Anorexia sin anorexia


Es verdad que las palabras que sirven para nombrar a las cosas contienen no pocos equívocos. Uno de estas palabras equívocas es la palabra «anorexia» que significa pérdida de apetito en su etimología griega.

El asunto es que esta palabra no sirve sólo para designar la perdida de apetito en sí sino que es el nombre que le damos a una enfermedad descrita por Gull en Inglaterra y por Lasègue en Francia casi simultáneamente en el siglo XIX, aunque ya se conocía desde la antigüedad y se creía que era una especie de tisis nerviosa o una especie de melancolía erótica.

La palabra en cuestión ha pasado a formar parte de léxico vulgar y hoy todo el mundo ha oído hablar de ella y sabe -o cree saber- qué es una anoréxica, hasta ha pasado a formar parte del catálogo vulgar de insultos o descalificaciones, «esa es una anoréxica», suele decirse a quien está más delgada de lo que cabría esperar.

Es una desgracia que ese nombre o más bien etiqueta se haya difundido de esa manera porque ha terminado despojando a la enfermedad en sí de su dramatismo inicial y la ha equiparado con la palabra «histérica» o «loca», vocablos que han ido perdiendo su contenido médico para convertirse en su vulgarización más abyecta.

Además se trata de una etiqueta falsa: porque no es verdad que todas las anoréxicas hayan perdido el apetito. O dicho de otra forma: lo que caracteriza esta enfermedad no es la pérdida de apetito sino el deseo de mantenerse delgada.

Es por eso que oficialmente es necesario para poder llevar a cabo este diagnóstico que se cumplan estos criterios DSM-IV.

A. Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando la edad y la talla (p. ej., pérdida de peso que da lugar a un peso inferior al 85 % del esperable, o fracaso en conseguir el aumento de peso normal durante el período de crecimiento, dando como resultado un peso corporal inferior al 85 % del peso esperable).

B. Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal.

C. Alteración de la percepción del peso o la silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal.

D. En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea; por ejemplo, ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos. (Se considera que una mujer presenta amenorrea cuando sus menstruaciones aparecen únicamente con tratamientos hormonales, p. ej., con la administración de estrógenos.)

Como puede observarse a través de estos criterios no aparece en ningún momento la palabra «falta de apetito» pues efectivamente la anorexia mental no contiene este síntoma o al menos no en primer plano.

Lo característico de esta enfermedad es la negativa a alcanzar el peso que le correspondería por talla y edad a su portadora. En este caso encontramos además, cogniciones anoréxicas, es decir una pulsión mórbida hacia la delgadez, un deseo de mantenerse en la delgadez que se objetiva en el rechazo hacia la comida.

Lo curioso es que en muchas ocasiones tampoco vamos a encontrarnos con este tipo de cogniciones. Existen enfermas que ni pierden el apetito ni tienen deseo o pulsión de delgadez ni rechazan la comida. Incluso existen casos que se han atribuido a infecciones estreptocócicas crónicas como ya describí en este post. Señalaré ahora que esta etiología no está demostrada aunque si es cierto que existen algunos casos de anorexia sin el deseo de estar delgada y que comienzan aparatosamente tras una infección banal de faringe o amígdalas. Se les conoce con el nombre de PANDAS.

Si volvemos a leer los criterios diagnósticos de la anorexia mental veremos que en el criterio A, se establecen dos condiciones, la primera es el rechazo a conseguir un determinado peso pero también existe una segunda condición:

El fracaso en conseguir el aumento de peso normal durante el período de crecimiento.

Una condición que es a menudo olvidada por los clínicos y que añade un nuevo misterio a esta curiosa enfermedad.

¿Como es posible que la niña no engorde si come lo suficiente y no pretende estar delgada?

Muchas niñas al borde de la pubertad desarrollan esta atipicidad: desarrollan una anorexia sin anorexia y además sin cogniciones «ad hoc«, exploradas no presentan tampoco pulsión hacia la delgadez y sin embargo son incapaces de llegar a su peso premórbido una vez que han perdido (por la causa que sea) cierta cantidad -significativa- de peso. Y además comen y se esfuerzan en comer.

¿Cómo explicar este misterio?

Es una lástima que la psiquiatría no beba en las fuentes de la neurociencia en lugar de buscar genes que expliquen lo inexplicable. Lo cierto es que este misterio sólo puede ser entendido en términos de un conflicto organismo-individuo, es decir en términos de la lógica evaluativa cerebral y no en términos conductuales, psicológicos o nutricionales.

