¿Divinidad o neurosis?


Teresa de Cepeda y Ahumada era hija del segundo matrimonio de D. Alonso de Cepeda que tuvo otros ocho hijos de la mujer que moriría a los 12 años de edad de Teresa. Tuvo otros dos hijos de un matrimonio anterior y era hijo de un judio converso que llevó el sambenito en Toledo en procesión, la vida de la santa estuvo pues determinada por esta circunstancia de la «impureza de la sangre», un estribillo que vuelve una y otra vez en su obra a través de la constante mención que realiza sobre la «honra».

Hay que situarse pues en el contexto medieval (siglo XVI) y en plena efervescencia de la reforma luterana y la contrareforma católica vigilada de cerca por los tribunales de la Inquisición en una España dominada por la miseria, la ignorancia y la superstición. En el momento en que Santa Teresa anduvo escribiendo «El libro de la vida», una especie de confesión general sobre sus experiencias visionarias, andaba la Inquisición ocupada en perseguir a «las alumbradas» una expansiva epidemia de monjas histéricas iluminadas.

Hay que señalar que en aquel entonces «la honra», es decir la opinión que los demás tuvieran sobre nosotros era más importante que la propia esencia de nuestros actos, lo que confería valor social a nuestra existencia no era tanto nuestra obra sino la legitimación publica: lo que los demás opinaran sobre nosotros. Era imposible vivir en Avila en el siglo XVI sin gozar de una reputación a prueba de maledicencia, esta acogida social, en definitiva, es la honra atribuida que incluye naturalmente no solamente la limpieza de sangre sino también otras faltas que no he de nombrar necesariamente para que el lector entienda a qué me refiero.

La juventud de Teresa debió fluctuar entre el miedo a provocar la deshonra de su familia ya sospechosamente observada por sus conciudadanos sino en no despertar más comentarios de los necesarios con las continuas idas y venidas de una hermana mayor de la santa -descarada- a juzgar de diversos autores que ponían en la boca del vecindario sus continuos devaneos y juegos que junto a la obsesión de Teresa por los libros de caballerías y a una cierta omnipotencia mesiánica por parte de la misma hicieron que ya de niña intentara una escapada de su hogar junto con su hermano Rodrigo, a tierra de moros para merecer el martirio.

Hay que hacer notar que en aquel entonces el 90% de las mujeres españolas eran analfabetas y la lectura no era considerada como una virtud en sí misma sino una intrusión en el mundo de los hombres y más allá de eso: en el mundo eclesiástico, cerca de las 3/4 partes de los libros que se editaban en aquel entonces estaban escritos en latín, pues la Iglesia siempre consideró determinados saberes como peligrosos para la feligresía.

Si a la firmeza de su carácter, añadimos sus aficiones intelectuales, la muerte temprana de su madre y su consiguiente desvalimiento puberal y la búsqueda de una nueva figura femenina protectora (la Virgen) asi como su necesidad de ir más allá en lo que se le demandaba en cuanto a la vigilancia de «su honra» podemos entender su entrada en religión, en el convento de la Encarnación de la orden de las carmelitas calzadas. Pero no podemos dejar de señalar una circunstancia más: las únicas dos identidades que una mujer del siglo XVI podía adquirir eran , la de ser monja o bien la de ser madre. Es evidente que la paleta de elecciones no iba más allá en una «doña». Teresa eligió ser monja porque para una mujer de su condición intelectual y de su época era un destino tan común como hoy puede ser el trabajo fuera de casa para una mujer profesional.

Pero a estas motivaciones hay que añadir su motivación fundamental: a Teresa no le gustaba el mundo en que vivía, ni el dinero o el lujo a los que despreciaba. No es de extrañar si entendemos su calidad de paria social, su calidad de excluida y su vivencia culpable relativa a la «mácula» de su linaje. Teresa necesitaba demostrar al mundo la pureza de su sangre y no se detuvo o conformó con el hecho de entrar en religión, hubo que transformar la realidad en que vivía, al menos en la medida de sus fuerzas y habilidades le permitieron.

