cerebro empieza a tomar decisiones mucho antes de tener conciencia, en base probablemente al pasado, a su propia configuración, debido al ADN del cerebro, estructura que con los años de evolución aprendió que si se presiona una rodilla en el vientre de la madre hay que moverla para que no se aplaste, un simple reflejo.

Este primer surco está en el hipotálamo, allí confluye la información del abajo, y allí se han descrito alteraciones en patologías tan modernas como el trastorno límite de la personalidad, donde la información de fuera no concuerda con la de dentro, pues en nuestros genes pone que la madre debe estar cerca y con un vinculo estrecho (pues de lo contrario no habrá supervivencia). Hoy la puede haber sin la madre, pero con riesgo de desarrollar emociones extremas, o incapacidad de control por parte del lóbulo frontal, sin autodirección.

Cuando la información genética no está preparada para integrarse con la información de fuera, cuando el cerebro no diferencia bien lo de dentro y lo de fuera, el afluente de información, de agua, da fallos continuamente, que se acumulan, que pueden pasar desapercibidos. Sin embargo, cuando llega la edad adulta, la de la autonomía y la emancipación, los 18-20 años, los fallos se hacen insostenibles, el hipotálamo se desborda, contaminando el tálamo, y las emociones empiezan a mostrarnos que algo va mal, activándose los mecanismos del miedo y el peligro, amenazas inconcretas. Cuando se activan estos mecanismos ancestrales, cuando la huida prima sobre cualquier otro principio (vínculos familiares, territorio, etc.), la inhibición prepulso demuestra que ante un insulto, un grito, un golpe, hay que saltar, hay que parpadear, y aunque estos se repitan, el tálamo no puede aprender, siempre se reacciona como un reflejo, como si hubiera un mecanismo de cortocircuito dispuesto por la evolución para la reacción rápida (se trata del bucle largo descrito por Edelman) donde el aprendizaje de la inhibición parece estar bloqueado.

A este momento los clínicos lo han denominado trema, la obra va a empezar, estamos apunto de volvernos locos. Cuando la situación es insostenible, emocionalmente, tenemos que inventarnos otra realidad, ya no tenemos en cuenta el rio de fuera (arriba), la información que pasa por el surco es sólo la de dentro, y nuestra conciencia retoma la batuta del pensamiento, inventando irrealidades, todos ellos muy comunes entre los locos o de personas con trastornos emocionales, pues vienen de los aprendido en eones de evolución, del ADN, con pequeños aprendizajes “nuevos”, modificaciones de estos ultimos años donde nuestra especie trató de combinar la extrema complejidad de un mundo inventado por nuestros cerebros con las necesidades de nuestro reptil (codigo maquina) que hablan idiomas bien diferentes.

Y aún así, estamos ante la maravilla de la adaptación que busca activamente la homeostasis, sólo que cuando la información de dentro se integra con la de fuera, y la de fuera con la de dentro, sin llegar a fusionarse, salpican unas gotas, todavía más luminosas, que nos hablan del futuro. Esa capacidad nos diferencia del resto de seres vivos, no en blanco y negro, sino porque nosotros lo hacemos en color, no porque sólo podamos anticiparnos nosotros, sino porque lo hacemos mejor, porque el surco permite sobre ese confluir continuo, construir modelos que nos informan de lo que pasará, permitiendo después tomar conciencia incluso de nosotros mismos, ya no como lo de dentro (y menos como lo de fuera), sino como esa confluencia histórica, con nuestra capacidad de modificarla, y por tanto de reconducir un destino.

Nuestra capacidad de adaptación y nuestra capacidad para enfermar mentalmente proceden paradojicamente de la configuración de nuestro cerebro. Y para entender mejor como funciona nuestro cerebro no tenemos más remedio que echar mano de modelizaciones cibernéticas que sin ánimo de ser exhaustivaso exactas nos pueden ayudar a comprender tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades.

Les hablaré a continuación de qué cosa es una red de Petri. Y echaré mano de un ejemplo muy sencillo.

Como el lector podrá obervar los circulos son places o sitios que comunican con flechas en entrada o en salida -con cuadraditos- que son las transiciones ( (acciones) los puestos (sitios) estan activados o desactivados dependiendo de que tengan dentro una marca (token) , a su vez hay otras reglas sencillas (booleanas) que determinan la posibilidad de acción y activar la acción es lo que se llama firing (encendido) .

