Spitz y los organizadores


niño

René Spitz fue un psiquiatra austriaco de orientación psicoanalítica muy poco conocido a pesar de sus importantes hallazgos relativos a la crianza y al desarrollo psíquico de los niños de corta edad.

Fue discípulo de Sigmund Freud y su actividad asistencial se desarrolló en orfanatos o en Hospitales donde había niños que o bien habían sido abandonados por sus madres o bien eran huérfanos, si bien algunos de ellos se reencontraban con sus objetos de cuidado y amor puntualmente. Fue así como Spitz desarrolló sus trabajos, esta vez observacionales sobre la conducta de estos niños institucionalizados y casi todos ellos deprivados de afecto.

Observacionales por primera vez y bajo las gafas psicoanalíticas, es decir tratando de visualizar las reacciones de los niños bajo las ideas de Freud, más concretamente sobre la etapa oral del desarrollo -el narcicismo primario- que aunque explicitada no había conseguido aun instaurarse bajo la mirada telescópica de la observación directa. ¿Como reaccionaban los niños ante la ausencia de estimulación? ¿Que consecuencias tenía esta deprivación de cuidados y calidez afectiva en niños de menos de un año de edad? ¿Como repercutía en su desarrollo psíquico?

Spitz fue el primero en hablar de hospitalismo, mucho antes de que E. Goffman hablara de las consecuencias del mismo en la salud de los internados.

Orfanatos, manicomios, hospitales para crónicos, cárceles, conventos, cuarteles tienen algo en común. Algo que fue descrito y analizado por Goffman en aquel libro de culto titulado “Asilos” y que abrió una manera nueva de entender de qué va eso -en apariencia tan humano- como una institución total: totalitaria, donde los individuos que allí permanecen acaban asesinados civilmente y convertidos en un número, en una biografía robada, alienada, desgarrada.

Los niños que han tenido la experiencia de vivir los primeros años de su vida en un orfanato presentan huellas relacionadas con el afecto impersonal, con la rutinificación o los castigos injustos cuando no el abuso. Una vez cerradas sus ventanas plásticas para cualquier aprendizaje ya nunca podrán adquirir -como hacen los niños que se han criado en ambientes normalizados- sus mismas habilidades. Las instituciones totales son verdaderas cárceles del alma, allí se pudren los sujetos y se convierten en rebaños deshumanizados y obedientes, el resto simplemente enferman, mueren, quedan alelados o enloquecen a no ser que encuentren a alguien que disponga para ellos de afecto y sincronías y lo haga además antes de que el sujeto deje de ser receptivo al amor.

Orfanatos, cuarteles, hospitales, asilos e internados, desde entonces conocemos los efectos maliciosos que estas instituciones tienen sobre la salud mental de lo que allí habitan a causa sobre todo de la infraestimulación y de los cuidados impersonales que prodigan los cuidadores de estos lugares.

Spitz describió una multitud de reacciones anormales del niño ante esta infraestimulación y describió lo que se llama depresión anaclítica. Lo interesante de esta formulacion es que los niños pueden pasar cierto tiempo bajo esta infraestimulación afectiva y cuando se restituyen los cuidados convencionales se recuperaban, sin embargo pasado un cierto tiempo el niño entraba en un estado llamado marasmo que podía incluso llevarle a la muerte, o a la depresion anaclitica nombrada, que era en cierto modo irreversible. Cuando los niños no recuperaban a sus madres o  aciertos cuidadores capaces de brindar un afecto personalizado se metían en una especie de «alelamiento» que Spitz llamó depresión anaclítica.

Quedaba pues demostrado que la deprivación afectiva en los niños influía en su posterior desarrollo psíquico y aunque hoy esta idea está absolutamente de mostrada o solo por los desarrollos posteriores del psicoanálisis, la psicología o la psiquiatría sino también por parte de etólogos y primatólogos que han sido capaces de reproducir el mismo fenómeno en primates.

Sin embargo si traigo aquí a Spitz no es para hablar de estos fenómenos sino de uno de los conceptos que entroncan con algo que conté en un post anterior sobre el concepto de atractores y creodos en el concepto de campo mórfico de Sheldrake. Me refiero al concepto de «organizadores del psíquismo». Efectivamente hay algo que estira o atrae a un sistema desde la indiferenciación hacia la diferenciación, desde una energía potencial máxima y a través de un proceso de disipación hacia su energía mínima. Todo parece indicar que el proceso de diferenciación de la consciencia del mismo modo que la reproducción son formas de disipar energía. Y que este proceso que llamamos maduración discurre entre esos senderos que Waddington llamó creodos.

