La traumática historia del trauma (y II)


No hay nada éticamente tan abyecto que practicar una ética que solo busca tener la razón, una ética que en lugar de preocuparse por el futuro y la responsabilidad frente a él , se pierda en cuestiones insolubles y estériles, sobre «cuales han sido las culpas en el pasado» y que incurriendo en esa indignidad culpable pasa además por la inevitable falsificación de todo el problema. Una falsificación rapaz que perpretadores y víctimas (la negrita es mia) utilizan al pretender conseguir ventajas en la confesión de la culpabilidad ajena.

Max Weber (citado por Javier Cercás en «Anatomía de un instante»)

Hace algunos años anduve interesado en elaborar un cuestionario que pudiera explorar los estilos de crianza recibida en individuos adultos para que -retrospectivamente- calificaran en terminos cualitativos los eventos remotos de su vida. Me interesaban sobre todo aquellas cuestiones que hoy conocemos como eventos o acontecimientos traumáticos a fin de correlacionar aquellos con la patología actual.

Los pacientes tenian que autoadministrarse el cuestionario (que constaba de unas 100 preguntas) y hacerlo en términos de verdadero o falso. El cuestionario que se publicó aqui y que por razones presupuestarias no puedo finalizarse se llevó a cabo con una muestra de pacientes adultos psiquiátricos ambulatorios y se comparó con una muestra de trabajadores sanitarios.

Una de las preguntas del citado cuestionario era ésta:

«Sufrí abusos sexuales durante mi infancia»

Mi sorpresa fue que el 11% de la población-muestra contestara afirmativamente a esta cuestión, mientras que la población psiquiátrica apenas rozaba el 8%. Encontré pues todo lo contrario de lo que esperaba.

Obviamente el citado cuestionario contenia errores de bulto y no llegó nunca a ser factorizado pero ese 11% de abusados encontrados en la muestra señalaba hacia alguna verdad relacionada con estas apreciaciones:

1.- O bien los abusos sexuales son más frecuentes de lo que creemos.

2.-O bien existe una trampa semántica en la palabra «abusos sexuales» que puede dar lugar a varias interpretaciones por parte del «abusado».

3.- O bien el método no era el adecuado pues los cuestionarios retrospectivos tienen además otra dificultad: la falsificación del recuerdo.

Personalmente estoy convencido de que las palabras acojen una gran cantidad de significados que cada cual adjudica de forma subjetiva y no sólo subjetiva sino de acuerdo con la semántica actual de cada palabra, de modo que caeríamos en un error si consideráramos y diéramos por buena la construcción de esa pregunta. El lenguaje contiene desencuentros segun cada interpretación.

A lo largo de mi vida profesional he escuchado muchas narraciones sobre este particular, unas verosímiles, otras inverosímiles, otras fantásticas o dramáticas. La cuestión que se plantea es que el narrador se encuentra en el presente mientras que el hecho narrado se situa en el pasado y como sabemos la memoria puede hacernos jugarretas en cuanto a la exactitud de lo narrado. El pasado cuando se presentifica se reescribe y deja de ser pasado. Esta es la razón por la que los recuerdos son poco de fiar y aun más: se pueden insertar recuerdos falsos en la memoria bien por sugestión o bien por persuasión tal y como comenté en este post sobre abducidos.

Sin embargo desde el punto de vista psicológico aquellas cifras hay que darlas por buenas. Dado que el cuestionario fue anónimo me fue imposible reexplorar tanto a pacientes como a la muestra que contestaron afirmativamente a aquella pregunta. No hay más remedio que hacerlo de forma indirecta, a través de los testimonios de otros pacientes.

¿Qué es un abuso sexual?

Para contestar a esta pregunta no tenemos más remedio que apelar a los criterios siguientes:

1.- Es abuso toda aquella conducta sexual que procede de un adulto y va dirigida a un menor .

2.- Es abuso sexual toda aquella conducta sexual que se comete por la fuerza.

Voy a centrarme en el primero de estos supuestos.