En este ejemplo puede observarse algo esencial, la noche es un lugar , un topos que puede estar o no activado según la hora del dia, pero no es un evento, es decir no transcurre. Lo que transcurre es el tiempo que va desde la noche hasta el dia y que llamamos amanecer (representado por un cuadradito). Es el amanecer como transcurso lo que llamamos suceso y que necesariamente transcurre en tre dos places, entre la noche y el dia y sólo asi. De donde podemos extraer una primera enseñanza para nuestros fines: lo adaptativo es aquello que sucede, transcurre o se mueve.

Es interesante proponer la idea de si el cerebro no será a fin de cuentas una red de Petri, mejor dicho si lo podemos formalizar como tal.

Aqui por ejemplo podemos observar un esquema de como podríamos formalizar el cerebro-Petri. Existen lugares (neuronas o grupos neuronales) que comunican el sistema córtico-talámico (Edelman, 2000) con los ganglios basales, lo externo (medio ambiente) y lo interno (medio interno) estarían conectados a través de una red similar a un sistema de Petri.

Lo importante es observar que los grupos neuronales están conectados tanto por arriba como por abajo con grupos similares a través de trayectorias (flechas) que a veces son bidireccionales y a veces unidireccionales. Tal y como sucede en el cerebro: hablamos aqui de sistemas excitatorios y sistemas inhibitorios. Ciertas señales son inhibidas y otras son amplificadas para convertirlas en trascendentes respuestas a las exigencias del medio ambiente o de las necesidades internas.

Pero hay más: se trata de la comunicación transversal entre neuronas (o grupos neuronales). Como el lector podrá observar en nuestro cerebro las neuronas de un mismo nivel están conectadas entre sí. Hablamos entonces de reentradas, una neurona cualquiera (o un grupo de neuronas) no es solamente una estación de inputs o outputs sino que puede funcionar como entrada y como salida. Es precisamente esta reentrada la que da al sistema su potencia computacional que se traduce en una enorme capacidad asociativa y colaborativa y es por eso que hablamos de no localidad.

No localidad significa que las percepciones, los recuerdos, los pensamientos no tienen un lugar fijo de ubicación sino que se encuentran distribuidos por toda la red neural, son eventos, transcursos asociados que emergen en la conciencia en tiempo real.

Para entender mejor este concepto de tiempo real valga este sueño descrito por Freud en 19oo (el sueño de la guillotina), respecto a un hombre que soñó que era detenido por ciertos revolucionarios (soñó en tiempo de la revolución francesa) que era detenido, llevado al cadarso y ejecutado enmedio de una pesadilla angustiosa. El caso es que cuando cayó la  cuchilla sobre su cabeza despertó de forma abrupta y se dio cuenta de que la cortina que cubría su cama habia caido sobre su cabeza. Lo sorprendente de este sueño es la coincidencia que existió entre la caida de la cortina y de la guillotina en el sueño. ¿Cómo puede darse esta coincidencia?

Aunque el sueño aparece como una narración, como algo que transcurre sometido al tiempo en forma de secuencias temporales en realidad el sueño se forma todo de golpe a partir de asociaciones irradiadas y aparece en la conciencia a partir del momento en que cae la cortina, si bien es muy posible que hubiera una facilitación previa para soñar en eso y no en otra cosa. Alguna preocupación diurna preparó un sueño persecutorio (tal y como sostiene Freud) pero el sueño completo tal y como nos lo cuenta el soñante es una elaboración secundaria. Una narrativa que añade tiempo (sucesividad) a algo que transcurrió simultáneamente.

Lo que nos lleva a la idea de que el tiempo que sucede en los sueños es bastante distinto del tiempo en que transcurre nuestra conciencia y que podria explicar el hecho de que algo que se llevó a cabo en décimas de segundo aparezca como un recuerdo de algo largo que podria parecer como de horas de duración.

Este decalage entre el tiempo real y tiempo onírico es precisamente otra de las claves de la psicofisiologia de los sueños y sobre la que volveremos cuando abordemos el tema de los sueños traumáticos donde trataremos de averiguar las diferencias entre sueños o recuerdos traumáticos y sueños y recuerdos normales.

Texto, pretexto y apoyo conceptual; Francisco Traver y Gonzalo Haro, Antonio Rodriguez y Agustin Morales.

Proyecto GMS (Global mind squeezing)

Tocando el código máquina (II)

Dicen y aceptamos todos que caminar es muy sano. Y lo es por muchas razones.

Pero a nosotros lo que nos interesa en este momento son sólo las razones de caracter mental. ¿Es sano caminar para nuestra mente?

Si, siempre que se cumpla una condición: no pensar.

