Si la evolución tuviera mente, es decir si tuviera algun propósito o plan preconcebido diriamos que ese plan no es otro sino la supervivencia y replicación de los genes más adaptados. Para conseguirlo ensayó varias estrategias, descartando sobre la marcha algunas, sacrificando especies y abandonando a sus propias fuerzas a otras que terminaron por extinguirse o bien fueron condenadas al marasmo cuantitativo (muchos, pero similares y con una vida corta). En un momento determinado de la protohistoria la evolución «decidió» que la mejor forma de asegurar ese plan era a través de la diversidad genética, algo que articuló a través de la reproducción sexual: reproducirse de mitad en mitad aseguraba un mejor destino para los genes si bien contenía un problema o secuela: ninguna célula pudo ser más inmortal a partir de esa decisión de sexualizar la contienda de la vida y otra: se precisaban dos sexos portadores de gametos distintos con distintas cargas reproductivas.
No cabe duda de que la diversidad genética ha sido un éxito del diseño evolutivo y la prueba de ello es el cerebro humano, una máquina humeda (Mora, 2004) capaz de generar no sólo sensaciones y reacciones de escape, huida o aproximación sino de generar conductas complejas, abstraer y generar realidades a partir de sí mismo, operar con símbolos, inventar signos lingüisticos y generar una cultura humana capaz de trasmitir conocimientos autogenerados por su propio cerebro a través del pensamiento y la razón, más allá de los genes, conocimientos que pueden trasmitirse de generación en generación y que son acumulativos y constituyen una reserva de enorme diversidad cultural proporcional a la diversidad genética que le es contingente.
Es asombroso que la evolución consiguiera este logro si tenemos en cuenta dos cuestiones:
- Que el ambiente cambia continuamente.
- Que no hay dos cerebros iguales.
La primera de estas consideraciones fue una idea de Heráclito, un filósofo griego que tuvo en su momento una intuición genial: que el rio no es siempre el mismo rio. En ese fluir sin fin del rio, encontró Heráclito una verdad que se hallaba escondida en la convicción -el prejuicio- de que la realidad era estable, inmutable o estática.
La segunda consideración es muy intuitiva: en efecto, las personas parecemos muy distintas unas de otras, mi vecino tiene unas aficiones distintas a las mias, es de un equipo de fútbol opuesto con el que yo no simpatizo o tiene hábitos de vida completamente distintos a los mios. Sin embargo si nos hicieran la autopsia el forense no sabría discriminar cual cerebro me perteneció a mi y cual a mi vecino pues macroscópicamente los dos cerebros parecen iguales. Y lo son, sólo que hay algo que los diferencia y que es un intangible en un cadáver. Las diferencias entre mi cerebro y el de mi vecino solo son apreciables en vida, en perfomance por asi decir.
Dicho de otra forma: tanto el ambiente en el que vivimos como la configuración de nuestros cerebros individuales está presidida por la variabilidad. No hay dos personas iguales ni hay dos culturas iguales, aun más cada persona a su vez cambia a lo largo de su vida y cambia porque su cerebro cambia como el rio de Heráclito. La variabilidad de los cerebros humanos parece ser el correlato cultural de la diversidad: una manera de asegurar que el conocimiento se replique a partir de lo diverso.
¿Pero esta variabilidad representa una ventaja o es una desventaja?
Si le preguntáramos a un dictador bananero respondería que la variabilidad entre sus súbditos es una desventaja para su gobierno. El dictador es aquel gobernante que pretende minimizar las diferencias disminuyendo las opciones de libertad entre los individuos, si es necesario oprimiéndoles, condenándoles a la miseria y persiguiendo a los disidentes. Si le hiciéramos la misma pregunta a un lider democrático diría lo contrario aun siendo evidente que el gobierno de lo humano es mucho más complicado si atendemos a la variabilidad de lo humano. En realidad la tentación de lo único, de lo similar, de las series clónicas son comunes tanto a los dictadores como a los lideres democráticos, sólo que en algunos casos la madurez que han alcanzado determinadas sociedades es irreversible y la homogeneización de las creencias es imposible de aplicar políticamente en un regimen democrático.
Si atendemos al gobierno de lo colectivo una de las certezas que nos invaden es ésta: ¿Como es posible que la evolución haya sido tan precisa y exitosa a la hora de diseñar un órgano tan perfecto como el cerebro humano y la cultura humana haya sido incapaz de diseñar la convivencia entre humanos de un modo más eficaz?
