Los mitos del psicoanálisis: El complejo de Edipo (y III)


Estoy seguro de que cualquier persona medianamente culta sabe qué es el «Complejo de Edipo». Si hiciéramos una encuesta a pie de calle, seguramente la respuesta más frecuente seria ésta:

«Los niños quieren acostarse con su madre y por eso tienen miedo a que su padre se la corte».

Lo interesante es que si la segunda pregunta fuera ¿Y usted cree que esto es verdad?

La respuesta seria «no». «Yo nunca he querido acostarme con mi madre».

A lo que un psicoanalista ortodoxo respondería:

«Claro ese deseo es inconsciente».

Con lo cual el tema queda resuelto, al menos para el creyente psicoanalista.

Lo cierto es que creemos que el complejo de Edipo es una prohibición y un temor al castigo atribuible al niño varón, aunque en realidad es algo más profundo que todo eso. Más abajo explicaré porqué está formulado como una prohibición que en realidad procede de un deseo: el niño tiene -supuestamente- ese deseo en realidad, no como una metáfora sino literalmente. El niño quiere copular con la madre pero hay un obstáculo: un padre mucho más fuerte y más temible que puede vengarse con la castración.

Naturalmente esta idea es falsa por varias razones, pero la principal es que el niño de 4-6 años aun no está sexualizado, ni sabe la mecánica de la cópula, ni sabe qué significa el sexo en su vertiente más fáctica, no será hasta los 9-10 años que comience a saber de estas cosas. Lo que es cierto es que un niño de corta edad está muy vinculado con su madre, a través de ese apego tan intenso que los niños sienten con ella, pero es necesario advertir que ese apego no es sexual por más que sea erótico, es decir enredado en lo sensual, la tranquilización, la protección, el cariño o la satisfacción.

¿Como es posible que Freud que era un genio se empeñara en construir una teoría sobre tal cuestión y aprovechando un mito -el de Edipo-. que más que hablar de incesto está hablando de anognirisis? . Anognirisis es lo que le sucede a un niño que no sabe quién es su padre ni su madre, eso le sucedía a Edipo que por azar da muerte a su propio padre en un lance de taberna. Más bien el mito de Edipo parece que habla de la búsqueda del origen por parte de Edipo. ¿Por qué Freud eligió este mito griego y no reparó en que en realidad Zeus dió muerte a su padre Saturno con la ayuda de su madre para salvar la vida de los hermanos que previamente Saturno se había tragado?

Lo cierto es que Freud nos dibujó una viñeta para explicar algo que aun hoy carece de explicación sin atender las lecciones de antropología del parentesco y de las redes familiares que tuvieron que tejerse ya en el paleolitico. Porque el complejo de Edipo tiene como función: evitar el incesto y el parricidio.

Nadie sabe como sucedió, pero lo cierto es que la prohibición del incesto y del parricidio forman parte de un tabú universal inscrito en todas las culturas. Dado que en el paleolítiico no había antropólogos, ni había documentos que nos ilustren sobre como sucedió tal cosa, no tenemos más remedio que recurrir al mito.

En «Totem y tabú» Freud nos ofrece una visión especulativa sobre el origen de la religión y del propio tabú. Más o menos las cosas sucedieron así:

Un padre violento y celoso acaparaba para si a todas las hembras del clan y para evitar que no se las apropien mata y expulsa a todos los varones al hacerse mayores. Un día los hermanos se confabularon contra él, le mataron y le devoraron. Esta viñeta tiene prolongaciones observadas en varias especies donde la poligamia es la norma: elefantes, gorilas y leones. Sin embargo es poco frecuente en los chimpancés, nuestros parientes más próximos, donde la promiscuidad es la regla aunque no por eso deja de haber jerarquías.

Sigamos con Freud: el objeto de esta acción era apropiarse de las hembras que el padre acaparaba, así como su posición de poder. Pero aparece una paradoja: una vez consumado el crimen y devorado el cadáver, los confabulados decidieron restaurar la situación tal y como estaba previamente, es decir autoexcluyéndose a sí mismos del fruto de su rapiña.

Lo que el padre había impedido anteriormente por el hecho mismo de su existencia se lo prohibieron luego los hijos a si mismos. Lo que es lo mismo que decir -según Freud- que este crimen inauguró la proscripción del incesto y el complejo de Edipo. Pero no parece demasiado verosímil.

