
Los que leyeron el post anterior ya saben qué es una metáfora y también que los conflictos psicológicos pueden expresarse en el cuerpo a través de metáforas, también puede suceder al revés: que un conflicto biológico se exprese psíquicamente. También existen metáforas sociales mediante las que los médicos trasmiten información a la población, un ejemplo de esto es la metáfora militar frecuentemente utilizada para describir el cáncer y sus tratamientos, algo que ya fue señalado por Randolh Fillmore.
La poesía a través de la construcción y penetración de metáforas personales, la música como generadora-evocadora de estado emocionales no lingüisticos, el arte en general, la hipnosis y el trance así como los sueños son ejemplos cotidianos de nuestro trasiego con metáforas bienhechoras u hostiles.
En el post anterior hablé de la anorexia mental y de aquella curiosa superposición de síntomas biológicos -la inanición y la amenorrea- y psíquicos: la negativa a alimentarse y el horror a la obesidad.
También hablé de que que la inanición anoréxica era en realidad un subproducto del fitness, de la búsqueda de aptitud-atractivo y que aunque existe una contradicción lógica entre aquella que quiere resultar atractiva y el resultado de la inanición, esta idea solo es contradictoria para una mente racional pero no para un cerebro anoréxico cuyo fitness biológico se enreda entre esa búsqueda de delgadez que le viene sugerida por el entorno social.
El cerebro elige -equivocadamente- la inanición como método de fitness aunque la inanición condene a la paciente a la esterilidad.
No sucede solamente con la anorexia sino con todos esos síntomas que han venido en llamarse «médicamente inexplicables» y que no son sino la versión moderna del viejo concepto briquetiano de la somatización.
Cómo se forma una somatización.-
Una somatización es el traslado de una estructura desde un lugar a otro, una especie de mudanza.
En este caso desde un lugar mental -intangible- hasta un lugar corporal.
El deseo de delgadez es una estructura con forma (morfogenética), algo con sentido cultural, un patrón de deseabilidad. Que puede estar o no estar entre los deseos conscientes de una joven, el caso es que está entre los deseos de una cultura lo que viene a señalar que los patrones morfogenéticos no poseen localidad: pueden residir entre el catálogo desiderativo de una muchacha pero basta con que se encuentren en la cultura a la que esa joven pertenece para que esta persona pueda somatizarlo, es decir lo traslade al cuerpo.
Lo mismo sucede con las amenazas que proceden del medio ambiente. No es necesario que una persona sea timorata o tenga un excesivo miedo al daño para desarrollar un trastorno por dolor inexplicable, basta con residir en un entorno que aborrezca del dolor, lo tema y propugne un estilo de vida hedonístico. Este tipo de entornos son tan necesarios para la emergencia del dolor inexplicable como los entornos opulentos para la aparición de los trastornos alimentarios.
El dolor sin causa médica es un «como si» nuestro organismo hubiera sido atacado por una enfermedad, algo que pone en marcha un programa de reparación atávico, la inmovilidad que llamamos «conducta de enfermedad», un patrón de respuesta que ya fue descrito por el mismo Briquet, somatización y conducta de enfermedad suelen ir pues de la mano.
El cerebro humano se parece más a un ordenador cuántico que a un ordenador digital. No se limita a procesar eventos según la lógica binaria (1 o 0, aunque también sepa hacerlo) sino que opera según un modelo de procesamiento cuántico. Significa que sus quantums de información no se encuentran, como los bits digitales, bien en on o bien en off (en 0 o en 1) sino que en el caso del cerebro existe un estado entrelazado de forma coherente. Es decir está o puede estar en ambos estados a la vez, y además no puede saberse donde está en un momento determinado.

Es por eso que en el cerebro no hablamos de bits sino de qubits, una especie de bits que viajan en quantums, en paquetes.
El qubit es la unidad mínima de información cuántica, un paquete de medidas por así decir trasladándolo a las operaciones cerebrales.
