Una cosa curiosa que sucede en los sujetos traumatizados precozmente es el comportamiento de su memoria: algunas personas olvidan grandes partes de su experiencia autobiográfica (que aparece hacia los 5 años) mientras otros son asaltados continuamente por reexperimentaciones de lo vivido, unos olvidan lo que sucedió, mientras que otros lo pueden rememorar aunque sea de un modo parcial mientras otros son sujetos pasivos de una reexperimentación forzada. Todo parece indicar que lo traumático dependiendo de la edad en que se produjo el «trauma» afecta de una manera u otra a la memoria. Es por eso que podemos hablar de «recuerdo traumático» tal y como planteaba Janet.
Rusell Meares es un psiquiatra australiano que propuso un modelo clasificatorio de la memoria en un sentido basado en el neurodesarrollo y que como Vigotsky y James plantea la existencia de una doble conciencia. Llama «flujo de la conciencia» o «conciencia continua» a un telón de fondo que recorre el campo de la conciencia continuamente pero que es en cierto modo inaprensible durante las actividades de la vigilia. Para Meares cualquier terapia dirigida a resolver traumas consistiría en lograr una conversación entre ambos tipos de memoria. La memoria continua es una conceptualización muy parecida, si no la misma que otros han llamado «red neuronal por defecto», es decir aquello que hace nuestro cerebro cuando no hacemos nada orientado a objetivos: un continuo fluir.
Antes de contar en qué consiste esta «conciencia continua» me gustaría recordar los tipos de memoria, que de manera secuencial van apareciendo en la neurogénesis o maduración del bebé y el niño.
1) Sistema de representación perceptual
Se desarrolla en la a semana de nacido. Reconoce voces, acciones, formas, escencias. No involucra experiencia previa de recolección explícita. Es no verbal y no consciente. Funciona sin darse cuenta.
2) Memoria Procedimental
Asociada con el desarrollo de habilidades motoras y el repertorio de juegos y canciones que se fundamentan en la capacidad del infante para recordar experiencias del mundo. Capacidad del infante para traer a la mente un estímulo que no está inmediatamente presente. Por ejemplo, el niño recuerda la existencia de juguetes en un gabinete de puertas cerradas, y en la capacidad del niño para coordinar habilidades motoras específicas y comportamientos en base a este recuerdo. En base a esta memoria de procedimientos, un infante es capaz de coordinar sus acciones para obtener un resultado particular basada en el recuerdo como obtener juguetes que están en un gabinete. Es no consciente y no verbal, el niño no se da cuenta de las circunstancias que lleva a este aprendizaje.
3) Memoria Semántica.
Aparece en el segundo año de vida. Almacena “hechos”: es el conocimiento del mundo “como es” y el niño lo utiliza para navegar en el mundo. Es verbal. Retiene nombres y atributos de los objetos del mundo que los rodea y realiza rutinas específicas para su andar por el mundo. Este sistema de memoria almacena un rango de aprendizajes acerca del mundo que pueden ser vocalizados pero que no son conscientes, en el sentido de que estos aprendizajes son recordados sin la memoria de los incidentes que la formaron. El lenguaje asociado con este sistema de memoria es el de la adaptación y para lidiar con problemas.
4) Memoria episódica
Se desarrolla durante el tercer año de vida y consiste en la habilidad para recordar experiencias del pasado reciente como episodios específicos de su historia. Es verbal, se pueden decir y son memorias explícitas o conscientes. El/la niño-a se da cuenta de que está recordando incidentes específicos de su vida y no lo confunde con el presente.
5) Memoria a corto plazo – “memoria de trabajo”
Con frecuencia, la memoria a corto plazo se le llama también “memoria de trabajo”. Este sistema de memoria almacena recuerdos de experiencias de los muchos incidentes recientes en la vida de las personas. Provee orientación inmediata en sus esfuerzos para alcanzar tareas específicas y complejas, por ejemplo, hacer varias cosas al mismo tiempo: conducir y hablar por ejemplo. Está asociada con la memoria episódica. Es un sistema de almacén temporal de experiencias de incidentes recientes en la vida de la persona. Es verbal y consciente. Es evidente en la vida de los niños a partir de los tres años.
Si se afecta con la experiencia traumática, es muy difícil para la persona lidiar con más de una tarea a la vez, y la persona reporta sentirse crónicamente estresada en las tareas simples de la vida cotidiana.
