La sexualidad de las mujeres y el anti-Edipo (II)


Terminé el post anterior afirmando que Edipo modula tanto la sexualidad como la agresividad y lo hace merced a la imposición de un modelo que ha venido en llamarse patriarcado. Ahora bien, no existe solo un modelo de patriarcado sino varios, no es lo mismo el patriarcado que opera en Agfanistán como el que impera en Rusia, China o Alemania. Podríamos definirlo diciendo que el patriarcado es un modelo de filiación que determina quién es el padre de quién. Podría preguntarse ahora porque no es necesario saber quién es la madre de quién, pero esta pregunta es en realidad algo ingenua, pues la dificultad radica en saber quien es el padre de un niño y no quién es la madre que viene definido por sí mismo. La maternidad es axiomática, la paternidad una posibilidad y además incierta.

El matrimonio es la institución social que preserva más o menos esta seguridad, los hijos son del padre que está obligado a proteger, alimentar tanto a su esposa o esposas como a sus hijos. Además sus hijos pertenecen a su fratria, están señalados como hijo o hija de alguien, algo que perdurará toda la vida incluso a la muerte del padre.

El padre es en este modelo el soporte de una autoridad y no voy a perder el tiempo señalando como esta autoridad ha sido hibridificada con cuestiones religiosas (el mandato divino) o políticas (el culto al zar o emperador), en cualquier caso me interesa señalar que el patriarcado en esencia no es una institución coercitiva sino protectora, si bien ejerce sobre la sexualidad de hijos e hijas una serie de prohibiciones basadas en el tabú del incesto. Y lo es fundamentalmente con la sexualidad femenina.

¿Cómo controlar la sexualidad femenina?.-

Esta pregunta provocará en alguna lectora otra de forma paralela. ¿Y por qué hay que controlar la sexualidad femenina y no la masculina?. En primer lugar porque es la mujer la que queda embarazada y en segundo lugar porque no es cierto que la sexualidad masculina no sea también controlada: no todo goce sexual es admitido en según qué países o culturas. Los más restrictivos tienen fuertes castigos para aquellos que transgreden la norma que no es otra sino la prescripción del matrimonio con una o varias mujeres que pasan de este modo del padre al marido en cuanto a su dependencia y tutela.

Pero más allá de lo que sucede en estos países ¿por qué -en nuestras sociedades avanzadas- mantenemos esa vigilancia sobre la reputación de las mujeres?

Pues porque aunque las mujeres no lo sepan, la mujer es la columna vertebral de la sociedad y entiendo la sociedad no como sinónimo de cultura sino lo que hace que un grupo humano coopere entre sí, tenga vínculos de proximidad y exista una cierta cohesión entre sus miembros. La sociedad es el perímetro de un grupo, lo que diferencia una horda de una comunidad y sin un cierto control de la sexualidad femenina no existe sociedad ni comunidad.

¿Qué sucede en las sociedades avanzadas como la nuestra? ¿Por qué es necesario ese control sobre la sexualidad femenina?.

He dicho más arriba que la sexualidad femenina es necesaria en ciertas sociedades para saber quién es el hijo de quién. Pero en la nuestra donde ya hay tecnologías para no quedar embarazada para qué sirve ese control?

Pues precisamente porque la liberación de la mujer lleva consigo un peaje muy importante: la escasez de niños. Tanto si tiene hijos sin saber de qué padre son, como si no los tiene, ambas son consecuencias de haber logrado escapar de ese pegamento inmaterial que es el mandato edípico.

La hipergamia.-

La hipergamia es a mi juicio una de las consecuencias más importantes de la liberalización de las conductas sexuales y es profundamente perturbadora socialmente para la salud mental de los individuos. hace algún tiempo subí un post donde me preguntaba cómo podíamos mejorar la salud mental de nuestros ciudadanos. Decía allí que:

Las leyes tienen poca influencia en la salud mental. Sin embargo los cambios percibidos en la tradición o costumbres tienen un gran papel.

Sin animo de ser exhaustivo se ha señalado que ciertas variables predicen una buena salud mental colectiva:

– el sistema de salud general favorece indirectamente la salud mental al disminuir la precariedad asistencial y la indefensión.

– la cohesión social.

– el bienestar económico

– la religión.

– vivir en pareja.

– las redes sociales presenciales que hayamos ido tejiendo en la vida.