Una de las posibles respuestas a esta pregunta está relacionada con el tiempo. Mientras que la evolución opera en tiempo evolutivo (millones de años o eones) la cultura humana es aún un adolescente y cuenta sólo con unos cuatro mil años de edad. El tiempo histórico es apenas una brizna de hierba si la comparámos con los miles de ensayos y errores cometidos por la evolución y cuyas consecuencias conocemos por los registros fósiles y la paleoarqueologia.
Sin embargo la juventud de la cultura humana no explica del todo la incapacidad del cerebro humano para darse a si mismo en relación con sus semejantes y a nivel colectivo una solución mejor al problema de la convivencia entre cerebros distintos, ¿como explicar que la tecnología humana haya sido capaz de poner a un hombre en la luna y sea incapaz de limitar las hambrunas en el mundo? ¿Cómo podriamos mejorar esta convivencia?¿Qué hemos hecho mal?
Hemos hecho mal las mismas cosas que hizo en su momento la evolución: hemos ensayado distintas formas de gestión de lo humano y nos hemos dedicado durante muchos años (aun lo hacemos) a intentar homogeneizar los distintos cerebros humanos. Concretamente lo hemos hecho, sobre todo, a través de las prohibiciones culturales, de la persecución de lo diferente y de la imposición de un régimen de vida articulado en torno al beneficio y a la acumulación, no es raro que en esas condiciones las disidencias hayan venido de lo lúdico: el sexo y sus variantes, el dinero fácil (robado o expoliado a otros) o el exceso dionisíaco. Sólo tenemos que pensar hoy en que las mayores dificultades para el hombre moderno y su infelicidad es ese entorno que llamamos trabajo y ese otro que llamamos pareja, todo pareciera indicar que lo que es bueno para el sistema económico -para lo colectivo- es fatal para el individuo, al menos para algunos de ellos mal dotados genéticamente para cualquier presión ambiental.
Eso que hoy llamamos pensamiento único es la ultima intentona no politica sino económica de hacer de nosotros clones iguales unos de otros al menos a través del gusto o de lo deseable. Lo que no se pudo hacer desde el autoritarismo ahora se pretenderá establecer mediante el libre comercio pero la batalla está perdida de antemano. La cultura humana precisa y procede de la variabilidad, sin ella no hay cultura ni hay civilización humana propiamente dicha y la cultura se defiende a sí misma tratando de trasmitirse, replicándose y dividiéndose implementando nuevas estrategias en cada cerebro individual.
Los individuos se las arreglarán para hacer emerger contravalores al tiempo que los Estados proclaman los valores politicamente correctos a los que seguir y lo harán desde dos lugares distintos: desde los ideales y desde las abstracciones.
Es evidente que lo humano está presidido por el conflicto y por la decepción. Ambos proceden de nuestra capacidad de abstraer y de construir ideales. La abstracción podria definirse como la manera en que el cerebro se las arregla para convertir lo particular en general abstrayendo lo común y construyendo ideas que abarquen toda su experiencia particular. La abstracción supone un enorme ahorro de energia para el cerebro individual que no tiene que fiarlo todo a su memoria de interacción con todos los individuos que conoció en su vida, basta con que abstraiga, categorice las experiencias y las guarde en su memoria. De manera que la abstracción no es una facultad suprasensorial del hombre sino adaptativa, si no fuerámos capaces de abstraer no podriamos recordar todo lo que hemos experimentado, al menos su categorización. Pero es evidente que entre la abstracción (la categoria) y la experiencia vivída existe una grieta, una enorme discrepancia. No solamente porque los ideales van a operar como estados deseables dirigiendo la conducta del individuo en su busqueda sino porque los ideales a su vez van a decepcionar la experiencia concreta de los individuos: realidad y deseo son instancias en guerra continua y la mayor causa de infelicidad en los humanos.
Y de sus colectividades porque precisamente en sus colectividades se encuentra el germen de la discrepancia.
Esta discrepancia procede del hecho de que los colectivos humanos no han tenido en cuenta a la hora de diseñar la convivencia entre humanos que sus cerebros son diferentes, lo que no sólo significa que tengan gustos u opiniones distintos sino que son genéticamente distintos, lo que significa que toleran de distinta manera las imposiciones sociales, es por eso que existe el sufrimiento y la enfermedad mental.
Y tambien el arte.
