La sociedad tóxica


Sin castigo no hay cooperación ni civilización

Adolf Tobeña

Ayer tuve oportunidad de visionar este video donde Adolf Tobeña habla sobre «Castigo y civilidad» en un foro propiciado por enseñantes y realizado en la Universidad de Cádiz y que se encuentra aquí, en este post de Tercera Cultura.

Voy a dedicar este post a hacer un resumen de las interesantes ideas que vertió en esa conferencia y simultáneamente a hacer una revisión crítica de su posición.

Es importante darse cuenta de que la intervención que le precedió fue la de un juez, cuyas ideas no pudimos escuchar salvo por las alusiones que hace Tobeña al principio de su intervención y que, de forma algo brusca, calificó de opiniones instando a la profesión jurídica a apoyarse no tanto en ellas sino en los hechos, dando por hecho que los hechos se explican por sí mismos cuando lo cierto es que precisan de algún tipo de hermenéutica, de interpretación.

Segun Tobeña son «hechos» los siguientes:

1- Los seres humanos no somos buenos por naturaleza tal y como pensaba Rousseau. Más tarde veremos en cómo se articulan las ideas de Rousseau con las bien conocidas de Hobbes acerca de «Homo lupus homini». Antes al contrario, nacemos egoistas y agresivos para «salirnos con la nuestra», cosa que aprendemos precozmente a través de los conocidos berrinches.

2.- La sociedad no pervierte a los humanos, sino que más bien modula su agresividad y es benefactora para la mayoría, ayudándola a inhibir su agresión y el egoismo natural de casi todos.

3.- Las instituciones destinadas a «Vigilar y castigar» -según la máxima de Foucault- son benefactoras para la convivencia de los humanos y para que desarrollemos nuestros proyectos individuales sin demasiados tropezones: medramos más y mejor en una sociedad que gestione bien sus sanciones y que tenga reglas claras y no contradictorias con otras.

Y una idea fundamental a destacar en su discurso -con el que no estoy de acuerdo- y sobre el que aportaré más tarde mis razones:

La familia, la sociedad, la escuela tienen muy poca influencia en el devenir de los humanos, una influencia que el propio Tobeña cifró en un 10% dejando el grueso de la determinación a la genética.

Quisiera en este momento introducir un paréntesis en mi exposición para resaltar una idea que aparece en la conferencia de Tobeña en varias ocasiones de su exposición, y que no aclara en ningun momento. Tobeña habla de una impregnación social de ciertas ideas tóxicas que remiten más a criterios de deseabilidad social que a los hechos duros de la experimentación. Añade Tobeña que estas ideas que impregnan al tejido social han terminado por imponerse en la opinión publica censurando a la verdad científica.

La idea fundamental de esta toxicidad es ésta:

La sociedad pervierte a los individuos y los enferma o los hace malos. Cualquier persona, en esta forma de pensar, es por tanto resinsertable o reeducable y seguramente una víctima de un sistema social injusto.

Naturalmente, esta sociedad a la que se refiere Tobeña sin nombrarla es la postmodernidad de Baudrillard o lo que Wilber llamaba el tapón verde y que ha recibido muchos nombres según distintos investigadores de lo social, así como «sociedad liquida» en Bauman y otros que ya nombré en este post. Intuimos que Tobeña se refiere a «lo politicamente correcto» es decir a las verdades que transmiten los medios de comunicación y que defienden jueces, políticos, profesores e incluso médicos es esa atmósfera que parece flotar en nuestras sociedades y que se conoce con el nombre de «relativismo» que  disuelve la responsabilidad individual en una especie de culpa colectiva o institucional que llega a infiltrar incluso a aquellas instituciones con legitimación sancionadora, como jueces, profesores o padres que son, de oficio, los encargados de castigar las conductas indiviuales junto con el Ejército o la Policía, cada vez más parecidos a una ONG que a otra cosa.

Los jueces y la policía dan miedo y están ahí precisamente para darlo, en palabras de Tobeña.

Con respecto a los hechos experimentales que aporta Tobeña no haré sino remitir al lector al video donde existen simultáneamente diapositivas que apoyan, junto a la bibliografía citada, los argumentos psicosociales que viene a demostrar que los humanos vivimos mejor en un entorno con reglas y castigos que en ambientes ultratolerantes donde desaparecen las instituciones que sancionan.

En esto estoy en absoluto de acuerdo con lo que dice Tobeña; en lo que no estoy de acuerdo es en su visión determinista de la conducta humana que, además, creo que se contradice con otras afirmaciones que realizó.