Nadie podrá reprocharle a esta definición su operatividad, pero el lector sagaz ya habrá detectado en ella ciertas generalizaciones y ciertos apriorismos, de tal modo que aquella definición es más útil para un juez que para un psicólogo o psiquiatra. Efectivamente desde el punto de vista jurídico, un abuso es una conducta reprochable de un adulto que se aprovecha de la indefensión o de la confianza de un niño para satisfacerse sexualmente.

Otra cuestión es definir qué es un adulto y qué es un niño y cuando un niño puede o no decidir si mantiene o no relaciones sexuales con un adulto. Otra vez aparecerá aqui la cuestión jurídica de la edad. Según esta apreciación sería abuso cualquier satisfacción sexual con un menor de edad. ¿Pero qué sucede si esta satisfacción (el perpetrador) es a su vez un menor de edad?

Al jurista no le importa si además hubo complicidad, complacencia o voluntariedad del menor a la hora de acceder al intercambio sexual, lo que le interesa definir es si el menor está cualificado jurídicamente o no para dar su visto bueno, lo que le interesa desde este punto de vista es la edad que tenía cuando se produjo el hecho. La jurisprudencia apela pues al criterio estadístico.

Personalmente y orientando el asunto hacia lo psicológico me parece apropiado trazar una frontera entre dos grandes grupos de abusos: los que van acompañados de violencia y los que no. Los primeros antes se llamaban estupro y a los segundos seducción infantil. Dos terminos históricos que han sido barridos por las leyes: hoy se considera tan abuso a los «toqueteos» en el autobús como a la violación con penetración vaginal o anal.

La justicia y la psicologia empastan mal, pero lo peor de todo es que la psicología ha sido infectada por los criterior jurídicos relativos a la culpabilidad y al castigo. A un juez lo que le interesa saber es si hubo o no abuso, pero a un psicólogo lo que le interesa saber es cómo sucedió todo y qué secuelas dejó el mismo a fin de correlacionar los sintomas actuales con aquella experiencia, sabiendo de antemano que realidad y ficción mantienen segmentos de contacto y solapamiento. A un juez le interesa saber si hubo o no hubo abuso, pues lógicamente de aquel hecho se derivan acciones punitivas contra el perpetrador, pero al psicólogo lo que le interesa no es la veracidad o no del abuso (que damos por cierto siempre) sino el despliegue posterior de apegos, rasgos, carácter, creencias relacionadas o no con aquella experiencia.

Al psicólogo lo que le interesa es la narrativa que construye el paciente. A la justicia, tal y como decía Foucault, vigilar y castigar . Comprender, explicar y sanar atañen al psicólogo. A la justicia la veracidad real de los hechos, el psicólogo posterga la realidad de lo ocurrido y presta atención al desarrollo posterior, al relato subjetivo.

Pero hay otros agentes interesados en el asunto, agentes que proceden del campo de la politica.

Es obvio que al lobyye feminista le interesara desvelar y que adquiriera visibilidad esta cuestión central para sus demandas de igualdad, pero no deja de ser una causa politica, no higiénico-sanitaria. Allá por los finales del siglo XIX las mujeres salieron del armario con dos tipos de reivindicaciones: el sufragio universal y la denuncia de los abusos infantiles. Algo de lo que ya hablé en el post anterior y que de alguna forma vino a emborronar los incipientes hallazgos de Freud en esta cuestión. Y lo emborronó porque introdujo un criterio no neutral sobre el asunto del «trauma». A partir de ese momento en que se sensibilizó a la opinión publica sobre lo intolerable de ciertas conductas domésticas el trauma ya no volvió  a ser lo que era, sino una suposición con tintes politicos y reivindicativos que las mujeres usaron para salirse con la suya con la legitimación de la Ley.