En realidad lo que es sano mentalmente es el automatismo, la conducta automatizada, coser, orar, correr, conducir pueden ser igualmente actividades saludables aunque pocas veces conseguimos llevarlas a cabo sin estar al mismo tiempo dialogando interiormente con nosotros mismos, oyendo música, o contemplando simultáneamente las imágenes, canciones o escenas eróticas que atraviesan nuestra mente mientras las llevamos a cabo. Entonces, caminar, coser, o cualquier otra actividad automática dejan de ser saludables y se convierten en peligrosas por la distracción que conllevan. No es aconsejable conducir mientras se piensa en otra cosa, pues cuando se conduce hay que hacerlo prestando atención a la carretera y mantener la mente en blanco. Es muy dificil, ya lo sé.

Y lo es porque las prestaciones de nuestro pensamiento, nuestra imaginación y nuestros diálogos interiores exceden en definición a nuestros códigos reptilianos (código máquina) y a nuestros códigos límbicos o emocionales. Nos damos cuenta d elo que pensamos o imaginamos, lo podemos ver y tocar mientras que nuestro código maquina, binario y  tosco se nos muestra esquivo.

Lenguaje y pensamiento son estructuras de alto nivel, pero a cambio de ese alto nivel de prestaciones de definición podria interpretarse que nuestro cerebro profundo fracasa al representarse simbólicamente la realidad y que precisa de una «prótesis», una interface que llamamos mente y que opera en cierta manera de abajo-arriba, es decir inventando o enactuando la realidad y no solamente representándosela pasivamente. Evidentemente existe una ventaja al permutar la realidad por su símbolo: una ventaja es que de esta manera superamos el determinismo puro, la huella del oso no es el oso, pero la desventaja más corriente es que en cierto modo somos ciegos para captar esa misma realidad.

Lo mismo sucede con los sistemas cibernéticos actuales: en cierto modo están pensados para compensar la falta de destreza del usuario, haciendo al sistema más ineficiente, lento e incapaz de operar a niveles de detalle para muchos cometidos. Para un ingeniero informático siempre será mejor trabajar con lenguajes de «bajo nivel» en aquellas ocasiones en las que deba resolver ciertos problemas que serian inaccesibles desde lenguajes o sistemas más elaborados.

Lo que es lo mismo que aceptar que una mayor definición no asegura una mayor competencia en apresar la realidad tal y como la realidad es.

De la misma manera podemos suponer que estas prestaciones de alto nivel que nos proporcionan lenguaje y pensamiento no podemos resolverlo todo, más adelante abordaremos como «la palabra» oportunamente dirigida puede tener la potencia necesaria para abrir mágicamente una brecha que modifique instancias inferiores, aunque tambien es necesario señalar que estos «insights» pueden ser espontáneos y que operan de forma acausal. De modo que puede existir una operativa de la palabra (o de la consciencia) sobre el código máquina cerebral que no hemos llegado aun a saber manejar a voluntad.

Podemos cojeturar también que en ese rápido y caótico proceso previo al insight no sólo sea la palabra sino el propio terapeuta a través de otras instancias el que abra esa grieta para penetrar en el Gran programa (usualmente a través de la seducción y de la autoridad), de modo que sin perder de vista lo anterior es interesante abordar el tema de cómo acceder a un código de bajo nivel que pueda ser más eficiente  y resolutivo.

Nuestro sistema cerebral debe responder a una circuitería, a un modelo con puertos de entrada o salida y buses que permiten la circulación de información por vías con distintas velocidades o anchos de banda. Es presumible que existan también distintos lugares de proceso especializado de la información. Asimismo el almacenamiento debe responder a criterios de eficiencia. Un ítem irrelevante irá hacia una zona alejada de la conciencia (inconsciente) y algo que por su inconsistencia o intensidad no pueda ser procesado en tiempo real (un trauma por ejemplo), pasará también a alguna zona alejada de la conciencia primaria. Sin embargo aquellos datos que se presentan como “útiles” para nuestra interacción con el entorno serán los que se vuelquen (dump) a esta consciencia de manera más o menos periódica creando nuestra realidad y su timing. Pero es interesante ver que es todo ese sistema el que habrá contribuido con toda su complejidad, a generar esa imagen que se nos muestra de manera aparentemente sencilla en la pantalla de nuestro consciente.

Pretendemos pues acceder a aquellos datos (bocetos o borradores preverbales y previsuales) que pertenecen a este complejo, pero que no se muestran a la luz de la conciencia.

Una primera estrategia consistiria en entrenar nuestro sistema para cambiar en conjunto el peso de las emociones que asociamos a la información que nos llega.