Es verdad que los niños no son una tabula rasa cuando nacen sino que aportan su carga genética, su modo de ser o carácter. Ahota bien, la genética y la conducta no se encuentran relacionadas  con un solo paso; existen al parecer múltiples pasos entre lo genético y el comportamiento y hemos tenido que inventar constructos teóricos -como los endofenotipos- para explicarlos parcialmente. Pero lo importante desde mi punto de vista no es la genética sino lo que el niño aprende en su primer año de vida para «salirse con la suya» y, más allá de eso, cómo reacciona su ambiente, es decir, qué es lo que hacen sus padres para inhibir o reforzar estas conductas.

Y lo que suelen hacer los padres con sus hijos ahora,  aquí, en esta sociedad tóxica, es casi siempre ceder a la tiranía que les impone su hijo porque los padres han desertado de su función normativa.

Y la causa de este fenómeno es precisamente social, de forma que resulta dificil encajar la idea de Tobeña respecto a la «prescripcion genética (todo rasgo tiene una probabilidad de presentarse en función de su penetrabilidada genética) con la idea de que la sociedad, la familia y la escuela se encuentran infiltradas de ideas tóxicas que no hacen más que generar disfunciones educativas y sociales.

En suma me parece contradictorio negar la causalidad social-familiar de algo para más adelante decir que es la sociedad a través de la educación la que modula la expresión de la «maldad».

Es cierto que tanto Rousseau como Hobbes tenian algo de razón, el uno al pensar que el hombre era bueno por naturaleza y el otro por pensar que el hombre podia ser un lobo para el hombre pero se equivocaron ambos al tratar de construir una teoria universal de lo humano. Lo que más se aproxima hoy a la verdad es que la bondad o maldad de nuestros actos depende de las personas y depende de las situaciones. Para profundizar en esta idea basta visionar el video que propuse donde puede observarse como aspectos como el castigo, el anonimato, la suciedad (broken window) o incluso la falta de iluminación influyen en nuestras conductas.

Y nos dividen entres grupos que ya pueden detectarse en la primera infancia (2-13 años):

  • Niños que muerden, golpean, arañan o empujan a los demás casi siempre o todos los dias.
  • Niños que lo hacen cuando tienen un conflicto de intereses, es decir algunas veces.
  • Y niños que lo hacen poco o nunca, la «buena gente».

Estas parecen ser las caracteristicas que discriminan tres grupos de niños y que identifican constelaciones genéticas destinadas a la pelea (guerreros) o «la buena gante», el resto, es decir la sección central de esta distribución estadística seria el grueso de la población: los que agreden sólo de vez en cuando, la mayoria.

La mayor parte de nosotros somos malos situacionales.

Lo que sucede es que con el tiempo las estrategias «para salirnos con la nuestra» se hacen más sofisticadas y aprendemos a conseguir nuestros fines sin necesidad de agredir o pelear. Una minoria no aprende y son «la carne de cañón» que se haga lo que se haga nunca aprenderá y son por tanto inrehabilitables. la idea fundamental que se desprende de estas  pruebas que Tobeña aportó es que:

  • La mayor parte de los sujetos no somos ni buenos ni malos sino que tendemos a comportarnos mejor en entornos donde la gente cumple las reglas y tienden a sancionar las conductas de los incumplidores.
  • El castigo o la expectativa del mismo probablemente no corrige las conductas de los disidentes o peleadores pero propicia la cooperación de aquellos que cumplen con las reglas.
  • Contrariamente a este argumento en entornos donde no existe sanción los sujetos cooperadores descienden o desaparecen dando lugar a estados o entornos caóticos y de depredación.

La conclusión que extraje de el visionado de esta conferencia es la siguiente:

La sociedad, la familia y la escuela son probablemente variables poco importantes si lo que estamos estudiando es la causalidad de las conductas antisociales pero, estas instituciones se vuelven críticas a la hora de inhibir o reforzar estas conductas y muy probablemente tienen un mayor efecto cuando comienzan a ejercer su función sancionadora precozmente.

O dicho de otra forma: los castigos puede que pierdan efectividad a medida de que el individuo progrese en su itinerario evolutivo y en un determinado punto de no retorno es muy posible que carezca de funcionalidad si lo que pretendemos es corregir una determinada conducta.