Pero este «salirse con la suya» tiene aspectos que seguramente escapaban a los que emprendieron la causa reivindicativa contra los abusos. Se les olvidó que una de las causas fundamentales de los síntomas en los traumatizados consiste en evadir la responsabilidad de sus propios actos. Dicho de otra manera es imposible favorecer la visibilidad de lo traumático sin que afloren tambien aquellos casos donde uno pueda deshacerse de la responsabilidad de sus propios actos a través de la victimización.

De la victimización o de una elaboración destinada a eludir las propias y actuales responsabilidades. Recuerdo ahora un caso de una paciente adolescente y bulimica que un dia se presentó en mi consulta y me dijo:

– Ya se de dónde viene mi problema. El otro dia vi un reportaje en la TV donde explicaban qué era el incesto. Eso es lo que a mi me pasó. Cometí incesto.

Lo que para mi paciente fue un incesto retrospectivo en realidad no era sino un juego sexual entre niños con un primo suyo (al que ahora detestaba) y que no tuvo en aquel momento mayores consecuencias más que esos inocentes juegos de médicos y pacientes que casi todos los niños juegan (o jugaban) y que están relacionados con el descubrimiento de las diferencias sexuales. No tengo que decir sino que esos juegos no son abusos, por más que haya uno en la pareja (usualmente el mayor) que lleve la batuta de las reglas del juego.

Sin embargo para mi paciente aquel descubrimiento representó un insight, un descubrimiento falso que le llevaba a asociar aquel episodio banal remoto con su bulimia actual. No es necesario recordar que las bulímicas son personas que vomitan porque quieren, o lo que es lo mismo: el vómito, aun compulsivo, es un hecho intencional (con el propósito de adelgazar) y aunque se han descrito este tipo de conductas de purga en sujetos disociados, aquel no era el caso. Sin embargo el argumento del «incesto» era un magnifico pretexto para aparecer ante su familia como un efecto a largo plazo de aquel supuesto episodio de abuso.

El abuso relegaba su responsabilidad por los vómitos que ahora sí, tenian una causa perceptible. Su plan era conseguir que su madre rompiera las relaciones con su hermana a fin de no volver a ver a su primo.

Este tipo de casos son muy frecuentes en la clinica y señalan hacia el hecho bien conocido de que la memoria trabaja para sí misma, al servicio de su propia configuración y no tiene nada que ver con la veracidad histórica de los hechos. Verdad y construcción mnéstica guardan muy malas relaciones, tanto como la Justicia y la Libertad.

Con todo el problema de fondo en esta cuestión de víctimas y perpretadores no es el uso malintencionado que algunas personas hacen de sus supuestas vejaciones sino algo mucho más complejo a lo que alude la cita de Max Weber que preside este post.

Y para ello voy a referime al mayor trauma colectivo e individual que ha sufrido la sociedad española: la guerra civil.

No cabe ninguna duda de que la guerra civil fue un trauma colectivo para los españoles. Como en todas las guerras hubo victimas inocentes y victimas culpables, revanchas, venganzas, exilios forzados, humillaciones, violaciones y atrocidades en los dos bandos, antes, durante y después de la guerra. Después de 40 años de dictadura y tras la muerte de Franco habian dos posibilidades a la hora de construir un regimen democrático y homologable con el resto de Europa: o bien se rompía con todo lo anterior (la hipótesis de la ruptura que defendian algunos) o bien se reformaba el régimen demoliéndolo desde dentro como el que el Rey encargó a Adolfo Suarez (la hipótesis de la reforma).

Decir que se iba a reformar el franquismo cuando en realidad se perseguía su demolición.

Es obvio que la ruptura representaba lo Justo. Ajustar cuentas con el antiguo régimen era lo que predicaba cierta izquierda (que quedó confinada al extraparlamentarismo en las primeras elecciones democráticas) y que es precisamente lo que cierta derecha no estaba dispuesta a admitir. Los vencidos y exiliados clamaban por una ruptura con todo lo anterior y les asistía la razón democrática, es decir la credibilidad incluyendo a la credibilidad internacional. Pero cierta derecha no estaba dispuesta a cederles terreno a aquellos que habian sido derrotados en el campo de batalla. ¿Cómo resolver este conflicto entre las dos Españas?