Su entrada en el convento coincidió con una enfermedad que la acompañaría media vida, comenzó con fiebre, vómitos, anorexia, dolor cardiaco, etc. Se trataba sin duda de una brucelosis (Avila era una zona endémica de fiebres de malta) que se desarrolló en varias etapas siendo la pericarditis su primera manifestación (Senra-Varela). A los 19 años la santa tuvo un coma de tres días de duración secundario a una meningoencefalitis brucelósica que le dejó múltiples secuelas neurológicas: contracturas, debilidad, parálisis y una epilepsia secundaria y que disparó los rumores acerca de su santidad pues sus coetáneos ya la daban por muerta.

Sin embargo y a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre las enfermedades de Santa Teresa esta enfermedad orgánica nada tiene que ver con la evolución de sus visiones o de sus arrobamientos como ella solía llamar a sus estados extáticos. Tampoco parece demostrado que su epilepsia secundaria tuviera nada que ver con estos estados a juzgar por la evolución de ambas enfermedades: es evidente que Santa Teresa abandonó sus alucinaciones cuando comenzó su vida pública propiamente dicha y se dedicó a fundar conventos de la orden que ella misma había transformado apelando a los antiguos votos de pobreza, obediencia y abandono de todo boato social. Fue así como fundó las carmelitas descalzas que vinieron a sustituir a su antigua orden donde la separación entre monjas según el linaje, los escarceos nocturnos de los galanes y las corruptelas derivadas de dotes económicas de escándalo contribuían a agrandar aún más las diferencias sociales entre monjas doñas y criadas que entraban en religión siguiendo a su señora.

Teresa tardó cierto tiempo en entender cual era su misión, un tiempo lleno de desgarros, de búsqueda espiritual, de dudas y de certezas sobre lo que veía y sentía. Hasta que no conoció a S. Pedro de Alcantara y a S. Francisco de Borja sus protectores frente al tribunal del Santo Oficio, es muy probable que su búsqueda derivara en un ejercicio histérico de demostraciones místicas: en una escalada que tuvo que legitimar precisamente a través de la escritura de su obra maestra: «El libro de su vida», su confesor le sugirió que escribiera este libro precisamente para servir de testimonio frente a la Inquisición. De lo que se trataba era de discriminar si sus visiones eran obra de Dios o del demonio. La pregunta que nos hacemos hoy precisamente ha cambiado de lugar pero sigue siendo la misma, ¿era Santa Teresa una iluminada o una histérica?

Pues adelantaré mi posición: yo creo que la una no excluye a la otra.

santateresa.jpgSon muchos los que se preguntan qué relación tiene el éxtasis con el orgasmo y son aun demasiados los que piensan que son la misma cosa. No, el éxtasis es el éxtasis y el orgasmo es el orgasmo, lo cual no significa que en el éxtasis no haya un elemento sexual. Todo en la mente es libidinal, y cualquier deseo emerge de la condición de ser faltante que es el sujeto, de nuestra condición de seres inconclusos y a medio hacer.

Pero tal y como decía ella misma: «no se contenta el alma con menos que Dios»

Siguiendo con la tradición sufí Teresa busca a Dios a través «del vino», es decir a través del mundo sensible de los sentidos, Teresa no habla con Dios simplemente le ve y se ve atravesada precisamente de aquello que no puede proceder sino de la divinidad: el encantamiento ante la contemplación, algo que se sitúa más allá del orgasmo genital y que no por ello deja de participar en las sensaciones del mismo. No en vano la tradición sufí utiliza precisamente el sexo como puente entre los humano y material y lo divino o etérico, esa es precisamente la función de Eros, de otro modo ¿por qué imaginarlo con alas.