El arte se ocupa precisamente a través de la abstracción de buscar determinados ideales, el más socorrido de los cuales es la belleza. Pero ahora no voy a hablar de esa búsqueda de ideales sino que me voy a ceñir a lo que el en el arte hay de subversión es decir de antagonismo con determinados valores e ideales sociales.
Es evidente que determinados ideales sociales no pueden cumplirse por todos los individuos. Es por eso que se inventó el crimen, una forma de transgresión contra una prohibición, el robo contra otro tipo de prohibición, el incesto, etc. Serian incontables las prohibiciones que sólo a través del arte han sido recurridas por los artistas, pero voy a referirme concretamente al caso de Raskolnikov que representa no obstante a todos los personajes de Dostoyevski, más concretamente representa a Dostoyevski mismo.
«Crimen y castigo» es una novela sobre la legitimidad del crimen, toda ella gira en primera persona sobre la subjetividad de Raskolnikov que ha desarrollado una espantosa teoria acerca de que el crimen en determinadas circunstancias puede ser un acto heroico. La novedad de la novela existencialista en relación con sus antecesoras es el uso que hacen de la subjetividad psicológica en primera persona del narrador. Aunque ya Shakespeare introdujo la variabilidad en sus personajes no llegó a hacernoslos tan comprensibles, aun hoy no sabemos qué le pasaba a Hamlet y sin embargo sabemos muy bien lo que le sucede a Raskolnikov. Leyendo a Dovstoyeski, a Tolstoi o a Balzac uno llega incluso a simpatizar con los argumentos que esgrimen sus psicopáticos y trágicos personajes, no se trata de estar de acuerdo o no sino de visualizar una cierta comprensión con aquellos argumentos, uno llega incluso a justificarlos y a veces hasta a compartirlos. Uno sabe que aquello que nos están mostrando está en nosotros, y es por eso que el monstruo debe ser mostrado. Para que no se manifieste en lo real.
Esta dimensión transgresora del arte nos llega a todos además por otra razón: la universalidad del arte se basa en el conocimiento de que todos estamos igualmente oprimidos por lo colectivo como Raskolnikov que es efectivamente un paria .
Hay algo común en los humanos que nos oprime y a pesar de que la mayor parte de nosotros no llegaríamos al crimen entendemos a quienes no pueden resistirse al mismo y tienen que generar argumentos para justificarse.
Gracias al arte entendemos lo diverso y nos burlamos de lo sagrado.
Es el arte el que salta por encima de las convenciones sociales y nos advierte: «Raskolnikov y tu no sois tan diferentes» . Una verdad tan aterradora como esta otra: hay más diferencias en el cerebro entre un analfabeto y un abogado que entre un votante del PP y uno del PSOE.
Que cada cual saque las consecuencias que sea capaz de digerir.
Bibliografia: Esplendores y miserias del cerebro (Semir Zeki) en «Esplendores y miseria del cerebro de Francisco Mora (coordinador), 2004.
Como siempre, enlazas de modo tan apasionante tantos y diversos temas que se hace difícil saber si se necesita babero por uno de ellos o bien por ese cemento mágico con que los unes y del que sólo tú tienes la receta.
«son genéticamente distintos, lo que significa que toleran de distinta manera las imposiciones sociales»
Y no sólo eso sino que la variabilidad humana también hace que se toleren mal no sólo las imposiciones sociales sino miles de cosas más, por ejemplo –como dices en algún artículo tuyo- que alguien opine distinto, ya sea en política, en arte o en fútbol. La variabilidad es aceptada como signo de aceptación (p.e. los tejanos como uniforme en los adolescentes) pero lo paradójico es que cada individuo tenga el anhelo de ser «distinto», «único», sobre todo «especial» (como tb dices en otro lugar), anhelo del que no está libre el más pintado. Ser clónicos para ser aceptados vs ser distintos para ser especiales, vaya contradicción, ¿no?
Habrá que releer…
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Sin embargo, lo sagrado está ahí se le llame como se le llame, tenga raices paleolíticas o dopamínicas. Sagrado es un modo de entendernos, ya lo sabes, como podríamos llamarlo visión del insight, arrobamientos, o idas de olla de la amígdala o de otros sectores.
Lo que es cierto -diríase- es la inaceptación de lo diverso según desde qué perspectiva se hable (dejemos aparte la perspectiva política). Lo más seguro es que lo que uno ve azul el otro lo vea verde, y lo que es peor es que tú y ese vecino posiblemente estéis no sólo dándole nombres distintos a lo mismo sino, quizá, viendo colores distintos. Y jamás, nadie, sabrá qué veis. Esa simple idea estremece al menos sensible. Y así para todo, o sea que sí, que viva el solipsismo.