Un sistema inteligente no necesariamente humano, ha de contar con un proceso de evaluación. La evaluación conlleva a su vez que el dato se asocie con un determinado “peso” asociado con su importancia, es necesario que el dato contenga pues un metadato que señale el peso o valor de lo que contiene, en una especie de etiquetado fuzzy (de lógica borrosa) que ande pegado al dato puramente informativo: hay una sobreescritura pues en el nivel emocional que añade metainformación a cada uno de los datos que proceden de atrás-adelante y de abajo-arriba. Son las emociones las que confieren esta ponderación en el sistema humano y ese es el proceso que tiene lugar precisamente en el tálamo despues del volcado de información. Y eso conlleva que si somos capaces de alterar las emociones asociadas al dato podremos cambiar la evaluación que a un nivel más alto se hacen de las mismas.

La practica de meditación, mindfullness, ciertos tipos de yoga, la hipnosis y el sueño mismo, asi como un buen número de técnicas de este tipo serían un punto de entrada para meterle mano al código máquina. La literatura sobre estas técnicas es abundante y por esa razón no entraremos en el detalle de cada una de ellas. No obstante, podemos decir que una clave que tienen en común es la de “no juzgar”, la epoché . Sólo es posible el juicio desde la palabra o el pensamiento (estructuras de alto nivel) y se trata precisamente de liberar al sistema de la palabra y el pensamiento, pues es así como accederemos al código en bajo nivel. Si somos capaces de vivir en un presente continuo, estaremos continuamente reseteando el sistema; y viceversa.

Pero ¿qué ocurre cuando un código perturbador (por ejemplo, un trauma) ya está instalado en un área de almacenamiento atemporal y alejado de lo consciente? El reseteo continuo no basta. La narrativa psicoterapéutica se ha visto también ineficaz. Una vía plausible es la reescritura de la emoción en un entorno de bajo nivel, una especie de “meditación-diana”. Reescribir una emoción no implica revivirla sino observarla , reconocerla y aceptarla desde una profunda humildad. En ese marco puede ser transformada, reescrita, o sustituida por otra emoción; disolviendo la inconsistencia original.

Otra vía de entrada para tocar el código la constituye el cuerpo mismo. Hay una comunicación de bajo nivel entre cuerpo y mente en la cual el lenguaje y el pensamiento son puenteados. La actividad deportiva es en sí misma una puerta de entrada y en el ámbito de la terapia, técnicas poco conocidas como el “Authentic Movement” o la terapia vibracional de Manuel Almendros deberían ser también seriamente investigadas pues el cuerpo es el escenario sobre el que el trauma representa el teatro un sueño encarnado.

Por no hablar del psicodrama mismo, es decir de construir entornos significativos y personalizados como los que ya se están implementando en tecnologias de realidad virtual. Pero no vamos a ocuparnos de estas técnicas en este momento sino para señalar que gran parte de las patologías mentales humanas se producen por un exceso de pensamiento tal y como conté aqui: el reconocimiento hiperreflexivo es un exceso de modus operandi de nuestro cerebro en un alto nivel de definición. Estos fracasos se deben a la incompetencia de nuestra mente para adaptarse a la complejidad que esa misma mente humana creó: me refiero al hecho de que la cultura que los humanos hemos inventado supera con creces a la capacidad de un cerebro individual de hacerse cargo de ella. Esta es con toda probabilidad el origen de los fracasos individuales a la hora de adaptarse a una realidad que en gran parte es una enacción, es decir un invento, una anticipación tal y como sostenía Francisco Varela.

Proyecto GMS

Texto y pre-texto de Francisco Traver y Agustin Morales.

Los ganglios basales y el infierno de Dante

Cuando Dante bajó al infierno en compañia de Virgilio se sorprendió de que en el circulo de los envidiosos no hubiera nigún demonio vigilando las calderas donde en permanente ebullición aquellas desgraciadas ánimas purgaban sus pecados de envidia durante su vida. Preguntó Dante a Virgilio cual era la razón por la que aquella sala se encontraba sin vigilancia y éste le contestó diciéndole que era innecesaria puesto que si habia algun condenado que intentara escapar de su caldera inmediatamente iba a ser delatado por los demás que incluso impedirían por su propia mano que ninguno escapara de su tormento eterno.

Por algo habían sido condenados por ser envidiosos.