-el aumento del IQ de la población general y el aumento del capital social.

Por el contrario, la salud mental se resiente por:

– el consumo de drogas

– la pornografia de acceso fácil y a disposición de menores

– la ausencia de controles y autoridad sancionadora.

-la hipergamia y promiscuidad.

– la sustitución de los valores republicanos por los identitarios

-La competencia intraelites y las oligarquias extractivas.

La hipergamia es equivalente a la promiscuidad, solo que la promiscuidad de hombres y mujeres es bastante distinta. Los hombres no dirán no a ninguna propuesta sexual mientras que las mujeres son las que eligen con quien mantener relaciones sexuales. Y lo hacen siguiendo un patrón bien conocido: buscando a los hombres más apreciados que son los de mayor estatus. Sobre el estatus volveré otro día porque me parece que la mayor parte de la gente lo identifica con lo económico o con el poder y el estatus es algo mucho más sutil. Un poeta bohemio y heterodoxo o pobre o el jefe de una banda de pandilleros puede tener mucho estatus aunque desde el punto de vista social sean considerados unos parias. Pero el estatus -sea lo que sea- atrae a las mujeres, mientras que a los hombres el estatus de las mujeres no les dice nada. Aquí aparece una primera asimetría que tiene consecuencias muy importantes de cara a la vida social puesto que existe una gran bolsa de hombres deficitarios en sexo, incluso de solteros recalcitrantes. Y una sociedad de muchos solteros es muy peligrosa para la convivencia de todos. Vale la pena volver sobre este post para ir un poco más lejos.

La revolución sexual supuso sin embargo una regresión social:

El término revolución sexual se refiere a una serie de profundos cambios sociales que implicaron a las actitudes, expectativas, relaciones entre los sexos y costumbres realizadas en la mayor parte del mundo occidental en la década de 1960-1970 y que se superpone a ciertos movimientos conocidos como contracultura (el movimiento hippie) asi como a movimientos politicos relacionados con la revolucion del Mayo de 1968 llevada a cabo sobre todo en Paris, una revolución contra el padre (anti-edipica) o la autoridad según algunos autores. La guerra de Vietnam, el consumo de drogas, la aparición del feminismo y el amor libre ocupan el trasfondo de este movimiento que efectivamente cambió el mundo, pero no en el sentido que esperábamos pues el sexo nunca es libre sino profundamente determinado.

Sin embargo el movimiento que conocemos como revolución sexual tuvo una causa y dos efectos que pueden estudiarse juntos como movilizadores de la sociedad,  son estos tres:

  • La contracepción.
  • La incorporación de la mujer al mundo del trabajo.
  • La fragmentación de la familia extensa y la emancipación de la nuclear.

La contracepción es la tecnología que permitió a las mujeres elegir el momento, el cómo, con quién y cuando quedar embarazadas, mientras se multiplicaban los contactos sexuales previos al matrimonio o al compromiso reproductivo, dicho de otro modo, la contracepción es la que permitió multiplicar los contactos sexuales sin el peaje del embarazo que hasta los años 60 era la regla.

El paso al compromiso reproductivo sufrió un enorme retraso lo que dio lugar a un descenso de la natalidad que hoy consideramos en algunos paises ya más que preocupante al tiempo que se introdujeron -paradójicamente- también otras libertades como la del aborto libre o casi libre que en toda Europa se ha consagrado como un principio de derechos femeninos elementales. Lo cierto es que al menos resulta contradictorio que en entornos de libertad y accesibilidad universal de contracepción hayan aumentado los abortos debidos a embarazos no deseados. Llamo la atención del lector sobre esta primera contradicción. No parece pues que la libertad contraceptiva haya llegado a todas las mujeres o bien que la contracepción por sí misma ha generado un efecto contrario al que se esperaba, embarazos no deseados.

Lo asimétrico de la contracepción es que se deja al control de la mujer la descendencia de los hombres, esta hegemonía femenina en cuanto a la voluntariedad de tener o no hijos y con quién tiene secuelas sociales.