Eros es un psicopompo, es decir una intermediario entre el deseo y el objeto, en este caso el objeto es Dios, que es un sustituto del padre ( o del hombre en general), pero es también algo que está más allá de lo genital mientras que no puede evitar darse de bruces con lo fálico. Parece evidente a raíz de esta confesión propia que Teresa no estaba por el sexo puramente práctico y reproductivo sino que más allá de eso:

«Veíale en sus manos un dardo de oro largo y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas; al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me parecía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay que desear que se quite ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico a su Bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento».

 

extasis.jpg

Lo que prueba que no estamos hablando de una experiencia intelectual sino de algo más allá de eso: de una experiencia sensorial captada magistralmente por Bernini en esta obra. Una experiencia en la que el cuerpo participa tal y como dice Teresa porque:

«En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo»

Se trata de un cuerpo vapuleado, que es gozado de manera intensa y dolorosa por un otro que lo utiliza sin piedad:

«Acá las más veces ningún remedio hay, sino que muchas veces sin prevenir el pensamiento ni ayuda alguna viene un ímpetu tan acelerado y fuerte, que veis y sentís levantarse esa nube o esa águila caudalosa y cogeros con sus alas»

Es, pues, inútil la resistencia. Nótese además el simbolo del águila, representante de los dioses desde Zeus para acá.

El gran Charcot ya incluyó una de sus sesiones en la Salpetrière hablando precisamente del caso de Teresa como «une grand hystérique» , desde entonces todos los estudiosos de la santa se han dividido entre aquellos exégetas de la tradición espiritual de este tipo de experiencias y que niegan toda causalidad psíquica y aquellos que en el extremo contrario suponen que los arrobamientos de Santa Teresa no son más que orgasmos sublimados o disfrazados de una experiencia mística. Los que asi piensan no han visto en su vida un enfermo mental, ni una crisis extática, ni han conocido una experiencia espiritual en su propia vida. Yo he conocido y visto muchas y nunca me he encontrado con una experiencia así a pesar de haber tratado con muchas histéricas. Significa que al menos Teresa era una histérica extraordinaria porque fue capaz de trascender su desgarro y intelectualizarlo dando una forma diferente y práctica a su búsqueda.

El éxtasis de Teresa era pues la condición anímica de una persona desgarrada en la búsqueda de una misión que se le resiste y que necesariamente debe encajarse en los límites de lo real y lo posible. Una condición sólo al alcance de unos pocos, con histeria o sin ella.

Al final lo encontró cuando una tarde halló en el jardín de su convento una vieja campana extraviada entre el follaje. Entendió el mensaje de aquella sincronicidad y comenzó entonces su reforma.

Nunca más volvió a alucinar, aunque sus fiebres recurrentes la acompañaron de por vida. Murió a los 69 años de un cáncer de útero.

 

 

10 comentarios en “¿Divinidad o neurosis?

  1. La explicación tántrica -ya lo sabe- es que en ciertas condiciones específicas el climax sexual destapa esas puertas invisibles que nos separan del Todo, un desgarro de las fronteras. Si revientan se produce el éxtasis o unión inefable. El cuerpo del amado sería la puerta a ese Todo, ¿o quizá la unión, de tan anhelada, sería un icono de la otra unión? (me pregunto). Yo diría que budistas, sufíes, hinduistas, zens y taoistas (y santos) hablan de una misma realidad una de cuyas puertas puede ser el orgasmo, sí, seguro. Sólo que, por tratarse todo de esos estados que llaman alterados de conciencia, seguramente es fácil confundir un orgasmo muy intenso con la mística y es probable que se pase uno por lo otro. Sería cuestión de escanear los éxtasis y los arrobamientos 🙂

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  2. Da la casualidad de que este tema lo estoy dando en religión en el instituto. No se en realidad que pensar, creo que fue una mujer ante todo, con muchísimo valor para enfrentarse a la sociedad a la que estaba sometida.
    Me gusta mucho que se haya nombrado de que murió, ya que mis profesores de religión me habían comentado que había sido a causa de dolencias simplemente, o de la vejez.