12 comentarios en “La sociedad tóxica

  1. El «Hombre»(?)……..por naturaleza no es bueno ni malo.La naturaleza no es moral. Esto de Tobeña parece uno de esos ejercicios ideológicos actuales para justificar el recorte de las libertades personales. Ponerle moral a la naturaleza es (otra vez) un ejercicio antropocentríco

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  2. No se si has visionado el video Aristipides, pero en él no habla en ningún momento de moralidad, nada kantiano, sino que se explica desde una perspectiva evolutiva. ¿Por qué es bueno ser bueno? Bueno, en el sentido de cooperador, altruista y no agresivo

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  3. Tobeña, a mi parecer, tiene un fallo en su planteamiento: pretende demostrar que es falso que la sociedad «envilezca», y lo que demuestra con datos y estadísticas en esa conferencia es que la *escuela* (y no la sociedad adulta) no sólo no envilece sino que promueve la cualidad negociadora (y por tanto pacificadora de la agresividad). Yo creo que se echan de menos datos igual de fidedignos en lo que respecta a lo que entendemos como sociedad (la de los adultos).
    Estoy de acuerdo con usted en que nuestra moralidad es imprevisible, pero también en que toda tomatera crece mejor con guías. Y que el castigo, en determinadas situaciones, es una aplicación de límites absolutamente terapéutica incluso 🙂
    Un apunte más para padres de niños con «berrinches»: entre reprimir con castigos o pasar olímpicamente de ellos, ¿no cabría la posibilidad de canalizar su agresividad mediante, por ejemplo, actividades deportivas que se les lleven la adrenalina?
    Estupendo post.

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  4. Otrosí: la moda del niño «como reyezuelo de la casa» se importó aprox en los 60 de los USA, al igual que la moda de que, en las series de tv, las risas enlatadas nos digan cuándo toca reirse (como si los mediterráneos no lo hubiéramos sabido hasta ahora sin necesidad de apuntador). Mi sensación «a nivel del estómago» (que diría Cortázar) es que acaso de ahí provengan muchos de los males, así como la otra moda pedagógica de que los padres deben ser «amigos» de sus hijos en vez de guías para la tomatera.
    Me refiero a su frase lapidaria de «los padres han desertado de su función normativa» que tan bien expresa esta idea. No hace mucho oí a una licenciada decir de los berrinches de su hijo celosdelhermanito, «No, no le pego ¡porque no quiero que se me… traumatice!» (sic).
    Y así vamos e ignoro cómo seguiremos yendo.

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  5. Es posible que si los palos tutores (siguiendo con el ejemplo de la tomatera) se hayan colocado cuando la planta está totalmente madura y ya sus estructuras son muy rígidas y muy difícil por no decir imposible de enderezar?. ¿No se abusa un poco de recurrir a la maravillosa y conocida plasticidad del cerebro en el homo sapiens ma non tropo?. En algunos casos el esfuerzo ha de ser ímprobo y con escasos resultados, en definitiva decepcionante para los educadores, es la hora de recurrir a tranquilizantes en el caso de niños hiperactivos, agresivos etc de los que creo se abusa actualmente porque la etiqueta de niño hiperactivo está a la orden del día. Ignoro el resultado de esas sustancias psicoactivas en los cerebros infantiles y por tanto inmaduros, pero no creo que sea nada bueno. Lo siento pero cometí una pequeña digresión . Muy interesante su artículo como siempre. Gracias

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  6. Creo que son importantes en esta discusión los trabajos que muestran alteraciones en la amigdala en niños sometidos a estrés traumatizante ( p.ej. Kim JJ et al. Amigdala is critical for stress induced modification of hippocampal LTP and learning. J. Neurosci. 21:5222-5228,2001). Si este centro bilateral no funciona no hay evaluación certera de las conductas de riesgo y el lobulo frontal no inhibe conductas delictivas como por ejemplo cruzarse todo el paseo de la Castellana en Madrid saltandose todos los semáforos en rojo…»deporte de riesgo» que, con su novia sentada en el asiento trasero de la moto, practicaba un guarda de seguridad victima de severos abusos infantiles. Mi paciente es la novia, naturalmente.

    La ineficacia del castigo, por tanto, podría estar relacionada con el grado de traumatización del individuo y de sus amigdalas. ¿Que hay de esto?

    Ver, en este sentido, tambien el trabajo: Bechara, Damasio y col. (Science, Agosto 25 1995, p. 1115)

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  7. Creo que los ejemplos que pone Tobeña son a proposito de población normal. Es bien sabido que los castigos sólo son eficientes en este tipo de población: los que puntuan alto en DR (dependencia de la recompensa de Cloninger), los que puntuan bajo son muy dificilmente educables, pero no sabemos qué sucederia si estas personas fueran entrenados desde pequeños con castigos proporcionales y contingentes.

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