Por otra parte la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, no hubiera sido posible en una sociedad tradicional, fuere agricola o industrial, sencillamente en un mundo sin anticonceptivos la mujer no hubiera podido incorporarse de un modo tan generalizado no ya a los trabajos más devaluados o manuales sino a las carreras y estudios complejos que exigen mucha más postergación en la edad de tener el primer hijo. Naturalmente la familia se resintió, con independencia de aquellas mujeres que supieron acumular o retener apoyos familiares suficientes para ayudar en la crianza de los hijos, lo cierto es que la mayor parte de los hogares donde la mujer trabaja fuera de casa tienen unos estandares de vida mucho peores en tanto a presencia y calidad, cuidados de los niños y tiempo dedicado a sus miembros.

Pero lo más paradójico de esta incorporación de la mujer al mundo del trabajo y por tanto de la autosuficiencia económica es que ha dado a los hombres más oportunidades para financiarse una segunda esposa al abaratar -por así decir- el despido.

La revolución sexual no tuvo los efectos que pretendíamos los jóvenes de entonces sino -tal y como podemos observar hoy- una fragmentación de las formas de vida que coexisten con bolsas de soledad, familias desestructuradas, anomia social, patología mental y sobre todo, otra cuestión que llama la atención: hogares monoparentales presididos por mujeres que viven solas, que tienen hijos a su cargo y con la ausencia de la figura paterna.

¿Por qué una regresión social?

Pues porque estas promesas de libertad en realidad no liberaron a las mujeres sino solo a los hombres y mujeres más solicitados, dejando a los demás a expensas de una jungla de deseos insatisfechos: «no me dan lo que quiero y lo que no quiero me lo dan».

En realidad la liberación sexual nos retrotrae a escenarios paleolíticos originarios donde aspectos como la competencia intrasexual femenina hace estragos sobre las más jóvenes. Pero este aspecto lo abordaré en mi próximo post.

1 comentario en “La sexualidad de las mujeres y el anti-Edipo (II)

  1. Ignoro si alguien se habrá hecho está pregunta ¿Por qué hay tantas rupturas de pareja de un tiempo hacía aquí? A mi me llama poderosamente la atención, es más yo soy ejemplo. Habrá quien piense que eso es debido a una mayor libertad, en especial de la mujer, que antes se veía obligada a aguantar, por presión social, yo no creo en absolutos, cuando del ser humano se trata y creo que sí queremos dar una diagnóstico correcto, debemos empezar por analizar todas las variables.

    Nací en 1973, mi generación, los nacidos en esa década fuimos los primeros y los últimos en muchas cosas, después de nosotros desparecieron para las generaciones posteriores muchas cosas y surgieron nuevas. Esa casualidad de haberme tocado vivir perteneciendo a una generación «puente» , me da una perspectiva comparativa entre lo mejor y lo peor, podría desgranar muchos de los cambios en este periodo de tiempo, pero creo que hay uno fundamental y que puede explicar muchas disfuncionalidades actuales: la deconstrucción (palabra de moda) del padre y su simbolismo. O lo que es lo mismo la erradicación de la autoridad.

    La RAE define autoridad cómo: Facultad o derecho de mandar o gobernar a personas que están subordinadas.

    El ser humano, es social y toda sociedad necesita de jerarquías y disciplina, para su correcto funcionamiento y minimizar conflictos y las jerarquías no dejan de ser roles. Una de las confusiones más habituales con la autoridad es el autoritarismo y tal vez ese confusión ha sido alimentada por los poderes. Pero el autoritarismo es arbritario, basa su poder en el miedo y la amenaza y genera impotencia en el subordinado. Al contrario la autoridad no va de arriba a abajo, sino al contrario, quien reconoce la autoridad es el subordinado, reconociendo la autoridad acepta su rol y siente que este es útil en beneficio de un grupo a la vez que siente que la autoridad también es beneficiosa para el grupo y no para quien la ejerce.

    La figura paterna, el padre cómo símbolo ha sido la figura de autoridad cultural por excelencia. El padre no es un dictador caprichoso, al contrario su autoridad se debe a su rol cómo proveedor y protector. Ese era el rol tradicional del padre. La madre a su vez tenía asignado el rol de cuidado y crianza. Aunque ambos eran autoridad.

    En mi generación se empiezan a atisbar ciertos cambios en ese puntal de la organización social. Por una parte, la incorporación en masa de la mujer al mercado laboral, pasando la carga de la crianza mayoritariamente a manos del estado. A la vez la universalización de la escuela mixta y el acceso femenino a la formación universitaria. Aunque este fenómeno no ha sido ni muchos igualitario. La mujer ha ocupado un nicho de mercado laboral muy concreto.