Hay algo que atrae a la psique infantil hacia su diferenciación y hay algo -la memoria de la especie- que le hace discurrir por esos caminos y no por otros, salvo accidentes, claro está.

Un organizador es algo así como un punto de inflexión alcanzado el cual el crecimiento o expansión de la psique alcanza un hito que transforma toda la psique anterior. Hay un ejemplo muy conocido de la física y es el concepto de materia-energía oscura. El universo de expande gracias a que las fuerzas anti-gravitacionales son superiores a las fuerzas gravitacionales. Y las fuerzas anti-gravitacionales están en la materia oscura.

Lo interesante es que de no ser así, el universo en lugar de expandirse se contraería sobre sí mismo en un big crunch. Y si eso no sucede es porque al mismo que tiempo que se expande en cada expansión aparece más energía oscura que cuenta como fuerza antigravitacional.

Pero Spitz no sacó el termino «organizador» de la física cosmológica sino de la embriología, concretamente de los trabajos de Speman que definió el organizador como:

Un organizador en embriología es la instancia que gobierna las fuerzas operantes en el desarrollo embrionario, ordenándolas según un eje evolutivo particular. Constituye una especie de marcapaso del desarrollo, el cual induce la diferenciación de los tejidos dependientes de él. A su vez, un primer organizador facilita, por inducción sucesiva, las condiciones apropiadas para la emergencia de un segundo organizador, en un tejido que tiene la potencialidad para ello. Tal, por otra parte, el concepto de «desarrollo dependiente».

Spitz supone que en el desarrollo psíquico existen organizadores equivalentes, es decir, estructuras de funcionamiento psíquico que resultan directrices en la integración incipiente, y que él denomina organizadores de la psique. Estos también se encuentran vinculados según una secuencia de desarrollo dependiente. El aporte fundamental de este investigador consistió en definir cuáles son estos organizadores, cómo se los puede detectar en la observación, y qué consecuencias tiene su aparición en el desarrollo de los siguientes.

Para Spitz la estructuración precoz del psíquismo se caracteriza por estadios secuenciales de diferenciación continua. Cada estadio representa un nivel de complejidad creciente en la estructura psíquica del individuo, en consonancia con «las tendencias a la síntesis, y la progresión de lo no organizado e indiferenciado a lo organizado y estructurado» (Spitz, 1959). Pero cuando un determinado estadio llega a su culminación, alcanza un punto crítico en el cual emerge un nuevo organizador. Este puede ser visto como un proceso de cristalización en el aparato psíquico, o como un punto crucial (una bifurcación) con emergencia de nuevas funciones que inducen la evolución posterior. Cada una de estas supuestas cristalizaciones marca la transición hacia un nuevo estadio. (extraido de esta web)

Los organizadores pueden identificarse a partir de la emergencia de una conducta afectiva concreta, así para Spitz los organizadores de la psique del niño durante este primer año son estos tres:

1.- La sonrisa, es el primer reconocimiento social que hace el niño del cuidador principal, a partir de este momento (tres meses aproximadamente) el mundo queda dividido en dos: el niño y la madre (dentro y fuera). Supone la aparición de la alteridad y el embrión del campo social. El niño establece por primera vez un vinculo con el otro y el mundo ya no volverá ser urobórico, el niño pierde de este modo la estúpida felicidad edénica que le caracterizó hasta ese momento.

El niño inaugura en esta fase  un cuerpo separado de la madre. Y con la experiencia del cuerpo propio el Yo cambia desde un estado de indiferenciación hasta la construcción de un YO corporal lo que lleva aparejado un no- Yo. El niño sabe que cuando se muerde una mano es Yo y cuando muerde una manta es no-Yo.

Pero es otro que aparece no es un otro cualquiera, es un Gran Otro, una Madre primitiva y devoradora que es algo que sucede simultáneamente con los aspectos de cuidado y estimulación sensorial (pregenitales). El niño se halla a merced de ese gran Otro y aparece el miedo (el miedo siempre es miedo del otro) y con él las protoemociones, la ira, el dolor, el llanto, la voluptuosidad, los eventos sensoriales de la fase urobórica (hambre, sueño, disgusto o malestar) se transforman en emociones más elaboradas alejadas del magma sensorial en que el niño navegó durante esa primer fase de separación del pleroma material y ascienden hasta el sistema límbico transformándose en emociones mucho más sutiles y mentales.