Para entender mejor este concepto cibernético-cuántico es mejor que usted visite este enlace. Aqui me voy a ocupar simplemente de aplicar estas explicaciones a la comprensión de la somatización como una forma de teleportación cuántica es decir de la manera en que una estructura se traslada de lugar sin perder información sobre sí misma.
Hylan ME es el autor responsable de una nueva teoría llamada «enmarañamiento cuántico» basada en la mecánica cuántica, la teoría del caos y la complejidad. En ella el organismo es considerado un sistema complejo con capacidad de autoorganización según patrones definidos genéticamente y cuyo sistema de retroalimentación procede precisamente del enmarañamiento cuántico (aqui está en inglés el articulo original de Hilland). O dicho de otra manera la realidad vendría a modular las producciones del cerebro añadiendo y superponiendo información que puede ser coherente con la del portador o incongruente.
Más que eso: no podemos predecir quién, ni cuanto ni como será victima de esa superposición. Algo que convierte el adverbio imposible en este otro: probable.
El grado de probabilidad es pues la operación matemática más importante que realiza estos quantums de información, nadie puede saber si penetrarán o no penetrarán en un organismo dado. Por ejemplo no sabemos el por qué las campañas sanitarias no logran disminuir algunas enfermedades ligadas a estilos de vida, por qué el miedo al cáncer no es capaz de disminuir el consumo de tabaco o el consumo de alcohol en relación con los accidentes de tráfico. Y por qué resulta tan fácil la penetración de otros quantums como el de la delgadez, el éxito social, la agresión contra mujeres o el uso recreativo de drogas.
La no linealidad es una asignatura que debería ser obligatoria para nuestras autoridades sanitarias y sólo la teoria del enmarañamiento cuántico podrá explicar algún día por qué las agresiones de género son mas frecuentes en aquellos paises con una educación más igualitaria (Finlandia por ejemplo), que parece desdecir la idea de que las agresiones contra la mujer son producto del «machismo» de una educación desigual.
Este modelo ha sido propuesto como el proceso capaz de explicar la relación entre las personas, la interacción terapéutica, el proceso de curación y la dinámica interactiva entre el cerebro y la mente en el sujeto individual.
Dicho de otra forma la teoría del enmarañamiento cuántico nos permitiria conocer por que unos médicos curan más que otros, por qué se curan los pacientes que se curan o por que no se curan aquellos que no lo hacen.
Aqui Hylland se hace esta misma pregunta.
La salud consistiría no solo en el buen funcionamiento automático de cada órgano sino el «para qué» de su función. La conciencia guiada por la intención representa la herramienta directa de interacción en el campo cuántico a través del cual podemos modificar la realidad, incluyendo la parte que entendemos como salud (Tomás Alvaro, 2009).
En este sentido la somatización seria la teleportación de un quantum -como mínimo- de información enmarañada y sin localidad que lograría penetrar en los individuos a través de sus creencias e instalarse en un determinado órgano o aparato siguiendo las leyes metáforicas personales según que el individuo las haya ido construyendo a través de su biografía simbólica.
En este sentido lo que la somatización aportaría a la enfermedad puramente física sería precisamente que tiene sentido para el sujeto que la sufre. Algo que probablemente comparte con otras enfermedades físicas aunque por el momento no es conveniente que identifiquemos la somatización con el proceso de enfermar orgánico.
Lo que el individuo «respiraría» sería un conjunto inextricable de ruidos y señales procedentes del medio que llegarian a parasitar su cerebro en forma de certezas, convicciones, creencias o errores y distorsiones cognitivas a la que nuestro cerebro es tan aficionado para después pasar al polo físico, tanto más intensamente cuanto menos sea la capacidad del cerebro para desentrañar la madeja y devolver los detritus al exterior en forma de una conducta, cognición o pensamiento adaptado y eficaz. La enfermedad -la somatización- representaría pues el fracaso del cerebro a la hora de discriminar el ruido de la señal, la verdad de la mentira, lo irrelevante de lo fundamental.