Lo resolvieron entre tres personas (cuatro si incluimos al Rey). Adolfo Suarez (un falangista), Santiago Carrillo (un comunista) y el general Gutierrez Mellado (un militar). Los tres con antecedentes personales mas bien sospechosos y con desmanes que hacerse perdonar.

En un post anterior ya esbocé cómo se sale de una dictadura. De una dictadura se sale a través de una guerra civil. No hay otro camino. ¿O si?

Suarez, Gutierrez Mellado y Santiago Carrillo nos enseñaron que es posible hacerlo sin una guerra civil. No es que hicieran borrón y cuenta nueva o que se olvidaran de sus principios democráticos (quienes los tenian) sino que prefirieron sacrificar la Justicia y apostaron por la libertad.

No hubo olvido del trauma sino recuerdo: el necesario para evitar otro enfrentamiento civil.

Para mí esta es una enseñanza fundamental de cómo enfrentarse al trauma. Una confrontación entre el poder real (franquista y ejército) contra la legitimidad democrática que en esos momentos ostentaba el Partido comunista, la única oposición que tuvo el franquismo en la clandestinidad hubiera terminado muy probablemente en otra guerra civil.

Que era precisamente lo que buscaban los grupos terroristas como ETA, el GRAPO, los grupos de ultraderecha y cierta mayoria del Ejercito. Todos los españoles temíamos una nueva confrontación y eso fue lo que aquellos lideres trataron de exorcizar a través de su sacrificio personal.

Un sacrificio que precisó de traiciones a los propios compañeros, de partido, de ideología o de armas. Suarez, Carrillo y Gutierrez Mellado traicionaron a los suyos en aras del bien general, sus días estaban pues contados. Y asi fue como terminaron sus andanzas politicas, en el oprobio, Suarez en el Alzheimer -metáfora del olvido- Gutierrez Mellado en un accidente de tráfico y Carrillo apartado de un PC que nunca volció a reflotarse en democracia hasta desaparecer del panorama politico.

Con los tres, este país tiene una deuda de gratitud.

Pues no se equivocaron en lo esencial. La manera de sanar un «trauma», no está en la Justicia, ni en la venganza, ni en el ajuste de cuentas, ni en un juicio histórico para ver quien tiene razón. Sino en el perdón.

Ninguna Justicia, ninguna declaración, restitución, pena de privación de libertad, recompensa económica, ni reparación publica puede sustituir o reemplazar al perdón privado.

Pues el perdón depende de cada cual y la Justicia de la verdad jurídica que no se corresponde nunca con la verdad histórica de lo sucedido sino en su apariencia.

PD.-

Este es el ultimo post del año 2012. Gracias a todos los que haceis posible este proyecto con vuestras visitas y ánimos. Neurociencia-neurocultura os desea un feliz 2012, sin recortes (o los menos posibles). Y recordad que lo único que no nos pueden recortar es el deseo de ser libres, intelectualmente libres.

19 comentarios en “La traumática historia del trauma (y II)

  1. Estupendo artículo!

    Para algunos pacientes el abuso consistió en una mirada o en una palabra; de la forma que no debía, de la persona que no debía, en el momento en que no debía…

    Que el 2012 traiga lo mejor que podamos imaginar, a pesar de que algunos intenten «traumarnos»!!!

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  2. Un post extraordinario que cierra con broche de oro este tesoro que es el blog Neurociencia-Neurocultura.

    Quizás lo haya comentado anteriormente, pero llevo muchos años estudiando el tema del trauma aunado a las pérdidas tempranas, y a pesar de mis lecturas previas, estos posts me han abierto puertas nuevas en el estudio del trauma. En esta ocasión me parece extraodinario el concepto de perdón privado, (tan alejado al tonto, moralista y confuso «perdón» que repiten algunos autores de libros de autoayuda) que puedo entender como una herramiento terapéutica imprescindible en los intentos de elaboración de duelo, más allá del tipo de psicoterapia que se practique. Y digo intentos pues hay duelos que por sus características y las del sujeto que los padece, también son interminables.