Lo que sucede en este tipo de pacientes es algo como lo que sigue:

  • Un muchacha frecuentemente en torno a los 14-15 años pierde bruscamente peso bien por una enfermedad física o bien por una restricción dietética (viajes, campamentos, cambios de hábitos alimentarios,  exceso de ejercicio, etc) y entran en amenorrea.
  • Se trata usualmente de muchachas inteligentes, perfeccionistas, y con un cerebro muy matemático, competentes y responsables.
  • Después de un cierto tiempo estas muchachas -que siguen comiendo la dieta a la que anteriormente estaban acostumbradas- notan que siguen perdiendo peso o no recuperan lo que perdieron de forma brusca.
  • Después del consabido periplo por médicos, endocrinos, acupuntores, homeópatas, pediatras y neurólogos terminan consultando con una unidad especializada en trastornos alimentarios con la sospecha generalizada de que se trata de una paciente anoréxica que trata de engañarnos a todos. Dicho de otra manera: existe ya desde este momento una sospecha generalizada se engaño.

Las pacientes aceptan de mala gana el tratamiento en nuestra Unidad porque no se consideran a sí mismas anoréxicas, pero quieren demostrar a todos que comen bien y lo suficiente. Existe en ellas un rechazo de la etiqueta «anoréxica» ¿Pero lo son?

Para contestar a este pregunta tendremos que cambiar de paradigma y repensar el por qué las personas dejan de comer voluntariamente o se someten a drásticas dietas con tal de adelgazar. ¿Es esto lo que hacen las anoréxicas?

Claro que no, eso es lo que hacen las personas normales que se someten a una dieta con el fin de adelgazar pero las anoréxicas hacen algo más que eso: lo que hacen es situar y mantener su peso por debajo del rango de lo saludable restringiendo su dieta y verbalizando su temor consciente hacia la obesidad. Estas personas tienen un horror hacia la gordura que creen que es lo que les sucedería si comieran la cantidad de calorías que les corresponde por edad y talla. Dicho de otra manera, una anoréxica es aquella persona que voluntariamente y conscientemente ubica su peso por debajo de su indice de masa corporal (normal desde 18 hasta 24) y encuentra en ese estado un beneficio psicológico que aunque la convierte en una adicta al hambre la impulsa a seguir ayunando.

Lo que significa que el ayuno, en sí mismo contiene las claves de esta enfermedad: el ayuno es adictivo (como la comida) y opera recompensado al cerebro del mismo modo que lo hacen los drogadictos con sus tóxicos, los corredores de fondo con sus carreras o los rencorosos con su rencor. La falta de comida actúa promoviendo placer a nivel cerebral y es por esta razón que la conducta restrictiva es tan difícil de extinguir. ¿Quién puede renunciar a un goce que ya ha gozado?

Pero también son anoréxicas aquellas muchas que se instalaron en ese bajo peso sin la concurrencia de deseos conscientes de adelgazar y que no consiguen alcanzar de ninguna manera el peso ideal.

Y es verdad que no mienten, que no vomitan o se purgan, lo que no es verdad es que coman lo suficiente para la actividad que desarrollan que básicamente es desde el punto de vista médico: el proceso de crecimiento, uno de los procesos que mas energía consume de todos los procesos vitales.

Una de las características de la alimentación y del peso normales es que no son magnitudes fijas sino oscilantes y no precisan ningún sesgo atencional, son cosas que suceden y que no deben en ningún caso secuestrar la atención: las funciones biológicas se alteran si pensamos demasiado en ellas. Mi peso oscila en un kilo o dos dependiendo de si me muevo mucho, si trabajo demasiado, si estoy sometido a estrés o a exigencias ambientales y por supuesto depende de la dieta y de la defecación. Lo que caracteriza el peso normal es precisamente esa fluctuación, una persona que todos los días pesara lo mismo es muy probable que sea una adicta al ayuno o a la restricción.

¿Pero cómo hacen estas personas para mantener ese infrapeso sin que se les note en absoluto?

La primera razón es que existe en esas familias una disfuncion evaluativa global acerca de las ingestas.  Siempre me ha sorprendido que los padres de estas muchachas aseguren que las niñas comen bien, lo suficiente, variado y completo que una dieta precisa para ser considerada como adecuada. Una información que contrasta con el hecho de que en el hospital de día (a pesar de hacer alli solo una comida) estas niñas ganen peso.