Lo que se inició en todo caso es el patriarcado, es decir una reglamentación social nueva, nótese que la prohibición atañe sobre todo a los hombres, que de este modo encuentran inhibiciones al incesto (a copular con hijas, hermanas y madres, también afecta a las mujeres en tanto control de su sexualidad.

Ahora bien esta explicación freudiana merece un punto y aparte. ¿Por qué iban a imponerse los hijos estas restricciones una vez desaparecido el padre terrible? ¿Por qué no seguir como hasta ahora?

En realidad ciertos mitos griegos apuntan en una misma dirección: Saturno (Cronos) castró a su padre Urano con una hoz porque era un tirano, pero a su vez, Saturno una vez en el poder hizo lo mismo: se dedicaba a devorar a todos sus hijos, hasta que Zeus, salvado in extremis por su madre decide con su ayuda deshacerse de Saturno (Cronos), otra vez aparece el mantra del parricidio, inaugurando el orden Olímpico, en cierto modo parlamentario. Es curioso que Freud eligiera para explicar su complejo el mito de Edipo y no el de Saturno. Otra manera de verlo sería: no tanto que el niño quiera acostarse con la madre y matar a su padre, sino que es el padre el que quiere acostarse con sus hijas, castrar a sus hijos y seguir en su poltrona.

¿Por qué respetamos el tabú del incesto?

El incesto es otro ejemplo de una conducta- en este caso una prohibición- universal que atraviesa a todas las culturas, lo que indica que en su preservación hay algo que va más allá del sesgo cultural: si no está determinada por la cultura debe existir en el patrimonio genético de toda la humanidad o al menos se trata de un aprendizaje fácil (prepared learning), como la fobia a las serpientes (Marks, 1991)
Los estudios sobre el incesto proceden de modelos antropológicos y de ellos procede nuestro conocimiento sobre la universalidad de su presencia. Sin embargo el incesto también se halla presente en el mundo animal, no se trata pues de un fenómeno tan sólo cultural, como sostienen algunos antropólogos sino biológico.
No todos los animales tienen la capacidad de reconocerse como individuos, y parece que solo en aquellas especies donde los individuos son capaces de reconocerse entre si se preserva la institución del incesto, al menos en lo que respecta al incesto madre-hijo y entre hermanos.

Es necesario que los animales se reconozcan.

Generalmente los animales que se reconocen entre si lo hacen cuando tienen rasgos diferenciales en el rostro, cosa que sucede en aquellas especies donde el rostro ha alcanzado una cierta diferenciación. En las cebras por ejemplo el reconocimiento se hace a través de patrones del rayado y no parece que vaya más allá del tiempo en que permanece activada la impronta (imprinting): el necesario para que las crías reconozcan a la madre y no la pierdan de vista hasta que se hacen autónomas (hasta el próximo embarazo de la madre). Otras especies – las más comunes- se reconocen por el olor o por los sonidos que emiten. Reconocimiento y marcaje sexual son pues instintos que participan de algún modo simultáneamente en ambos propósitos: territorialidad y seguimiento. Existe pues, una relación entre el reconocimiento y el marcaje o balizado sexual, dicho de otra forma: el reconocimiento entre individuos pudo evolucionar desde la necesidad de marcaje sexual del territorio.
Sin embargo los cánidos parecen contradecir lo dicho anteriormente. El incesto es muy frecuente, lo que significa que en las especies donde el modelo de apareamiento sexual es promiscuo, el tabú del incesto no se respeta.
No obstante entre la impronta y el incesto pueden existir relaciones al menos en las especies con el cerebro más evolucionado.

Para explicar este fenómeno se han invocado varias explicaciones:

1.- La hipótesis de la familiaridad (Eibl-Eibensfeldt,1995). Crecer juntos puede fabricar una especie de aversión entre los sujetos que les impida aparearse.
2.- La hipótesis biológica: el incesto haría aflorar alelos recesivos que podrían resultar fatales desde el punto de vista genético cuando se dieran juntos en un mismo individuo.
3.- La hipótesis psicoanalítica: la prohibición del incesto se fundamenta en el crimen ritual de la horda que erige al asesinado como tótem y protector de la misma. De este parricidio surge el tabú del incesto, ambos pues, parricidio e incesto se hallan relacionados simbólicamente (Freud, 1912) y participan de la misma prohibición.
4.- La hipótesis económica. La exogamia favorece los vínculos extrafamiliares al tiempo que favorece el reparto del trabajo comunitario. La madre de un adolescente joven puede verse favorecida por la llegada al núcleo familiar de una hembra joven bien dispuesta para el trabajo. A cambio, ese mismo padre puede «perder» a una hija, porque sabe que tendrá el recambio de una nuera en otro lugar (Levy-Strauss, 1998).