    Paco, ojalá el próximo año nos regales algún comentario más acerca de los perdones privados.

    Gracias a todos por su paciencia en la lectura de los comentarios y por sus colaboraciones, todas, que para mi han sido obsequios invaluables.

    Un feliz año.

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  3. Quisiera hacer un par de comentarios (como psiquiatra) obtenidos a partir de mi práctica psicoterapeutica de más de 20 años con personas que han sufrido secuelas graves de incesto cometido por sus padres cuando eran niñas (incl. proxenetismo de padre a hija(s)).

    1. No puede haber perdón si no hay reparación.
    2. Perdonar es un verbo con dos acepciones: perdonar a alguien por algo, y/o solicitar perdón por un hecho de abuso y violencia cometidos.
    3. La persona perpetradora debe ser la que solicita el perdón y es la victima la que tiene que concederlo. Esta es reparación auténtica como se puede ver asimismo en víctimas de terrorismo.
    4. El perdón generico de las victimas a l@s perpetrador@s no sirve de nada si no hay solicitud de perdón por parte de que infringen el daño: no acaba con el ciclo de la violencia.
    5. En este último capitulo deben ser incluidos los vencedores /as de cualquier contienda, aunque hayan tenido víctimas propias, pero los perdedores no hay que olvidar que solo han tenido víctimas sin victoria y consecutiva y reparadora obtención de privilegios consecutiva.

    El caso español en torno a la guerra civil, el franquismo dictatorial y el 23 F, extraordinariamente novelado históricamente por A. Cercas, muestra que Suárez, aunque había sido la máxima autoridad del régimen franquista, también tenia miembros de su familia que habian caido, por azar histórico o no, en el «otro bando». De ello hablaron él y Carrillo en su primera entrevista, al parecer, según Cercas. Fue el contacto inmediato, la «quimica» de un entendimiento histórico – biográfico mutuo, lo que propició su apretón de manos y posterior colaboración.

    El Tte. General Gutierrez Mellado no hay que olvidar que estaba a las ordenes de Suárez en el 23 F aunque poseia un pasado en su juventud de rebelión contra la república española.
    El rey JC hizo simplemente lo que tenia / debia hacer, mantener su puesto de trabajo ayudado por Sabino Fdz., por cierto, aspecto este último que estimo que es muy importante pues Sabino hubiera salido inmediatamente de la Zarzuela si Armada triunfa. Así lo deduzco de «Anatomia de un instante».

    El perdón, el auténtico y verdadero no se ha producido aún del todo en España y una larga herida sigue aún abierta y, lo que es más preocupante, sin espacio, lugar ni contexto social terapeutico donde elaborar, con los conocimientos actuales en Psicotraumatología, tan profundo duelo.

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  4. Pues tu mismo lo dices: perdonar tiene dos acepciones, una es privada (perdonar a) y otra publica (hacerse perdonar). Si yo quiero perdonar puedo hacerlo con o sin reparación por parte del ofensor. Si el ofensor quiere hacerse perdonar no podrá conseguirlo aun con reparación sin el perdón del otro. Creo que son dos fenómenos diferentes, uno hacia dentro y otro hacia afuera.
    En relación con la guerra civil española creo que el asunto fundamental no es quien la ganó sino que ambos bandos sufrieron en sus propias carnes la violencia de los otros. Los que ganaron la guerra no son los que menos sufrieron solo por el hecho de ganarla y por lo que yo llevo visto y oido de la guerra, no hay en España nadie que no sufriera las consecuencias de la venganza, el odio y la barbarie. No hay una sola familia en la guerra que no tuviera algun familiar asesinado en unas condiciones u otras.
    Fijate lo republicanos que serian los familiares de Suarez que él era falangista. Suarez usaba mucho esos origenes republicanos para ganarse las simpatias de sus enemigos politicos. De manera que no es muy creible que él se sintiera el perdedor de esa guerra.
    Para mi el autentico perdón es interno, subjetivo, libre y privado. Lo otro es tramoya politica.