¿Cómo es posible que en una alimentación tutelada por enfermeras ganen peso y en casa -tuteladas por sus padres- lo pierdan?

Se trata de familias donde la alimentación adquiere una relevancia especial (saliencia) y ocupa el centro de los intercambios entre sus miembros. Existe una atmósfera de preocupación por la dieta a veces en forma de ortorexia, una forma de ortodoxia alimentaria llena de tabúes destinados a promover «actitudes saludables» con respecto a los alimentos que adquieren de esta forma una relevancia casi mística sostenida por creencias y temores irracionales sobre ellos.

No quiero decir con eso que este tipo de familias tengan el propósito de engañarnos como tampoco creo que este tipo de muchachas pretendan hacerlo al menos al prinicipio. Creo sinceramente que hay en ellos un autoengaño mutuo pues todos los miembros de esa familia participan de errores y distorsiones cognitivas respecto a la alimentación: simplemente dan por suficiente una dieta que es francamente insuficiente para ese momento.

Pero la dieta no es el único parámetro a tener en cuenta: existen otros dos que son muy importantes, uno es la actividad psicofísica y otro es la defecación. Estas niñas y sus familias ya he nombrado más arriba que suelen ser perfeccionistas: personas que se están evaluando constantemente persiguiendo desafíos, poseen un cerebro que se emplea a fondo en contajes y balances entre anabolismo y catabolismo, más que un  cerebro poseen un sistema de contabilidad y han aprendido a encontrar un equilibrio entre lo que entra y lo que sale del cuerpo de tal forma que se convierten en dietistas profesionales y aunque aseguren comer bien y suficiente se autoengañan no porque sean mentirosos o fraudulentos sino por que su cerebro les induce al engaño, y no es para menos porque la restricción alimentaria (el ayuno y la consecuente delgadez) provocan placer: una jubilosa sensación de control, dominio, y eficacia.

Son simplemente perfectos y es por eso que no aceptan la etiqueta diagnóstica de anorexia mental, puesto que las enfermedades mentales arrastran tras de sí un estigma, y un estigma es algo que se vive como un defecto moral a diferencia de las enfermedades somáticas que pueden vivirse de muchos modos pero nunca como defectos propios.

Es por eso que las pacientes afectas de estos tipos de anorexia y sus familias niegan la enfermedad y de alguna forma buscan activamente otra etiqueta, a veces saboteando el tratamiento o consultando a otros especialistas, cualquier cosa que les brinde la posibilidad de eludir esa durísima carga que es la enfermedad mental.

Lo cual complica mucho el problema, porque esta forma de negar el problema aceptando los diagnósticos correctos consiguen dilatar el periodo precontemplativo es decir el periodo donde la paciente aun no sabe que está enferma y siente que está siendo sometida a prueba. Su escasísima conciencia de enfermedad hace todavía más complicado el aceptar cualquier tratamiento, cualquier restricción o cualquier norma tendente a detener la espiral de perdida de peso, no tanto por la disciplina en sí (que aceptan de buena gana) sino por el estigma vinculado a la enfermedad.

¿No seria mejor entonces cambiar el diagnóstico?

Cambiar el diagnóstico podría tener un efecto placebo intenso siempre que pudiéramos manejar el caso de forma ambulatoria pero en la mayor parte de los casos con pérdidas de peso importantes es necesario hospitalizar a la paciente bien en régimen de día o completo y este ingreso confronta a las pacientes con el miedo a quedar estigmatizadas por su convivencia con otras pacientes similares que en cualquier caso «no son como yo».

Hay que optar por la hospitalización cuando es necesaria y no podamos controlar el peso de forma ambulatoria y el ingreso aunque es vivido siempre con rechazo tiene una ventaja sobreañadida: permite la convivencia con personas que tienen mi misma enfermedad aunque no tengan mi mismo problema.

La hospitalización permite pasar de la fase precontemplativa a la fase contemplativa, la paciente ya sabe que está enferma. A partir de este momento es posible comenzar a cooperar.

Efectivamente es posible tener una anorexia sin anorexia ni cogniciones anoréxicas. La variable critica de esta enfermedad no son los pensamientos o deseos de estar delgada o el miedo a la obesidad o el trastorno del esquema corporal sino la adicción cerebral al ayuno que en algunos casos puede alternar por la más comprensible (e ineficaz) adicción a la comida.