Ninguna de estas explicaciones por sí mismas ofrece argumentos irrefutables aunque todas poseen gotas de verdad o intuiciones interesantes que aportar. Las explicaciones biológicas parecen incontestables si no fuera porque la emergencia de esos alelos fatales tarda muchas generaciones, las suficientes para no ser conservadas en la memoria de tres generaciones ¿cómo saben esto los simios que respetan el tabú del incesto?.
La hipótesis familiar sirve para explicar la aversión entre hermanos, pero no explica el respeto del tabú de madre a hijo. Las hipótesis económicas son sugerentes pero no explican el tabú en los simios como tampoco lo hacen las explicaciones psicoanalíticas.

Lo que sabemos es que la excesiva familiaridad desactiva las pulsiones sexuales, algo que no solo afecta a los hermanos o primos emparentados entre sí, sino incluso a aquellos que conviven juntos sin estar emparentados. Hay como una especie de rechazo visceral, algo que procede de las tripas, una repugnancia.

El efecto Westermarck.-

Edward Westermarck fue un filósofo sueco contemporáneo de Freud que tuvo que vivir en una época desfavorable para sus intereses intelectuales precisamente porque tuvo que competir con las ideas psicoanalíticas que fueron las hegemónicas en la Europa de entreguerras hasta que más tarde cayeron en desgracia. Hoy consideramos a Westermarck un adelantado para su época que intentó trasladar las hipótesis evolucionistas a la psicología.

Lo cierto es que las personas tenemos muy poco interés sexual en nuestros padres, madres, hermanos o hermanas y tendemos a buscar parejas fuera del dominio familiar. Para Freud esta sería precisamente la prueba de su teoría: el horror al incesto seria el responsable de que la gente se buscara la vida más allá de la familia , tribu e incluso clan, cuanto más lejos mejor.

El efecto Westermarck niega sin embargo el deseo incestuoso freudiano: no hay tal deseo incestuoso; por el contrario, -dice Westermarck-, lo que hay es un desinterés por las relaciones incestuosas ya que la reproducción sexual procura la exogamia como estrategia para evitar taras y mantener la variabilidad genética.

¿Quién tiene razón?

Las ideas de Westermarck ponen en evidencia la idea central de Freud de que el niño alberga sentimientos incestuosos hacia su madre y simultáneamente deseos agresivos frente a su padre. Daly y Wilson han señalado que el error de Freud consistió en entender que aunque entre padre e hijo pueda existir rivalidad sexual esta rivalidad no es nunca por la madre, simplemente a los jóvenes no les interesan las mujeres mayores.

Entre los hermanos sin embargo, la rivalidad atraviesa toda la infancia y va dejando sus secuelas para toda la vida, en una u otra forma: es lógico , los hermanos compiten por la comida, la atención y un rol de privilegio en el seno de la familia. La rivalidad entre hermanos (que muy frecuentemente es identificada por los padres como celos) tiene dos objetivos preferenciales:

  • Obtener de los padres más de lo que los padres están dispuestos a dar.
  • Arrebatarles a los hermanos su participación en los beneficios.

Así cada uno de los hermanos adoptará una estrategia u otra, dependiendo del nicho ecológico que quede libre en la familia a fin de salirse cada uno con la suya. Este es un fenómeno que ha sido observado en toda la escala animal, las crías tratan de prolongar su periodo de dependencia de los padres a través de diferentes engaños, haciéndose el tonto, no mudando de plumaje, hacerse caca cuando ya deberían controlar esfínteres, negándose a comer, hacerse el débil o el necesitado, a través de berrinches, pataletas y en el caso de los humanos a través de enfermedades coactivas o ciertos retrasos que hacen recaer sobre el niño más atenciones. Cada cual elige una estrategia distinta con arreglo a su patrimonio genético y adopta, construye y modifica de forma creativa su estrategia puliéndola a medida que va creciendo e implementándola con nuevas sofisticaciones.

Dicho de otra forma las crías compiten por seguir siendo niños y gozar de los bienes que sus padres (y nadie más) les aseguran. Para Westermarck es el destete más que el Edipo la clave de las rivalidades infantiles que en oposición a Freud no son sexuales.