2.- La angustia ante el extraño. Es decir aquellos que no son madre producen temor y desasosiego. 

Una madre que ahora está y ahora desaparece, en un orden de sincronías, simultaneidades y predictibilidad creciente: aparece el tiempo y emerge el binomio confianza/desconfiaza, la certidumbre o la duda de que la madre volverá, la angustia ante el extraño y el reconocimiento en el espejo. Aparece el apego, que es la forma como John Bowlby llamó a ese vinculo entre madre e hijo y que no está exento de erotismo y de destrucción, de pulsiones eróticas y tanáticas. Es lo que Neumann llama el incesto tifónico y hay que recordar ahora que donde hay incesto hay castración, una castración que -vale recordar- no sucede en el plano genital sino en el nivel de definición pregenital y se manifestará por fantasías orales sádicas o anales de destrucción y de expulsión de la madre.

3.-La aparición del «No». El tercer organizador aparece un poco más tarde y es fundamente semántico y manipulativo, también autoafirmativo. No deja de ser curioso que el organizador aparezca como un No para que el niño aprenda a decir Si a sí mismo. Es el tiempo de «salirse con la suya» y de una ganancia de poder. después de aprender a decir No, el mundo vuelve a escindirse en dos ramales y el niño está en condiciones de seguir su evolución y diferenciación, una evolución que con el tiempo dará lugar a otras formas de decir No.

Lo interesante de esta formulación de Spitz desde mi punto de vista es el concepto de bifurcación que lleva consigo la aparición de estos organizadores. Pero no sólo eso sino que estos organizadores no son materiales en el sentido de que no son órganos cargados de genes o proteínas o sustancias químicas que disparen el proceso sino de entidades intangibles (afectivas) que son el mismo tiempo culminación de un proceso de diferenciación y el comienzo de una nueva etapa de progresos en la expansión de la consciencia del niño.

Algo que parece ser atraído físicamente por las leyes de la entropía desde lo indiferenciado (máxima energía potencial) hasta lo diferenciado (energía mínima) y que responde a una memoria filogenética que parece indicarle a los individuos por donde han de transcurrir.

Del mismo modo señala hacia ese proceso que Freud llamó regresión y que seria una negativa del niño a seguir ese proceso deteniéndose en cualquiera de los puntos de fijación que señalan esos mismos organizadores.

Un segundo por día (video)

14 comentarios en “Spitz y los organizadores

  1. Retomo el concepto de «atractor» que ahora mencionas y que te comenté una vez (sentados en un banco en Benicassim), en el contexto del trauma y su función / impacto. A mi juicio, el trauma / la traumatización tambien ejercen esa función de gran atractor que origina un «agujero» perceptivo que tiene dos caras: la una es aquella parte del «agujero aperceptivo» donde el individuo / el psíquismo / la unidad psicosomática no responden. Es la zona, mutatis mutandis, de «necrosis» perceptiva, de apercepción por lesión directa.

    Junto con estas zonas aperceptivas que se corresponden con los la zona central de impacto de lo traumático, coexisten otras que van del centro hacia la periferia en la que van apareciendo zonas con tipos de percepciones cualitativamente alteradas. Donde antes habia receptores de temperatura (pongo por caso), ahora son de presión o de tacto y – por otro lado – allí donde anteriormente apenas habia receptores de dolor ahora hay una zona hiperalgésica. La progresión del todo a la nada y vuelta. Lo bipolaroide.

    Pues bien, en esta redistribución perceptiva postraumática, la parte central aperceptiva (la zona de silencio perceptivo, diríamos) orgina una corriente de atracción de todo tipo de percepciones que intentan reactivar ese lugar. Así, de esta forma, el «agujero traumático» se convierte en un gran atractor que va reorganizando el aparato perceptivo y rejerarquizando el mundo perceptivo / emocional hacia una nuevo plano de clivaje (creodo). Al cronificarse todo esto y asumir, en las formas más graves, el ordenamiento general del psíquismo y del cuerpo, nos encontramos finalmente con un eje perceptivo centrado en el trauma, en la enfermedad, en el sufrimiento interminable.

    La única forma adaptativa / efectiva de resolver esta acción poderosa del atractor, es crear otro estado perceptivo paralelo, al que llamamos disociado, e ir ensartando en él nuevas experiencias perceptivas de otro orden, fuera del campo de atracción del trauma. El esfuerzo mental es grande pero es posible, se da, incluso se provoca o facilita usando drogas, meditación, fármacos o experiencias religiosas y psicoterapéuticas, o todo junto, como puentes hacia otros mundos en los que se puede transitar por otros creodos…sin atractor necesariamente predefinido.