6) Memoria autobiográfica
Se desarrolla en el quinto año de la vida. Es episódica, altamente selectiva, duradera y frecuentemente remota. Provee el fundamento para el sentido personal de la identidad que hace posible que la gente diga “esta es mi vida, esta soy yo”. Es consciente y verbal. Contribuye y es dependiente de la capacidad reflexiva, capacidad que hace posible “Esta soy yo”, “déjame que te cuente de mí”, “esta es mi vida”. Y hace posible declarar: “estos son mis pensamientos, mi memoria”. “estas son mis reflexiones” “Esta es mi historia” “esta es mi vida”.
Si se afecta por la experiencia traumática las personas tendrán dificultad en juntar un considerable trayecto de su vida a través del tiempo y esta sensación de “esta soy yo” se vuelve evasiva.
La conciencia continua o flujo de la conciencia.-
Es un sistema de memoria que provee el desarrollo de un sentido particular de “si mismo”, (no es el «Yo», ni el «mío») que no es exactamente el mismo que procede de la memoria autobiográfica. Contribuye al desarrollo de la continuidad de un sentido familiar de quien es uno en el flujo de las experiencias internas de la vida. Da la capacidad de acomodar aspectos de las experiencias vividas en un tipo de secuencia que provee a la persona con la sensación de que su vida se desarrolla a través del tiempo y con un sentido de coherencia personal. Aparece en una forma de narración. En el flujo de la consciencia muchos aspectos de las experiencia de la persona se organizan de acuerdo a una secuencia de forma progresiva y asociativa no lineal, que es un rasgo de la estructura narrativa.
La imaginación y la agenticidad caracterizan fuertemente en este flujo, así como la analogía, la metáfora y similares. Hace posible para las personas tejan diversas piezas de diversas experiencias y desconectar eventos en temas coherentes. Se nos presenta como el lenguaje de la vida interna. Está siempre presente, para la mayoría de nosotros como un telón de fondo a nuestro diario encuentro con la vida y a veces, estamos ocupados con la realización de tareas importantes apenas si se siente.
Cuando nos separamos de las tareas cotidianas, y de nuestros contextos inmediatos sociales y relacionales como en la meditación, la ensoñación o soñar despiertos nos sumergimos en esta consciencia continua o flujo de la consciencia. Este flujo de la conciencia tiene prioridad en el trabajo con personas que han vivido experiencias traumáticas y está relacionado con los trabajos de William James, Lev Vigotsky y Gastón Bachelard.
La sensación familiar de quien es uno, en el flujo de la experiencia interna es el resultado de la colaboración social. Se forma a través de la internalización de una conversación especial que está presente de manera significativa en la vida de los niños alrededor de los 18 meses de edad. Es una conversación que caracteriza el lenguaje que no es lineal y es asociativo, y aparentemente no está al servicio de un propósito externo – no es el lenguaje que caracteriza los esfuerzos del niño para relacionarse con los objetos de su mundo. Este tipo de conversación frecuentemente llamada egocéntrica (egocentric speech) porque su propósito no parece ser de comunicación, más bien está asociada con el desarrollo del juego simbólico, y el juego con símbolos. Este juego simbólico y este juego con símbolos es un alcance social o relacional.
Los cuidadores del niño se involucran en una gama de actividades que proveen un andamiaje que hace posible para el niño distanciarse de la inmediatez de su experiencia, por ejemplo, cuidadores imitan las expresiones y acciones de los niños de una manera que contribuye a que el niño se reconozca como “yo” (me), también favorecen que los niños imiten a otros y eso da el fundamento para el desarrollo del juego simbólico a través del cual el mundo externo es visto como personal y familiar. Más adelante, en el contexto de juegos rudimentarios, los cuidadores introducen a los niños a practicar el tomar su turno y secuencias que son esenciales para el desarrollo de habilidades de conversación.
Todo esto introduce al niño en la cultura de resolver problemas y en la producción de estas conversaciones, los cuidadores construyen los contextos que facilitan al niño el dar significados (meaning-making). Este va haciendo posible que los niños tejan pedazos de experiencias diversas y desconectar otros en temas coherentes. El niño va aprendiendo lo que es “mi mundo”, en un mundo que es mío y distinto de un mundo que no lo es. En el cuarto año de vida, este lenguaje egocéntrico se vuelve fraccionado y abreviado y condensado conforme se va internalizando progresivamente (como propone Vygotsky). Luego empieza a desaparecer .Es a través de la internalización del juego simbólico, que generalmente se alcanza a los cinco años que el niño desarrolla una realidad interna.