Y esta adicción merece alguna explicación porque nuestra tendencia es  imaginar que nos hacemos adictos a cosas directamente relacionadas con la recompensa cerebral, con el placer directo o hedonístico. En realidad esta idea es bastante anticuada: nos podemos hacer adictos  a cualquier cosa porque nuestro cerebro, más concretamente la via dopaminérgica mesolímbica esta a medio hacer y es por eso que decimos que el cerebro es un adicto a la información. Significa que un estimulo incluso aversivo puede llegar a ser adictivo si se le da la suficiente importancia, todo parece indicar que no es la cualidad hedónica en sí misma la que confiere esta potencialidad de resultar adictivo a algo, sino que el sistema dopaminérgico tiene la capacidad de prepararnos para la búsqueda de ese algo que pueda resultarnos apetitivo. Es decir, la dopamina es ese sistema contable de nuestro cerebro que nos permite conceder prioridad a un estimulo y no a otro, este concepto -que debemos a Robinson y Berridge– fue denominado por ellos «saliency» difícilmente traducible al español pero calcado de nuestra idea de relevancia y explica el por qué algunos incentivos (estímulos) son más apetecibles que otros aun siendo tóxicos o poco recomendables. El cerebro aplica la lógica del organismo y le hace creer al individuo que la conducta adictiva es adaptativa.

Y es evidente que en estas muchachas y también a veces en sus familias existen tres elementos que contienen una saliencia alta.

Son estos tres:

  • El atractivo.
  • La alimentación.
  • Los rendimientos.

Una niña con una saliencia así de enfermar lo hará con una enfermedad alimentaria.

Que existan o no cogniciones anoréxicas es otro tema interesante. ¿Puede existir una anorexia sin deseos de delgadez?

Pues claro que si, la delgadez es un incentivo alto que atrapa la voluntad de muchos cerebros adolescentes y promueve en ellos saliencias en busca de mas delgadez. Que no existan cogniciones anoréxicas o deseo de delgadez visibles no significa que no exista un deseo de delgadez oculto o sin verbalizar. Se trata -en cualquier caso- de una expectativa social, es el contexto, el entorno el que privilegia la delgadez y lo lógico es que las personas responsables se adecuen a esta expectativa social como también hacen con los rendimientos escolares. Simplemente hacen lo que se espera de ellas y lo que se espera de ellas es como dice el proverbio:

«Que ninguna mujer es nunca lo suficientemente joven o delgada».

Con independencia de si pretenden o no llegar hasta las últimas consecuencias en esa búsqueda.

La mayor parte de mujeres inteligentes y afectas de una anorexia nerviosa no vomitan ni delatan su condición en público, son discretas, la mayor parte de ellas son capaces de aprender a alimentarse de tal modo que eluden el estigma psiquiátrico durante buena parte de su vida y logran despistar a familiares y médicos haciéndoles creer que comen pero son incapaces de engordar ni un solo gramo. Lo curioso es que algunos profesionales las creen y cuando se cruza la frontera de la mayoría de edad este problema se hace ya intratable.

En conclusión:

Que existan o no deseos conscientes de adelgazar es irrelevante. Lo importante es la adicción que genera el ayuno en sí mismo y la saliencia que el estimulo «delgadez» consigue en nuestra conducta consciente o inconsciente.

Toscani_anorexia_01

Es por eso que frecuentemente la publicidad de las enfermedades consigue fines opuestos a los que pretende, en esta fotografía que el gobierno italiano propuso para lanzar una campaña contra la anorexia y que realizó el polémico Toscani se encuentra condensado todo el horror de la enfermedad pero paradójicamente esta repugnancia estética solo afecta a aquellos que no tienen la enfermedad y no resulta disuasoria para el grupo de mayor riesgo. Los que son susceptibles a ella (aquellos con saliencias relacionadas con el aspecto fisico) no pueden sino sentirse atraidos por esa imagen de inanición. La publicidad sanitaria contiene no pocas veces esta contradicción y sin pretenderlo acaba por difundir aun más la mitologia de la enfermedad y sus incentivos engañosos.

26 comentarios en “Anorexia sin anorexia

  1. Es importante esa precisión que haces sobre el sistema de recompensa: que promueve aquello que considera debe ser promovido. No hay un catálogo natural rígido que los circuitos de recompensa exijan. Especialmente en nuestra sociedad garantista donde se ha suprimido la incertidumbre de sustento, refugio y amparo social, las pulsiones del sistema de recompensa se dirigirán a valores más sesgados hacia lo culturalmente promovido que a lo biológico.