Dicho de otra forma: lo que tiene importancia es la separación de la madre, esa es la verdadera castración que nos viene de serie cuando tenemos un hermanito o cuando se rompe el huevo. Jacques Lacan habló de un primer tiempo del Edipo a esta separación.

Significa que: el destete y el Edipo podrían ser aspectos evolutivos del mismo conflicto y que pone en marcha constelaciones emocionales similares indistingibles en el adulto puesto que tal y como comenté en este post ¿De quién se tienen celos cuando se tienen celos?

¿En qué quedamos, es el niño el que quiere acostarse con la madre o es el padre el que quiere acostarse con las hijas?

Parte de la solución a este dilema viene de la mano de la psicología social.

La atracción y el rechazo se encuentran en los mismos gustos.

Dos psicólogos sociales, Chris Fraley y Michael J. Marks (2010) (comentado también en Research Digest Blog) han puesto a prueba la hipótesis neo-Westmarckiana con dos fascinantes experimentos que son difícilmente compatibles con la sugerencia de un “mecanismo” natural diseñado para evitar el incesto.

Lo que nos lleva de nuevo a echar mano de la psicología evolucionista y a indagar entre las diferencias que se encuentran plegadas y codificadas en los genes y en la cultura. Efectivamente no existe un mecanismo natural para rechazar los escarceos de la parentela (y el incesto), antes al contrario: los niños aceptan el placer proceda de donde proceda (decía Freud que el niño es un perverso polimorfo) siempre y cuando no haya además de eso maltrato o violencia. ¿Para qué tendría que tomarse la evolución el trabajo de construir un rechazo en los individuos con sus progenitores o sus parientes?

Si yo fuera un neo-westermarckiano diría que para evitar descendientes enfermos o con poca perspectiva vital, ¿pero cómo sabían esto en entornos ancestrales nuestros precursores? Evidentemente no sabían nada de genética, ni de alelos incompatibles, ellos no podían saber que la sexualidad entre parientes podía ser letal para los niños nacidos de tales emparejamientos o que era acumulativa. Es también muy dudoso que acumularan la suficiente información para poder transmitir ese peligro a sus vecinos. Pero es obvio que fueron los grupos humanos los que inventaron el tabú del incesto, algo pues cultural, es decir impuesto por el grupo al individuo concreto.

Ahora bien, si el tabú del incesto no se impuso para optimizar la inversión parental en forma de una descendencia viable, ¿qué objeto tenia la prohibición?

Pues para asegurar un reparto justo de las mujeres, claro está pues en definitiva el recurso con valor son las mujeres. Y de paso – y aqui viene su parte coercitiva para la mentalidad actual- para impedir la hipergamia de las mujeres. Todas las prohibiciones sexuales tienden a regular la posesión y acaparamiento de varias mujeres por un sólo hombre, lo cual resultaría en un conflicto grupal tarde o temprano como también sería disfuncional para el grupo el merodeo constante de las mujeres en busca de coitos ocasionales. Asegurar que los grupos fueran cohesionados, laboriosos y cooperativos requirió recortar y regular el acceso a las hembras y asegurar una sanción, un castigo a los disidentes. Restricción y castigo van pues de la mano.

Dicho de otro modo, el tabú del incesto se inventó para regular cosas bien distintas a las que hoy creemos: las niñas, nuestras hermanas, o nuestras madres, tías y el resto de la parentela no son accesibles para mi, pero pueden serlo para otros que a cambio pueden disponer de una esposa para mi hijo y una nuera para mi familia (Levi-Strauss 1981).

En conclusión eso que llamamos patriarcado surgió como una forma de regular el egoísmo de los hombres y de proteger a las mujeres. Una protección que encontraría un mecanismo evolutivamente estable para asegurar que no existieran hombres deprivados de sexo y mujeres desprotegidas y sin proteínas en su dieta (tal y como cuenta Helen Fisher,: le llamaron monogamia y es evidente que es una estrategia que ha tenido mucho éxito.

Bibliografía.-

C. Levy-Strauss: Las estructuras elementales del parentesco

Fraley RC, & Marks MJ (2010). Westermarck, Freud, and the incest taboo: does familial resemblance activate sexual attraction? Personality and social psychology bulletin, 36 (9), 1202-12 PMID: 20647594

Francisco Traver (2019): «Del mito a la clinica»

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