Un rumiante es un mamífero que vaga por las praderas o sabanas y que suele tener un sistema digestivo largo y robusto para digerir la celulosa de las plantas. Mientras pasta no digiere y para ello tiene tres estómagos, y no lo hace porque ese periodo en el que come está expuesto al ataque de depredadores. Primero se lo traga todo y ya más tarde con tranquilidad lo regurgita y lo digiere. Debe ser por eso que los herbívoros a pesar del estrés que sufren no presentan úlceras pépticas como leímos en el delicioso libro de Sapolsky «Por qué las cebras no tienen ulcera». Efectivamente es una paradoja: mucho estrés y un sistema digestivo a prueba de bomba.
Nosotros los humanos también podemos regurgitar la comida como nos han enseñado algunos pacientes pero no somos rumiantes pues nuestros sistemas digestivos -cortos- son muy vulnerables, pues lo que perdimos en longitud digestiva lo ganamos en tamaño de nuestro cerebro. Debe ser por eso que rumiamos con la mente, es decir con el pensamiento.
Pues entre nosotros la rumiación es algo mental y podría definirse como una tendencia en bucle a pensar repetidamente en algo sin llegar a ninguna conclusión pues el objetivo de la rumia no es sino el impedirnos dormir atormentándonos con estados mentales negativos.
Cualquiera de nosotros sabe que es la rumia, se trata de una experiencia corriente pero algunos son excelentes rumiadores mientras otros son simples aficionados, se trata de personas preocupadas que se acuestan y sufren de insomnio de conciliación, no pueden evitar pensar en infortunios, catástrofes, o dilemas diversos tanto de la vida cotidiana como de supuestas enfermedades o de escenarios más o menos temidos, algunos incluso rumian cuando tienen que tomar una decisión, entre esto y lo otro. ¿Qué hacer?.
El sueño acaba venciendo al rumiante que se despertará sin haber descansado lo suficiente y sin haber llegado a una conclusión respecto de su decisión, pues la función de la rumia muchas veces es evitar a toda costa una decisión. Un conflicto de evitación-evitación, ¿qué pasa cuando no queremos ni una cosa ni otra? Pues nos ponemos a rumiar, un ejercicio que muchas personas que conozco llevan a cabo sin ningún pudor ni piedad para sí mismos. A veces la rumia es ocasional y al día siguiente desaparece pero solo momentáneamente para volver a aparecer días después con otro tema: los temas son innumerables y variados. Cualquier dilema de la vida puede convertirse en objeto de la rumia.
Naturalmente los rumiantes tienen muchos boletos para deprimirse, primero por el insomnio y sobre todo por el catastrofismo. es evidente que los pensamientos negativos inauguran y mantienen la depresión y para algunos autores como Marino Perez incluso la predicen.
La figura que preside este post cuenta alguna verdad sobre la rumiación, se trata de una re-flexión, un mirar hacia dentro, un efecto adverso de la hiper-reflexividad. Como vimos en el post que dediqué a la hiper-reflexividad y que algunos autores han relacionado con las enfermedades mentales en general y en especial con la esquizofrenia, lo cierto es que los rumiadores son efectivamente hiper-reflexivos, es decir autoobervadores.
Pero practican una versión distinta a aquellos preocupados por sí mismos o con su identidad, están preocupados por la incertidumbre de la vida que les hace temer perder el control.
Pero no quiero asustar a aquellos de mis lectores que hayan desarrollado esa potencialidad tan humana que es la reflexión, no se trata de pensar demasiado, se trata de pensar demasiado en uno mismo. No es la imagen del sabio distraído de lo que estoy hablando, pues el sabio no piensa en sí mismo, piensa en las cosas, habita en el mundo de las ideas, sin embargo el hiper-reflexivo piensa sobre todo en sí mismo o en las consecuencias de equivocarse.
Así en la esquizofrenia por ejemplo, lo anormal no es la reflexión en sí misma como parece indicar la palabra “hiper-reflexividad”, no se trata de pensar demasiado sobre algo, o de darle muchas vueltas a alguna cosa -como sucede en la rumiación o preocupación- sino sobre lo inefable, es decir sobre aquello que no podemos nombrar y que interfiere, al desautomatizarse con el “Yo soy”, la experiencia en primera persona que es prelógica y presimbólica.
El hiper-reflexivo piensa sobre todo en sí mismo y lo hace desde un punto de vista analítico y el rumiador piensa sobre todo en cosas que escapan o pueden escapar a su control, El Yo hago, es por eso que los rumiantes suelen ser obsesivos o al menos perfeccionistas a diferencia de los psicóticos que suelen ser reformadores o inventores de sí mismos y de su importancia. El rumiador tiene un tipo de pensamiento adherente, ictíosico se decía antes del DSM, un pensamiento que aspira a la predicción de desastres. Más cerca de la ciencia que de la magia y por supuesto muy lejano a la filosofía.
El rumiador es filosóficamente ingenuo y no sabe que a veces debemos hacer algo que no queremos hacer o queremos hacer algo que no podemos hacer. El verbo «deber», «poder» y «querer» entran en conflicto muchas veces en la vida y cuando se dan este tipo de colusiones lo mejor es adoptar la actitud zen y dejarlo pasar. Como Platón solía decir «hagas lo que hagas te equivocarás». Creo que gran parte de los dilemas de decisión que aquejan a estas personas es debido a que el verbo «querer» a veces lleva entre paréntesis un (no). Uno puede querer hacer algo pero no querer llevarlo a cabo.
Es la mejor forma de no confrontarse con el verbo «deber» y eludir la culpa a veces lleva un peaje muy caro..
Dicho de otro modo, la rumiación es una trampa para no tomar decisiones cuando uno se siente obligado a tomarlas y una forma de predecir desgracías que no podrán evitarse pensando sino solo haciendo.
Para los que no estén interesados en la filosofía pueden leer los múltiples post que aconsejan qué hacer para disminuir las rumiaciones, aqui por ejemplo.
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