    ¿Qué opinas?

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    • Bueno, una herida es desde luego un atractor, pero ¿podemos llevar la metafora a la mente? ¿Seria un trauma-herida un atractor? Eso parece suceder precisamente por la tendencia a repetir lo traumático (la compulsion repetitiva) y tambien por la reexperimentacion. Todo pareciera que el trauma se comporta como un atractor tratando como tu dices de reactivar ese lugar. Mi pregunta en este momento seria esta, en los agujeros traumaticos el atractor estaria en la mente o en el cuerpo? ¿Podriamos hablar de ejes atractores relacionados con los organos?
      Se me ocurren estos tres ejes:
      Boca y oido. (Comer y oir)
      Ano y ojos. (Expulsar y ver)
      Músculos y falo (movimiento y poder, ya en fase del Yo social o fálica segun el psicoanalisis

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  2. Dices, Paco: «¿en los agujeros traumaticos el atractor estaria en la mente o en el cuerpo?»

    Yo diria que en ambos. En el cuerpo en el lugar «X» de la herida y en la mente en su lugar anatómico de representación correspondiente. Narturalmente, dicho lugar no esta «solo», aislado, sino que está imbuido en un mundo complejisimo representacional de emociones, sentimientos, querencias, deseos y actos ideomotores en preparación. En la mente es donde el «agujero» se magnifíca, organiza y distribuye atravesando toda la organización del psiquismo. Y,

    ¿Podriamos hablar de ejes atractores relacionados con los órganos?

    Pues sí, creo. Si uno lleva años padeciendo, por ejemplo, una cirrosis hepática en evolución, esta va creando un plano de clivaje hacia esa patologia. Las patologias crónicas en general irian tomando esa función de «gran atractor» que finalmente reorganiza todo el sistema a su servicio hasta que lo asumen por completo. La formas crónicas de enfermedades mentales actuarían con la misma dinámica me da la sensación…

    respecto a los ejes que nombras no consigo ver bien qué quieres decir…¿Podrias desarrollarlo un poco?

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    • Me refiero a esos lugares de fijación libidinal según Freud, ojos, ano, boca, genitales, oido, etc. Por ejemplo «algo que se vió» en la infancia y que causó un enorme monto emocional puede ejercer de atractor?

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      • Bueno, aquí hay que ser riguroso (si se puede consensuar con otros este espinoso tema), con la definición de lo que és y no és traumático / trauma. Hay que ir caso a caso (como siempre), aunque los criterios A1 y A2 de diagnóstico del TEPT (ahora en el DSM V, reducidos a uno solo), son un buen «diafragma diagnóstico».

        Yo creo que hay que «gastar» mucho más tiempo profesional en explorar este punto de lo que és y no es trauma. Merece la pena…

        Otra cosa es el carácter o no de «atractor» que pueden tener ciertas vivencias intensas en los ejes que citas. Aquí creo que habría que hablar de «atractores grandes» y «a. pequeños» según la «fuerza de atracción» que generen en el «campo gravitacional» de las fuerzas psíquicas. De los que yo hablaba era de auténticos «agujeros negros» traumáticos que van atrayendo irresistiblemente vivencias físicas y psíquicas hacia su eje, poniendolas a «orbitar» en torno a él.

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  3. Pingback: Magapsine (03/03/2014) | dronte.es

  4. Siempre me han gustado las observaciones de Spitz, algo que yo misma he podido corroborar en la clínica al trabajar con huérfanos tempranos, y el comentario de Paco Orengo también me parece magnífico.

    Por mero «nacionalismo» agrego que los primeros trabajos de Spitz sobre Hospitalismo a finales de los años cuarentas, se realizaron en México, en un hospital infantil donde la mayoría de los niños eran huérfanos y abandonadas, y antes de Spitz se les consideraba débiles mentales por la falta de estimulación.

    No es precisamente un orgullo saber que Spitz encontró en mi país el lecho ideal para observar los daños que se producen ante el abandono infantil, pero me pareció importante mencionarlo.

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  5. Pingback: Cárceles del alma | Un Bosque Interior

  6. hola buenas tardes quisiera saber si me podrian ayudar con esta pregunta de una catedra.. Soy estudiante de Terapia ocupacional, y no me queda muy claro.
    Explique a qué se refiere con organizadores psíquicos del desarrollo

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