Y, como siempre también por mi parte, que viva Heráclito. Y Hesse, que decía que no somos sólo variables sino que somos mil en uno. Está al final de un libro suyo cuyo título no recuerdo ahora mismo 🙂
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La inaceptación de lo diverso es la consecuencia de esa lucha continua que mantenemos con nuestro propio ideal. Cada dia estoy más convencido de que en la vida de lo que se trata es de integrar, aceptar lo distinto y caer del caballo en cuanto a nuestro propio Ideal. Hay que tratar con él no como algo que procede de lo sagrado o de la certidumbre absoluta sino acomo aquello que hemos construido para ahorrarnos el trabajo de visualizar todas las posibilidades: algo que resultaria engorroso.
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Ahora que hablas de lo colores Zacco me viene a la cabeza un post que creo será el siguiente. Dado que la percepción del color se utiliza de paradigma acerca de la abstracción y de qué manera el cerebro construye la realidad quedo aqui emplazado para explicar por qué la luz, el color, es visto por cada persona de una manera.
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Jo, no hay derecho, todo lo que dice la Zacco vas y lo escribes. Grrrrrr (morritos) Las hay enchufadas!…
jaja, es broma, Zacco!
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Vamos, Ana, no seas tan celosa, que a las otras tambièn nos publica.
Cuando tomè contacto con ciegos, hace unos cinco años, me impactò que le dieran tanta importancia a la luz, que influyera tanto en sus estados de ànimo. Me encantarà leer ese post.
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«no como algo que procede de lo sagrado sino como aquello que hemos construido para ahorrarnos el trabajo de visualizar todas las posibilidades: algo que resultaria engorroso.»
Esto me ha gustado mucho. Lo traduzco internamente como «qui no s’enganya es perque no vol» como dice un amigo mío. Digo esto por esa frase concretamente, «algo que resultaría engorroso», lo que he asociado con lo engorrosa que es la verdad a veces (vislumbrar todas las posibilidades).
Supongo que el ser humano siempre tiende a evitar lo engorroso y a optar por lo adaptativo y, como dice otro amigo mío gallego, «a ser feliz, nada más» sin comerse mucho la olla. Y la cítara para los ratos de ocio sólo, jaja.
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Cuánto sabes, por los dioses del Olimpo. Cuánto se aprende contigo…
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No exactamente. Tener todas las posibilidades en la mente precisaria de una memoria enorme que nuestros cerebros, maquinas análogicas no poseen. No se trata de que la verdad esté en el análisis de todas las posibilidades sino de que disminuir los grados de libertad al categorizar es en si misma una forma de operar barata y ahorrativa.
Y tan verdadera como que aquellos que la poseen viven mas tiempo y mejor.
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Y además siempre nos deja en ascuas, con eso de «será en el próximo post». Parece el final de aquellos capítulos de La Historia Interminable, que acaban diciendo «pero eso es otra historia y será contada en otra ocasión».
Aparte de esto, yo quería decir que no sé si el hecho de que uno se identifique tanto con Raskolnikov o con Ana Karenina dependerá de las neuronas espejo o del arte del escritor, ese que (como sabes, Zacco) Cortázar decía que debe «tender puentes». El identificarse supongo que vendrá a ser como cruzar ese puente. Bridges over troubled waters a veces. Eso me devuelve sin quererlo a la Historia Interminable, libro fractal donde los haya, donde el niño cruza el espejo aliciano y entra en la historia donde, en realidad, era él el protagonista. Un libro recomendado para mayores a quien no lo haya leido.
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Saludos desde el Heaven and Hell 🙂
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Las neuronas espejo son estructuras nerviosas que se activan visualmente, es decir sirven para imitar lo que vemos: una de las formas más potentes de aprendizaje que existen, mientras que la identificación es una interiorización de rasgos de otro que primero se vieron y luego se esconden. Lo que creo es que las obras de arte universales, es decir esas que llamamos clásicas contienen eso que llamas «puentes» y que hacen posible una cierta empatia en lo que s eve o lle. esa empatia es el reconoicmiento de que despues de todo no hay tanta diferencia entre Raskolnikov y yo, pues ambos estamos sujetos a una misma opresión: «no matarás». Solo que él está peor dotado genéticamente que yo para resistir ese impulso.
El arte explora pues la variabilidad humana y en este caso opera contra un ideal social mediante la exposición de su transgresión.
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