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  5. De lo oculto y lo sutil, gracias por el reconocimiento… y no, no me he confundido de post. Esto también tiene que ver con la política en actual y rabioso presente.

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  6. Por si no se entiende mi comentario me refiero al nuevo formato que el blog de neurociencia y neurocultura presenta.

    Con el encabezamiento de » Autores «al comienzo de cada escrito creo que se da al género del post su auténtica dimensión. En realidad el post es un tipo de género textual que no acaba con lo escrito por el autor del blog sino que crece en forma de pirámide invertida con cada uno de los comentarios, actualizándose cada vez que un comentarista expresa su opinión sobre el tema tratado.De hecho el comentarista aparecerá en primer lugar en » comentarios recientes», porque los datos se están actualizando.

    De esta forma el texto que encabeza y da pie al debate se retroalimenta y puede incluso variar el sentido que de inicio quiso darle el autor del blog. El hipertexto final adquiere una dimensión distinta. Por eso mis gracias por el reconocimiento que me toca en cuanto a la participación del mismo.

    PD: Resulta algo chocante cuando lo visualizas por primera vez, pero quien busca encuentra… es interesante.

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  7. Sí, sí, este diseño creo que es mucho mejor, aunque el otro era interesante pero con este formato las cosas están más claras y no hay que rebuscar tanto.

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  8. Extraordinariamente interesante y aún actual!
    Abundo en la petición de ampliación para el tema del perdón. Particularmente me atrae la versión sudafricana para los que cometieron crímenes durante el apartheid. No evitaban un juicio, pero independientemente del fallo del tribunal no se aplicaban condenas. Es decir se publicitabam los hechos desmenuzados en un tribunal, pero se perdonaba de *antemano*.

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  9. «La manera de sanar un trauma no está en la justicia», dice Traver. Desde luego que no. La justicia no remedia traumas, remedia agravios. El trauma, si entiendo yo bien ese concepto, es daño psicológico, y en el mismo modo que no todas las formas de desgravio llevan aparejado el remedio del daño material que con la conducta agraviadora se ha causado (ningún desagravio puede resucitar a un asesinado), tampoco se puede dar por descontado que un desagravio vaya a «destraumatizar» al que haya sufrido uno de estos daños psicológicos. En cuanto al perdón, creo sinceramente que está sobrevalorado; el perdón puede ser útil en dos clases de situaciones: cuando el daño es leve, e inintencionado, según todas las apariencias, y cuando la ofensa se ha perpetrado contra una persona que se haya unida a uno por lazos afectivos (caso de conyuges, padres e hijos, amigos muy íntimos, etc). Cuando la situación no cae dentro de una de estas dos categorías, sólo se me ocurre una situación en que pedir perdón sea mejor que quedar callado: cuando ese pedir perdón no es un «en vez de», sinó un «además de» (caso del que reclama ser perdonado, cuando se halla en manos del verdugo, a punto de partir para su último viaje); sólo en una situación similar a esa, cabe esperar que el agraviado no entienda como afrenta el hecho de que alguien quiera saldar la deuda que tiene con él, por medio de una petición de perdones. Cuando has hecho una realmente gorda contra alguien que no te «debe» nada (en cuanto no esté ligado a ti por lazos de afecto) creo que lo más caritativo (no estoy hablando de «dignidad», en términos de amor propio) es el silencio. Existe un silencio cobarde, basado en echar tierra sobre los asuntos vidriosos, para salvar la comodidad, y otro tipo de silencio, que se basa en la disposición seria a cambiar de vida, conducta y actitudes, cuando las que uno sustentaba se revelan dañinas para los demás; cuando reivindico el silencio en relación con este tipo de temas, evidentemente, estoy reivindicando lo segundo (se trata en resumidas cuentas de pedir perdón con obras).

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