    Me ha gustado lo de la anorexia sin anorexia.

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  2. Josep Toro, psiquiatra catalán especializado en A.N. solía decir que los síntomas obsesivos, depresivos y de retirada social de la A.N. eran básicamente indistinguibles de los que aparecen espontáneamente en personas que bajan mucho de peso a causa de una huelga de hambre, p.e. También comentaba que el tratamiento esencial de la A.N. era la comida (es decir, que romper ese ciclo adictivo del infrapeso permitía que el cuadro resistente se convirtiera frecuentemente en un cuadro accesible; la respuesta del organismo hacía innecesaria una gran parte del supuesto trabajo psicoterapéutico o psicofarmacológico).

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  3. Puede que, tal como sucede en el cáncer, el organismo haga una evaluación de enfermedad y cierre la entrada de alimentos (efecto García) por considerarlos responsables de la perturbación interna.

    En el déficit de vitamina B1 (que aparece con suma facilidad en desnutrición asociada a alerta y en determinados genotipos) la anorexia es un síntoma fundamental. Sólo se soluciona comiendo o administrando parenteralmente la vitamina. En todas las anorexias asociadas a malnutrición-estrés se presupone un déficit de tiamina.

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  4. La inanición por si misma provoca un cuadro similar a la anorexia mental espontánea, en efecto, no solo el cuadro somático sino el mental, está demostrado que adelgazar favorece -no sólo en humanos sino también en mamíferos- la obsesividad.

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  5. Arturo: en mi opinión la evaluación que hace la anorexica no está relacionada con el programa alimentario sino con la percepcion de atractivo (fitness). No es que el organismo haga una evaluacion de enfermedad sino de exclusión social debido a la gordura. Es por eso que el cerebro anoréxico puntúa el ayuno como una saliencia beneficiosa.

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  6. Es difícil saber qué evalúa el organismo. Sólo conocemos sus decisiones. Todo sucede como si las razones sociales pudieran conseguir imponiéndose a las puramente biológicas a la hora de regular la conducta alimentaria. Homo sapiens es una especie muy culturizada y eso debe tener un valor biológico importante.

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  7. Es cierto, pero si no hubiera una estructura neurobiológica reptiliana destinada a sobrevivir y reproducrise ninguna influencia social seria perjudicial. hace falta algo más que una cultura determinada, unos mensajes (memes) determinados, hace falta que exista un programa filogenético que se sienta amenazado por esos mensajes que proceden del exterior. Si la anoréxica deja de comer es porque el ayuno refuerza su sistema de recompensa y si lo hace es porque existe un horror primordial con el que lidiar. El ayuno refuerza la percepción de autoeficacia que evolutivamente hablando es lo mismo que el fitness, la aptitud reproductiva es decir la belleza en este caso.
    Creo.

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  8. Igual digo alguna tontería, pero enlazando la anorexia con contextos evolutivos, ¿dónde incorporamos la esterilidad que supone? El organismo adaptable acaba impidiendo la reproducción…Claro que podría decirse que si el miedo es terror, ese es el programa prioritario, supongo, pero sigue siendo un terror extraordinariamente desadaptativo, ¿no?. ¿Y la proporción desproporcionada de ese terror en la modernidad cultural del mundo desarrollado? (recuerdo una charla sobre A.N. con un psiquiatra cubano, tierra del exceso en ese sentido estético, allá por el 95 en La Habana, y su estupefacción).

