Esta mañana durante mi paseo matutino he ido a la biblioteca de mi ciudad a buscar un libro, el caso es que en la biblioteca había muy poca gente, unos pocos clientes de los que van todos los días a leer la prensa, de modo que me he fijado en los titulares de algunos periódicos valencianos que hoy hablaban en primera pagina del aumento de las depresiones en nuestra comunidad, incluso entrevistan a un compañero mio que dice que aun deben haber más por ahí escondidas y en cierto modo es verdad, porque los que frecuentan las consultas de salud mental por propia iniciativa no suelen ser enfermos muy graves. Pertenecen a eso que se ha llamado «trastornos psiquiátricos menores» o ambulatorios. He esbozado media sonrisa y he salido de la biblioteca para comprobar que al lado, hay un gimnasio que está todos los días a rebosar. Hay una hiperfrecuentación de gimnasios y unidades de salud mental pero no de bibliotecas. Pero recordemos la verdad: los pacientes más graves no acuden espontáneamente ni por recomendación a sus consultas programadas.
¿Qué entendemos por salud mental».-
Sí vamos a la definición que plantea la OMS caeremos en la cuenta de que «salud mental» es un concepto indistinguible de «felicidad». Algo utòpico que no parece tener nada que ver con la salud sino con un bienestar fáctico que no depende tanto de la salud como de otras circunstancias ajenas al mundo de la medicina.
El término salud mental es una nematología en la jerga de Gustavo Bueno, una doctrina que pretende atender todos los problemas de los individuos a través de distintas tecnologías, psicológicas, sociales y psiquiátricas en un orden multidisciplinar que aborde problematicas complejas con una filosofía de equipo multidisciplinar. Esa fue la idea que permitió abrir las puertas de los manicomios y trasladar a la comunidad a aquellos pacientes, abriendo asi una nebulosa de sufrimientos con contenidos ideológicos poco sistematizados.
De manera que tratar problemas de salud mental supone atender problemas psiquiátricos verdaderos (algunos) y muchos problemas psicológicos y sociales. Una macedonia de problemáticas difíciles de abordar individualmente que consumen muchos recursos y que dejan a otros huérfanos de atención como sucede con los trastornos psiquiátricos graves, los grandes perdedores del cierre de los manicomios.
Al cerrar los manicomios y abrir la locura a la comunidad se pretendía dos cosas, la primera liquidar aquellos antros que por si mismos generaban patologías crónicas pero también dejó sin cobertura sanitaria a muchos parias que fueron así abandonados a su suerte (ese es un fenómeno más visible en la reforma Reagan en USA). Pero también tuvo otro efecto adverso con el que no contábamos: la difusión de la locura en las costuras del sistema que terminó así normalizada. Al visibilizar la locura, y hacer el término más inclusivo se banalizó la locura hasta el punto de que hoy hablar de estigma en la salud mental es baladí. La gente le ha perdido el respeto a la psiquiatría y a los psicólogos y recurren a ellos ante problemas que no son exactamente sanitarios. Hay una sobredimensión de la demanda que se articula en expectativas muy poco razonables sobre la capacidad de terapias o fármacos en resolver problemas subjetivos que pocas veces tienen arreglo médico.
Esta es mi definición:

Vale la pena volver ahora sobre este antiguo post donde me planteaba precisamente acerca de este invento de la salud mental que no es sino una banalización de la alienación medieval, la locura, o la enfermedad mental después de la Ilustración. Lo cierto es que esas depresiones que ven mis compañeros en las unidades de salud mental no son verdaderas depresiones sino depresiones «como si». Y además la idea del equipo es taylorista, y la asistencia se encuentra organizada como una cadena de montaje.
Es cierto que la Psiquiatría no debió quemar sus naves en el modelo médico, pues la locura fluctúa entre tres ejes: el natural, el interpersonal y el moral. Dicho de otra forma el sufrimiento mental no es siempre de orden biológico, lo más frecuente es que las disadaptaciones procedan de lo interpersonal o social y desde luego es tiempo para que repensemos como lo moral interfiere en el malestar mental.
La depresión «como si».-
Dice la OMS que la depresión será en los próximos años la pandemia más importante desde el punto de vista sanitario. Lo que no dice la OMS es que no todas las depresiones son iguales ni tampoco dice que la palabra «depresión» es polisémica. Pueden haber depresiones somáticas (dependientes de un trastorno físico como el hipotiroidismo), el temperamento meláncolico que es una manera de ser, la distimia o disforia, las depresiones mayores o psicóticas o depresiones bipolares que no parecen estar relacionadas con ningún estresor conocido, existen también depresiones reactivas que lo son frente a algún disparador ambiental y también existe la disregulación del humor en ciertos pacientes como los limites o border-lines que no parece responder de igual modo que las depresiones fetén. También existe -gracias a la penetrabilidad pop del concepto- bajones de humor u oscilaciones que pueden ser muy intensas sobre todo si se consumen drogas y que no son propiamente depresiones. Pero no hay que olvidar que el humor sano es el que oscila up and down regulation espontáneamente, es decir sin motivos.