    Las mujeres de escasa formación, han copado mayoritariamente el sector servicios. Y las más formadas fundamentalmente se han dedicado al funcionariado en sus escalas medias y bajas, a trabajos que conservan el tradicional rol femenino del cuidado: sanidad y docencia (principalmente) y sólo un pequeño porcentaje se ha dedicado a trabajos de alta carga de responsabilidad y toma de decisiones. En todos ellos, la llegada de la mujer no ha supuesto una feminización del mundo laboral, sino una mimetización en los roles masculinos asociados. De hecho la mujer triunfadora en los negocios, suele ir de la mano, de la renuncia a otros aspectos de la feminidad (maternidad, familia…)

    En el otro lado en cambio, nos encontramos que la presencia de la mujer en aquellos trabajos que implican un gran desgaste físico y condiciones duras a la interperie por ejemplo, están desiertos de mujeres. Así que podemos concluir, que la inclusión de la mujer en el mercado laboral ha sido diseñada y teledirigida desde las altas esferas del poder y que dista mucho de ser igualitaria y al contrario de lo que se nos intenta vender ha sido perjudicial para el hombre, tanto en cuanto la mujer sólo ha entrado en competencia, en aquellos sectores que físicamente son menos duros.

    La disolución del padre cómo símbolo de autoridad se inicia en la década de los 70 y se acelera en los 80 y 90. Los varones y las mujeres tienen un distinto modo de cohabitar con la autoridad. Dígamos que los varones aceptan de mejor grado su situación en la escala jerárquica, es cierto que de tanto en tanto se pueden producir «golpes de estado» que pueden llegar a ser violentos y cambiar jerarquías. En cambio la mujer es más del complot en la sombra constante, de la guerra fría eterna. La relación madre/hija es un buen ejemplo de eso, aunque con la madurez se produzca una alianza, hasta ese momento la niña y la adolescente está en permanente revolución buscando destronar a la madre. Y tradicionalmente era el padre quién cortaba todos los intentos revolucionarios.

    La igualdad es una quimera absoluta ¿ si asumimos, que en toda nuestra organización social, existen jerarquías, laborales, sociales incluso familiares, que nos hace pensar que eso no sea válido igualmente para las relaciones de pareja?.

    Cuando miro en mi entorno más cercano, me doy cuenta que las únicas parejas funcionales, son aquellas en las cuales ambos miembros han asumido un rol determinado y no aspiran a la igualdad, sino que son felices y están cómodos en ese rol.

    Una relación de pareja que pretende la igualdad, es una continua guerra de poder y eso va a terminar mal seguro. Las parejas funcionales son aquellas que firman no una tregua; una rendición.

    El problema es que años de esfuerzos en vendernos igualdad han calado, especialmente en las mujeres. Y hay una especie de esquizofrenia femenina, la inmensa mayoría de mujeres nacidas después de los 70 tienen un conflicto propio entre lo que sienten y lo que dicen.

    Una mujer con altísima formación, me decía una vez que le parecían sumamente atractivos los hombres que sabían solucionar pequeñas chapuzas en el hogar y esto no es más que el padre símbolo, que da seguridad. A la mujer le sigue resultando atractiva esa imagen del hombre resolutivo, que toma decisiones rápidas y «obliga» a no dar vueltas y vueltas a lo mismo.

    – ¿Que vestido de te gusta más?
    – ¿Que prefieres ir al cine o al teatro?

    Cuando una mujer pregunta este tipo de cosas, no está pidiendo más dudas, está pidiendo una respuesta clara. Si la tiene, nunca preguntará. La mujer necesita en mayor medida que le paren los pies, ya que sabe y aprendió de su padre el poder de manipulación que tiene sobre los hombres. Desde el aniñarse hasta el chantaje sexual, ella tiene cosas que desea y anhela el hombre, pero paradójicamente a la mujer le gusta poner a prueba al hombre, ver si es capaz de resistir sus encantos y juegos emocionales y decir: no.

    A medida que esa deconstrucción del padre es mayor y está criminalizada cómo tóxica crece exponencialmente el número de mujeres heterosexualed con ese debate interno entre sus deseos y necesidades y la ideología imperante. Eso hace crecer también la cantidad de mujeres solas y la cantidad de hombres también sólos, que creen erróneamente que para no estar solos, deben hacer todo lo contrario de lo que desean las mujeres: someterse a todos sus caprichos.

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