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  9. Hola Gustavo, bienvenido a estas horas 🙂
    La anorexia mental es profundamente disadaptativa desde el punto de vista del individuo pero puede serlo desde el punto de vista del organismo. Hay dos lógicas en el cerebro, una la del cerebro profundo o reptiliano y otra la de la corteza cerebral o mente si le queremos llamar así. El cerebro -tal y como propuso Freud- tiene su propia lógica. Hoy a esa lógica ya no le llamamos pulsión inconsciente sino fitness que me parece un constructo más moderno y eficaz porque resume en si el atractivo, la reproduccion /el sexo) y la supervivencia a partes iguales. Si te fijas hay muchas conductas humanas inexplicables desde la razón ) la lógica del individuo) pero razonables si las entendemos como una lógica inconsciente. La esterilidad de la anoréxica es disadaptativa pero el cerebro de la anoéexica no opera con la lógica racional de la conciencia sino con los programas evolutivos reptilianos acerca del fitness, como sucede en parte también con la homosexualidad y con todos las patologías adictivas.
    El soporte neurobiológico de esta contradicción es la via dopaminérgica que privilegia sobre todo la recompensa-placer a traves de ese constructo que llamamos saliencia que no es otra cosa sino la relevancia contextual, es decir la importancia que le damos a cada estimulo. Las anoréxicas son personas cuya saliencia está en «el que dirán» es decir en el atractivo y hoy el atractivo está en la delgadez.
    Si estas mujeres quedan enganchadas en esa delgadez es porque el cerebro privilegia esa saliencia rotulándola como adaptativa.
    Es decir existe una disonancia entre cerebro y mente, entre organismo e individuo.
    Eso es.

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    • «como la homosexualidad»
      me imagino que ya cambio este «pensamiento», no?
      sinceramente: «como sucede en parte con la homosexualidad y con todas las patologias adictivas»?
      lei eso y perdio toda seriedad el articulo

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  10. Ok, gracias por la aclaración pedagógica; tiene sentido, sí, y ciertamente hay muchos paralelismos con otros fenómenos digamos «autodestructivos» o «autolimitantes».

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  11. Me parece apasionante su punto de vista y el planteamiento,en general todo lo que leo en su blog es muy sugestivo intelectualmente aunque no coincida algunas veces con mis «cogniciones» personales. Basándome en ellas me pregunto si la obesidad es realmente una enfermedad mental. Lo sería entonces la delgadez severa sin su anhelo? Me choca la verdad. Si he de reconocerlo, enfermedades mentales propiamente dichas sólo me parecen psicóticas o cuasi (vease la depresión mayor). Luego neurótico y egodistónico pero bien establecido la ansiedad aguda y el TOC. Francamente sería estigmatizar demasiado el libre albredrío. Al final todo hábito,forma de ser o excentricidad tiene su correlato emocional e intelectivo,obviamente. Precisamente la plasticidad y reversibilidad sin ruptura de la función cerebral y su capacidad normal de paso, del dolor al placer,del vicio a la virtud, del amor al odio, merece otra consideración. Menos estricta con su libertad si se me permite.

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  12. Estoy muy de acuerdo con lo que dices y además estas tocando el gran tema -no resuelto- de las neurociencias: el dilema mente-cerebro. Si lees algo mas este blog verás que propongo una división entre lo que es psicolórecientemente. La anorexia se considera mental porque son los factores psicológicos los que mantienen las conductas anoréxicas, pero muchas veces aparecen pacientes atipicos que están ahi para hacernos pensar en que no siempre es asi. El cerebro tiene su propia lógica y no necesariamente precisa de razones psicológicas para mantenernos en una conducta disadaptativa.

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  13. Pingback: La anorexia mental y sus metáforas « neurociencia-neurocultura

  14. Muy interesante todo lo escrito, aunque no hay que dejar de pensar en los traumas emocionales, preferentemente en la infancia, donde en la etapa oral, que el «todo o nada», construirá al Yo según su historia de vida…
    Atiendo a un joven que, a los 3 años fue raptado para que su padre pague una deuda, conclusión: anorexia mental, abandono, sin interés por nada, con una historia familiar llena de accidentes y muertes hace muchos años…os aseguro que medicación y «chat» sobre un papel y juegos, han hecho maravillas.
    Saludos!

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  15. Pingback: Caquexias de origen inexplicable « neurociencia-neurocultura

  16. Encontré muy interesanto todo lo anteriormente escrito, pero algo me llamó la atención: durante el desarrollo del contenido, sólo se habla de «anoréxicas», es decir, solo se hace alusión al sexo femenino en cuanto a esta enfermedad concierne . Me gustaría saber el por qué de lo anterior.

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  17. Paco, hace poco cuando se liberaron 33 mineros atrapados en Chile…luego de tantos días de ayuno obligado, ninguno perdió peso significativo. Qué diría Viktor Frankl ? Parece ser como tu dices, lo adaptativo, lo masculino, la esperanza y con toda vía dopaminérgica o endorfínica, ganancia importante para ese cerebro que sufre y lucha por subsistir…
    Que hubiera pasado, si en la mina hubiese mujeres???

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