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  3. Pingback: El extraño caso de la fibromialgia « neurociencia-neurocultura

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  5. Como he disfrutado con el post!!!!
    Había leido yo maestro, que el ayuno de estos místicos, sólo a pan y agua, hacía que en Europa se produjeran numerosas intoxicaciones alimentarias, y entre ellas la originada por el pan elaborado con harina de centeno, que estaba contaminado por una toxina derivada de un hongo, el desconocimiento y la ignorancia hacían que se moliera este centeno contaminado, rico en un ácido alucinógeno, ácido lisérgico, precursor del ácido LSD, que era el que producía el extasis de los Santos…

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  6. Las leyes q creamos para crear el humus, compost social, al q quedamos atrapados los más ignorantes y los q quieren poder y se las amñan para manipular.
    Bien tods las personas q s quieran liberar deben estudiar todo ésto para entender de q vá la partida. De lo contrario t quedas encerrado como águila en jaula, espíritu q puedes perder de tanto aburrimiento y desasosiego.
    Desde luego, hay muchas actitudes frnte a ésto q se pueden tomar, pero para mí la más liberadora es entender y actuar en consecuencia e intentar transmitirlo.
    Menos mal q tenemos ciencia, la mitologia moderna, basada en los hechos, q ciertaas cosas las aclara y otras las sigue investigando, y el sentido común de cierts personas q caen en la cuenta y dan la señal de alarma. Una vez más estar abierto de mente y ver como todo pasa ante tu atención, te permite filtrar.
    Si el cerebro está hecho para proporcionar comida y reporoducirse, es a través de el q intentarás alcansar lo sublime e inefable.
    Buscando lo imposible, encuentras lo más alto posible. Un koan.
    Cuidado con los infartos.

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  7. Creo que eso que dice Di Zacco » sería interesante escanear los éxtasis y los arrobamiento» es algo más que difícil de conseguir porque si a Santa Teresa se la metiera dentro de un escáner creo que dejaría de ver inmediatamente querubines sin necesidad de ponerse a fundar conventos.

    Que las vivencias de Santa Teresa tenían un tinte sexual o libidinal no cabe duda, sólo hay que ver que decía haber tenido ayuda de María Magdalena cuando se sintió arrobada delante de un cuadro de la» Pasión del señor». Ahora , efectivamente, eso no significa que el éxtasis sea un orgasmo. Aunque Teresa busque la unión con Dios a través de los sentidos la experiencia parece trascender a los mismos convirtiéndose en una sensación única compartida sólo por unos cuantos inicados que llamamos místicos y que todos coinciden en catalogar la experiencia como inefable, debiendo recurrir a las metáforas para poder explicarla.

    Entra dentro, pues, de lo que no podemos nombrar con palabras lo mismo que los olores y los diferentes amores. El mundo olfativo como ya indicaste en tu post el Tao del perfume está lleno de matices y de sensacionesy y todas ellas aparecen confusas hasta tal punto que no tenemos un nombre para cada olor. Este hecho es llamativo porque es el olor, dentro de todos los sentidos, el que mayor capacidad de reminiscencias tiene, y al mismo tiempo el que produce las respuestas menos conscientes. Quedan, por tanto, las experiencias mísiticas y los olores alejados de las respuestas dominadas por la consciencia y por ello no podemos nombrarlos mediante un lenguaje lógico sino sólo de forma metafórica, que sería el lenguaje de la intuición.

    Por eso el lenguaje es sagrado porque es el instrumento que nos sacó de nuestro mundo intuitivo al mundo de la lógica racional.

    Proust, en su célebre párrafo de la magdalena hace una descripción de sus sensaciones muy parecida a la que podría hacer un mísitico de uno de sus arrobamientos. Hay que decir que el sabor es sobre todo y fundamentalmente olor. Es el olor lo que dispara el recuerdo de Proust y lo que le lleva a unirlo al amor y denominarlo esencia preciosa. Es el olor el que le hace sentir la unión con el Todo:

    «Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. «

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