Y un envidioso es precisamente eso: alguien que ni hace ni deja hacer pues no puede permitir que haya alguien que tenga mejores oportunidades o mejor suerte, ellos -los envidiosos- sufren si ven disfrutar a alguien, se enferman si alguien les demuestra que las cosas pueden hacerse de otra manera, en este caso mejor. Los envidiosos nunca dejarian escapar a alguien de una caldera.

Los ganglios basales son una estructura profunda del cerebro, justo en el centro del mismo que agrupan una serie de estructuras cercanas entre si y que tienen en común varias funciones relacionadas con la memoria a largo plazo y la motricidad, es precisamente alli donde se guardan los recuerdos automatizados, esos en los que no necesitamos pensar y que tienen que ver con el movimiento o mejor: con la serie de rutinas o secuencias necesarias para andar, deglutir, mover las manos, etc. Alli en la memoria procedimental se encuentran grabadas toda esa serie de automatismos aprendidos que hacen que para andar no necesitemos estar pensando en cómo lo hacemos y que podamos dedicar nuestra consciencia a pensar en otra cosa mientras caminamos. Dicho de otra manera la memoria procedimental guardada en los ganglios basales tiene que ver con el movimiento, es inconsciente y podemos hacerla consciente mediante la voluntad. De la misma forma todo aquello que está guardado alli en un tiempo determinado fue consciente: lo fue mientras aprendimos a andar, a tocar el piano o a coger la cuchara o el tenedor, pero una vez automatizado el movimiento supone un enorme ahorro de memoria de trabajo el no tenerle siempre en la consciencia.

Además de esta importante función los ganglios basales son como estaciones de paso entre el cerebro voluntario y el cerebro profundo, es decir del tallo cerebral o de la médula. Por alli pasan pues todas las aferencias que vienen de abajo: de la médula y se cruzan con las que vienen de arriba, basicamente del sistema cortico-talámico donde está suponemos ese gran director de orquesta que llamamos el Yo y la capacidad de predicción. Una de sus funciones más conocidas es la modulación como sucede con todas las estaciones de ferrocarril, alli paran trenes y salen otros en direcciones opuestas, otros ni siquera se detienen, asi operan los ganglios basales: se dedican a modular o a inhibir los impulsos demasiado amplificados bien procedan de la corteza cerebral o de la medula, les obliga a justarse a las normas de tráfico.

Lo sabemos por determinadas enfermedades como por ejemplo el Parkinson que es una curiosa combinación de sintomas excitatorios (temblor) y otros inhibitorios (amimia, rigidez, bradipsiquia, etc) y lo sabemos porque la sustancia nigra es precisamente la estructura basal que se encuentra averiada en esta enfermedad. Concretamente la averia que presenta es la insuficiencia de dopamina que es el neurotransmisor que comunica entre sí las sinapsis en ese lugar. Desde que disponemos de L-Dopa, una droga precursora de la dopamina podemos tratar con eficacia algunos de los sintomas de la enfermedad de Parkinson, pero el interés de esta enfermedad es que gracias a ella podemos conocer mejor para qué sirven los ganglios basales: sirven para coordinar el movimiento, es como si la averia de la sustancia nigra enlenteciera en algunos lugares las entradas o inputs motores y en otros lugares las acelerara.

Por ella y por otras curiosas enfermedades como la de Gilles de la Tourette sabemos que los ganglios basales tienen una asombrosa función: son como válvulas destinadas a inhibir cualquier entrada o salida y que además mantienen entre si conexiones inhibitorias.

Esta inhibición de la inhibición es la que se manifiesta en la patología como desinhibición en forma de palabras en el sindrome de la Tourette. Como si esas palabras fueran emitidas por alguien ajeno al que las declama, como si el lenguaje se hablara a si mismo a través de un receptor parásito, se trata de un lenguaje sin mente, una emisión de palabras sin sentido. En el caso del Parkinson la desihibición afecta sobre todo al temblor o a los movimientos gruesos que parecen torpes agitaciones huecas de un sujeto sin intencionalidad, como si el enfermo hubiera perdido la medida de sus propios bordes, quizá por eso la enfermedad se llamó «paralisis agitante» aunque hoy la conocemos con el nombre de su descriptor.

Los ganglios basales son pues como válvulas que minimizan la señal que por ellas discurre y obstaculizan su maximización, hacen pues la misma función que las envidiosas del infierno de Dante: no dejan salir a nadie fuera de la olla.

Es por eso que decimos que a tal persona «se le fue la olla», la metafora tiene cierto sentido y parecido con la Divina Comedia y la descripción de Dante, pues los ganglios basales tienen entre otras esa función: la de impedir que a la olla se le salte la tapadera.