De manera que podríamos concluir diciendo que existen depresiones «verdaderas» (naturales) y depresiones «como si». este fenómeno se explica con la idea de que la depresión es un programa ancestral que está relacionado con la «conducta de enfermedad». Dicho de otro modo, es una estrategia del organismo -copia fenotípica- de retirada y con el propósito de ganar tiempo para reorganizar las fuerzas o cambiar de proyecto si este ya ha demostrado su ineficacia. La depresión en este sentido de «crisis», es algo a tener en cuenta cuando estamos delante de un paciente. Algo de lo que ya hablé en capítulos anteriores cuando comenté las ideas de Dabrowsky y que no señala hacia una patología sino a un proceso de revelación.
Los aspectos morales de la depresión.-
En un capitulo anterior cuando abordaba el dilema del amor, más concretamente hablaba de Eros que no es exactamente el amor sino la interpretación que del amor hace nuestro cerebro más primitivo, conté que en ese nivel de definición Eros contiene no solamente las pulsiones de unión sino también las pulsiones de destrucción anudadas en una lógica dual que arrastra todo tipo de rencores. También escribí que el amor no es pues solamente una cuestión sentimental sino sobre todo una cuestión moral. Porque se puede matar por amor y se puede morir por amor cuando se navega en este nivel de definición que llamamos el tronco cerebral, nuestro cerebro más antiguo: lo instintivo para el que amor va cosido a la crueldad, pues la amenaza del desamor, venga del abandono o de un rival es siempre inevitable.
La depresión es también una cuestión de sentimientos teñidos de aspectos morales pues la principal causa de depresión es casi siempre interpersonal. Es decir se trata de distorsiones en nuestra gestión con el otro: la decepción, la envidia, la culpa, la cobardía, la soledad, el rencor, la territorialidad, son sentimientos troncales de la depresión ocultas detrás de una mascara de impotencia y debilidad que son en realidad un como si.
Ya Ciceron en las Tusculanas nos contó que la depresión (en este caso la melancolia) estaba relacionada con aspectos morales y no solo con sentimientos de perdida o de decepción. Ciceron en cualquier caso apelaba a la dignidad como cura de la melancolia a la que detestaba como una forma de victimismo.
Lo curioso es que en Psiquiatría la depresión es una enfermedad pero no lo es la venganza, el rencor, o la ira excesivas, ¿por qué la pena o la impotencia han seguido un camino distinto en nuestra conceptualización de lo patológico?.
Hace algunos días publiqué este tuit:

Significa que debemos iniciar una revisión de eso que llamamos «salud mental», de la Psiquiatría y de la Psicología y decidir si los problemas éticos individuales son de nuestra incumbencia y si no lo son de quién son y si lo son como abordamos estos problemas sin intervenir directamente en la toma de decisiones política.
La filosofía tiene la palabra y sobre todo la ética.
Respecto a la salud mental, muchas veces, en la práctica: tienes salud mental si tú conducta está adaptada a tu entorno social independientemente del estado de la persona.
Un saludo!
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Muy interesante, un tema que ya has debatido anteriormente y sigue actualizado una vez más. Solo un comentario ante lo absurdo del término «depresión bipolar». La primera ves que lo oí en un congreso ya pregunté a qué se debía el termino, ya que si es depresión será unipolar, si es un trastorno Bipolar o una Psicosis maniaco depresiva ya será bipolar. Hablar de depresión «bipolar» es confuso, aunque posiblemente le venga muy bien a las industrias farmacológicas.
Un saludo
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Tan es así que cuando andaba aprendiendo el oficio pregunté cómo se diferenciaba una depresión bipolar de una unipolar. Nadie me supo contestar salvo tautológicamente: si está en el trastorno bipolar es bipolar.
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Es obvio que el cerebro, el cuerpo y la interacción social están totalmente ligados; por tanto es inevitable que la salud mental dependa de nuestros potenciales recursos psicológicos para enfrentarnos a todo tipo de desafíos incluidos los éticos/morales. El campo de la Piscología y el de la Filosofía son inseparables con sus miles de años de sabiduría acumulados.
Ser implica aprender ha enderezar los hombros hacia atrás ante conductas corruptas y de abuso, no solo nos ayuda de manera personal, si no que fortalecen a la sociedad. Aristóteles decía que somos lo que repetimos y alguien tiene que saber detectar nuestras malas costumbres para dar respuesta una vez entendemos lo que esta sucediendo, y aprender a dar los pasos correctos en nuestra adaptación al medio social.
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