El cerebro enfermaría así al cuerpo a costa de preservar una lucidez consensuada.
Y los médicos no encontraríamos nada averiado en una persona así a pesar de entender que está sufriendo, a veces ni siquiera vamos a encontrar este sufrimiento pues el paciente puede mostrar signos de una nueva vitalidad como siempre sucede en la anorexia mental y en todos aquellos estados donde no existe conciencia de enfermedad.
En realidad el constructo somatización, la etiqueta «sintomas médicos inexplicables» y la teorización que Smith realizo en 2002 acerca de las no enfermedades son el mismo concepto y se trata de efectos yatrogénicos de la medicalización y la psicologizacion de nuestra realidad cotidiana y de una búsqueda obstinada y determinista de causas lineales en el malestar humano, como también la imposición -por parte de los expertos- a la opinión publica de sus constructos teóricos.
Smith en su articulo llegó a listar unas 200 enfermedades inexplicables o que al menos no podian ser explicadas a través de las teorias vigentes y políticamente correctas. Un ejemplo de esta cuestión es la relativa a la jaqueca, cuyo origen vascular y genético junto con otros exóticos desencadenantes (viento, coito, alcohol, sol y chocolate) preside aun hoy las teorías de los neurológos convencionales. En este post existe buen material para completar esta información, se trata del blog del neurólogo Arturo Goicoechea. que mantiene opiniones bien distintas a las oficiales sobre el asunto.
La primera hipótesis que se sostuvo sobre la somatización fue la del engaño deliberado, no es de extrañar que las primeras somatizadoras descritas fueran mujeres histéricas y encerradas en un asilo, un verdadero caldo de cultivo para el contagio de quantums de información sobre la enfermedad. Tardamos unos cien años en entender que la somatización no es sólo un fenomeno histérico sino universal y que descontando algunos casos de mala fe, de querulancia o de beneficio obvio, la somatización es verdadera -no fingida- aunque mantenga ciertas semejanzas con el simulacro puesto que es una simulación que realiza y ejecuta nuestro propio cerebro por sí mismo y no hay que olvidar que la función del cerebro es simular realidades intencionales.
Los síntomas médicos inexplicables son costosos para el sistema de salud e incómodos para los médicos que parecen manejarse mejor con los datos objetivos y con las pruebas que obtienen de sus analíticas y radiografías, lo que añade un elemento mas de perturbación: la incomodidad se convierte en irritación y más tarde en rechazo y sospecha generalizada de simulación.
Y otra vez volvemos al siglo XIX y a la convicción de que la histeria y fingir una enfermedad son la misma cosa.
Fue por eso que Slater, ponente de los DSMs americanos propuso la desaparición del término.
Y la histeria desapareció de los manuales, hoy ya no puede diagnosticarse: sus bienes se repartieron entre sus herederos y de sus restos sólo quedó una sospecha:
Que algunas personas fingen sus enfermedades o se las autoprovocan.
Y no es posible salir de ahí con los instrumentos cartesianos de causa-efecto que manejamos desde el siglo de las luces.
Los médicos debemos empezar a aprender física cuántica y a intentar aplicarla a nuestro quehacer.
La causalidad lineal no ha muerto pero deberá comenzar a convivir con la causalidad no lineal, se impone un cambio de mentalidad.
Un mensaje para los médicos del futuro:
La somatización es no sólo la teleportación de un nivel a otro (de arriba abajo) de un paquete de medidas de urgencia sino también la superposición cuántica de dos informaciones no coherentes entre si, como un acorde disonante.
Bibliografia:
La teleportación cuántica en Sherson SF et alt, Nature, 2006: «Quantum teleportation between light and matter».
Las no enfermedades (2002) en Smith R. «In search of no disease» BMJ
Tomás Alvaro en «Krisis», (varios autores), recopilado por Manuel Almendro. La llave. Vitoria 2009.