Esto se vuelve el lenguaje de la vida interna o lo que William James refiere como “flujo de conciencia”. Este flujo de la conciencia o conciencia continua está siempre presente en un telón de fondo en nuestro encuentro diario con la vida. Aparece cuando nos retiramos de la vida cotidiana o en la ensoñación o el soñar despiertos, cuando estamos en piloto automático. En estos momentos nos damos cuenta de este lenguaje interno, de sus flujos tan característicos y de imágenes y temas que son asociados con éste. Podemos, por esta razón experienciar la resonancia de algunas memorias de nuestro pasado. Estas memorias se toman en cuenta en la historia personal de nuestra vida resultando el sentido resaltado de mí mismo (myself). Todo esto es experienciado mientras que al mismo tiempo uno se da cuenta de que soy “yo” (I) quién está recordando.
Es el desarrollo de esta realidad personal a través de la internalización de este lenguaje de la vida interna que nos da la sensación de intimidad e identidad personal. Y es esto lo que da el fundamento para alcanzar el sentido de intimidad personal con otros. Esta es una intimidad que depende de la habilidad de uno para expresar una experiencia interna que puede compartirse con otros y que tendrá resonancia con la experiencia interna de otros.
Esto contribuye a la sensación de familiarización interpersonal y a la sensación de entendimiento mutuo que es la clave para relacionarse íntimamente con otros. En este sentido, el sentido de mí mismo, que tiene su origen en la colaboración social, continua siendo significativamente un fenómeno relacional – “sentirse yo” o “sentirse mi mismo” es significativamente una experiencia de movimientos de resonancia en nuestras relaciones íntimas. La internalización de este lenguaje de la vida interna, hace posible también una relación “empática” con aspectos de un mundo familiar y entendible, que de otra manera sería ajeno y rudimentario. Este es el resultado de experienciar una resonancia entre los temas de orientación, propósitos y planes de nuestra vida interna con el desarrollo de eventos de la realidad externa – una continuidad entre la experiencia interna y el mundo de afuera.
En suma el trauma puede afectar a cualquier tipo de memoria dependiendo de la edad en que se produzca. La personalidad sana seria aquella que dispone de ambas memorias o conciencias en continuo dialogo entre si:
Leyendo a James, Meares concluye lo que James hablaba de dos experiencias del self relativamente distintas, una que provee la experiencia de un “yo” en relación a “soy” (“I” in relation to “me”) y otra que provee un “yo” en relación a “mi mismo/a” (I in relation to myself). De acuerdo a esto, el «yo» en relación con «soy» es relativamente invariable, mientras que el «yo» en relación a «mí misma/o» es variable y está en constante cambio.
La relación de “soy” (me, en inglés) se funda en el saber de hechos (factual) que se guarda en la memoria autobiográfica, mientras que la versión de “si mismo/a” (myself) es relativamente plástica, consistentemente se visualiza y re-visualiza en respuesta a nuestro encuentro con la vida, continuamente se construye y se reconstruye.
Este post es una traducción libre (y añadidos) del articulo original de:
SISTEMAS DE MEMORIA Y LAS CONSECUENCIAS DEL TRAUMA
POR MICHAEL WHITE BASADO EN CONCEPTOS DE RUSSEL MEARES
Traducido de ‘Working with people who are suffering the consequences of multiple trauma: A narrative perspective’ by Michael White. En Trauma: Narrative responses to traumatic experience (part three, pp. 67–80). Edited by David Denborough. Adelaide, Australia: Dulwich Centre Publications, 2006.
Osea que en estos casos de traumatización, el trabajo del terapeuta seria reestablecer ese dialogo interrumpido. ¿no?.
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Lo que es significativo es que la solidez de un recuerdo esta íntimamente ligado al impacto emocional de todo evento, donde el llamado trauma equivale a una mayor profundidad del surco. Aquí por tanto encuentro, si me permite profesor el atrevimiento; tres centros de Conciencia en tanto poseen individualmente memorias especializadas.
En la experiencia propia se observa a una conciencia testigo, una conciencia auto narrativa, persistente, circular, racional o desquiciada dependiendo de la capacidad o incapacidad para afrontar la tercera en discordia, la memoria emocional. También por experiencia personal si eliminamos a la Conciencia narrativa de la ecuación ante una situación sea nueva o revivida con carga afectiva, encontramos un duelo al sol; la Conciencia testigo face to face a la Conciencia emocional, viviendo el evento como una forma de intensidad sin subtítulos. Sin la conciencia narrativa parece que puenteamos toda psicoterapia por innecesaria. Ni el testigo ni la emoción piensan historias, pero a pesar de ello se saben existentes. En resumen dejamos sin trabajo a los psicólogos. «Risas».
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